Tenía siete años cuando terminó de enamorarse de lo que sería la pasión de su vida. “Mi mamá me anotó la escuela de verano de Unión Deportiva San José en Mendoza. Primero reclutaron a mi hermano porque sólo había básquet para chicos pero después, como me gustaba tanto, también comencé yo, con los varones. Al poco tiempo me llevaron Petroleros YPF, un club fuerte de la provincia donde hice mis primeros pasos y debute en Primera a los 12 años”. La que relata sus inicios desde Campobasso, Italia, es Carolina Sánchez, una de las mejores y más trascendentes jugadores de la historia del básquet argentino, un ejemplo de profesionalismo, mentalidad, sacrificio, pasión y vigencia. A los 44 años sigue jugando en la élite, en una de las principales competencias de Europa (la Lega).
-Hoy seguís en Italia, 30 años después que emigraras a Sicilia, con apenas 14. Te fuiste con 14 años en una época que no era la actual, con tantos medios de comunicación digitales que te permiten sentirte “más cerca”. ¿Cómo fue?
-Sí, otra época. Hablaba por teléfono, no más de dos veces al mes. Estaban las cartas, las postales (se ríe)… Ahora pareciera que no se puede vivir sin comunicación, pero en aquella época sí, te acostumbrabas. Yo lo pude superar bien, el desarraigo no me costó. Me adapté rápido a Palermo (Sicilia), tal vez porque cuando conocí lo que había acá, me abrió la cabeza de lo que podía lograr… Cuando volví, recuerdo que pensé ‘yo quiero esa vida’.
-Fue en aquella época cuando tuviste tu primera y precoz citación a la Selección. ¿Cómo la recordás?
-Sí, a los 14 años también. Fue una preselección, yo era muy chica y no la pasé bien. Fue dura, muchas diferencias con las mayores. Me quedé asustada. Pasaron varios años hasta que volví.
-¿Y cómo recordás aquel debut en la Mayor, a los 19, en el Sudamericano de Jacarei, Brasil?
-Fue en una época complicada mía, cuando falleció mi padre y atravesé el momento más duro de mi vida. Decidí volver al país, un club de Mendoza me contrató para jugar la Liga Nacional y llegamos al Final Four en Buenos Aires. Vélez, uno de los equipos del F4, era dirigido por Eduardo Pinto, quien además era el coach de la Selección. Primero me pidió como refuerzo para ir a un Sudamericano con Vélez y meses después me llevó al seleccionado.
-Tenías 19 años, pero a la vez ya mucha experiencia vivida. Seguramente no fue el clásico debut nervioso de un talento que recién está surgiendo.
-Claro. Ya no era una chica. Había vivido casi cinco años en el exterior y ya había jugado un Sudamericano de Clubes. Tenía otra madurez.
-Ahí comenzó una historia de amor y sacrificio con la Selección, porque pasaste por todas las etapas, habidas y por haber…
-Sí, es así (se ríe). Pasé por todos los momentos, millones de cosas, épocas en las que viajábamos sin médicos, kinesiólogos o utilero, con la ropa que le sobraba al masculino, usando tres talles más grandes y nosotros teniendo que lavarla. Todo era muy a pulmón. Luchamos mucho por la igualdad, logramos algunas cosas, pero lo principal es que nunca se me pasó por la cabeza dejar de estar, renunciar. Prefería pelear desde adentro, pelearme yo con los dirigentes pero sin dejar de disfrutar lo que me daba la Selección, el poder jugar por el país en otro nivel… Nunca pensé en dejarla, al menos de forma permanente. Cuando renuncié, en 2008, fue por ese año, como una llamada la atención para que los dirigentes reaccionaran y nos dieran algo más.
-¿Cómo fueron aquellos comienzos para una chica del Interior, que ya tenía nombre, pero debía hacerse su lugar?
-Sí, me fui haciendo un lugar. Las diferencias entre Buenos Aires y el Interior eran claras, las jugadoras más determinantes estaban en el área metropolitana y eso se sentía en la Selección. Pero de, a poco, yo me fui haciendo un lugar importante, primero siendo titular, luego reconocida…
-Repasemos tus torneos más significativos. Vamos primero al Premundial 2001, a aquel triple agónico que permitió la clasificación al Mundial de China.
-Sí, impresionante. Recuerdo que fue un torneo malo mío, venía terrible, pero Eduardo nunca dejó de confiar en mí y por suerte tuve ese tiro agónico que metí ante Canadá. Esa confianza que recibí y ese lanzamiento que pude anotar me hicieron crecer como jugadora.
