Si la pandemia fuera historia y el fútbol se jugara con público local y visitante, quienes esta mañana transitaron por la autopista La Plata-Buenos Aires podrían haber inferido que un grupo de la barra de River había equivocado el camino para ir hasta Mendoza, donde el equipo de Gallardo juega el sábado contra Godoy Cruz por la tercera fecha de la Copa de la Liga. Porque con camisetas oficiales, barbijos con el escudo del club, buzos y gorros con el número 14, la vieja guardia de Los Borrachos del Tablón se juntó en el peaje Hudson para despedir a Rubén Matute Coppola, el fundador de la barra, quién murió en un accidente de tránsito cerca de la rotonda de Alpargatas tres días atrás. En el lugar se hizo un pequeño acto y después la caravana enfiló hacia Villa Gesell, donde vivía Matute y donde será enterrado.
La postal de la autopista dejó también presencias y ausencias. La caravana fue liderada por Luis el Oso Gallardo, su segundo de entonces. Pero también se dejaron ver Luis Pereyra, el famoso Luisito, quien dominó la tribuna en los 90 junto a Edgar el diariero Butassi, quién no fue de la partida por cuestiones de salud, y Ramón Rito Barrios. También estuvieron dirigentes de otra época, como Hugo Slipak y Luis Mazulla y barras que tuvieron mucha importancia en los primeros años de los 2000 como Hernán Taboada y Christian Ghisletti, alias el Turco del Oeste.
En cambio no se vio a otros ex líderes, como el Gallego Chofitol, el Zapatero Alejandro Flores o Adrián Rousseau, ni a los últimos hombres fuertes del tablón, caso Martín Araujo y sobre todo Guillermo Godoy, el famoso Caverna. Estos últimos según la vieja barra decidieron no ir porque estaban ofendidos con cómo los había caracterizado Matute en la nota con Infobae, cuando afirmó: “Nosotros no hacíamos plata con River, íbamos por la camiseta. Si nos daban 350 entradas y dos micros y éramos 500. Mirá las fotos de la época, como mucho había tres camisetas oficiales en la tribuna. Hoy están todos con camperones que les da el club. Fijate la diferencia, los de ahora tienen 3000 entradas, son millonarios, les revientan la casa y les secuestran siete palos. Nosotros no fuimos a la Intercontinental (NdR: en 1986 contra el Steaua Bucarest, en Tokio, River ganó 1 a 0 y salió campeón) porque no nos daba la moneda y los de ahora conocen el mundo entero, ¿entendés?”.
La historia de Matute fue un secreto guardado bajo cuatro llaves hasta que el mes pasado decidió romper el silencio en la nota con este medio. Allí este hombre de 64 años, descendiente de sicilianos y que se hizo de River porque a dos casas de distancia de su hogar vivía Renato Cesarini, narró cómo gestó el grupo de violentos que se apoderó de la tribuna del Monumental y el por qué del nombre. “¿Cómo querés que le ponga si eran todos borrachos? Vino y porro todo el tiempo. Eso sí, nunca ortivas como los de Boca. Éramos una re banda, la más grande de la Argentina, nadie podía con nosotros”. Claro que aquella barra marcó una época violenta del fútbol argentino en la que casi todos los fines de semana a la salida de la cancha había enfrentamientos contra barras de equipos rivales. “Llevábamos armas, sí, y salíamos con tres camiones cargados con cadenas. Pero sólo las usábamos si los otros venían a buscarnos armados, porque jamás le hicimos una maldad a quien no se metía con River. Pero el que venía a buscarnos nos encontraba”, decía Matute a Infobae, además de reconocer los pactos con la Policía y los trabajos para la política y ser quién dominó la tribuna desde mediados de los 70 hasta 1990, cuando se mudó a Villa Gesell porque sabía que lo estaban buscando tras participar de un robo de contenedores en la aduana utilizando papeles mellizos. Allá, igual, terminó preso por una causa de tenencia de armas de guerra, encubrimiento y drogas, por la que pasó tres años y medio tras las rejas.
Cuando salió, esporádicamente viajaba a ver a River y era tratado como un mito en el Monumental hasta por la propia dirigencia, lo que es un fresco perfecto del fútbol argentino. Esta mañana la caravana llevó dos banderas de la vieja época para cubrir el féretro allá en Gesell. Mientras, acá cerquita, en Derqui, el grupo de la barra oficial se reunía reclutando muchos barras del ascenso para intentar hacerlos socios y volver con gente nueva, que no esté en el derecho de admisión, cuando regrese el espectáculo con hinchas. Porque mal del fútbol argentino, la herencia de la violencia sigue intacta.
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