Carlos Mastrángelo hizo sonar su silbato. Nadie lo escuchó, pese a que todas las miradas estaban depositadas en su negro atuendo de árbitro. Lo hizo nuevamente acompañado por el inconfundible ademán que da por concluido un partido y ahí si fue la explosión. Faltaban pocos minutos para que concluyera ese viernes 27 de diciembre de 1985 y las compuertas de la angustia y la emoción racinguistas contenidas durante dos años de padecimientos en las inéditas canchas del ascenso se abrieron fértiles a la celebración. Racing acababa de igualar con Atlanta 1 a 1 y regresaba al sitio que pertenece desde sus orígenes de academia del fútbol argentino: La primera división.
La debacle comenzó en 1982 y fue una triste realidad el 18 de diciembre de 1983, cuando una derrota 4-3 en Avellaneda con su homónimo cordobés decretó la crónica de un descenso anunciado. Dudas, incertidumbre, culpas repartidas, dolor, resignación y varias sensaciones más se agolpaban en su alma. Lo concreto era que había que afrontar el torneo de la B de 1984 con la intención de volver lo más pronto posible. Algunos vislumbraron que podía repetirse el fenómeno (social y de resultados) del San Lorenzo del ’82, pero nada de ello ocurrió. Un Deportivo Español despiadadamente brillante, arrasó en todas las canchas y a Racing solo le quedó el consuelo de intentar el segundo ascenso. Ilusión que se deshizo en la final del reducido ante Gimnasia.
Voces propias y ajenas declamaban que el equipo necesitaba nutrirse de jugadores que “conocieran la categoría”, como si el hecho de haber trajinado esos desparejos campos de los sábados, los hiciera poseedores de una pócima mágica para asegurar el retorno. Se necesitaba algo más, como lo demostró Miguel Ángel Colombatti, destacado y habilidoso número 10 del Deportivo Morón, que era uno de ellos.
“Muchas veces estuve por irme del club, pero siempre por algo se frustraba, hasta que a comienzos de 1985 se dio el pase a Racing, donde me encontré con una situación de urgencia, de necesitar el ascenso en forma imperiosa. Había quedado una buena base del ’84 y nos sumamos varios muchachos con recorrido en la primera B, como Horacio Attadía, Walter Fernández y Néstor Sicher”.
Agustín Mario Cejas, ídolo y leyenda indiscutida de la academia, era el entrenador que se mantenía en el cargo, desde la asunción a medidos del ’84. El arranque no fue malo, pero como un espejo no deseado de lo ocurrido en la temporada anterior, apareció otro equipo imparable, a imagen y semejanza de lo que había sido Deportivo Español: Rosario Central. El cuadro de Arroyito tomó la punta en las fechas iniciales y no la soltó más.
Afuera de la cancha, Racing también sufría, como lo evoca Colombatti: “Al poco tiempo que llegamos comenzó la convocatoria de acreedores por la mala situación en la que estaba el club y que con el paso de los años devino en lo que ya sabemos, de quedar a punto desaparecer. A las urgencias deportivas se sumaban los inconvenientes institucionales y la cosa no era fácil”.
Promediando el torneo, los resultados no se daban y por eso la gloria académica que personificaba Agustín Cejas debió dar un paso al costado. Los dirigentes no tenían claro a quién contratar, pero sí que debían dar un golpe de efecto y actuaron en esa dirección, tal como lo recuerda Néstor Sicher, quien sería un hombre importante en aquel año: “Allí tuvimos una gran sorpresa porque vino César Luis Menotti a darnos una charla al hotel. En los medios se decía que él podía ser el nuevo entrenador, pero fue su amigo Cayetano Rodríguez. Escucharlo al flaco te llenaba de fútbol, pero la idea que ellos pregonaban no la podíamos plasmar en la cancha, porque ese plantel tenía otras características, lejanas al toque y más cerca de la lucha. El concepto era muy bueno. ¿A quién no le gusta jugar bien y ganar? Nosotros jugábamos mal y perdíamos (risas)”.
