El retiro de Guillermo Farré, el autor del gol que mandó al descenso a River: “Maradona me llamó esa noche y me dijo que estaba saltando en la cama”

Aquel 26 de junio de 2011 hizo el tanto con el que Belgrano dio el salto a Primera y derribó al gigante de Núñez. La llamada y felicitación de Maradona tras el partido. Tras colgar los botines, desea trabajar en el cuerpo técnico de su ex entrenador el Ruso Zielinski

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La tarde más dolorosa para River, el festejo inesperado de Guillermo Farré, con pocos goles en su carrera. (NA)
La tarde más dolorosa para River, el festejo inesperado de Guillermo Farré, con pocos goles en su carrera. (NA)

El boxeador ya venía con el paso errante, la mirada perdida y la guardia baja. Nada quedaba en él de aquel campeón de otrora, brillante, potente, que demolía rivales a fuerza de un estilo que fue marca registrada. El andar vacilante tenía como responsables principales a quienes lo habían conducido en sus últimos años, con malas decisiones, una detrás de la otra. Era una sombra de lo que había sido y todos suponían que tenía la mandíbula floja. Solo había que esperar el golpe de knock out y el que se lo aplicó fue Guillermo Farré. River Plate, el púgil que nadie pensaba que podía caer, besaba la lona del descenso, con ese gol que quedó por siempre en el historia, convertido por este volante que ha decidido colgar los botines y despedirse del fútbol.

Atrás han quedado casi 20 años de carrera profesional, con entrega y despliegue, esas características que tanto agradece el hincha, hecho que Guillermo pudo percibir con las cinco camisetas de que vistió. La del debut con Central Córdoba de Rosario, las últimas tres (Sarmiento, Mitre de Santiago del Estero y Estudiantes de Río IV) y la celeste de Belgrano, donde fue su consagración, desde aquella tarde del 26 de junio de 2011.

“De la jugada del gol recuerdo todo. Desde el momento en que presioné en mitad de cancha, luego pasé por detrás del Mudo Vázquez, que se la dio al Picante Pereyra. Él mandó el centro y hubo una duda entre dos defensores de River que produjo un rebote alto. Siempre me mantuve concentrado en la pelota y de reojo veía la figura de Juan Pablo Carrizo, el arquero de River, que suponía que iba a salir. Lo único en que pensaba era tratar de que no picara, porque ahí él iba a tener mayores posibilidades. Esa figura del arquero no se me acercaba y eso hizo que me pudiera focalizar más en poder pegarle de lleno. Cuando vi que cruzaba la línea del arco, sentí una plenitud tremenda, algo indescriptible que me salía de adentro. Liviandad, alegría y felicidad. Era como una mochila repleta de ladrillos que me descolgué totalmente”.

Ese momento de éxtasis único en la figura de Farré con su festejo alocado era el símbolo de un Belgrano que había sufrido mucho para llegar hasta esa promoción, superando cualquier tipo de adversidades. “La realidad es que no habíamos comenzado bien el torneo del Nacional B 2010/11, a tal punto que en las primeras fechas se tuvo que ir un cuerpo técnico con Jorge Guyón a la cabeza y el que lo reemplazó, con Luis Sosa como entrenador, también dejó el cargo al finalizar el año porque la cosa no arrancaba. La llegada del Ruso Zielinski fue fundamental, porque hizo un análisis exacto de lo que necesitábamos. Desde un primer momento trató de hacernos sentir importantes como estructura de equipo y los resultados positivos llegaron enseguida, hecho que te ayuda a creer y a ser fiel a lo que técnico pide. Por estos elementos es que llegamos muy bien y consolidados a la promoción”.

El festejo de Farré no se detiene. El Picante Pereyra se une a la carrera. La suerte de River estaba sentenciada. (Fotobaires)
El festejo de Farré no se detiene. El Picante Pereyra se une a la carrera. La suerte de River estaba sentenciada. (Fotobaires)

El torneo de la B Nacional finalizó una semana antes que la Primera División. Campeón y subcampeón (Atlético de Rafaela y Unión) ascendieron, mientras que el 3° y el 4° (San Martín de San Juan y Belgrano) se aseguraron su puesto en la promoción, pero sin saber cuáles serían sus rivales. Hubo que aguardar unos días, llenos de incertidumbre y con la posibilidad latente que uno de ellos fuera River Plate. Efectivamente, en la jornada final el cuadro de Núñez cayó en su estadio ante Lanús y sería el adversario de los Celestes.

“Teníamos un gran ilusión y estábamos muy concentrados, sabiendo que nos encontrábamos a las puertas de conseguir algo muy importante, aunque era consciente de que era muy difícil, pero esa complicación era la que nos daba mayor adrenalina. Llegar a la cancha de Belgrano fue tremendo, con un recibimiento conmovedor. La gente sentía lo mismo que nosotros”. cuenta Farré.

