No debe existir un hincha veterano de Boca que no ponga en su equipo ideal de todos los tiempos a Julio Meléndez Calderón, más conocido como el “Negro” Meléndez. Pasó cuatro años en el club donde marcó una época con su estilo elegante. El peruano llegó a la institución en 1968 y, a partir de allí, escribió su historia en letras doradas, siendo parte de un equipo histórico dirigido por Alfredo Di Stéfano, en el cual se destacaban Antonio Roma, Silvio Marzolini y Ángel Clemente Rojas.
Mas allá de estas figuras, el zaguero se convirtió en el capitán y fue inmortalizado por La 12 con un cántico popular que decía “y ya lo ve, y ya lo ve… es el peruano y su ballet”. “Significó mucho para mí escuchar que de los cuatros costados de la Bombonera bajaba ese grito sagrado. Ese día fue el más importante de mi vida”, recalcó el peruano (78 años) con mayor cantidad de presencias en Boca, sumando 154 partidos entre 1968 y 1972, con tres títulos ganados (dos de la Liga local y la primera Copa Argentina).
En dialogó con Infobae desde su casa en Nueva York, el histórico defensor rememoró su paso por el Xeneize. Además, reveló un llamado que recibió de Juan Román Riquelme, contó el pedido especial que le hizo a Jorge Amor Ameal sobre la Bombonera y detalló el motivo por el que lloró junto a Diego Armando Maradona…
-¿Qué recuerda del Boca campeón de 1969 y 1970?
-Un recuerdo muy lindo con todos mis compañeros. Nunca imaginé que iba a jugar en Boca ni tampoco que iba a salir campeón con un equipo, porque los clubes donde jugué siempre fueron de menor nivel. Es sensacional el cariño que siente el hincha por mí. En los dos años que estuve, hubo mucho compañerismo y fuimos muy felices. Ser campeón con Boca es extraordinario, fue lo máximo de mi carrera.
-¿Cuál era la virtud de ese equipo que se consagró con tres trofeos?
-Queríamos triunfar a toda costa. Ganar todo lo que nos proponíamos. Yo llegué como un jugador más sin pensar lo que iba a rendir. Meléndez no triunfó en Boca, yo soy un agradecido porque la hinchada fue la que me hizo triunfar, la número 12. Mis compañeros y los dirigentes de aquel momento me ayudaron mucho. Éramos una familia desde el viernes que nos concentrábamos hasta el domingo que jugábamos de local. Cuando lo hacíamos de visitante, nos íbamos temprano al Interior y nos pasábamos el fin de semana juntos.
-¿Qué relación tenía con la 12?
-Fue muy buena. Quiero agradecerle a la hinchada porque significó mucho para mí y mis compañeros por el apoyo que nos dieron para ser campeones. Yo no le brindé nada a Boca, el club me brindó todo a mí. Estoy agradecido, totalmente. Ese cariño que me brindó la hinchada con el popular cántico “y ya lo ve, y ya lo ve, es el peruano y su ballet…” con más de 70 mil almas cantando en el estadio fue una inmensa satisfacción.
-¿Cómo nació ese famoso cántico?
-En un partido entre Boca y San Lorenzo salgo jugando del fondo con elegancia sin revolear la pelota hacia arriba y la hinchada comenzó a cantar: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es el peruano y su ballet". Ahí me di cuenta de que estaba triunfando en el club. Significó mucho para mí escuchar que de los cuatros costados de la Bombonera bajaba ese grito sagrado. Ese día fue el más importante de mi vida.
-Usted tenía la particularidad de ser un defensor elegante y tranquilo que no revoleaba la pelota. ¿Cómo hizo para jugar de esa manera y no enloquecerse ante la presión de los boquenses?
-Creo que me gané el corazón del hincha por los títulos ganados. Eso me permitió jugar relajado aunque muchos hinchas se querían morir. Un día, cuando fui a Rosario para enfrentar a Central, uno de ellos se acercó y me dijo: “Negro, me querés matar jugando de esa manera. ¿Por qué no reventás la pelota para adelante? Igualmente, gracias por esa seguridad y confianza que tenés para salir del fondo". Hasta ahora no me explicó por qué salía jugando así, si es que estaba buscando la muerte o que me maten.
-¿Hoy se puede morir tranquilo sabiendo que jugó en Boca?
-Sí, la verdad que me puedo morir tranquilo y feliz. Quiero morir con la camiseta de Boca puesta. El Xeneize es mi don de vida. Lo único que me queda por hacer es ir a la Bombonera a besar las áreas donde jugué. Consagrarse campeón junto a Norberto Madurga, el Chapa Suñé, Orlando Medina, Nicolas Novello, Ramón Ponce, Ángel Clemente Rojas, Oscar Pianetti, Antonio Roma, el Chango Peña y Rubén Sánchez fue lo mejor que me pasó en mi vida. Morir, me voy a morir tranquilo porque Boca me hizo triunfar. Jugar en la Bombonera es lo máximo. En su momento, le pedí a varios dirigentes que no la tiraran abajo ni la refaccionaran. Que siga siendo chica y pequeña, pero hermosa como es. No tiene por qué igualarse a la del Real Madrid ni a la del Manchester United. Yo me sentía feliz y contento. La mitad más uno se siente feliz de ir a esa cancha.
