“Yo tenía muchas ganas de suicidarme, estuve a punto de hacerlo durante muchos años”. El estremecedor dicho pertenece a Pedro Monzón, quien hace algunos años contó un triste episodio personal que tuvo como protagonista al mismísimo Diego Armando Maradona, que había sido compañero suyo en la selección argentina durante el Mundial de Italia 90. Hoy, tras el fallecimiento del astro nacional, decidió rendirle homenaje con un tatuaje en su brazo.
El actual entrenador de Argentino de Quilmes, que milita en la Primera B Metropolitana del ascenso argentino, optó por una de las imágenes que más le gustaban de Diego y no dudó en ofrecer su antebrazo derecho para tenerlo inmortalizado por el resto de su vida. “¡Qué decir de nuestro DT! Diego en la piel de Pedro”, compartió las imágenes la cuenta oficial del Mate.
El homenaje de Monzón a Maradona tiene un significado especial. Fue Diego quien, sin saberlo, le salvó la vida hace unos años cuando el ex defensor que vistió las camisetas de Independiente, Huracán y Quilmes, entre otros, había tocado fondo en su vida.
“Me había separado, tenía un local y vivía ahí. Tenía una sola silla, estaba mal económicamente, no tenía nada: apenas para comer y, a veces, no. Buscaba excusas, la verdad era que no me quería matar. Después me di cuenta de que era un cobarde, y qué bueno que lo fui. Tenía la pistola en la mano y no lo hacía nunca. Tal vez dios hacía que no apretara el gatillo”, confesó tiempo después de recuperarse mentalmente.
Y sobre su encuentro con el Diez, detalló: “Un día dije ‘lo voy a llamar a Diego y, si no viene, me suicido’. Estaba loco. Lo llamo y me dice ‘¿qué te pasa?’. Le dije ‘quiero hablar con vos, no me siento bien, no estoy bien’. ‘No te preocupes, aguantame un rato, ¿dónde estás?’, me contestó. Para mí tardó cinco minutos en llegar, pero seguro fue más tiempo. Cuando vino, dije ‘no puede ser’. Vi la camioneta y estaba solo. No le mostré el fierro, qué le iba a decir. No se lo dije (que se quería suicidar) porque tenía tanta vergüenza… Pensé que no iba a venir y vino”.
Cuando llegó, Diego exhibió la cuota de humildad que muchísima gente que lo trató le reconoce: “Le dije que se siente en la silla y me dijo que no, que si yo estaba sentado en el piso, él se sentaba conmigo en el piso. ‘¿Qué problema tenés?’, me preguntó. Yo había tenido a mi quinta hija hacía dos meses y no la conocía porque no tenía plata para el boleto para ir a Tucumán. Le dije que no tenía ni para ir a verla. Después de eso fui a verla, tuve para comer y un montón de cosas…”.
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