Las especulaciones quedaban de lado. Ese miércoles 22 de junio no había un solo lugar libre en las tribunas de Barrio Alberdi. La pasión pirata desmintió el almanaque y la lógica, ya que colmó de calor el aire y pintó el cielo de celeste en plena noche. Y el equipo estuvo en esa misma sintonía. “Estábamos muy bien mentalizados como grupo, con una estructura sólida y una solidaridad tremenda. Jugamos un partido intenso, con la fortuna de poder hacer un gol en el primer tiempo, que nos ayudó más todavía. El desarrollo nos fue siempre favorable y a medida que pasaban los minutos, a cada momento nos sentíamos mejor”.

Belgrano había dado el primer golpe. Ganó con absoluta justicia, sacando dos goles de diferencia que podían ser muy importantes en la revancha, pero nada estaba dicho. Enfrente estaba un grande, que se mostraba golpeado, vacilante, contra las cuerdas y también anhelante de un desquite, de tratar de despertar de esa pesadilla y volver a abrir los ojos a un mañana diáfano, olvidando los tres últimos años de desconcierto. Entre la ida y la vuelta, transcurrieron cuatro días y pasaron muchas cosas…

“Tuvo todos los condimentos imaginados para un película, porque hubo suspenso, adrenalina, incertidumbre, preocupación y drama. Con el diario del lunes, creo que fue fabuloso lo que tuvimos que atravesar, porque da más mérito aún a lo que hicimos dentro del campo de juego. La realidad es que si no hubiésemos conseguido el ascenso, nos hubiésemos reprochado mucho lo que tuvimos que vivir en la previa del choque en el Monumental. Preferentemente porque no era solamente un partido, sino todo lo externo, donde corrimos riesgos, ya que en el hotel donde nos concentrábamos en la Capital Federal pusieron una bomba de humo en plena madrugada para cortarnos el descanso. Terminó simplemente en una anécdota, pero pudo haber pasado cualquier cosa, porque había mucha gente predispuesta a ayudar a su equipo, de la manera que fuese”.

Un plantel que se preparaba para un partido, si bien con miles de connotaciones, atravesó momentos y situaciones límites en aquellas horas. No solo la falta de descanso, sino alguna amenaza pintada en las paredes que circundaban el hotel. Pero los muchachos de Zielinski estaban listos para la batalla final

“El gran dilema de un encuentro de esas características es tratar de no perder lo que habías conseguido, tratar de conservar aquella ventaja conseguida en Córdoba. Eso nos llevó a no estar lo concentrados que debíamos en el comienzo, donde nos hicieron el gol. Debo reconocer que en el primer tiempo no la pasamos para nada bien, porque éramos conscientes que la diferencia se achicaba y que River estaba en partido, con chances concretas de poder ganarnos. Nos ayudó irnos al entretiempo solo un gol abajo, ya que allí pudimos mentalizarnos para afrontar de mejor manera los 45 minutos finales”.

River bajó un poco la intensidad en la reanudación y el partido se hizo más trabado y disputado en la mitad de cancha, a la medida de lo que pretendía Belgrano. El Picante Pereyra desperdició una chance clarísima para empatar, solo con Juan Pablo Carrizo y sobre los 16, aquella jugada que dejó como un poster eterno a Guillermo Farré con los brazos abiertos, de cara a la hinchada pirata, que la televisión mostraba en pleno delirio, con el claro contraste de las otras imágenes que se sucedían en la pantalla, con los simpatizantes locales presos de una desazón única, sabiendo que el abismo estaba cada vez más cerca.

“En ese momento no pensé que la cosa estaba definida, pero sí sentí la satisfacción de estar nuevamente dos goles arriba y con el objetivo a mano. Sabía que esa distancia en el marcador nos iba a dar mayor soltura. Después de mi gol comenzamos a notar que los muchachos de River seguían con las mismas ganas, pero sin coordinación. Había mucha entrega, pero sin una cohesión que les permitiera progresar con ideas en el campo, En contrapartida, a nosotros nos potenció desde lo físico y también en el plano de la concentración, a tal punto, como muestra más clara, que por cada uno de ellos, había como mínimo dos de Belgrano”.

Los Millonarios acariciaron la gran oportunidad de acortar distancias cuando a los 24 minutos tuvieron un penal, que fue ejecutado por Mariano Pavone y atajado por Juan Carlos Olave. Las imaginarias puertas del infierno tan temido se estaban abriendo. Quedaba un rato para intentar la proeza, pero esas almas vestidas de blanco y envueltas en la banda roja, ya no podían más. El pitazo final confirmó un imposible: River se había ido a la B.

“Teníamos una alegría bárbara, pero se hacía difícil poder asimilar eso en medio de lo que se vivió, con las tribunas prendidas fuego y las manifestaciones de los hinchas de River. Eso quizás empañó un poco nuestro festejo dentro del campo de juego, lo cual tratamos de trasladar al vestuario, donde desatamos la algarabía plena por semejante actuación. Son imágenes que serán imposibles de sacarse de la mente”.

