Su apodo casi que capturó a su nombre. Cuando alguien en el mundo del básquet dice Montenegro, todos piensan en él. Pero no en Hernán Abel. Se imaginan al Loco, ese hombre que nació en Bahía Blanca y que, con el paso del tiempo, se transformó en un trotamundos de la vida. Porque como él confiesa, su vida es suya. Y de nadie más.
A pocas horas de convertirse en uno de los nuevos protagonistas de la segunda temporada de Masterchef Celebrity, el reality de cocina que causó furor en la televisión argentina, el histórico pivot de la selección argentina le abre las puertas de su mundo a Infobae para hablar de su lucha constante contra las adicciones y la depresión, sobre cómo viajar al Amazonas se convirtió en una experiencia sin igual y el valor que tuvo para él aceptarse tal cual es.
“Me volví de Paraguay, estuve trabajando hasta marzo. Tuve dengue y volví justo antes de que cierren las fronteras; no no sé como mierda hubiera podido vivir”, es lo primero que dice Montenegro sobre cómo atravesó la pandemia. A continuación de eso, el Loco se sumergió en sus propias entrañas y empezó a escupir lo tanto que lo afectó no saber qué iba a ser de su vida en este año que acaba de comenzar.
“Pasé un 2020 como todo el mundo. Por momentos buenos, malos, pero en octubre implosioné a nivel emocional. Estuve en la montaña y volví a Buenos Aires y dije: ‘Tenes que ponerle rumbo a esto, hermano, porque si no se va al carajo’. Mi vida personal. En octubre exploté”.
— ¿Qué te hizo llegar a ese punto de pensar que tu vida se podía complicar de nuevo?
— Me di cuenta de que me estaba suicidando en un punto. Mentalmente, como persona, la imposibilidad de no poder trabajar, de no poder planear, de no poder aventurar. Mi vida es una aventura. Yo siempre trato de vivir una vida nueva. Vivir todas las cantidades de vidas que pueda. Estaba sintiendo que me estaba ahogando, que no estaba pasando nada con mi vida. Ni bueno, ni malo. Tener un motivo. Lo más importante en la vida es tener un motivo, porque si vos lo perdés, perdés la vida. Y yo notaba que estaba perdiendo el motivo, estaba perdiendo la vida. Por eso me volví de la montaña a Buenos Aires y me empecé a mover. No sé que iba a hacer. Pensé: ‘Pongo un kiosco, vendo panchos, laburo en la TV’. La verdad no sabía. Y surgió esto.
Este gigante de 2.06 metros, que quedó a un paso de ser el primer argentino en la NBA, que compartió la misma habitación con una leyenda de la liga como Charles Barkley, que jugó ante Michael Jordan en un partido amistoso, y que llegó a subirse al podio con la selección argentina en un torneo de las Américas, ahora se pondrá el delantal frente a una cámara e intentará dejar su sello en un programa popular.
“A Dios gracias, el 28, 29 de diciembre me llamaron de Telefé para preguntarme si quería ser parte de Masterchef. Me gusta cocinar; eso no significa que sepa, lo quiero dejar claro. Seguro ya se va a ver jeje. Pero empecé el 2021 con otra energía, la primera edición lo miré por el Monito de Kapanga, que es un amigo. Lo presenté hace poco en el Hipódromo de Palermo con su banda y charlamos bastante y me dijo: ‘Es una experiencia única’ y me tiré a la pileta. Como hago siempre, sin pensar si hay agua o no”, dijo el Loco en diálogo con Infobae.
“Por eso digo que la intención tiene mucho que ver. Si vos le pones energía a algo, ya está. Yo soy muy de matar o morir. Y yo sentía que me estaba muriendo. Me estaba disecando por dentro, no había un norte. Hice el último intento. Hoy estoy acá, parado, viviendo esta aventura, que tal vez se termina dentro de 15 minutos, pero como decía Andy Warhol, ’15 minutos de fama’. Lo tengo claro”.