-Pasamos al Preolímpico 2003: fuiste la cuarta goleadora, aunque no se clasificó a los Juegos Olímpicos.
-Sí, en los Panamericanos de Santo Domingo se dio mi despegue y en aquel Preolímpico nace mi rol protagónico en la Selección. Ahí empecé a explotar.
-De lo mejor con la Selección fue lo del Mundial 2006, ¿no?
-Sí, un gran torneo del equipo y mío, de lo mejor a nivel internacional. Fue la mejor ubicación (9°) y mi segundo de los tres Mundiales que pude jugar. Teníamos un equipazo, se formó un grupo increíble y pudimos luchar, de igual a igual, con algunas potencias que estaban llenas de profesionales. Nosotros teníamos tres o cuatro, el resto trabajaba o estudiaba, no vivía del básquet.
-En 2009 fueron segundas en el Premundial teniendo vos una gran actuación, en el 2010 también se destacaste mucho en el segundo lugar del Sudamericano y en el 2011 sorprendieron en el Preolímpico para Londres.
-Sí, el último que marcás lo recuerdo especialmente porque hubo conflicto con jugadoras que quedaron afuera y fuimos con un equipo joven. Me acuerdo que estaba Meli Gretter, con 16 años, y Agostina (Burani) también era una piba. Nadie daba ni dos pesos por nosotras y llegamos a la final contra Brasil. Dejamos afuera a Cuba y Canadá, a pulmón y yo quedé en quinteto ideal del torneo.
-En 2013 tuviste tu momento soñado: jugar un Sudamericano en tu tierra, en Mendoza. ¿Cómo lo recordás?
-Hermoso y especial. Yo recuerdo que pedí que se jugara allí porque ya sabía que se acercaba el final de mi carrera con la Selección y quería disfrutar con mi gente. A pesar de que perdimos con Brasil en la final, nos acompañó la gente y mi familia pudo estar presente, luego de años de seguirme por TV.
-Al año siguiente disputaste tu último partido con la Selección. ¿Qué memorias te trae?
-Sí, en los Odesur de Chile. Fuimos campeonas pero, la verdad, no hubiese querido que fuera el último. Deseaba esperar, retirarme de otra manera. No es poco irse con un título, pero me hubiese gustado decir basta yo, en un mejor torneo, en una clasificación a un Mundial. Pero, bueno, se dio así.
-Ya habías hecho todo. Jugaste cinco Premundiales, qué locura ¿no?
-Sí, tal vez sea récord en Sudamérica. Y pude haber jugado cuatro Mundiales si no era porque FIBA me bloqueó para disputar el del 98, porque decían que yo había jugado para una selección italiana, cuando en realidad yo nunca había jugado un torneo oficial.
-Fuiste 10 años capitana del seleccionado. Qué responsabilidad, ¿no?
-Sí, un rol bonito, un honor, pero que a la vez genera una gran responsabilidad, teniendo que estar a la altura en todo momento, siendo el nexo entre dirigentes, compañeras y el entrenador. Nunca fue fácil. Tuve roces con directivos y técnicos, porque siempre defendí a mis compañeras. Pero eso era lo que yo sentía, ser la referente de mis compañeras, estar a su lado, potenciar al equipo. Traté de serlo también fuera de la cancha.
-En total, jugaste 19 años en la Selección (95-14). Mirás para atrás y ¿qué ves?
-La Selección es lo más importante de mi carrera. Hasta el día de hoy la recuerdo, la veo, y me late en el corazón de una forma especial. Es piel de gallina permanente. Cuando jugaba y ahora. Representar al país es algo muy especial. Una sensación que no viví en ningún otro lado, pese a que he logrado mucho y esto ha sido mi trabajo. Nada me ha dado más que la Selección en estos 30 años como profesional. Y eso que tuve problemas de todo tipo. Peor nunca me fui. Nunca le pude decir que no a la Selección, salvo en aquel 2008. Pero fue una renuncia que al menos sirvió para lograr una beca deportiva
-Y ahora, a la distancia y desde afuera, ¿cómo ves lo que se está intentando avanzar con el Femenino?
-Bien. Veo una mejora y Karina (Rodríguez, la Directora Nacional del Femenino) me ha comentado de los planes que hay. Espero que lo que estén haciendo se concrete porque el Femenino lo merece. Han sido muchos años de estar por debajo, ya es hora de estar iguales y de tener una Liga Nacional fuerte. Una competencia interna más potente es la clave. Lo mismo que las mujeres ocupen más roles dentro de las selecciones y las organizaciones. Ojalá que esta unión entre la CABB y la AdC sirva para esto, para que todo el básquet crezca.
