El campeonato Metropolitano de 1977 tuvo todos los condimentos necesarios para ser recordado por muchos años. Una extensión de 9 meses, alargado por una serie de partidos que disputó la selección nacional y paró la actividad local, la inédita cantidad de equipos para la época (23) y la paridad hasta la fecha final en los dos extremos de la tabla, donde River e Independiente luchaban por el título y siete equipos peleaban por no ocupar el lugar del tercer descendido, para acompañar a Temperley y Ferro Carril Oeste al año siguiente en la B. Tras los resultados, Lanús y Platense quedaron igualados en 38 puntos y debieron disputar un cotejo desempate 72 horas más tarde en cancha de San Lorenzo, en la que fue una de las noches más dramáticas del fútbol argentino. Los 120 minutos culminaron sin goles por lo que se recurrió a la serie de penales, que tuvo 22 ejecuciones y recién allí, con el que Migelucci le contuvo a Cárdenas, Platense pudo respirar aliviado. Desde ese momento, inauguraría una serie de increíbles salvadas del descenso en los años posteriores.
Una de las tantas modificaciones que suelen tener los torneos del fútbol local se aplicó para la temporada 1987/88 al haber dos liguillas. La primera y tradicional, clasificaba el ganador a la Copa Libertadores mientras que la segunda, donde tomarían parte los ubicados del 8° hacia abajo, excluidos los descendidos, tenía como modesto premio para su vencedor, clasificar a la liguilla pre Libertadores de la temporada siguiente. Platense había tenido que remar mucho a lo largo del torneo, donde comenzó con uno de los peores promedios, pero realizó una excelente campaña que llevó a terminar en el 10° puesto. Con el equipo en alza encaró aquella segunda Liguilla (denominada Clasificación) y fue un justo ganador, con una inolvidable victoria en el tercer partido final ante Boca Juniors en cancha de Ferro por 2-1 con goles de Carlos Alejandro Alfaro Moreno, su mejor valor en la temporada y que esa tarde se despidió de la casaca Calamar, ya que fue transferido a Independiente, donde un año más tarde, se consagró campeón.
El debut oficial de Estudiantes de Río Cuarto en primera división fue el domingo 13 de marzo de 1983 en el estadio Mario Kempes antes Talleres, por la fecha inicial del torneo Nacional. Justamente Hugo, el hermano del Matador, fue el centro delantero del equipo, en el que fue su único partido oficial en la máxima categoría. La T se impuso por 5-1 demostrando un mayor aplomo y experiencia. El único gol del elenco riocuartense fue anotado por Héctor Nicolás Gómez. En aquel plantel la figura más destacada era Luis Antonio Ludueña, histórico mediocampista del recordado Talleres de finales de la década del ’70.
Si la salvación del descenso en el campeonato 1977 fue agónica para Platense, la del torneo de 1978 tuvo una épica similar. Faltando pocas fechas para terminar, Estudiantes de Buenos Aires quedó condenado y la ocupación del otro casillero fue una disputa mano a mano entre los Calamares y Banfield. El destino quiso que se tuvieran que enfrentar en la anteúltima fecha, cuando el elenco del sur aventaja a su adversario por tres puntos, por lo que con solo empatar, estaba salvado. El panorama para Platense, que hacía de local en Atlanta, no podía ser mejor al terminar el primer tiempo, ya que ganaba 2-0 y su rival tenía 10 jugadores por la expulsión de Peñaloza. Pero Banfield descontó a los 56 y tuvo la gran chance a los 80, cuando el árbitro Jorge Romero sancionó un penal a su favor. El remate de Cerqueiro fue atajado por Roberto DelPrete y el score no se modificó. En la última jornada, el Taladro quedaba libre y Platense visitaba a Chacarita. El plantel banfileño se juntó en la concentración para seguir por radio las alternativas, porque cualquiera de los tres resultados cambiaba su destino. El empate obligaba a un desempate, si ganaba Chacarita se salvaba y si vencía Platense descendía. Esto último fue lo que ocurrió, por la mínima, con tanto de Gerardo Ríos.
Pedro Marchetta siempre les dio una impronta de fútbol ofensivo a sus equipos con buenos resultados. Con esa idea llegó a Platense y lentamente lo pudo plasmar, llegando a su mejor versión en el torneo Clausura 1992, con un cuadro donde se destacaban Javier Baena, Ariel Orellano, Mariano Dalla Líbera, Raúl Cascini, Daniel Cravero y Darío Scotto, que fue uno de los goleadores del torneo, junto a Diego Latorre con 9 tantos. Disputadas 10 fechas, estaba tercero a dos puntos del Boca del Maestro Oscar Tabarez y a uno del Newell´s de Marcelo Bielsa. Siguió con buenos resultados y a falta de cinco jornadas se mantenía a cuatro puntos del líder, que era el cuadro rosarino. En la recta final no pudo mantener ese nivel y finalmente concluyó sexto con 8 triunfos, 6 empates, 5 derrotas, pero la certeza de haber intentado (y logrado) jugar un buen fútbol.
