Juan Román Riquelme confesó la travesura futbolera por la que no tomó la primera comunión

El ídolo de Boca reveló que le mentía a su madre para faltar a sus clases de catequesis

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El ídolo de Boca reveló que le mentía a su madre para faltar a sus clases de catequesis

En vísperas del trascendental partido por la revancha de los cuartos de final de la Copa Libertadores entre Boca y Racing al que hoy asisitirá, Juan Román Riquelme se tomó unos minutos para repasar lo que fue parte de su niñez. Apasionado por el fútbol desde que era pequeño, confesó una travesura por la que desobedeció a su madre con tal de jugar a la pelota.

Es el juego más lindo que conocí. Era muy lindo hacerlo de chiquito con amigos desde que volvía del colegio a las 12 hasta las 8 ó 9 de la noche. Y después cuando pasó a ser lo mismo profesionalmente lo he disfrutado muchísimo. Yo soy muy agradecido al lugar donde nací”, manifestó el ídolo xeneize, que agregó: “Soy feliz yo en ese lugar. Don Torcuato es maravilloso. Tuve la suerte de seguir jugando a la pelota como me enseñaron en mi barrio. No hay nada más lindo que jugar a la pelota con amigos”.

Sus palabras se publicaron en otro fragmento de una entrevista con EA Sports y Goal para su presentación como Leyenda en el juego FIFA 2021. Allí Román reveló: “Mi mamá me había anotado en catequesis, pero yo me escapaba por la otra puerta y volvía a jugar a la pelota hasta la noche. No iba, no tomé la comunión yo”. Tal era la devoción suya de pequeño por el balón que dejó completamente de lado el acto religioso católico impuesto por tradición familiar.

El irreverente Román que cambió
El irreverente Román que cambió el fútbol por la religión (Foto NA: Mariano Sánchez)

Su esmero por tocar la pelota en todo momento lo llevó a ser quien fue: uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol argentino y sudamericano. Y pese a no haber tomado la comunión como había planificado su madre, Riquelme es creyente y dejó para el recuerdo una imagen que le transmitirá alegría a los hinchas de Boca por la eternidad: fue en la definición por penales de la Libertadores 2001, cuando arrodillado en el césped de la Bombonera, en el medio de la cancha, lloró durante las ejecuciones de los remates besando un rosario que le colgaba de su cuello. Su acto de fe fue recompensado con la segunda Copa que ganó con el club de sus amores.

“Yo fui un afortunado de poder criarme en Don Torcuato y lo sigo disfrutando. Sigo jugando con los mismos amigos que tuve de chiquito. Sigo viviendo en Don Torcuato”, aclaró. Y concluyó: “Yo sabía que de General Paz para Capital era Riquelme y cuando pasaba General Paz para el lado de Provincia ya era Román de nuevo”.

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