Mariano Werner: de una tragedia familiar y hacerse cargo de un equipo con 18 años, a ser campeón de Turismo Carretera

Antes de morir, su hermano Gabriel lo preparó para manejar su escudería. Por qué sigue presente con sus enseñanzas. Infobae habló con el nuevo monarca de la popular categoría, y que le devolvió la gloria a Ford luego de cuatro títulos de Chevrolet

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Mariano Werner en su época de la Fórmula Renault y su hermano Gabriel (Archivo CORSA).
Mariano Werner en su época de la Fórmula Renault y su hermano Gabriel (Archivo CORSA).

El domingo pasado Mariano Werner miró hacia el cielo y le dedicó su primer título en el Turismo Carretera a su hermano Gabriel, quien murió en 2007. La historia de los hermanos entrerrianos de Paraná es muy especial ya que el mayor, poco tiempo antes de su partida, preparó el terreno para que el más chico de la familia sepa cómo manejar un equipo de competición, algo que aprendió a hacer con solo 18 años. En 2010 acarició la gloria y el campeonato se hizo esperar. Llegó en este año atípico marcado por la pandemia de COVID-19. Infobae habló con el nuevo campeón de la categoría más popular de la Argentina, que alcanzó la corona con mérito propio, el de su equipo y de toda su familia, entre ellos, una ayuda celestial.

Gabriel también fue piloto y llegó a correr en la Fórmula 3 Sudamericana. Aunque por falta de presupuesto no pudo continuar con su campaña. Al ser un amante de los monopostos, puso su equipo en la Fórmula Renault, una de las categorías de formación más importantes de la Argentina. Promovió chicos, entre ellos a Mariano, que fue bicampeón en 2006 y 2007. Ése año debutó en autos con techo, fue protagonista y ganó en el TC Pista, la divisional antesala al TC.

La última fecha del TC en 2007 fue en Buenos Aires y se superpuso con la Fórmula Renault Plus, otra promocional a nivel zonal de coches de fórmula y Gabriel quiso estar con su escudería, que podía salir campeón. Igual ambos estuvieron en contacto vía celular. Pero murió en un accidente en el Autódromo Oscar Cabalén de Alta Gracia, mientras trabajaba. Infló un neumático que se le estalló y el golpe de la llanta contra su cara le provocó la muerte… Mariano fue la última persona con la que habló por teléfono. El viernes de su accidente lo llamó a Mariano a las 14:02, y le repitió: “Si podés ganar, bien; si no, llegá hasta donde puedas”. Le deseó un buen cierre de temporada y a las 14:15 falleció. Tenía solo 28 años.

A partir de ese momento Mariano y Gabriel siguieron conectados. Tanto que todas las enseñanzas de su hermano le valieron para consolidarse como piloto. En 2017 fue campeón de la Clase 3 de TN. En el TC le dio el título a Ford luego de cuatro coronas de Chevrolet y ratificó que es uno de los mejores del país.

Gabriel Werner, con los brazos en alto, recibe a Mariano en un triunfo del TC Pista (Archivo CORSA).
Gabriel Werner, con los brazos en alto, recibe a Mariano en un triunfo del TC Pista (Archivo CORSA).

— Una vez dijiste que tu hermano predijo su muerte. ¿Cómo fue eso?

— Él me ayudaba en la alineación de los autos. Era el jefe y estaba en todos los detalles. Armaba las cajas de cambios y todos los días, un mes antes de su muerte, se desesperó para que yo aprenda el manejo general de un equipo. “Vení que acá todos somos reemplazables” y por eso uno tiene que aprender todo. Fueron días de puro aprendizaje.

— ¿Cuáles fueron sus últimas enseñanzas?

— Recuerdo que me dijo, “mirá, yo disfruto mucho cada vez que vos ganás. Cuando yo corría no tuve la oportunidad de ganar y vos, cada vez que ganás, cada campeonato que lográs, es como si lo obtuviera yo”. También me llamó la atención algo que me marcó para siempre: “Vos no tenés que cambiar tu forma de ser. Mantené tu humildad siempre. Hay pilotos que porque ganan dos carreras ya son re soberbios. No sumes a ningún ingeniero al equipo, no cambies nada. Seguí así siempre…”

— ¿Desde que Gabriel se fue, tuviste señales de él?

— Eso lo vive muy personal. Pero, sí. Soy muy creyente y el hecho de que él era insoportable con la organización y la asistencia en los autos nos marcó a los muchachos y a mí. Siempre les digo a los chicos que hagan esto u otro, les pido que me disculpen por ser tan pesado. Por ejemplo, este año hubo un caso en el que fuimos un reflejo suyo. Cuando terminó una carrera en Buenos Aires, se trabajó mucho con el auto y para la carrera siguiente nos dimos cuenta de que llegamos con el pico de una rueda cortado y fue gracias a ese chequeo constante sobre coche. Algo que aprendimos de Gabriel.