En 1984 se produjo la segunda aparición de Estudiantes de Río Cuarto en los viejos torneos nacionales. A la base del año anterior, le sumó algunos futbolistas de experiencia, como Daniel Pedro Killer, el ex campeón mundial de 1978 procedente del fútbol colombiano o Héctor Pitarch, con pasado en River Plate y San Lorenzo. Quedó eliminado en la fase de grupos, pero dejó en el recuerdo un muy buen empate ante los Millonarios (2-2 en Córdoba) y la ajustada caída ante el mismo rival por 3-2 en el Monumental la tarde del 18 de marzo, fecha marcada a fuego en el almanaque riverplatense, porque fue el retorno oficial de Norberto Alonso con esa camiseta. En el cuadro cordobés, a préstamo de Newell´s, se destacó un joven medio campista, que actualmente es el entrenador de Platense: Juan Manuel Llop.
Para 1979 se decidió acortar el desarrollo de los torneo y por el ello el Metropolitano, al igual que como era el Nacional, se disputó por zonas. Fueron dos de 10 equipos cada una, donde los dos primeros pasaban a las semifinales por el título, mientras los dos últimos disputarían un mini torneo, todos contra todos a dos ruedas, donde solo uno lograría permanecer en primera. Ante tal situación, fue catalogado con precisión como El cuadrangular de la muerte. Tomaron parte Atlanta, Chacarita, Gimnasia y Platense, siendo este último el de peor rendimiento en la fase de grupos, con apenas seis puntos cosechados sobre 36 posibles. Pero estaba claro que cuanto más cerca estaba la cornisa, más fuertes se hacían los hombres de camiseta marrón, ya que en ese certamen reducido, no solo volvió a escapar del descenso, sino que ganó cinco partidos y solo empató uno. Y éste no fue uno más, sino uno simbólico en su historia, porque marcó el debut oficial en su actual estadio de Vicente López, donde igualó en cero con Gimnasia en la primera fecha.
En muchas ocasiones, el fútbol abona las teorías de las historias contra fácticas, el famoso “que hubiera pasado si...”. Lo ocurrido con Platense en el Clausura 1994 va en esa dirección, porque con Ricardo Rezza como entrenador y un plantel compacto, donde sobresalía Marcelo Espina, como armador de juego y goleador, llegó a liderar el torneo cuando este estaba promediando. Al disputarse la 14° fecha, los Calamares se ubicaban segundos, a un punto de los líderes, pero allí debió suspenderse el certamen, como estaba establecido, por la participación de la selección nacional en el Mundial de Estados Unidos. Al reanudarse, empató con Huracán y cayó ante Velez, lo que le hizo perder terreno, el cual recuperó en parte con sendas victorias ante River y Gimnasia y Tiro de Salta. No le sirvió para pelear el campeonato hasta el final, pero sí para dejar en la memoria un excelente campaña y a Marcelo Espina como el máximo goleador de la competencia con 12 conquistas.
El de 1985 fue el último campeonato Nacional de la historia y marcó la tercera participación consecutiva de Estudiantes de Río Cuarto. Prontamente se destacó Víctor Hugo Crema, por su capacidad goleadora, que lo llevó a disputar el tope de la tabla de artilleros. Pero sin dudas, la nota saliente, fue la presencia de Roberto Mouzo, que a fines de 1984 había concluido su extenso y exitoso ciclo en Boca Juniors, donde llegó a ser el futbolista con más presencias con esa camiseta. El destino quiso que se tuvieran que enfrentar en la fase de grupos, con un empate en un tanto en Córdoba y una importante goleada Xeneize en cancha de Huracán, donde hacía de local, por 7-1. Lo destacable allí fue que el único tanto de los visitantes fue marcado de penal por el propio Mouzo, produciéndose el inédito caso que la hinchada boquense gritara esa conquista en su contra, por amor al ídolo.
La temporada 1986/87 arrancó para Platense mucho mejor que las anteriores, con varios resultados que parecían ahuyentar la preocupación por la tabla de los promedios, como la victoria ante Newell´s en Rosario 1-0, frente Racing de Córdoba como visitante 2-1 o la goleada en Caballito 4-1 enfrentando al siempre duro Ferro Carril Oeste. Pero luego la campaña fue decayendo hasta encontrarlo, como era habitual por aquellos tiempos, peleando por mantener la categoría en el tramo final. Llegó a la última fecha teniendo que visitar a River, un punto por debajo de Temperley, que en su estadio recibía a Rosario Central, con chances concretas de ser campeón. El panorama había pasado de marrón a negro a los 15 minutos del segundo tiempo, porque los Celestes ganaban 1-0 y los Millonarios 2-0. En ese momento, los rosarino alcanzaron el empate y en Núñez ingresó Miguel Ángel Gambier, el goleador Calamar, que estaba en el banco de suplentes. En un cuarto de hora, marcó dos tantos que pusieron a Platense a tiro de la hazaña, la cual concretó sobre la hora. Tres goles de Gambier para dar vuelta el partido, ganar 3-2 y forzar un desempate con Temperley. El mismo se disputó cuatro días más tarde en cancha de Huracán y el cuadro de Vicente López mantuvo su costumbre inalterable de gambetear al descenso, al imponerse 2-0 con tantos de Gambier y Alfaro Moreno.
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