No se puede ser rey sin antes haber sido príncipe; tampoco llegar a cirujano sin ser médico. Luego, no se puede –ni se debiera- ser director técnico de la Selección Nacional sin haber dirigido antes, aunque fuere, un partido en algún equipo profesional.
No obstante para que la intención de ésta columna pueda entenderse cabalmente, no es la persona física de Lionel Scaloni el sujeto de la observación, si no el lugar y la significación que el mismo representa.
Hasta su advenimiento, alcanzar la Selección Nacional era el máximo objetivo de cualquier entrenador pues ello significaba que había sido elegido como el mejor entre todos sus colegas. Y como en toda actividad humanística ser considerado el mejor de algo entre muchos implica una distinción. Es también por ello que ser el director técnico jefe del equipo nacional le permitirá a quien lo ostente ingresar al dinámico mundo del anoticiamiento global y registrar su nombre en la historia de la Selección Argentina de fútbol. Nada menos que estar junto a los de Menotti, Bilardo, Bielsa, Passarella, Pekerman, Basile, Maradona, Sabella, Martino, Bauza….
Respetuosamente prescindiré de históricos predecesores como Guillermo Stábile quien en aquella época empírica que abarcó desde los años 40′ hasta los 60′ condujo a la Selección Nacional nada menos que en 127 partidos en cuyo devenir obtuvo 6 copas América y un campeonato Panamericano.
Admitamos que no resultaría objetivo desarrollar comparaciones pues las franjas etarias no lo permiten; se trata de diferentes eras y distintos universos. No obstante hay un punto –solo uno– en común entre el lejano ayer y el hoy: para llegar a ser el técnico de la selección argentina había que ser el mejor.
Partamos entonces desde la “refundación Menotti” en 1974 pues fue él quien generó un nuevo orden en la política para el tratamiento institucional de los equipos nacionales. Para ello instaló en la mente de los dirigentes de la AFA y en todos los jugadores del país que la selección sería –para siempre– la prioridad uno del fútbol argentino.
Fue Menotti con su convicción y firmeza quien abrió el camino hacia la recuperación del orgullo de jugar en la selección. El cierre de la lista para el Mundial 78 fue su batalla final cuando muchos jugadores que al principio de su ciclo prefirieron jugar la Libertadores para sus equipos, se arrepintieron. De todos ellos sólo Fillol y Alonso lograron ingresar mientras que otros como Gatti, no pudieron; ya era tarde…
Desde ese hito, ser jugador de la selección fue un objetivo, un sello, una distinción. Y ser el entrenador, el líder, el conductor mucho más. Para lograrlo había que reunir algunas condiciones básicas: trayectoria como jugador (facilita rápidamente el respeto), liderazgo en la conducción (genera el buen clima convivencial del grupo) y momento deportivo exitoso (estimula la energía motivacional a transmitir). Al momento de ser designado entrenador del equipo nacional, Lionel Scaloni sólo reunía uno de estos requisitos: haber sido jugador de futbol.
Veamos ahora el camino de sus predecesores al momento de llegar a ese encumbrado lugar con la sola excepción de Maradona quien queda eximido de explicaciones por ser Maradona:
• César Menotti: 164 partidos dirigidos. (Un título con Huracán, Metro 1973)
• Carlos Bilardo: 291 partidos dirigidos. (Un título con Estudiantes -Torneo de 1982. También había actuado en Colombia)
• Alfio Basile: 439 partidos dirigidos en Argentina. (Dos títulos con Racing -Supercopa e Interamericana 1988)
• Daniel Passarella: 167 partidos. (Tres títulos con River: Torneo 1989/89, Apertura 1991 y Apertura 1993),
• Marcelo Bielsa: 78 partidos. (Dos títulos con Newell’s: temporada 1990/91 y Clausura 1992. También había sido entrenador en México y en España)
• Alejandro Sabella: 70 partidos. (Dos títulos con Estudiantes: Libertadores 2009 y Apertura 2010)
• Gerardo Martino: 81 partidos. (Seis títulos: cuatro en Paraguay con Libertad y con Cerro Porteño; uno con Newell´s –Torneo Final 2013).
• Edgardo Bauza: 285 partidos. (Cinco títulos: Liga de Quito 2007 y 2010, Libertadores 2008, Recopa 2010 y Libertadores 2014 con San Lorenzo),
• José Pekerman configura un caso especial ya que asumió en la Mayor tras la renuncia de Marcelo Bielsa en el 2004. Desde diez años antes, en 1994, desarrolló su exitosa trayectoria con la selecciones juveniles –a las que llegó por concurso– con las que obtuvo tres mundiales (1995, 1997 y 2001) y dos sudamericanos (1997 y 1999).