Más allá de arrancar el año renovado, con una propuesta que lo sedujo, Montenegro aprovechó el ida y vuelta para remarcar cómo es su lucha diaria contra la depresión y las adicciones. Todo sucedió muy rápido en su vida de película. A los 17 años se mudó a España de la mano de León Najnudel, el creador de la Liga Nacional de básquet, que se llevó a la joya para jugar en el Zaragoza. Sin espacio en el equipo, el Loco utilizó el tiempo para conocer otro mundo. El de la noche y las tentaciones.
— Fue muy fuerte lo que te pasó en España con tus adicciones, ¿no?
— Ese fue el peor momento de mi vida. Fui a buscar un mundo y me encontré con otro mundo. Pero me lo encontré yo porque lo busqué. Yo soy el puto amo de mi vida, que quede claro. Lo que fue bien, estuvo bien y lo hice yo. Lo que estuvo mal lo hice yo. No tengo excusas. Víctima de nada. Eso a mí me da mucha paz. Voy por la vida muy light. No tengo nada. No quiero tener nada. Es como vos querés caminar la vida. Yo la camino liviano. Voy tranquilo y soy dueño de mi destino.
— ¿Haber podido salir de esa situación de adicciones en las que comenzaste de muy joven fue una apuesta muy grande?
— Apuesta es evolución. Es aceptarte. Es fundamental. No hay psicología, no hay nada que te pueda sacar de eso. Aceptar tus carencias, tus incapacidades. Fijate, yo voy a jugar un juego que no tengo idea. Me gusta cocinar y tal vez me va mal. O bien. Es aceptarte. La vida es eso. Por eso te hablé de no esconderse. Yo crucé el límite ya. Ya pasé el límite. El límite es cuando te das cuenta que lo que estás haciendo con tu vida no está bien.
— ¿Y vos pudiste darte cuenta de eso?
— Yo me di cuenta que no estaba bien porque me estaba matando. Y hoy, mi vida no es brillante, pero tengo claro cuáles son mis límites… Y cuando uno conoce los límites, conoce la vida.
Más allá de su perfil deportivo, de una carrera que lo llevó por Puerto Rico, Venezuela, Chile, y decenas de clubes en Argentina, el Loco también tuvo que enfrentarse cara a cara con una enfermedad que se volvió a poner sobre la mesa en los últimos días con la trágica muerte del futbolista Sebastián Morro García. La depresión es un flagelo social. Es algo que Montenegro sufre, pero que al mismo tiempo lucha por superar con su filosofía de vida: vivir.
“Yo soy un depresivo. Soy una persona enferma. Primero, soy un adicto. No se me mueve el amperímetro, no me cambia la vida. Asumir es aceptar. Y aceptar es aceptarse. Y es describirse. Para mí es fundamental no esconderse. Lo peor que puede hacer una persona como yo es esconderse. Lamentablemente, las personas que sufren estas enfermedades son muchas. Somos muchos. Y hoy más que nada. Y hablo de la depresión porque el 2020 no puso depresivos a todos, o a la mayoría”, confesó.
“Soy un depresivo con humor. Soy una persona depresiva que tiene ganas de vivir. Sé que es loco lo que hablo, pero es mi intención. Entonces, no me puedo esconder. Yo ya pasé por millones de situaciones en la vida. Jamás fui víctima ni victimario, pero sí realista. Por eso me abro y cuento mi historia. Te puede caer bien o mal. A mí me chupa un huevo. Aprendí a no esconderme hace muchos años. Soy lo que soy. Se toma o se deja”.
— Me decís que todavía te sentís un adicto. ¿Cómo manejas esa situación?
— Hace 25 años que no consumo cocaína. Tuve dos años tremendos que me tomé media Colombia, lo tengo claro y asumido. Soy alcohólico. Lucho contra esa situación. Tengo etapas buenas, etapas malas. Y lucho contra mi depresión. Esa es la realidad, lo que soy. Tengo una cosa clara en esta vida: no me voy a ir de este mundo sin reconocer lo que soy. Eso trae consecuencias buenas y malas. Lo tengo que aceptar. Invito a todo el mundo a aceptarse, pase lo que pase. Después, se toma o se deja.
