Vea amigo periodista, yo le quiero hacer una apuesta a usted…
- “¿Y cuál sería la apuesta señor gobernador?”
- “A ver quién sabe más sobre la revista El Gráfico en la que usted trabaja, si, si, no se asombre ni se asuste; oiga…, pueden ser títulos, tapas, láminas, autores, fotógrafos o lo que fuere, ¿ se anima?”
-”Bueno doctor Menem, en fin, después de tan generoso asado, en este maravilloso quincho de su residencia, con el abundante y amigable vino disfrutado y en este clima de voces y guitarras amigas, lo invito a que nos hagamos una pregunta o dos preguntitas cada uno alternadamente; ¿le parece?”
-“Meta”, fue la respuesta de Carlos Menem.
Transcurría Julio de 1984 y yo cubría una amigable presentación de San Lorenzo pues el gobernador de La Rioja, entrañable amigo del director técnico Héctor Veira, había formulado una gentil invitación para que el Ciclón jugara contra un seleccionado riojano. Se había hecho costumbre en Menem cumplir un viejo anhelo: invitar a deportistas y equipos a su provincia.
Y el retruécano sobre El Gráfico con el gobernador estuvo reñido e interesante. El doctor Menem -quien apeló a algunas chicanas- tenía un registro prodigioso en su memoria sobre los acontecimientos deportivos de trascendencia a partir de los años 50′, especialmente los del fútbol -se sabía toda la historia de River-, también los del automovilismo, los del boxeo y hasta los del basquetbol.
No sería esa la primera vez que hablaba con Menem ya que cuando el Luna Park explotaba de público (5-9-65′) y más gente pugnaba vanamente por ingresar al estadio, uno de los grandes protagonistas de la noche me hizo un encargo muy especial. Fue cuando Ringo Bonavena me pidió que buscara a un muchacho flaquito , riojano, amigo de él que había venido desde La Rioja a ver su pelea contra Goyo Peralta. Me dijo Ringo:
-”Se llama Carlos Menem, me escribió una carta emocionante, es admirador mío, está loco, dice que va a ser gobernador y después presidente, lo vas a reconocer, tiene cara de turquito, debe estar la vereda de Bouchard, dale, haceme la gauchada, hacelo entrar”, me insistió Ringo Bonavena…
Fue un “milagro” inexplicable: entró. Y casi diez años después el 5 de Octubre del 74′ cuando pelearon Carlos Monzón y el australiano Tony Mundine, ya siendo gobernador de La Rioja, me costó muchísimo convencer nuevamente a Tito Lectoure que me diera dos entradas para ese político, amante del deporte, que se venía desde La Rioja para hacer triplete: boxeo en el Luna sábado por la noche, River el domingo en el Monumental y Casa de Gobierno -para seguir “mangando”- a partir del Lunes.
Pero esos encuentros en la vereda del Luna eran tan amistosos como fugaces: un hola, una opinión previa, un abrazo y una enorme cordialidad. Menem tenía, entre otras particularidades, la de recordar los nombres de sus interlocutores con la perfección de un notario. Entonces al ver a alguien conocido, podría abrir los brazos, sonreír y decirle por ejemplo: “Ernesto querido, ¿cómo estás…?”. Y acaso recordar algún hecho puntual del último encuentro.
Fue por ello que disfruté mucho aquella noche en su residencia: nuestro anfitrión -el gobernador- era un lector fiel y minucioso de El Gráfico pues amaba al deporte y a los héroes deportivos que había conocido a través de la revista.
-”A ver, usted que es el director, dígame ¿qué corredor de F1 salió más veces en la tapa de su revista: Fangio o Reutemann?”, inquirió el gobernador con tono examinador.
-”Reutemann, doctor Menem, le digo más: debe ser el deportista que más veces salió en la tapa, más de 45 veces (47 es el dato exacto contra 20 del quíntuple campeón mundial y más grande piloto de la historia)
-”¿Y quién salió más Monzon o Nicolino?”
-”Monzón, gobernador; no tengo el dato exacto pero seguro más de 20 veces y Locche no llega a las 20, creo?, respondí. (Monzon 25, Locche 17)
-”Y qué jugador de River, eh, quién será ?”, chicaneó el gobernador sabiendo que hasta ese año 84 nadie superaba a Beto Alonso.
Nunca olvidé aquella hermosa charla. Era la primera vez -también la última- que un político podía demostrar su amplio conocimiento deportivo pues esa pasión formaba parte del todo de su cultura, de su cotidianidad, de aquella cosas en las cuales se interesaba realmente.
Tanto fue así que un año más tarde de aquel encuentro en su residencia de La Rioja cubriendo el viaje del CASLA -mi club- pensé que hacerle un reportaje a Menem para publicar en la revista no era otra cosa que entrevistar a un fiel y apasionado lector a quien El Gráfico emocionó y culturizó desde su niñez. Uno más entre cientos de miles…
Aquel invierno del 85′ y en pleno receso de los torneos organizados por la AFA, nos permitían disponer de superficie para esas notas atemporales y cuyo propósito era ofrecer una lectura reposada. Por cierto que el objetivo sería hablar de deportes y no mezclar en ningún caso las cuestiones políticas.