Al comenzar noviembre, Central ya era el campeón, mientras Racing sufría en busca de asegurar su plaza en el octogonal por el segundo ascenso. La relación de Cayetano Rodríguez con el plantel nunca fue buena y un par de malas actuaciones lo eyectaron del cargo. ¿Quién podría tomar el timón de ese barco a la deriva? El nombre y apellido era uno solo, que reunía impronta ganadora y alma celeste y blanca: Alfio Basile
Así lo cuenta Sicher: “Era exactamente lo que necesitábamos, porque en poco más de 40 días nos transmitió el sentimiento hacia la camiseta de Racing. Fue un impacto, un sacudón, que nos llegó bien adentro a cada uno”. En la misma línea van las memorias de Colombatti: “El gran aporte de Coco fue convencer al grupo que se podía, que nada estaba perdido y teníamos que aferrarnos a la chance que quedaba. Puso su cuota de personalidad, que nos ayudó mucho, más en lo anímico que en lo futbolístico, aunque siempre con su gran claridad conceptual”.
Diciembre daba sus primeros pasos y allí fue la señal de largada para el torneo reducido por el segundo ascenso. El rival para Racing era Banfield, equipo sólido y experimentado, tal como lo recuerda Colombatti: “Ganamos 3-1 en cancha de Boca la ida, donde hice un gol. La revancha fue en Vélez y nos pusimos 1-0, por lo que el global 4-1 nos daba tranquilidad. Recibí una patada fuerte en el gemelo, que me rompió unas fibras y tuve que salir. Estaba en el vestuario y me quería morir porque a cada rato escuchaba gritos de gol y eran todos de ellos (risas). Nos ganaron 3-1 y pasamos por mejor ubicación en la tabla de posiciones”.
Las dos semifinales con Quilmes fueron en cancha de River y allí pudo verse lo mejor de aquel Racing de los tramos finales del ’85. Fuerte atrás, dinámico en el medio y certero en el ataque. Fueron sendas victorias (2-0 y 3-1 respectivamente) que abrieron las puertas al cielo de la ilusión. Entre el sueño y la realidad, mediaban Atlanta y 180 minutos.
La primera final fue una muestra de contundencia. El cuadro de Basile fue un aluvión que aplastó a su adversario y se impuso por 4-0. Parecía que el segundo partido sería un simple trámite, pero nada en aquellos tiempos era placentero para la mitad blanquiceleste de Avellaneda: “Dos días antes de la segunda final, estando en la concentración en un predio de Ezeiza, nos enteramos de la absurda reglamentación. De poco servía haber ganado 4-0. Si perdíamos la revancha por cualquier resultado, había tercer partido…” rememora Sicher entre risas.
Para los hinchas de Racing los días no pasaban más, la ansiedad los devoraba por igual, fueran anónimos o famosos. Entre los más destacados de estos últimos estaba, sin dudas, Bernando Neustadt. Su legendario programa “Tiempo Nuevo” era una cita histórica de los martes por la noche y en esa temporada salió al aire por canal 13. En aquella semana, ese día cayó en Nochebuena, por lo que el envío se pasó para el viernes 27, a la misma hora que su querida Academia se jugaba el ascenso. Clara Mariño, que fue su productora por muchos años, nos recuerda esa noche
“Era habitual que Bernardo nos pidiera que le colocáramos un monitor al costado, si el día del programa coincidía con algún partido importante de Racing. Incluso con el paso de los años, cuando tuvimos más confianza, y sabiendo que a mí me gustaba el fútbol, si estaba en una cena y jugaba Racing, me llamaba cada diez minutos por el celular, solo para saber el resultado y quiénes habían hecho los goles. Así durante los 90 minutos. En mi casa se reían ante esa situación”.
