“No es fácil ver llorar a Vilas”, suelen decir quienes más cerca de él permanecen, pero esta película logró quebrarlo de emoción en su residencia en Montecarlo. Nos sumergimos en la intimidad y el detrás de escena del documental sobre la leyenda del tenis, que estrena Netflix este martes 27 de octubre. El film tuvo sus comienzos en 2007, cuando el periodista e investigador Eduardo Puppo tuvo la visión y la certeza de que Guillermo Vilas había sido N°1 del mundo en algún momento de la década del 70, muy probablemente, en 1975. Pero había que demostrarlo. “Su relato, su búsqueda, su dedicación y un trabajo periodístico extraordinario fue lo primero que nos llamó la atención y nos atrajo para realizar este documental”, cuenta Matías Gueilburt, director de la película y ganador del Emmy en 2015 por Francisco, el Jesuita.
Todo comenzó con un artículo que publicó Christopher Clarey en el New York Times acerca de la negativa de Chris Kermode, CEO de ATP (Asociación de Tenistas Profesionales), de otorgarle el N°1 a Guillermo Vilas, a pesar de la documentación respaldatoria que lo certificaba, basado todo en intercambios rotulados como “Información Confidencial” que el dirigente había decidido hacer públicos, rompiendo la clasificación de los mails que habían ido de la casilla del periodista a la ATP.
“Yo jugué tenis hasta los 12 años -dice Matías- y un día aparece mi socio Sebastián con el artículo del Times y nos pareció que había una punta de algo”. Los personajes empezaban a cobrar vida en el storyboard del director. “Teníamos la historia de un personaje que había empezado un camino sin saber adónde iba a llegar (en alusión a Puppo)”, apunta el realizador. A él se le acopla una figura internacional (Vilas), un villano (Kermode) y, además, “incluía una figura extraña, de un matemático rumano, que con la ATP ya son atractivos en sí mismo. Ahí empezamos el viaje”, se deleita en el recuerdo Gueilburt.
“No queríamos hacer una biografía, sino partir de la investigación para demostrar que Vilas había sido N°1. Pero, para poder construir esa historia, estaba obligado a contar a Vilas. Son dos personajes que van acompañando”, desarrolla Matías sobre el hilo de la película. Un presente relatado por el investigador y el pasado desgranado por el propio Vilas a través de audio y escritos originales, que iba grabando y escribiendo durante sus estadías en los hoteles. Un Vilas poco conocido para el gran público, hasta para los aficionados. Reflexiona sobre su decisión de ser tenista, sobre Woodstock y los ’60. “También reflexiona sobre la victoria, como cuando vence a Connors en Forest Hills (US Open 1977) y dice que ‘para vencer a tu rival no tenés que ganarle, tenés que convencer al otro de que va a perder’”, comenta el director del film sobre una de las frases que más le llamó la atención de los cientos de horas de cinta que junto con su hermano Nicolás y con Gianfranco se encargaron de ordenar, para darle vida a ese esqueleto “que era la voz de Vilas en esa línea del pasado”.
Aquí es donde aparecen los actores de reparto, para sustentar y darles contexto a ambas historias, que en definitiva son una sola historia. El sueco Bjorn Borg se roba la escena como el más allegado y relator de una rivalidad de una época. “Guillermo me decía que él era el mejor en polvo de ladrillo”, cuenta el múltiple campeón de Roland Garros y Wimbledon, en escenas que comenzaron a rodarse desde el otoño europeo de 2019. Para esa época, nada hacía pensar lo que se vendría y las dificultades que pondrían en riesgo, no sólo a la película, sino a la salud mundial: la pandemia.
“Había actores 3 fundamentales: Tiriac, Connors y Borg, porque habían compartido con Guillermo esa trayectoria”, pero los viajes comenzaron a suspenderse y la cuarentena, a guardar a la gente. “La grabación de Tiriac se hizo durante la pandemia. Ya se nos estaba diluyendo esa posibilidad -le cuenta Gueilburt a Infobae-, pero se abrió una ventana en la cuarentena en Rumania y lo conseguimos hacer en su club”.