— ¿Seguís con la cábala de pasar por el cementerio antes de cada carrera para visitar a tu abuelo?

— Ahora me toca ir a visitarlo a los dos. Este año lo pude hacer tan seguido porque hubo carreras un fin de semana tras otro. Pero siempre que voy les llevo flores y me hace muy bien estar un rato con ellos.

— ¿Qué te diría Gabriel si estuviese acá?

— En la previa de la final de San Juan lo extrañé mucho. Faltaron las palabras que uno siempre quiso tener. Debe haber sido el tipo más feliz del mundo, porque yo sé que él nos está viendo desde el cielo y me ayudó a ser campeón.

Los festejos tras terminar la carrera en San Juan, donde se consagró (Prensa ACTC).
Los festejos tras terminar la carrera en San Juan, donde se consagró (Prensa ACTC).

A Mariano le alcanzó ser quinto en la última fecha corrida en el Autódromo El Villicum de San Juan. Fue el mejor del año y logró tres triunfos. Desde chico tuvo claro que irse a correr a Europa era una utopía ya en un contexto del dólar a tres pesos, allá por 2007. “No me servía irme allá y tener que volverme porque se me acabó el presupuesto debido a la falta de resultados. Sumado a ello, el tema de cuando volvés tenés que sacar la carpetita otra vez porque no te conoce nadie y a empezar de cero”, asegura.

Nacido el 31 de diciembre de 1988, es el mejor de una familia que respira automovilismo. Desde su padre José que siempre acompañó a sus hijos, hasta sus hermanas que siempre le dieron una mano y también se hicieron cargo de su equipo en la Fórmula Renault. Esto ayudó para que Mariano haga su camino en los autos con techo. Se ganó un lugar en el TC y en su primer año (2009) obtuvo su primer triunfo. Fue una gran alegría delante de los suyos en Paraná.

En su segundo ejercicio peleó ya peleó por la corona. Aunque por no tener el triunfo obligatorio para consagrarse, no pudo ser campeón a pesar de ser el que más puntos sumó en la Copa de Oro. El sistema de campeonato es el siguiente: una etapa regular que este año tuvo ocho fechas (suelen ser más, pero hubo cancelaciones por la pandemia de COVID-19), donde los doce que más puntos sumaron se clasificaron a la definición por el campeonato en las últimas tres competencias. En esos eventos, el que más unidades cosecha es el que campeón, siempre y cuando haya ganado al menos una vez en el año, algo que no consiguió Werner hace una década.

Mariano, en sus doce temporadas en el TC, disputó un total de 190 carreras y obtuvo 15 victorias, 41 podios, 21 poles positions, 43 series y 20 récords de vuelta.

— ¿Este título es una revancha de lo que pasó en 2010?

— A través de los años uno va aprendiendo. En 2010 siempre tuve la ilusión de poder concretarlo. El deporte muchas veces así como te da, te quita. En aquél momento no era para mí. Claramente Agustín (Canapino) fue el mejor y era su momento. No encuentro un motivo para arrepentirme. En esa Copa de Oro tuve cuatro segundos y un cuarto. Me sirvió para aprender y crecer. Más allá de que me faltó un triunfo, ganar es obligatorio y apoyo que el campeón tenga que ganar al menos una carrera.

— Por la pausa de la pandemia, ¿pensaste en dejar de correr este año?

— Cuando se fue postergando el reinicio fue muy duro. No es que perdí las ganas, pero este es un ambiente donde lo económico manda tanto, que estar todos los días cobrando, yendo y viniendo fue muy desgastante para un deportista. Lo que pasa es que el sponsor no quiere ver a un manager si no que te quiere ver a vos. En el caso mío no cobré una sola publicidad mientras no corrí. Cuando volví a correr los patrocinantes me volvieron a acompañar en un contexto muy delicado.

Recibiendo la bandera de cuadros en el Circuito El Villicum (Prensa ACTC).
Recibiendo la bandera de cuadros en el Circuito El Villicum (Prensa ACTC).

— ¿Fue un campeonato devaluado por las fechas que se perdieron?

— No. Todo lo contrario. Fue más exigente que nunca. Pasé muchos nervios por los hisopados previos a cada carrera. Fui cortando alambres. El viernes anterior a la última fecha estuve detrás de Diego y el Bocha Ciantini (fueron COVID positivos). Sí, faltó el condimento de la gente. Pero el público fue muy respetuoso porque podría haber ido a los autódromos a pegarse a los alambrados y se la bancó re bien.

— ¿Por qué cambiaste de equipo?