El ruso Zielinksi en un entrenamiento de Belgrano de Córdoba. Farré elogia la motivación y la simpleza para comunicar del técnico, con el cual aspira a trabajar.
El ruso Zielinksi en un entrenamiento de Belgrano de Córdoba. Farré elogia la motivación y la simpleza para comunicar del técnico, con el cual aspira a trabajar.

Tras varias horas, pudieron finalmente subirse al micro para emprender el retorno. En medio del viaje, le avisaron a Farré que alguien quería hablar por teléfono con él: “Atendí y del otro lado escuché la voz de Maradona y no lo podía creer. Me quedé impactado. Enseguida me felicitó, al estilo Diego. Me dijo que estaba solo en un hotel, y que se puso a saltar en la cama (risas). Son palabras imposibles de olvidar y es algo que me va a quedar de por vida. Primero que me felicitara por el gol, saber que de cierta forma lo hice feliz, que le pude sacar una sonrisa, me va a quedar en el recuerdo. Y que me agradeciera a mí, con todo lo que él nos hizo felices. Increíble y hermoso”.

Sin quererlo, Guillermo Farré pasó a ser una de las personas más queridas por los hinchas de Boca, hecho que ha tomado con tranquilidad: “Sabía que podía pasar, es parte del folclore que nos gusta a los argentinos, el poder cargar al que es del cuadro rival, más en una situación así. Sigo recibiendo agradecimientos de la gente de Boca, pero yo mantengo mi respeto por River”.

El fútbol tiene miles de vueltas, de recovecos insondables y por eso es tan maravilloso. Ésta historia, plagada de situaciones inéditas, también tiene la suya: “Yo soy hincha de River, al igual que mi familia, por eso en aquel día, todos me felicitaron por el gol, pero sabía que por detrás sufrían el descenso. Fueron sensaciones muy encontradas, a las cuales yo aceptaba y respetaba, tanto el saludo como el dolor. Mi hijo Salvador tiene 10 años, es hincha de River y por supuesto que algún día me gustaría llevarlo a la cancha, pero soy consciente que en las tribunas hay demasiado fanatismo, donde se impone mucho más el sentimiento que la coherencia, así que tengo ese deseo, pero sabiendo que podría llegar a ser riesgoso o pasar un mal momento. Todavía es chico, pero quizás le llegue ese instante de querer que lo lleve, como cuando yo era adolescente y tenía como ídolos a Diego Maradona y Enzo Francescoli, a quienes sigo admirando todavía hoy”.

Farré no era de tutearse con el gol. Incluso había marcado pocos en cotejos oficiales hasta allí, por eso es bueno saber cuál considera él que había sido el mejor hasta ese momento: “Sin dudas, el primero que había hecho con la camiseta de Belgrano. El 20 de marzo de 2009 contra la CAI y ganamos 1-0. Me sirvió para asentarme en el equipo”.

No hay dudas que Ricardo Zielinski es una persona muy importante en la vida de Guillermo y es probable que en el corto plazo, se sume a su cuerpo técnico. El Ruso le ha dejado muchas cosas en un lustro brillante de vínculo: “En principio, lo que me deja es la demostración que en muchos casos el fútbol es simpleza y que desde allí se puede leer correctamente un partido o las situaciones que se dan. También sacar la mayor cantidad de beneficios a los recursos que tenés. Pero por sobre todas las cosas, la calidad humana, porque fueron cinco años de relación con él, con una convivencia muy buena, donde nos potenció a todos los integrantes de ese plantel”.

El paso por Belgrano le llevó a compartir plantel con dos futbolistas jóvenes que luego tuvieron gran relevancia como Matías Suárez y el Mudo Vázquez: “Son dos grandísimos jugadores, con una humildad terrible y que se merecen todo lo bueno que están viviendo. A ambos los disfruté muchísimo y fue un gran placer estar dentro de una cancha con ellos”.

Su última imagen como futbolista será con la camiseta de Estudiantes de Río IV, hasta que llegó el momento del adiós: “Era una decisión que ya venía madurando todos los días al levantarme cada mañana. Consideré que el momento oportuno era antes que finalizara 2020, para darle un cierre a mi carrera de una manera más organizada. Estoy feliz y arranqué el año con la cabeza puesta en lo que viene y disfrutando de la familia”.

El fútbol se ha llenado de héroes inesperados, que una imaginaria varita mágica se posó sobre ellos en un momento determinado. Jamás hubiese pensado aquel Guillermo Farré adolescente, seguidor de Francescoli y de los Millonarios, que River alguna vez estaría en la cornisa del descenso. Y mucho menos aún, que el destino le tenía deparado el reparto de ese papel para la película del fútbol argentino. Se fue el jugador, quizás venga el entrenador. Seguro, quedara por siempre, la imagen de buena persona. Lo que realmente vale, más allá de lo que la profesión elegida a veces nos pone por delante.

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