• Jorge Sampaoli: Al momento de asumir como entrenador de la selección nacional había ganado cuatro títulos con Universidad de Chile y la Copa Sudamericana 2011 con el mismo equipo. Con la selección de ese país se consagró en la Copa América de 2015 y alcanzó los octavos de final en la Copa del Mundo 2014.
Tal como se observa bajo la objetividad de la historia, para llegar a dirigir a la Selección Nacional Mayor había que acumular méritos que Scaloni no tiene. Su trayectoria está compuesta por un título obtenido en el torneo juvenil amistoso COTIF 18′ jugado en el municipio de La Alcudia, Valencia, España oportunidad en la que debutó como entrenador. Esta competición de tono menor le fue conferida emergentemente tras la acefalía producida en el cuerpo técnico que actuó ineficazmente en el Mundial de Rusia 18. Al término de tan frustrante participación tres asistentes en divergencia con Jorge Sampaoli renunciaron a sus funciones. Ellos fueron los ayudantes de campo número uno Sebastian Beccacece y numero dos Nico Diez, junto al preparador físico Martín Bressan, todos compañeros de Scaloni. En cambio al DT Jefe, Jorge Sampaoli, quien tenía un contrato vigente por cuatro años más, se le pidió una renuncia negociada. Todos abandonaron sus cargos menos Scaloni quien había sido agregado como último asistente para que se “vaya experimentando”, según el especial pedido que su padre le hiciera a Sampaoli durante un asado en Casilda. Tal atípica situación en la vida del fútbol sugiere dos lecturas: o Scaloni no era un solidario compañero de sus colegas renunciantes o no era un fiel y agradecido asistente de quien –como Sampaoli– le ofreció la oportunidad de trabajar con la selección argentina en un Mundial.
Esta extraña circunstancia nos permite afirmar que el hombre de menor experiencia en el cuerpo técnico que condujo a la selección argentina en el último mundial es quien hoy dirige al equipo nacional y que en la única oportunidad en que le tocó seleccionar y dirigir salió 3° en la Copa América de Brasil 2019.
Unas respetables voces de admirados colegas suelen dar como un hecho cierto y valioso que Scaloni está produciendo un cambio generacional en la selección pues se ha permitido borrar a un grupo de jugadores cuyas convocatorias resultaban insostenibles. Pues bien: no fue así. En este caso la decantación fue inercial, las produjo la inexorabilidad del tiempo, el desgaste profesional y una menor energía disponible.
Adviértase la siguiente lista y se apreciará que estos históricos jugadores no fueron prescindidos por Scaloni, sino por sus propias realidades:
• Sergio Romero: último partido en la selección: Brasil 0-1 (16 de octubre de 2018 - Amistoso). Club actual: Manchester United (es el cuarto arquero y no es tenido en cuenta por el entrenador)
• Javier Mascherano: último partido en la selección: Francia 3-4 (30 de junio de 2018 - Mundial). Club actual: Estudiantes de La Plata.
• Gonzalo Higuaín: último partido en la selección: Nigeria 2-1 (26 de junio de 2018 - Mundial). Club actual: Inter de Miami de Estados Unidos
• Éver Banega: último partido en la selección: Francia 3-4 (30 de junio de 2018 - Mundial). Club actual: Al-Shabab de Arabia Saudita
• Lucas Biglia: último partido en la selección: Islandia 1-1 (16 de junio de 2018 - Mundial). Club actual: Fatih Karagumruk de Turquía
• Gabriel Mercado: último partido en la selección: Venezuela 1-3 (22 de marzo de 2019 - Amistoso). Club actual: Al Rayyan de Qatar
• Marcos Rojo: Último partido en la selección: Francia 3-4 (30 de junio de 2018 - Mundial). Club actual: Manchester United (no es tenido en cuenta por el entrenador).
Estas bajas producidas por circunstancias normales obligaron a nuevas incorporaciones y éstas hubiesen tenido una aprobación de un 90 por ciento en cualquier consulta que se hubiese realizado entre los demás entrenadores. No hay Maradonas ni Messis ocultos. Podría darse un mínimo porcentaje de jugadores tan insignificante que no generaría debates siquiera en la prensa. De manera que la virtud de convocar no es un rasgo que distinga al entrenador de la selección respecto de sus colegas.
