Murió Diego Maradona. Desapareció físicamente, pero el mito viviente se transformó en leyenda. Considerado por la mayoría como el mejor jugador de todos los tiempos, el histórico número 10 de la selección argentina pasó a la eternidad. Y son miles y miles las personas que ya pasaron por el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada para despedirlo.
Una de las primeras imágenes que se vio en su último adiós fue la llegada de su ex esposa Claudia Villafañe acompañada por sus dos hijas, Dalma y Gianinna, la cual se produjo antes de que el calendario cambie de día. Parte del círculo íntimo de Diego, que vivió junto a él momentos inolvidables de su vida en todo sentido, tuvo a su cargo la coordinación de la ceremonia de su despedida.
Pero una vez que comenzó la transmisión oficial con el ingreso de los fanáticos de Maradona por la entrada de Balcarce 50, la TV mostró el féretro de Diego. Más allá de estar cerrado, lo que llamó la atención de los cientos que desfilaban y de los que seguían la ceremonia por la televisión fueron las camisetas que se pusieron sobre el ataúd que contiene los restos del astro del fútbol mundial.
Además de una camiseta de Boca similar a la que Maradona usó durante 1981, el año que lideró al título al Xeneize a ser campeón del Torneo Metropolitano, y de otra de la selección argentina que estaba cerca del pie del cajón, la que se destacó en el féretro fue la remera con la que, cerca de la madrugada, Dalma ingresó a la Casa Rosada. La hija mayor de Pelusa llevó la emblemática número 10 del club de sus amores que usó para dar el famoso discurso en su partido despedida en la Bombonera.
El 10 de noviembre de 2001, Maradona fue agasajado con una fiesta inolvidable en el estadio ubicado en la calle Brandsen 805. Figuras de la talla de Éric Cantona, Davor Suker, el propio Juan Román Riquelme, Enzo Francescoli o los colombianos el Pibe Valderrama y René Higuita participaron de un duelo entre los amigos del Diez y la Selección que por ese entonces dirigía Marcelo Bielsa y en la que jugaban Verón, Sorín, Burgos, Kily González y tantas otras estrellas.
“El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. De eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no, la pelota no se mancha”, dijo el Diez en un discurso que recorrió el mundo. Lo mismo que ocurrió con la noticia de su muerte, sólo 25 días después de cumplir 60 años.
Además de las tres camisetas y de estar cubierto por un manto celeste y blanco, se pudo ver un rosario posado sobre el ataúd de Maradona. El embajador argentino ante Roma, Roberto Carlés, que estuvo durante la madrugada en la ceremonia privada y fue el encargado de entregárselo a la familia ya bendecido por el Papa Francisco, que además les envió a Claudia, Dalma y Gianinna las condolencias por la desaparición de su ex esposo y padre.
Cerca del mediodía, el féretro de Diego recibió la visita de Alberto Fernández. El primer mandatario, visiblemente emocionado, acudió junto con la primera dama y a los dos representantes del club Argentinos Juniors, el titular de la institución Cristian Malaspina y el entrenador del equipo, Diego Dabove. Una vez que el presidente de la Nación saludó a los familiares presentes, se acercó al cuerpo del Diez y dejó sobre él una camiseta del Bicho de la Paternal y pañuelos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Horas más tarde, una camiseta de Gimnasia La Plata se sumó a las ofrendas en honor al inolvidable número 10. Junto a él, una réplica de la copa que lo consagró como el mejor de todos los tiempos.
A más de 19 años de su despedida en el césped de la Bombonera, una de sus hijas fue la artífice de volver a mostrar una casaca icónica en la vida de Diego. Una de las tantas. La misma que tuvo puesta cuando, con lágrimas en los ojos y las manos en el pecho, se despidió del público en la cancha dedicándoles todas esas emociones a sus hijas del alma.
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