La increíble historia del tercer argentino en la NBA que pocos conocen

Iván Maggi, hijo del legendario jugador de Selección, cuenta su forma artesanal para lograr una beca para jugar y estudiar en USA, y luego su llegada al sindicato de jugadores. Hoy es el nexo con las figuras internacionales que le piden desde un peluquero hasta cómo hacer donaciones. Historias de un compatriota que eligió otro camino cuando se dio cuenta que su talento no le daba para jugar

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Iván Maggi, el argentino NBA
Iván Maggi, el argentino NBA que pocos conocen

“Cuando tenía 16 años me convencí que yo quería estudiar –una carrera- y jugar –al básquet- a la vez. Y como sabía que en Argentina sería imposible, empecé a intentarlo en Estados Unidos. Claro, no era nada fácil en aquella época. Hace 14/15 años no era como hoy, con Youtube, y yo tampoco era un jugador de selecciones menores. Sin embargo, estaba convencido que lo peor que me podía pasar es que me dijeran que no y tiré todas las líneas, sabiendo que universidades hay muchas... Comencé mandando videos VHS a los secundarios a través del correo postal y terminé escribiendo cientos de mails a entrenadores y asistentes de universidades pidiendo una oportunidad. Hasta que di con entrenador de Miami que había venido al país para una clínica en la que yo había participado y él me hizo el contacto con un coach de una universidad chica, cercana a Nueva York. Y así se dio todo. Me dieron una beca completa de 53.000 dólares anuales, jugué dos años, estuve casi cuatro, me recibí en Finanzas, empecé a trabajar en bancos y ahora acá estoy en la Asociación de Jugadores de la NBA. Un hermoso camino que me permite creer que todo valió la pena”. Así, de forma resumida, Iván Maggi le contó a Infobae cómo pasó de ser el hijo de (Diego Maggi) y vivir en Mar del Plata a ser uno de los tres argentinos que actualmente está dentro de la mejor competencia del mundo y tener su residencia en New York. El sueño de un pibe que se hizo a medida, cuando se dio cuenta que su talento como jugador no le daba para ir más allá.

Cuando Iván nació, en 1990, su padre era uno de los basquetbolistas más importantes de nuestro país. Pivote dominante en la Liga Nacional, con presencia permanente en la Selección (entre 1983, cuando se convirtió en el tercer jugador más joven de la historia en debutar, y 1995), Diego transitaba la mitad de una carrera que le permitió ganar cinco títulos de LNB (tres con Ferro, uno con GEPU de San Luis y otro con Peñarol de MdP) y jugar dos Mundiales y 68 partidos oficiales con la camiseta argentina. “Yo era chico y lo que recuerdo más fuerte es ir por la calle y que la gente lo saludara o tocara bocina. Yo le preguntaba si conocía a esa persona y él me decía que no. Para mí era raro… Más de grande empecé a darme cuenta la clase jugador que era y por qué los hinchas reaccionaban así”, cuenta quien, casi como una situación lógica, empezó a transitar el mismo camino que el padre, en el básquet. “Luego me pasó que, por un tiempo, me alejé. Hice fútbol y natación, porque mis padres querían que hiciera algún deporte, hasta que a los 12 años volví, sobre todo con el furor de la Generación Dorada luego del subcampeonato mundial en 2002 y con la llegada de Manu a la NBA. Ahí me metí a fondo, a jugar y a conocer la historia, del básquet, de mi papá…”, relata Iván mientras disfruta unos días en Miami.

Iván Maggi junto a Pablo
Iván Maggi junto a Pablo Prigioni, un eslabón muy importante en su carrera

Pocos años después, tras una charla con un jugador que había jugado en Puerto Rico, Maggi empezó a soñar con mudarse a Estados Unidos. “No era muy normal en esa época, pero era lo que quería. Acá me sentía limitado y no quería conformarme. Así que empecé con ese trabajo de hormiga que se confirmó en 2009, cuando recibí la beca y viajé”, recuerda sobre aquel arribo a Manhattanville College de la División III, universidad ubicada a 40 minutos de Manhattan, en un suburbio residencial. “Yo jugué dos años al básquet en el equipo pero ya en el segundo, cuando tuve muy poca participación, me di cuenta que el futuro no estaría como jugador y dejé el equipo para meterme de lleno en el mundo de las finanzas”, cuenta esta ala pivote de 2m00 que, rápidamente, arrancó pasantías en un empresa que asesoraba en finanzas.