Igualmente por entonces la interna del PJ con Don Antonio Cafiero para las presidenciales del 89′, eran insospechadas. Y además ni El Grafico ni yo teníamos puntos de coincidencia política con aquel joven caudillo riojano. En aquel periodismo de entonces, esas cuestiones de la convergencia ideológica carecían de importancia.
Designé para que viajara a La Rioja a un periodista joven, brillante y de enorme futuro en la revista, según mi “infalible diagnóstico”. Cubría atletismo –había sido un diletante velocista de 100 metros- , otros deportes olímpicos, la síntesis de algunos partidos de la Primera División y notas en general. Escribía claro y se había identificado rápidamente con el estilo de la revista. Pero cuando nuestro coordinador, el inolvidable amigo Osvaldo Ricardo Orcasitas, le comunicó que debía ir el fin de semana a La Rioja, éste joven, quien jamás había desistido de nota alguna, se negó a realizarla. Sus razones eran comprensibles pues estaba estudiando para dar una materia en Derecho y la travesía tenía dos partes: ir en avión hasta Córdoba y luego en auto desde Córdoba hasta La Rioja pues los fines de semana no existían los vuelos directos. Una vez hecha la nota –un sábado – había que regresar de la misma manera: 456 kilómetros (cinco horas en auto) hasta Córdoba y una hora más de avión. Gran esfuerzo.
Sé que hubo una reunión en el café de México y Paseo Colón para que algunos de sus compañeros convencieran al periodista que hiciera la nota, que no renunciara a ella, que en fin,… podría frustrar su “carrera en El Gráfico”. Lo persuadieron y fue.
Al regresar desde La Rioja el joven y talentoso periodista me agradeció que lo hubiese enviado pues, según sus expresiones “había conocido a un político brillante de enorme futuro y tenía una gran nota para escribir”. Por cierto la entrevista al doctor Menem fue muy buena, algo sorprendente para los lectores de la revista pero con mucho contenido histórico y algunas definiciones de osada peculiaridad.
Grande fue mi sorpresa cuando a fines de aquel año 1985, el joven periodista renunció para seguir estudiando derecho, comenzar a escribir columnas políticas en La Razón y “hacer otras cosas”.
Ese brillante periodista se llama Gustavo Beliz quien aceptó la propuesta de su entrevistado, el gobernador de La Rioja Carlos Menem, iniciando así una carrera política tan prodigiosa como digna y eficaz. De hecho colaboró en el libro de Menem “Argentina hacia el año 2000”; fue Presidente del Instituto Nacional de la Administración Pública, más tarde ministro del Interior y también de Justicia. Actualmente es Secretario de Asuntos Estratégicos y después una carrera excepcional con condecoraciones, premios, reconocimientos internacionales y un paso inigualable de 14 años en el BID, evoco aquel momento durante el cual sus compañeros de redacción le pidieron que fuera a La Rioja, que no “arriesgara su carrera en El Gráfico “y accediera a hacer la nota que no quería: una entrevista al gobernador Carlos Menem , que finalmente marcó su vida.
Probablemente los momentos de mayor estrés me tocó vivirlos cada vez que Menem aparecía sin avisar por la puerta del Luna Park. Pues así como una vez Ringo Bonavena –que resultó luego ser un gran amigo de Menem- me pidió que hiciera gestiones ante Tito Lectoure, cualquier pelea de Monzón, de Uby Sacco, de Martillo Roldan, de Gustavo Ballas, de Sergio Víctor Palma, de Horacio Saldaño entre tantos, lo primero que hacía Menem era llegar bajarse del auto, llegar hasta la famosa puerta de Bouchard y preguntar por mi.
-”Tito, ahí está el doctor Menem, el gobernador de La Rioja, dame un par de entraditas, mira que puede ser presidente”.
-”Ese peronista, con esas patillas impresentables, pobre país, si este nos llega a gobernar”, solía quejarse Tito quien al final, aflojaba.
No fue Lectoure el único argentino “arrepentido” de una indebida subestimación, pues una vez elegido y cada vez que Menem iba al Luna le ponía -como corresponde hacer con un presidente democráticamente elegido- la “alfombra roja”.
Carlos Saúl Menem fue el único presidente que abrió la Quinta Presidencial de Olivos para agasajar a los periodistas deportivos en su día. Tal hecho ocurrió el 7 de noviembre de 1992 y la ocasión resultó muy estimulante para nosotros toda vez que el Primer Magistrado fue saludando cordialmente mesa por mesa a sus invitados, tal como suele hacerse con empresarios, banqueros, industriales, ministros, etc.