-¿Habló con algún dirigente de Boca para que no refaccionen la Bombonera?
-Sí, le pedí por favor al presidente Jorge Amor Ameal que no la cambie, que siga igualita como está, sobre la calle Brandsen, porque es la cancha más hermosa del fútbol argentino. Le pedí por favor que no la toquen. Cuando hable con él, me respondió: “Negro, porque me dices eso”. Le respondí: “No la toquen, porque la Bombonera es mi segunda casa y ahí me sentía respetado”.
-¿Es igual jugar en una Bombonera llena que vacía?
-No, para nada, a puertas cerradas es un entrenamiento, no hay emoción. La satisfacción que se siente disputar un partido en la cancha de Boca con público es inexplicable. No hay otro estadio como ese. Jugar sin público es como ir a un cementerio y hasta te digo que es diferente, porque uno va al cementerio feliz porque va a visitar a un familiar. El “dale Boca, dale Boca” es un grito a la alegría en la Bombonera y hoy se perdió con el hecho de que no haya público. Hoy, los jugadores salen a la cancha a cumplir el contrato. No sienten la satisfacción de lo que es ese deporte porque se desarrolla sin hinchas en las tribunas.
-¿Cuánto hay de cierto de que por sus características lo tildaban de un defensor más para desarrollarse en River que en Boca?
-Sí, es verdad. Me quieren bastante los simpatizantes millonarios porque los viejos dicen y dirán que yo era para jugar en ese club. Es más, me quiso River, pero también San Lorenzo cuando el ex presidente de Boca, Alberto J. Armando, empezó a vender varios jugadores del plantel por falta de recursos económicos. Un día, el mandamás me preguntó: “¿A dónde querés ir a jugar, Julio?”. Le respondí: “A mi país. Ya estuve 6 años y fueron de mucha satisfacción. Quiero volver a Perú. He triunfado y logré algo en Boca. La única camiseta que me puedo poner en la Argentina es la del Xeneize”.
-¿Por qué no quiso jugar en River?
-Cuando el presidente Armando vendió a Madurga al Palmeiras (1972/3) y a Ramón Ponce al Colo Colo de Chile (1976/80) hablé con mi familia para volver a Perú. No quise jugar en River por mi pasado en Boca. Cuando Julio Meléndez se vaya al cielo, se irá con la camiseta Azul y Oro. Tengo que jugar arriba con Dios que es hincha de Boca y está armando su equipo con Suñé, Roma y Marzolini.
-Debe ser el único jugador de Boca que lo expulsaron en el Monumental y fue aplaudido por todo el público local. ¿Qué recuerda de aquel Superclásico en 1970?
-Que perdimos 2 a 1 con River por el torneo Nacional. Faltando 10 minutos para el final me expulsan por agarrarle la pierna a Ermindo Onega y tenía una amarilla. Vino el árbitro Luis Pestarino y me dijo: “Negro, discúlpame, pero debo echarte”. Le pregunté: “¿Por qué si no hice nada?”´. Me contestó: “Sí, debo hacerlo porque fue tu segunda falta ya”. Me acompañaron hasta la boca del túnel Oscar Pinino Mas y Onega. Ese gesto significó mucho para mí, porque se me venía el mundo abajo y los hinchas locales me aplaudieron hasta mi salida. Soy el único jugador en la historia de Boca al que la hinchada de River lo aplaudió por el cariño que me tenían y la disciplina que mostraba para jugar dentro de la cancha. Respeto a todos los equipos y por ese motivo intenté que el resto de los clubes tengan una muy buena imagen de mí. Por eso me fui aplaudido por todo el Monumental.
-¿Tras su retiro lo volvieron a llamar de Boca?
-El club colabora con nosotros económicamente. La mutual que tenemos me apoya mensualmente. Juan Román Riquelme se comunicó conmigo por teléfono para saludarme por mi cumpleaños. También, Ángel Clemente Rojas y Norberto Madurga. Agradezco el llamado de Román que, además, me invitó a la cancha cuando todo vuelva a la normalidad. Ahí te das cuenta de que la parte social del club funciona muy bien porque nos cuida mucho a los ex jugadores.
-¿A qué se dedicó luego de su etapa como futbolista?
-A partir de la década del 80 me fui a los Estados Unidos para trabajar como parqueador de carros en un parque de estacionamiento. Era un responsabilidad para mí que el auto entrará y saliera bien. Fue mi trabajo y no tengo vergüenza de contarlo. Tenía a mi familia instalada en Denver, Colorado. Cuando dejé el futbol la carrera de entrenador no me gustó porque vi en dirigentes muchas cosas que no me gustaron, Entonces, tomé la decisión de irme a otro país. Muchos pueden decir que me fui de Argentina por falta de dinero. Lo cierto es que hoy estoy instalado en Nueva York junto a mis hijos y a nietos, que es lo principal.