— El auto y los elementos son de Marcelo Occhionero. La atención la daba el equipo DTA de Ulises Armellini. Entonces hubo un desacuerdo económico entre las tres partes y nos tuvimos que quedar con la escuadra de Occhionero. Pero más allá del cambio, todos los que formaron parte de esto son campeones. La gente de Armellini fue clave. Todos ayudaron para este logro. Por ejemplo, pasé un verano de mierda y complejo. Estuve dependiendo del presupuesto y esas son cuestiones muy cansadoras para un deportista. Era clave ganar en la primera fecha. No lo hicimos y encima abandoné. Pero luego todos entregaron el ciento por ciento y el coche mejoró en cada carrera.

— ¿Por este cambio el auto quedó en un box una semana?

— Claro. Como se corrió en Buenos Aires y a la semana siguiente en San Nicolás y no teníamos dónde dejar el coche, los mecánicos se quedaron con él en los boxes hasta la otra carrera.

— ¿Cómo fue la anécdota del casco?

— Tenía un casco nuevo y en la carrera de La Plata del sábado se mojó con algo la cinta de atar y se deshilachó. Cuando agarro otro nuevo y me lo pruebo, me quedaba grande. Le pido a Kevin Candela (piloto del TC Pista) que me preste el suyo. Gané el sábado y se lo pedí para el domingo. Como los resultados buenos siguieron directamente lo seguí usando por cábala y acá estamos.

Werner en acción con su Ford Falcon (Prensa ACTC).
Werner en acción con su Ford Falcon (Prensa ACTC).

— Sos muy franco y nunca te guardás nada. ¿Cómo hiciste para sobrevivir en un ambiente tan competitivo como el automovilismo?

— Es complejo y depende mucho de dónde un o venga. Uno depende permanentemente de sus relaciones. A uno le gusta manejar y la gente que me rodea me ha cumplido siempre. Todos los patrocinantes son de Entre Ríos y es un trato casi familiar. Por eso logré mantener. Abajo del auto eso me ayudó mucho

En la última fecha de 2016, fue uno de los máximos contendientes al título. Pero tuvo un polémico episodio donde en la penúltima curva de la temporada lo tocó a Matías Rossi. Werner fue muy criticado y la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) lo suspendió por varias fechas en 2017.

— ¿Pensás que se te castigó y se te castiga demasiado por lo que pasó en definición de 2016?

— En su momento le di la importancia que mereció. También hablé con Matías (Rossi) que también estaba buscando el campeonato. Si delante venía uno que estaba 40º en el torneo y yo necesitaba esos puntos, me le iba a tirar igual. Me quedo tranquilo con que di el ciento por ciento Son milésimas de segundo y en el año hubo un millón de maniobras con Rossi al que lo superé muy bien. Si vos me preguntás con quién me gusta pelear, te digo Facundo Ardusso, Agustín Canapino y el propio Rossi, que por algo son los mejores del país.

— ¿Cómo puede ser que un auto de TC cueste un millón y medio de pesos por fin de semana?

— Si lo ves a nivel dólar blue no es tan caro. Lo que pesa es que tenemos un dólar para cualquier cosa. Hoy un TC cuesta 1,2 millón o 1,5 millón (costo operativo por fecha). Pero el gasto no es tanto el fin de semana si no lo que por equipo tiene que pagar de cargas sociales para poder seguir dándoles trabajo a los mecánicos. Y después, no se puede decir mucho, esto es automovilismo y si lo hacés para ganar carreras tenés que tener mucho auto y por ende mucha plata. Si lo hacés para correr, vas con lo justo y listo, pero no tengas aspiraciones de nada.

— ¿Qué se puede hacer para bajar los costos?

— Todo lo que se pudo hacer la ACTC se hizo. Nos dio una mano con los viáticos. Pero hoy son los proveedores los que deberían achicar un poco. Por ejemplo, por carrera, el alquiler de un motor de TC cuesta 150.000 y 200.000 pesos. O 60.000/70.000 pesos unos pistones nuevos. Si querés ganar, tenés que cambiar esos elementos todas las carreras. Aunque tampoco sirve sellar los motores porque si no de qué viven los motoristas. Hoy es caro el mantenimiento del auto, que entre carrera y carrera son 400.000 pesos y de la gente que tenés en tu taller, con un gasto de 300.000 pesos.

— Si tus hijos te dicen que quieren ser piloto, ¿qué hacés?

— Es algo que deben elegir ellos, Salvador y Rafael. Todo el mundo les regala autos y es inevitable que ellos lo vean. Se suben al auto de calle y lo primero que quieren hacer es agarrar el volante. Sí, trato que hagan otro deporte como el básquet. Pero si quieren ser corredores, los acompañaré. Pero sólo si de verdad les gusta. He visto a muchos colegas que obligaron a sus hijos a ser pilotos y eso no sirve.

— Dijiste que ser campeón de TC era el sueño de tu vida. ¿Y ahora cuál es?

— Cuando uno es deportista es muy exigente y siempre va por más. Así que ahora y sería lograr otro campeonato.

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