— Venís luchando hace mucho tiempo contra esto. ¿Cómo se resiste en la batalla?
— La batalla es día a día... La batalla es día a día. Cuando me levanto y no consumo cocaína me siento bien. Hay días que son buenos y malos, donde puedo recaer en mi alcoholismo… Y lucho. Es continuo. Y mi depresión, que en realidad no es depresión, es una falta de alegría… Quiero revertir eso. Esto quiero que lo recalques. Falta de alegría. Soy un tipo muy alegre, tengo mucho humor, y lo fundamental es tener actividad. Tener un motivo para vivir, amigo. No ser un motivado. No hay peor cosa que un boludo motivado. Un boludo motivado se quiere comprar un pony y correr el premio Pellegrini… Hay que tener un motivo en la vida. Y para mí el motivo son los desafíos, las aventuras. Esto que me está pasando.
Montenegro es un personaje que siempre necesitó de nuevas experiencias. Ya sea en un club, en un torneo o hasta un partido como jugador. Algo de eso ocurrió, por ejemplo, cuando se vio las caras con los mejores pivots del mundo en el preolímpico en el duelo entre Argentina y el famoso Dream Team que se colgó la medalla de oro olímpica en Barcelona 92.
Fuera del deporte, Hernán vivió algo único hace poco tiempo. Dos años atrás, se tomó un avión con destino a Perú con el objetivo de hacer un ritual de limpieza integral de su ser.
“Sí, me fui al Amazonas. Fui a buscar una limpieza espiritual, mental y física. Fui a limpiarme… Tenía mucha necesidad de salirme de esta porquería. Mirá, ahora que lo pienso… Disculpame. Yo siento y pienso. Soy muy Galeano. Y me pasó eso. Implosioné. Yo soy de implosionar, no explotar. Y llegó un momento que dije ‘me voy a la concha de la lora’ y ahí apareció un amigo, Diego Castellón, un artista rosarino que hoy vive en Uruguay. Es un hermoso, un cruzado como yo. Y me fui a Perú, a vivir la experiencia de la ayahuasca, que no es una droga. A vivir con un chamán. Volvería ahora mismo. Fue un antes y después ese viaje a la selva. Me cambió la vida. Me ayudó a acomodar cosas, más que nada a entender cosas de mi vida y apartar lo que tenía que apartar y abrazar lo que tenía que abrazar. Siempre busqué eso. Soy un amante de buscar cosas nuevas, que me hagan sucumbir. A veces me aburro, me aburro de todo, y si no tengo esos sacudones cada tanto…”.
— ¿Cuánto estuviste en el Amazonas viviendo?
— 15 días porque tenía que volver a laburar. Pero fueron 15 días increíbles. Tirado en una choza, en el medio de la nada. Una experiencia increíble. Estar en el medio de la nada en el Amazonas es de las mejores experiencias que tengo, fue un cambio. Más allá de la ayahuasca, del chamanismo. El poder encontrarme, dejar de pensar en cosas que no tenía que pensar. Vivir tirado en una hamaca paraguaya, rodeado de animales, de sonidos, fue alucinante.
— ¿Cómo es la relación con el chamán?
— El chamán te va guiando cuando hacés la ceremonia de ayahuasca y viajás a buscar tu serpiente. Todos tenemos una serpiente. Es una mutación. Es increíble. Ahí es donde te das cuenta que es un chamán, porque el tipo está sintiendo lo que a vos te pasa por dentro. Y como no es un alucinógeno, lo aclaro, no es una droga, y estás cuidado por alguien que te está viendo, es la experiencia más grande que tuve en mi vida. Fue mutar, mutar mi serpiente. Sé que mucha gente que va a escuchar esto va a decir ‘este tipo es delirante’, pero es la realidad. Tengo la obligación de contarlo porque lo viví.
— ¿Durante la ceremonia tuviste revelaciones?