-Usted tenía otra pasión durante su estadía en la Argentina que eran las carreras de caballos
-Sí, la adquirí en Buenos Aires porque había muchos jockeys peruanos como Víctor Centeno, Adolfo Sánchez, Juan Camoretti, Reynaldo Montes, que corrían en Buenos Aires. Me hice amigos de ellos y, como paraban conmigo, era aficionado a las carreras. Me gustaba verlas pero no era asiduo al Hipódromo porque entrenaba todos los días. Es más, viví con Montes durante un mes en mi departamento de Barracas.
-En el 2016 tuvo que salir desmentir la noticia de su muerte que fue publicada en varios medios. ¿Como actuó en consecuencia?
-Fue un gracioso que publicó un tuit que me dio por muerto. A raíz de eso, varios medios se hicieron eco y salieron a informar mal. Yo soy como el gato: tengo siete vidas pero me quedan seis que las pienso pasar con mi Boca Juniors. Era muy raro porque recibía mensajes en el celular diciéndome: “Negro discúlpame, mi más sentido pésame”. Yo le respondía: “Estoy vivito y coleando”. Yo estoy feliz y me dio risa cuando quisieron matarme.
-Usted disputó las Eliminatorias para el Mundial 78´ y se retiró antes de que arrancara la Copa del Mundo. ¿Por qué tomó esa decisión?
-Porque estaba mal de la rodilla derecha. En el último partido con Boca ante Independiente fui a marcar a Héctor Yazalde y, cuando giré, se clavó mi rodilla. El campo de juego en Avellaneda no estaba en buenas condiciones, ya que había llovido unos días antes. Tuve que operarme de meniscos, ligamentos y me sacaron la rótula. Recuerdo que las Eliminatorias las jugué empastillado. No podía seguir jugando porque podía quedar cojo. Hoy, lo estoy. Tras esas Eliminatorias para el Mundial de Argentina, hablé con el doctor de Boca, Raúl Gioiosa, quién me dijo: “Negro, no podés seguir jugando más”. A raíz de esto, me retiré como profesional.
-¿Es verdad que una vez Alfredo Di Stefano no lo dejó ir a participar con su selección peruana porque estaba triunfando en Boca?
-Sí, fue en el 69. Un día vino Alfredo y me dijo: ‘Negro, te han pedido de la Selección de Perú para enfrentar a la Argentina. Tú haces una jugada bien y te van a alabar. En cambio, si haces una mala te criticarán. Es mejor que no te preste y que te quedes entrenando con nosotros”. Yo vivía en La Candela (ciudad deportiva) y la selección de Perú se alojó allí, por eso les pude hacer compañía y estar con ellos. Fue el mejor consejo que me dio Di Stéfano.
-¿Qué enseñanza le dejó Di Stéfano como director técnico?
-Don Alfredo decía: “Quiero al Negro y 10 más” y eso era un halago para mí. Me enseñó a ser respetuoso. Si te citaba a las 8 AM para entrenar debías estar una hora antes, ya preparado para salir al campo de juego minutos antes del comienzo de la práctica. Yo nunca me he portado mal dentro ni fuera de la cancha. Eso lo aprendí de él. Nunca me botaron de un club. Nos decía que el respeto empezaba por uno. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Fue en el partido que no hizo jugar a Ángel Clemente Rojas porque 24 horas antes faltó a la práctica. Ese comportamiento nos enseñó a respetar a nuestros compañeros. Aprendimos a ser disciplinados también en las concentraciones. Nos citaba a las 19 para cenar y a esa hora ya debías estar sentado en la mesa. Conversaba mucho conmigo y me aconsejaba como marcar a los delanteros.
-¿Cómo es su relación con Maradona?
-Muy buena, tengo un cariño inmenso por él. Estoy sufriendo por lo que le está pasando. Recuerdo que el día que lo conocí me dijo: “Sos el mejor número 2 del mundo”. Lo quiero mucho a Diego, es una extraordinaria persona. Yo estuve en Lima cuando ambos disputamos un amistoso. Primero, jugué contra él y después en el mismo equipo. Me puse a llorar al tenerlo al lado y más cuando les dijo a mis compañeros que yo era el mejor 2 del mundo. Lo enfrenté a Pelé en dos oportunidades cuando jugaba para el Santos, lo tuve de compañero a Ángel Clemente Rojas y lo vi a Maradona y a Messi. Estos cuatro son extraordinarios y es muy complicado marcarlos. El nene Rojitas era un diablo, ¡qué jugador! En su época, era el Messi de ahora. No me quiero olvidar de Yazalde y de Rodolfo Lobo Fisher. Pero el mejor de todos los tiempos para mí fue Alfredo Di Stéfano. Era impresionante verlo jugar.
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