El destino y el fútbol cruzó a Diego Armando Maradona con José Daniel Valencia. Cuenta la historia que César Luis Menotti se inclinó por el jujeño y no por un joven Pelusa a la hora de confeccionar la lista de la Selección de cara al Mundial 78. Pero juntos tendrían revancha cuatro años más tarde, en la Copa del Mundo de España 82. El resultado deportivo no los acompañó, pero su amistad quedó sellada a fuego.
Hace un tiempo la Rana reveló que su amistad nació en las concentraciones con la Selección, donde además de conversar escuchaban música y cantaban, tal como menciona en la carta que le dedicó. “Compadre: le escribo desde acá con la esperanza de que, desde el lugar donde esté, me pueda leer”. Lo de compadre es literal: Maradona era el padrino de la segunda hija de Valencia.
El campeón del mundo del 78 confesó en la epístola que no conseguía conciliar el sueño y que prácticamente no había hablado desde que se enteró ayer de la muerte de su amigo. A las 3:15 de la madrugada del jueves estaba escribiendo las últimas líneas del texto que compartió antes del mediodía de hoy.
La transcripción de la carta completa:
Compadre: le escribo desde acá con la esperanza de que, desde el lugar donde esté, me pueda leer. Ayer apenas me enteré de lo que nunca quise creer, lo primero que hice fue buscar la vieja filmadora que llevé la última vez que fui a verlo a Cuba. ¿Se acuerda? Nadie jamás sabrá lo que pasamos juntos aquellos días, lo doloroso de la soledad que envolvía al lugar ni la desesperación de querer salir pero no encontrar escapatoria. Sin embargo, eso no es lo que busqué al ver el video. Yo lo recordaba pero no lo había repetido nunca. Tal vez porque siempre pensé que los mejores recuerdos los guardamos en la retina, y quise quedarme con esa imagen, no obstante un alma rota no entiende de conceptos y tuve que volver a verlo, porque lo necesitaba, porque quería recordar ese momento, porque intentaba -vanamente- curarme el corazón. Usted me filmaba cuando yo cantaba (Sandro ,para variar) y yo lo filmaba a usted, lo hicimos en todas las concentraciones, y aún en épocas que no existían las filmadoras, los karaokes no faltaban. Pero hay en un fragmento de 15 segundos que no puedo olvidar. Usted cantaba “Sentencia” y cuando decía “Seré el compañero que no desmaya, Cuando venga el tiempo de los reveses, Nos levantaremos una y mil veces, Ganaremos una y otra batalla”, me miró, yo lo miré, solté la cámara para darnos un abrazo muchísimo más fuerte que el famoso “abrazo de gol”. Porque lo nuestro fue más allá de una cancha de fútbol, porque sí, es cierto, nos divertíamos un montón y amábamos lo que hacíamos. Hoy el mundo lo recuerda con hazañas y gestos heroicos e inolvidables y sí, todo eso es cierto, usted fue el mejor jugador del planeta, pero aquí nadie me devuelve a mi amigo, y el abrazo de gol podrá darse entre este y el otro, y si tenemos suerte podremos repetir algún gol maradoniano, pero acá, donde quedamos los mortales, ya no podré volver a abrazarlo, y eso es lo que me tortura. ¡Ya no puedo devolverle la pared, compadre! ¿Cómo hago ahora? Si desde que lo recuerdo las paredes se hacen entre Maradona y Valencia. ¿A quién se la voy a dar si no es a usted? Quizás sea por eso que fui a ver el video, necesitaba de alguna manera volver a abrazarlo. Desde acá seguramente todo sea un poco más difícil, como siempre fue cuando usted salía de la cancha, pero su equipo (los de siempre) seguiremos aguantando y tratando de disfrutar el partido. Cómo lo voy a extrañar, compadre. Sé que todavía es muy pronto como para que el tiempo logre amainar el dolor, pero tengo miedo de que no ocurra. Siento un vacío imposible de llenar, porque de alguna manera entiendo, se fue con usted. Perdóneme si le escribo esto y no lo lee, pero necesito descargarme de alguna manera. Son las 3:15 a. m. y no puedo pensar en otra cosa, no pude hablar en todo el día, recién ahora estoy intentando descargarme, y aún así encuentro enormes dificultades. “Si todo vuelve cuando lo precisás, nos veremos otra vez”. Lo quiero mucho, ¿sabe? Le deseo con el corazón roto la paz que en este mundo no pudo tener. ¡Hasta siempre, compadre! Daniel.
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