En ese tiempo se dio un encuentro especial que le cambió la vida. Juan Gutiérrez, ex jugador de la Selección, le presentó a Pablo Prigioni, el que es hoy el único argentino que dirige en la NBA (asistente principal de Minnesota Wolves) y en ese momento empezaba su etapa de jugador en los Knicks de NY. “Vivíamos cerca y fuimos a tomar un café. Luego lo acompañé a muchos partidos y, de a poco, empezamos a construir una muy buena relación que sigue hasta hoy, siendo buenos amigos”, cuenta quien, allá por 2013, ya con un Master en Finanzas, empezó a trabajar en bancos, primero en el JP Morgan y luego en el Morgan Stanley. Pero fue a través de Prigioni que tuvo la chance de su vida. “Por él conocí a mucha gente, como José Calderón, el jugador español de quien también soy cercano. Una noche fui a verlo a él y en la cancha me presentaron a quien hoy es mi jefe, Matteo Zuretti. Es un italiano que es el jefe de Relaciones Internacionales y Marketing de la NBPA (sigla en inglés del sindicato de jugadores). Salimos a tomar café y luego a comer. Luego, con el tiempo, supe que me estaba evaluando para ver si me podía sumar a su equipo... A los meses se abrió vacante, apliqué para el puesto y quedé en noviembre del 2018. Hoy siento que estuve en el momento justo en el lugar ideal porque mi puesto no existía”, detalla.

-Llegaste a la NBA, con una idea de lo que era. Hoy, dos años después, ¿es lo que esperabas? ¿Te sorprendió o impactó algo desde adentro?

-Yo siento que, por estar al lado de Pablo, ya tenía un conocimiento grande de la NBA antes de entrar, sólo que ahora cuento con una visión mucho más definitiva de cómo es por dentro y el conocimiento de muchos procesos que por ahí no se veían desde afuera. Pero no es que estoy sorprendido, porque yo era parte sin ser parte... Además en mi caso no juega tanto lo emocional porque no es que yo tengo un respeto supremo a los jugadores o a la organización. Yo puedo estar con LeBron, Kawhi (Leonard) o Giannis (Antetokounmpo) y no me va a desvelar. Con los jugadores tengo una relación profesional, no de fan.

-En estos dos años, ¿cuál ha sido tu rol en el sindicato y cuánto ha cambiado?

-Obviamente no ha sido el mismo porque todo el contexto ha cambiado mucho. Mi puesto es Manager de Relaciones Internacionales de la NBPA. Mi función es estar a disposición de los jugadores extranjeros ante cualquier necesidad. Asisto a los jugadores en lo que necesiten. La NBPA se divide en tres: la unión, la fundación y la parte comercial con fines de lucro. Yo estoy en la unión, la parte sindical. También soy el encargado de la relación con otras ligas y asociaciones del mundo y estoy en el reclutamiento del Plan Top 100 al que, por caso, vino Leandro Bolmaro hace unos años.

-¿Cuáles son los problemas más sencillos que te ha tocado solucionar y cuál el más difícil?

-Lo más difícil ocurrió durante la pandemia, cuando tuve que transmitirles a los jugadores que no debían salir del país, que no podían volver al suyo… Imaginate lo difícil que es algo así. Tenía que decirles eso y, a continuación, que tampoco sabía cuándo podrían hacerlo. Luego existen situaciones más fáciles, como recuperarles sus cuentas de Instagram que han sido hackeadas, y otras hasta cómicas, como conseguir un peluquero en Las Vegas para que le haga un corte en el hotel. También hay otras que considero trascendentes, como cuando pudimos duplicar una donación que hizo el bosnio Dzanan Musa a un hospital de su país.

-La clave debe ser ganarte la confianza del jugador para que las cosas te las pidan a vos y no vayan con otra gente.

-Sí, claro. El objetivo es desarrollar una buena relación con el jugador para que, cuando tenga un problema, seas vos el contacto. La clave pasa por la confianza que tengan en uno, en el valor que puedas agregarles a sus vidas. Ellos saben que le pagan a la NBPA por el hecho de ser jugadores, entonces es importante que aprovechen nuestros recursos. Nosotros tenemos áreas que se encargan de las problemáticas más usuales: un departamento legal, otro de seguridad, el del Convenio Colectivo de Trabajo para ayudarlos con tema impuestos, etc.

-¿Vos esperás que te vengan a pedir o sos de sugerir soluciones?

-Ambas. A veces tenés que responder a un pedido, sea el que sea, porque no podés decirle ‘no, búscalo por otro lado’. Debo intentar, dentro de mis contactos, resolverle el problema al jugador. Y en otras ocasiones podés ver algo que siento que un jugador puede necesitar y lo ofrezco.

-Trabajás con los jugadores internacionales. ¿Tienen distintos problemas que los estadounidenses?

-Sí, claro. Son totalmente distintos. Tienen más que ver con la inmigración, los impuestos, la adaptación al país, el idioma… Cuando uno se adentra en esos problemas, se da cuenta que afrontan un cambio muy grande cuando llegan.

-¿Y cómo trabajás con las franquicias? Porque los jugadores también pueden solicitar ayuda a ellos, a sus equipos y empleados.

-Sí, por suerte nos complementamos bien a partir de la muy buena relación que hay hoy entre la NBA y el sindicato. Los jugadores saben que podemos proveerles un servicio que más allá de la franquicia y a veces prefieren venir con nosotros, por la relación de cercanía que tenemos. Y porque saben, además, que tenemos los recursos, guías y contactos para solucionar sus problemas.

-De afuera puede parecer que los NBA son millonarios que tienen la vida solucionada y se repite el ‘qué problemas pueden tener siendo quiénes son’.