Fue al año siguiente en el cual le pedí una entrevista para un tira deportiva incipiente que hacíamos por La Red de lunes a viernes de 20 a 21 horas. Menem sabía que yo no comulgaba con sus ideas. Lo supo desde la época en que era director de El Gráfico. Antes bien, conocía mi irrestricta adhesión al doctor Alfonsín. Sin embargo antes y después -siempre- fui tratado con respeto y cordialidad. Menem no perseguía a quienes pensábamos distinto, ni a sus adversarios políticos; no tenía sed de venganza contra nadie, ni atacó jamás a periodistas o eligió a quien darle notas.
Fue así que un día me llamó Ramón Hernández para decirme que con mucho gusto el presidente me daría la entrevista telefónica para esa tira de La Red con la única condición que la realizara presencialmente en la Casa de Gobierno y desde un teléfono de línea oficial.
Fui recibido con generosa hospitalidad. Y comencé mi reportaje en vivo desde una oficina pequeña pegada a su despacho. Fue fulminante la mirada de Eduardo Menem -su hermano, un político excepcional- cuando advirtió “semejante pérdida de tiempo del presidente hablando de fútbol”. Salió y regresó varias veces como para que fuera terminando. También ingresó Ramón Hernández y más tarde Carlos Corach…El presidente estaba feliz hablando de fútbol y yo seguía preguntando. Cuando llegábamos a los 45 minutos de reportaje, el doctor Menem, dijo algo más o menos así:
-”Bueno, Ernesto, déjeme hacer un pedido”.
-”Sí, cómo no, señor presidente, dígame…”, accedí cual gentilhombre.
-”Mire, la verdad, debemos ser comprensivos y este es un mensaje para mi gran amigo Julio Grondona…”.
-”¿Y cuál es el mensaje para Grondona presidente?”, aporté “ingenuamente” después de tan pronunciado suspenso. Y entonces Menem, lanzó:
-”En mi opinión la AFA debería suprimir los descensos éste año ( 1993); tómenlo como un pedido especial del presidente de los argentinos que ama al fútbol…Hay que ser comprensivo y parar los descensos por este año…Así que muchas gracias a usted, a sus oyentes y mucha suerte con este programa nuevo…”.
Salí feliz, seríamos tapa de todos los diarios, nuestra tira sería mencionada: “El presidente Menem le pidió a Grondona la supresión de los descensos. Y al llegar a la radio me abracé con Paulo Vilouta y otros jóvenes compañeros. La solicitud del presidente, de darse, salvaría a San Martín de Tucumán y a Talleres de Córdoba. Menem lo había lanzado para cumplir con un enfático pedido de Palito Ortega -gobernador de Tucumán- y la solicitud también favorecía políticamente a Eduardo Angeloz, quien había sido su adversario en las elecciones del 89′, pero era aún el gobernador de Córdoba.
La felicidad de la gran nota conseguida duró poco pues Grondona llamó a Carlos Ávila y a Luis Nofal, dueños de Torneos y Competencias y éstos me señalaron su contrariedad por la entrevista, “inoportuna e inconveniente”, sobre todo de parte de un gerente de la empresa – lo era en ese momento- y su “innecesaria” función de periodista en un medio propio, como lo era por entonces radio La Red.
Grondona respondió rápida y contundentemente por los medios: “Si el presidente de la República quiere anular los descensos que venga acá, se siente en mi sillón, se haga cargo de la AFA, consiga los votos y pase por encima de los reglamentos; mientras yo sea presidente de la AFA no se anularan los descensos, que le quede claro al señor Presidente y a todo el mundo…”. Por cierto ese año – 1993- descendieron San Martín de Tucumán y Talleres de Córdoba.
Tiempo después – ya había sido despedido de Torneos y Competencias- Menem y Grondona se encontraron en un evento, posiblemente en la entrega de los Olimpia. Fue entonces cuando el presidente de la AFA trató de disculparse con Menem por lo de los descensos.
-”Perdóneme Presidente si no pude acceder a su pedido, pero usted sabe…”, comenzó a decir Grondona y Menem lo interrumpió tomándolo de los hombros al tiempo que le sonreía:
-”Por favor Don Julio, ni me lo diga, los dos hicimos lo que correspondía: yo tenía que interceder por mi gobernador y amigo el Palito Ortega y usted tenía que defender a la institucionalidad de la AFA, ha hecho muy bien Grondona”, remató.
Así era Menem, sabía que el poder tiene límites.
El joven lector de la revista El Gráfico que veía a los héroes deportivos lejanos y gigantes, logró tenerlos cerca y muchos de sus admirados deportistas formaron parte de sus gobiernos. Hugo Porta, Carlos Reutemann, Daniel Scioli son apenas unos pocos ejemplos.
También cumplió algunos sueños como tomar una raqueta para ponerse frente a Vilas, manejar una Ferrari, jugar al fútbol con los cracks y al basquetbol con las estrellas de la selección…
La última vez que lo vi y nos saludamos con el respeto de siempre, se arriesgó a hacer algo que nadie se animaba a realizar: subió a la habitación de Maradona en el Hilton, lo despertó, lo ayudó a vestirse y bajó abrazado con él para presentar ante más de mil personas el libro “Yo soy el Diego de la gente”.
Abrazar a Diego también le permitió cumplir un sueño…
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