Uno de los grandes ausentes es Jimmy Connors. A través de los años, siempre tuvo respuestas esquivas sobre Vilas, sobre todo, de aquella final que le ganara en el US Open del ’77. “Todavía no terminó”, comentó de manera divertida y un tanto irónica, en un par de ocasiones, en referencia al pique de la última pelota que le dio al triunfo al argentino.
“Me hubiese encantado que esté Connors. Primero nos dijo que lo iba a hacer, después que lo iba a hacer el hijo, pero llegó la pandemia y cerraron Los Angeles (marzo de 2020). Todo se fue estirando y hasta hubo un intento de que se autograbara con un celular, pero no se consiguió”. y hubo que cerrar el documental sin el registro de “Jimbo”.
Otro que, lamentablemente, también quedó ausente en el film fue José Luis Clerc, compañero de ruta y de Copa Davis de Guillermo. “A Batata intentamos hacerlo, pero la pandemia lo terminó refugiando. ‘No salgo de mi casa’, nos dijo y no dieron más los tiempos para terminar la película”, detalla los intentos para incluirlo en el documental.
Durante la primavera 2019, en el hemisferio norte, los resultados de producción lograron que grandes figuras del tenis mostraran su respeto, admiración y hasta devoción por su ídolo, como lo dejaron plasmado en las imágenes dos ex N°1 del mundo y leyendas del tenis como Mats Wilander y Boris Becker.
“Que aparezca Becker y lo primero que te diga es ‘déjenme agradecerles que me hagan preguntas sobre uno de mis ídolos’ es de una gran emoción”, gesticula y se regodea Matías. Y lo que le costó conseguir al alemán...
Wilander ya había dado el OK para pararse delante de la cámara durante algunos de los intervalos que le permitían las transmisiones en el US Open en Nueva York. “La idea es conseguir también a Boris”, fue el comentario al sueco durante una sobremesa en el restorán de prensa del torneo. “¡Uf! El alemán es difícil, pero déjame que yo te lo consigo. Él, por Vilas, lo hará”, respondió y se hizo cargo de la tarea. A diferencia de Wilander, quien había dicho “por Vilas cualquier cosa” y es muy comunicativo, Becker aparecía como un tanto fóbico a la gente y a los contactos con la prensa. “Vayan ahora, los espera en su plató”, surgió el mensaje de Mats en el teléfono y el encuentro logró que el otrora N°1 se comprometiera para el día siguiente.
La tarea tampoco fue fácil, aún sin pandemia, Becker eludía a la gente y se movía entre los pasillos internos del estadio Arthur Ashe. Por eso, las precauciones le montaron guardia por los dos extremos del camino por el cual podía escurrirse el alemán. Su aparición, un trato cordial y aquella primera frase hicieron el resto. “No puedo creer lo que dijeron de mí estos campeones, pero me encantó”, comentó Guillermo al ver las escenas en el film.
Ese US Open permitió una gran cosecha de testimonios de periodistas internacionales involucrados, de alguna manera, en estas historias, como Peter Bodo, Richard Evans y Christopher Clarey y, también, para que otra leyenda del deporte blanco se hiciera eco del pedido de Guillermo Vilas. Alojado en la suite que llevaba su nombre, en un lujoso hotel de la 80th St y la 5ta Avenida, Rod Laver se hizo el tiempo necesario entre su propio documental histórico, para pasar entre cables y cámaras dispuestos por la federación australiana para seguirlo por el mundo ese año, y decirle al mundo que Vilas “fue un gran campeón”.
Hubo otro ausente en el documental, aquél que fuera la primera gran victoria de Guillermo: Illie Nastase.
Se suponía que el rumano podía acudir al torneo en la Gran Manzana o a la ciudad de Manhattan, sin embargo ni se acercó. No podía ingresar, todavía tenía prohibido el acceso por cuatro meses más y no intentó forzar la situación. En julio de 2107 había sido suspendido por 3 años del tenis mundial, luego de que actuando como capitán del equipo femenino de FedCup de su país, tuvo gestos, dichos e insultos discriminatorios contra jugadoras rivales británicas, además de haber comentado públicamente sobre el embarazo de Serena Williams: “Habrá que ver de qué color nace el bebé. ¿Chocolate con leche?”. Hubo intentos que no prosperaron para que Illie, otro ex N°1, desde Rumania también pudiera ser parte del documental.
