El gesto adusto, serio, que Santiago García mostraba dentro del campo de juego generalmente era diametralmente opuesto a lo que exponía puertas adentro con los suyos. El Morro era un hombre que mantenía buena relación con sus compañeros y el personal que día a día lo acompañaba en Godoy Cruz. Pero durante el último tiempo algo había cambiado. Una luz de alerta. Su ánimo no era el mismo, tampoco su aspecto físico. El conflicto que mantuvo con el club fue, simplemente, un síntoma de la verdadera problemática.
El goleador de 30 años –cuentan aquellos que estaban cerca de él en el último tiempo– extrañaba a su hija, que estaba en Uruguay con quien había sido su pareja y no la había visto desde el inicio de las restricciones por la pandemia en uno y otro país. Lentamente, empezaba a dar algunos indicios del problema psicológico que estaba afectándolo. Desde el club notaron que estaba fuera de línea físicamente y la primera ayuda que decidieron ofrecerle fue con una nutricionista para que lo acompañé exclusivamente día a día. Según le advirtieron a este medio, abandonó el procedimiento al poco tiempo.
“Si le veías la cara, se le notaba en los ojos que algo pasaba”, le contó a Infobae alguien que lo trató durante el último tiempo. El diario El Sol de Mendoza asegura, además, que el futbolista estaba bajo tratamiento psiquiátrico durante los últimos meses.
Sus problemas fuera del campo se habían evidenciado también en su labor dentro de Godoy Cruz. Si bien nunca lo mencionó en la entrevista que brindó por entonces, el presidente José Manzur había expresado su disconformidad con los “líderes” de la plantilla: “Vos no podés ser un líder y no ir al gimnasio, no cumplimentar los regímenes de peso, estar en rojo con todas las mediciones. Hay una situación de jugadores que profesionalmente no han cumplido, si no cumplen no pueden estar. En la Primera División tenemos un problema estructural. Realmente necesitamos tener líderes positivos”, había disparado en diciembre del año pasado en Radio Andina.
Más allá de que estaba en medio de un litigio con la directiva del Tomba, club con el que tenía contrato hasta junio de este año, le ofrecieron marcharse a Uruguay el tiempo que necesitara para estar cerca de los suyos. Pero días más tarde, el problema se profundizó: el 22 de enero le detectaron que tenía coronavirus en los controles que se realizan habitualmente en los entrenamientos. El Morro debió aislarse.
Un día antes de conocerse la noticia de su positivo, realizó su último posteo en Twitter. Toda una premonición. Justamente en esa cuenta donde tenía de perfil una foto con su hijita en brazos. “Desde el primer día hasta el último agradecido y con la tranquilidad que puedo mirar a la cara a todos”, firmó el Morro en su perfil virtual. A comienzos de enero, se había conocido que Nacional de Uruguay, la entidad que lo vio nacer, pretendía repatriarlo.
El último martes había recibido el alta tras superar la enfermedad, pero durante las últimas 48 horas todo lo que ocurría en torno a su figura generó preocupación. Con el plantel en Buenos Aires disputando unos amistosos, el Morro no respondía los mensajes que los amigos le enviaban al celular. Les llamó la atención. Lo encontraron muerto en su departamento ubicado en el piso 11 del Complejo El Bosque de la calle Hipólito Yrigoyen 148 del departamento mendocino de Godoy Cruz, a donde debieron acceder las fuerzas policiales con la ayuda de un cerrajero. Según informó la fiscal Claudia Ríos, el cuerpo fue hallado sobre la cama con un orificio de bala en el parietal derecho y a su lado había un arma calibre 22. La funcionaria judicial no aclaró si encontraron algún tipo de mensaje en el lugar.
Sus compañeros del club conocieron la noticia minutos después de terminar el amistoso con Argentinos Juniors que disputaron durante la mañana de este sábado en el predio de la AFA en Ezeiza. “Era un tipazo”, dice alguien que estuvo cerca de él. “Si ves una foto de cuando fue goleador y veías una en el último tiempo, vas a notar que estaba mal físicamente”.
“Nosotros no somos robots, no somos maquinitas, también nos pasan cosas. Que como le influyen a ustedes, nos influyen a nosotros. Eso hace que el rendimiento dentro del campo de juego no sea el óptimo. Gracias a Dios me pude ir superando de a poco, apoyándome en mi familia, amigos, compañeros y entrenadores de turno. A veces son cosas que no se saben, pero cuando uno las vive adentro se da cuenta. Todo tiene un por qué en la vida. No lo tomo como excusa de mi bajo rendimiento”, había dicho en Radio Nihuil en una de las últimas –y pocas– entrevistas que brindó en su carrera. “He pasado millones de cosas y no me han repercutido tanto. Esta última sí. No es excusa. Te pongo un ejemplo: llegas a tu casa, tenés amigos, familia y a veces no te levantas de buen humor. Es normal...”, agregó por entonces.
Aunque quizás su testimonio más crudo lo dio ante las cámaras de TyC Sports hace unos años atrás, cuando revivió su paso por el Atlético Paranaense en 2011: “Hubo un momento en el que pensé en dejar de jugar al fútbol. A punto tal que un día mi hermano abrió la puerta y vio la manera en que estaba viviendo. No prendía la luz de mi casa, estaba totalmente deprimido. No quería jugar más al fútbol. Había muchas situaciones que me sobrepasaron”.
Su última imagen como futbolista de Godoy Cruz se dio el 19 de diciembre del 2020, cuando fue titular en el 0-3 contra Newell’s como local. Su último grito de gol, ese que alimentaba su espíritu, fue en febrero del año pasado en un 2-0 ante Huracán días antes de que se impongan las restricciones por la pandemia.
* Si usted, o algún familiar o allegado suyo, está atravesando una crisis emocional de cualquier tipo, siente que nada tiene sentido o se encuentra atrapado en una situación a la que no le encuentra salida, llamar al 135 (línea gratuita desde Capital y Gran Buenos Aires) o bien al (011) 5275-1135 (desde todo el país).
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