En nuestro país hay 15.000 directores técnicos diplomados; de todos ellos 144 dirigen o han dirigido en los últimos años equipos de la primera división. Cualquiera de ellos posee más experiencia que el colega que supuestamente debiera estar por encima; peor aún, el director técnico de la selección no ha llevado a cabo todavía un sentimiento fundamental: el sufrimiento, que es un dolor necesario para crecer.
No es la clasificación para el Mundial del 2022 lo que está en duda pues Argentina se clasificará. Además de un deseo, es un dato objetivo: hay 54 puntos en disputa pues se jugaran 18 partidos; 9 como local y los otros 9 como visitante. Los primeros 4 clasificados irán a Qatar y el 5° tendrá la oportunidad de jugar un repechaje sin que aún se sepa a cual confederación pertenecerá el rival. Se necesitaran 30 de los 54 puntos para asegurar el lugar y no menos de 26 para ir al repechaje. Es un torneo de 6 equipos dentro de los 10 de la región. Digamos que se competirá contra Brasil, Uruguay y Chile, en el grupo más duro y que el 4° o 5° lugar habrá que dirimirlo contra Colombia, Paraguay, Perú y Ecuador. Absolutamente factible. Nuestro máximo puntaje logrado en las Eliminatorias fue de 43 puntos para el 2002 (Corea-Japón) y nuestro piso histórico fue de 28 para los mundiales de 2010 y 2018 (Sudáfrica y Rusia respectivamente). Se necesitara obtener el 60 % de los puntos en disputa y la mitad de ellos se están jugando aquí. El empate –dos puntos perdidos– frente a Paraguay quedó compensado con la victoria como visitante contra Bolivia en La Paz. Será el partido del próximo martes en Lima el que nos promedie la marcha que hasta aquí es eficiente en la cantidad de los puntos logrados. Jugar como visitante sin público iguala la competitividad y descomprime el accionar de los árbitros y ello será beneficioso para la Selección cuando el próximo martes vaya a Lima.
No son las Eliminatorias pues, las que miden la capacidad de un director técnico de selección. La mayoría de sus colegas al contar con todos los jugadores del futbol argentino de aquí y del exterior, lograrían el objetivo de clasificar; cualquiera tiene más experiencia que Scaloni. Ninguno de ellos ingresaría al campo para abrazarse con sus jugadores tras un gol, ni gastaría energías al estar pendiente de lo que cobra el árbitro y solo unos pocos usarían indumentaria deportiva cual si creyeran que aún son jugadores.
Lo que mide cabalmente a un técnico son los Mundiales. Primero por la certeza en la elegibilidad para realizar la lista definitiva sin aceptar presiones ni sugerencias; luego la virtud de poder ejercer el liderazgo en el largo tiempo de la concentración, los entrenamientos, los viajes y las familias frente a estrellas del futbol mundial acostumbradas a ciertas conductas independientes. Un líder frente a esta responsabilidad también deberá saber manejar a los entornos, a los miembros del staff de asistentes periféricos que provienen de ciclos anteriores, muy proclives a quedar bien con los jugadores, a ser sus amanuenses pues los consideran sus verdaderos soportes. No se advierte en la selección, además, ningún trabajo científico, biológico, físico o mental. Todo quedó en “blanco y negro”, todo corresponde a una época superada, a una estructura obsoleta. No le vendría mal a Scaloni visitar con humildad a sus colegas consagrados. Una vueltita por River o por Boca lo ayudaría fuertemente.
Tal vez así podría avanzar sobre un hecho nuevo: cómo manejar al Messi de mañana que será más dificultoso que haber dirigido al de ayer, el de la plenitud. Se advierten en Messi marcados cambios: antes gambeteaba y dejaba una estela tras de sí, una verdadera explosión de potencia. Era el jugador desequilibrante, el mejor de todos. No es ello lo que le estamos viendo ni en el Barça ni en la Selección. Y dentro de dos años –cuando tenga 35– jugará de algo distinto y será tarea de su técnico aprovechar al máximo su talento, su presencia y su energía disponible pergeñando el cómo, de qué y en cuál lugar del campo rendirá mejor. Justo deberá manejar tal situación el técnico de menor experiencia entre todos los que se hallen dirigiendo en Qatar.
Sí, Scaloni es una burla a la historia; un intruso en la Selección
Estadísticas: Eduardo Bolaños
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