El director del documental estaba convencido de que “la película no podía terminarse sin que Vilas estuviera adentro de ella. Los ’70 estaban contados como Guillermo lo había grabado y escrito, la investigación como la había desarrollado Puppo, pero el hoy era el encuentro de los dos”, explica. Por eso, luego de haber recorrido todos los escenarios en los que brilló el marplatense, y aprovechando un encargo de Vilas, se gestó esa reunión.
“Yo siento que el espectador se va dando cuenta de que se va a producir el encuentro”, cuenta el director. Puppo recuerda la escena que en el otoño parisino de octubre del año pasado grabaron dentro de un auto, como si conversara primero con Phiang y luego con Vilas, anunciándole que ya estaba en camino al principado llevando el encargo de raquetas que le habían pedido recuperar. “Había que llegar a lo grande, a lo Vilas”, dice con énfasis Matías. Por eso el helicóptero, en el que sólo entraban Puppo y el director. Hasta hubo que reducir los elementos de la cámara para que no fuese tan voluminosa. Cinco minutos después de despegar de Niza, en vuelo tranquilo, arribaron en la noche de Mónaco. El periodista no quería ir con la cámara para no perturbar la privacidad del restorán italiano, pero Matías tenía otra idea: “los primeros instantes son irrepetibles”, le dijo y así ingresó por detrás de Puppo. “Yo entré sin mirar y sin responder, sólo con la cámara grabando”, le cuenta Matías a Infobae.
“'¡Che cosa fa?', escuché que gritar al dueño detrás de mí, porque había gente comiendo y eso no estaba preparado”, recuerda con una pícara sonrisa de satisfacción. Sebastián, el productor, lo contuvo y consiguieron “uno de los momentos más emocionales y mágicos”, como le gusta definir al director, cuando un Guillermo alcanzado por la vida lo ve caminar y con ojos iluminados por la emoción le dice, en medio de un abrazo: “¡Puppo, viniste!”
Eduardo recuerda, también, cuando se cruzaron a la pareja de argentinos a la salida del restorán. “Cuando se vean en la película no lo van a poder creer”, dice riendo, ya que nunca se enteraron de que se estaba rodando esa escena improvisada, con un solo micrófono que llevaba el periodista en el cuello.
El Montecarlo Country Club, la escalinata, el partido en la cancha central y el frontón -única escena que vio la luz en el documental-, fueron escenarios de nuevos encuentros. Para ese momento, fines de octubre de 2019, la esperanza estaba centrada en que la ATP reconocería el N°1 de Vilas y allí le entregarían el trofeo al marplatense. Pero eso nunca ocurrió y partieron de regreso en el mismo helicóptero que los llevó. El viaje no fue tan placentero como el anterior, la tormenta fue acompañada por rayos durante los minutos del retorno a la ciudad francesa.
“Con el tiempo le fuimos dando mucho valor a la decisión de haber ido a Mónaco, porque si la dejábamos pasar, también nos hubiese complicado la pandemia”, reflexiona Gueilburt y agrega: “Para mí fue muy movilizante contar estas historias, con una parte final muy emocional. Hay historias que uno no puede contar sin comprometerse y ésta necesitaba que uno pusiera todo ahí.”
“Se corría el riesgo de que la investigación fuese muy interesante para el periodista especializado, pero un plomo para el resto de la gente. Pero creo que conseguimos una película con sensibilidad, no la de la fría estadística”, concluye Matías.
Vilas vio el documental terminado, en familia y en su residencia de Mónaco, cuatro días antes de que se estrenara mundialmente. Se emocionó con el recorrido de su historia, de cada escena y, en especial, cuando revivió el momento en que lloró junto a Puppo. “Esta película refleja lo que yo hice, me gustó muchísimo”, comentó entre lágrimas.
Un documental en el que la gente puede viajar con Guillermo a su pasado, disfrutar de su mundo, de su música, su poesía y de ese tenis maravilloso que lo llevó a ser N°1 del mundo durante 7 semanas de un ranking nunca publicado.