“Nunca lo vi tan feliz a Bernardo como esa noche del ascenso, tenía una enorme emoción. No lo recuerdo con precisión, pero por otras situaciones similares que vivimos, es muy probable que haya interrumpido al entrevistado de turno para avisarle que el partido había terminado y que Racing estaba otra vez en primera. Eso se conecta con lo que nos había contado en reuniones de producción, que una de las contadas veces que más había llorado en su vida, fue con el descenso de 1983”.
Esas imágenes que observó Neustadt en los estudios del trece fueron emitidas por canal 2, que por esos tiempos tenía algunos problemas de recepción en Capital y Gran Buenos Aires, por lo que muchos se quedaron con las ganas. A lo largo de 1985, bajo el título “Platea Preferencial” por la emisora que entonces tenía sede en la ciudad de La Plata, salía al aire el sábado por la noche el cotejo más destacado de ese día en la primera B. El mismo equipo periodístico transmitió las dos finales
Los nervios de los hinchas tenían línea directa con los jugadores, porque el comienzo del partido aquel 27 de diciembre fue tenso, con mucha disputa en el centro del campo, hasta que a los 18 minutos, llegó un córner para Racing y Néstor Sicher se entrelazó con la leyenda: “Estuve tocado por la varita mágica. Yo era un lateral que si bien me gustaba proyectarme, no era de hacer goles. Fue una avivada de Horacio Cordero, que en lugar de tirar el córner al área, me la tocó cortita. La maniobra sorprendió a los muchachos de Atlanta que se quedaron parados y como vino le pegué. Soy sincero: Como pudo irse afuera, tuve la suerte que se clavó en el ángulo. Y que fuera en ese momento, en la final, con todo lo que habíamos sufrido. Cuando vi que entraba sentí algo indescriptible. Solo atiné a dar una vuelta carnero y quedar de cara a la tribuna. Lástima que era la de Atlanta (risas). Me di vuelta y busqué a la gente de Racing. Quería abrazarme con todos”
En el segundo tiempo llegó el empate de Atlanta y la zozobra que se paseó entre los simpatizantes académicos, porque una derrota por cualquier resultado, dejaba la definición para un tercer partido el lunes 30, que pocos corazones hubiesen resistido. Llegó el pitazo de Mastrángelo que nadie escuchó y la seña que todos vieron para soltar el festejo atrapado en las gargantas: “Era lógico que la gente celebrara así, estaban mal, porque nunca pudieron creer haber estado en esa categoría, ya que Racing es muy grande”, sintetiza Colombatti con las sensaciones presentes, aunque hayan transcurrido 35 años.
Hubo festejos hasta que el sol del 28 asomó por el obelisco (epicentro clásico de los festejos), la Avenida Mitre de Avellaneda (sede social del club) y en Ezeiza (en el predio donde estaban concentrados el plantel y el cuerpo técnico). La gente de Racing es agradecida y no olvida a aquellos que lo devolvieron a la máxima categoría
“Estuve en total seis años y a pesar de haber llegado en un momento tan difícil, me siguen recordando con mucho afecto. Además, con buena parte de ese plantel, luego fuimos campeones de la Supercopa del 88 y ganamos dos primeras ruedas del torneo local (1987 y 1988) que un par de años más tarde hubiesen significado títulos, en la era de los Apertura y Clausura”. Miguel Colombatti
“Soy un eterno agradecido a Racing, porque los hinchas me lo recuerdan a cada momento, sea por la calle o cuando teníamos la posibilidad de ir a la cancha. Éstos colores se me pegaron desde un principio, al punto que mis hijos también son hinchas y siento ese cariño día a día”. Néstor Sicher.
El vía crucis había tocado su última estación en la caliente noche de Nuñez. El golazo de Sicher es un póster que no se descolgará nunca del alma del hincha de Racing. Fueron dos años de sufrimiento, que se archivaron en una de las noches donde el cielo cambió su oscuro tradicional por un académico celeste y blanco.
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