— Vas viajando. Primariamente, vas al vientre materno. Es muy fuerte. Vas luchando contra todas las serpientes de tu vida, las capas de tu crecimiento. Todo lo que te hizo bien o mal. Por eso hay que hacerlo con un chamán. El ritual de la ayahuasca hay que hacerlo con un chamán, porque sino te mata el corazón. Es tan intenso. Vos vivís en tu choza, no tenés contacto humano, no podés tener perfume porque todo es tóxico. Es irte. Es fuerte. Hay que tener pelotas para ir. Estuve con gente que estuvo meses, gente con problemas psiquiátricos. Cuando te limpiás, después bajás. Estuve con psiquiatras franceses, alemanes, colombianos. Es un medio para curar problemas mentales, adicciones…”.
A pesar de estar enfocado en cómo tendrá que pelar verduras o cocinar algún corte de carne, Montenegro no puede dejar de hablar del deporte que lo catapultó a la fama. Y lo hizo de una forma que llevó su sello. “Yo fui a la Luna cuando los demás no la veían”, dijo el Loco.
“Yo no me voy a subir a mi historia. No vivo del pasado. Fui el primero que fue a la Luna. Yo jugué con los mejores. Jugué con tres, casi con cuatro generaciones de jugadores de básquet. Entonces, la medalla más grande que tengo en la vida es esa. Yo jugué con todos”, reafirmó.
— ¿Quién fue el mejor que viste en tu deporte?
— Magic Johnson, olvidate. El 23 (Jordan) no existe al lado de Magic. Él, de 2.06 metros, jugó las cinco posiciones. Eso es jugar. Los demás la miran de afuera. El 23 fue un asesino. Pero el juego, la belleza, la forma, Magic. Lejos eh, de acá a Pekín.
Amante del base leyenda de Los Ángeles Lakers por sobre Michael Jordan, Montenegro contó por qué volvió a ver su deporte. Más que por qué, fue por quién. “No miraba básquet, pero Luka Doncic... me la puso entera, amigo (se ríe). Lo veía jugar en el Real Madrid, un día lo enganché de pedo gracias a que Pedro Bonofiglio (el locutor oficial del equipo de básquet de la Casa Blanca) me dijo que lo siguiera, y dije: ‘Este chabón habla otro idioma’. Es Keith Richards. Luka es el Magic blanco”, dijo Hernán.
“Me da placer verlo jugar. A través de él me puse a ver NBA. Poco igual, yo soy un exquisito en todo en la vida. Soy un hijo de puta. Lo vi jugar y dije ‘este pibe está en otro canal’”.
Después de dos años, el básquet argentino volvió a tener a uno de los suyos en la liga más importante del mundo. Después del retiro de Ginóbili, el que desembarcó en Estados Unidos fue Facundo Campazzo. Y para el Loco, se hizo justicia. Sobre todo por la capacidad competitiva que tiene el base cordobés que fue clave en el subcampeonato mundial de la selección argentina en el Mundial de China 2019.
“Primero, me parece que es un ser humano increíble. Ese pibe tiene un corazón más grande que el cuerpo. Es un amor, lo ves, tiene luz. Sabés qué me pasa, voy más lejos que el juego. Me pasa lo mismo con Nadal. Más allá que gane o pierda. Esos compiten contra sí mismos. El auténtico competidor no compite contra nadie, lo hace contra sí mismo”.
Para el final de la charla, mientras tiene una pausa en las grabaciones del reality de cocina, el Loco Montenegro respondió la última pregunta de este cuestionario. Una bien relacionada a su forma de ver la vida.
— ¿Con qué soñás?
— Con hablar. Yo llegué a este mundo para contar historias. Tengo dos sueños. Uno no lo voy a cumplir nunca: ir a la Luna. Sale 20 palos verdes. Y la otra, darle un beso a un león en medio de la frente en una selva en África. Ambas no van a suceder nunca, pero no voy a dejar de soñarlo. Amo a los leones y me gustaría irme a la mierda de este planeta.
La despedida, también tuvo su firma. En un mensaje para aquel que lo quiera recibir, este trotamundos de la vida fue al hueso, como es su sana costumbre. “Sé libre. La libertad se ejerce, no se pide. No hay que salir a la calle con una bandera diciendo qué querés ser”.
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