-Vos, por lo pronto, seguís jugando al máximo nivel a los 44 años, algo que ni Manu pudo y no sabemos si llegará Scola… ¿Cómo lo explicás?
-Explicarlo no puedo (se ríe). La verdad es que ni yo, cuando me pongo a pensar, entiendo cómo estoy jugando a esta edad. Para esta temporada pensé en irme a la Serie B, pensando en que seguir a este nivel, con mi edad y mi físico, no iba a ser nada fácil. Pero al empezar a entrenar y a jugar me di cuenta que todavía lo podía aguantar, que aún tenía ganar de seguir intentando. Claro, no tengo la potencia, la velocidad, no soy ya una piba de 20 y juego contra ellas, pero la experiencia me sigue ayudando. Y yo lo sigo disfrutando.
-Pero es más, seguís jugando y sos la capitana del Magnolia Campobasso…
-Sí, me sorprendieron y para mí es algo importantísimo, un honor. Ser la capitana de un equipo extranjero, a esta edad, no es algo nada sencillo.
-¿Y cómo le explicarías a la gente que podés jugar contra rivales que podrían ser largamente tus hijas? Porque una cosa es decirlo y otra, hacerlo.
-Sí, no es nada fácil (se ríe). Me entreno con chicas de 15/16 y les saco casi 30 años. A veces pienso ¿qué estoy haciendo acá? Incluso les pregunto a otros cómo me veo, si como una vieja que se arrastra por la cancha (se ríe). Me dicen que no y yo, cuando empieza la práctica o el partido, siento que no tengo edad. Me enojo si no juego y compito cada minuto. Tengo dolores, achaques, a veces pienso que no voy a poder, pero lo hago. Y lo disfruto.
-Y todo lo has hecho midiendo apenas 1m80, enfrentando muchas adversarias de 2m00. ¿Cómo has podido sobresalir tantos años dando esa ventaja?
-Sí, toda la vida jugué contra rivales más altas, siempre de al menos 1m90. Sufrí la época de Brasil potencia, cuando fue subcampeona olímpica y tenía pivotes de 2m00. Tenía que rebuscármela, hacer cosas para mejorar y estar a ese nivel. Creo que me favoreció jugar de alero en Italia. Me cambio mi juego, desarrollé más el juego exterior y a eso le sumé que ya sabía moverme interiormente. Entonces, si me tocaba rival más grande, tenía el tiro y la velocidad y tiro para generarle problemas. Eso del juego me ayudó. Lo mismo que algunas mañas.
-Es increíble tu vigencia porque el que conoce tu carrera sabe que en el 2016 estuviste cerca de dejar el básquet profesional por dolores y lesiones. ¿Cómo lo superaste en lo mental y en lo físico?
-Sí, mis problemas han sido las rodillas. Tuve operaciones en el 2015 y el médico me dijo ‘tenés rodillas de 80 años’, por el desgaste, la ausencia de cartílagos y hueso contra hueso. Cuando volví en el 2016, los dolores eran interminables, al punto de superar y decir basta. Me volví a Mendoza, empecé un tratamiento médico y tuve infiltraciones para quitar el dolor. Ya había decidido no jugar más y empecé a entrenar categorías inferiores. Pero, de a poco, comencé a sentirme sentirme mejor, yendo al gym y haciendo algunas cosas para mantenerme. Ahí fue cuando me pidieron jugar en Andes-Talleres y arranqué, de a poco. Fue cuando me di cuenta que podía. Así fui volviendo. Hoy los dolores siguen, están, pero no tanto. Pude ponerme muy bien físicamente con una diete y comencé una rutina de regreso. Jugué en Chile, Ecuador, Uruguay y luego Mendoza, cuando mi agente me llamó para volver a la Serie B italiana en 2018.
-¿Y qué sentís has tenido vos de especial para lograr semejante carrera?
-Es difícil hablar de mí (piensa). Creo que todo lo que hice fue por mantener la humildad. En el deporte de alto nivel, podés ser un grande, pero si no sos buen compañero y humilde, si no sabés adaptarte, no llegás a tantos años. Yo siempre estuve pendiente de ayudar, transmitiendo tranquilidad. Me pasó en todos lados. Demostrando eso, sin creérmela, me ha llevado a seguir estando, a dejar una marca en la Selección y en cada equipo donde he estado. El camino no ha sido fácil. Pero he ido aprendiendo. Viviendo y creciendo sola. Recorriendo, aprendiendo, siempre dando el 100%, demostrando lo que pregonaba con hechos. Dentro y fuera de la cancha. Por suerte me ha ido bien así.
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