-He escuchado eso de qué problema puede tener el jugador de la NBA… Y yo les digo que sólo tienen más plata, pero los mismos problemas que tenemos todos. La única gran diferencia es que el jugador no es igual que hace décadas atrás. Hoy es mucho más que un deportista. Es también filantropista, inversor… Puede tener dos casas en USA y tres en su país, puede invertir en distintos negocios, en diferentes estados, puede hacer donaciones a una ONG… Todo eso hace que necesite gente que le solucione los temas que cada uno trae aparejado.

-Allá los impuestos son muy altos, desde el 43 al 53%, dependiendo el estado y si incluimos a Canadá, que es que más quita del salario. ¿Esto es así o es un mito y en realidad los jugadores terminan pagando menos por exenciones?

-Sin ser experto, digo que no es un mito. Sabemos que Canadá tiene el impuesto más alto y que Texas, Florida o California tienen los más bajos. Pero mucho depende de las decenas de variables que existen, desde si los jugadores son casados u divorciados, si tienen hijo o no, cuántos, si hacen donaciones o no, si han comprado propiedad, hasta si su país de origen tiene tratados impositivos con USA. Hay mucho a tener en cuenta y cada número a pagar depende de las variables de ese jugador. Sólo puedo decir que, a grandes rasgos, el número ronda el 50%. Es decir, que sí el estado se queda con la mitad del salario.

-¿Cómo trabajan en dos temas espinosos que tienen siempre los jugadores alrededor: el tema finanzas, del que vos sos especialista, porque muchos NBA terminan fundidos, y el tema tentaciones, sean drogas, mujeres, hombres…? No sé si el sindicato se mete de lleno en esos temas para aconsejar.

-Sí, nos metemos en conjunto con NBA. Cuando cada jugador llega a la NBA debe asistir obligatoriamente a un curso llamado Rookie Transition Program, que dura 5/7 días y en el cual se abordan todos esos temas: drogas, mujeres, como comportarse en público, el tema dinero, finanzas, inversiones. Eso es en la previa a jugar. Luego, en el durante, existen reuniones anuales para hablar de finanzas e incluso de los planes de jubilación una vez que se retiren. Justamente eso es lo que se aplica en el post… La NBA y el sindicato buscamos acompañar a los jugadores durante todo este proceso, no dejarlos solos.

-¿Cómo es el tema de la jubilación en la NBA?

-Depende de la cantidad de años que el jugador haya permanecido en la NBA. Hay un dinero que los jugadores cobran y el mínimo, en el caso de jubilación, son 10 meses de permanencia en la NBA. El mínimo, en el caso de pensión, son tres años y los jugadores la cobran de por vida.

-Fuiste protagonista de la Burbuja de Orlando, estuviste adentro. Contanos cómo fue ese protocolo y la disciplina colectiva e individual para lograr que no hubiese ni un contagio. ¿Te sorprendió a vos?

-Sí, la verdad es que me impactó que no haya habido ni un caso. Pero fue mérito de la tremenda organización, del respeto por los protocolos, de los cuidados y exigencia que hubo. Imaginate que, al margen del barbijo, el distanciamiento y los materiales de sanitización que había en las estaciones ubicadas cada 5 metros, todos debíamos testearnos todos los días y si no lo hacías, a las 10 de la noche te mandaban un mensaje intimando a hacerlo. Teníamos hasta para medirnos el oxígeno en sangre, abrir una aplicación, medirnos la temperatura, completar un cuestionario. Pero, más allá de eso, había flexibilidad en la vida para que los jugadores pudieran distraerse teniendo en cuenta que se jugaba día por medio y tuvieron que hacer un enorme esfuerzo.

-¿Y qué opinás de cómo la NBA y los jugadores, seguramente en línea con el sindicato, manejaron el tema de los reclamos por la equidad racial, a partir de cómo estalló todo con el asesinato de George Floyd en Minnesota?

-Mucho no puedo opinar porque no me compete. Sólo puede decir el sindicato siempre se involucra en las cuestiones sociales que les importan a los jugadores. Y en este caso, claramente, a ellos les importaba mucho este tema. Entonces se le dio una gran importancia y se respaldaron las acciones, yendo a fondo con el tema. En mi opinión, siento que jugadores y la NBA tuvieron los mismos intereses, de defender la voz de los protagonistas, pero manteniendo el juego, que es nada menos que la plataforma que permite amplificar esas voces. Resumiendo, creo que fue increíble el apoyo la NBA, el lugar que les dio, lo mismo que lo que hicieron y decidieron los jugadores, incluyendo esa campaña para que la gente se registrara para votar en las elecciones nacionales. Hubo mucho compromiso y ambas partes centradas en los mismos objetivos.

-Parece que el de la NBA y el sindicato es un matrimonio que funciona bien.

-Sí, Michele Roberts, la presidenta del sindicato, no va a pelear con Adam Silver –comisionado NBA- por estos temas, sí lo hará cuando llegue el momento de discutir el nuevo Convenio Colectivo de Trabajo. Ahí sí irá con garras y dientes. Porque un negocio que funciona bien, les sirve a todos.

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