Debutó en el Boca de Bianchi, fue ídolo en Malasia y asumió como presidente en un club del Ascenso porque su antecesor quedó detenido por narcotráfico

La historia de Juan Manuel Aróstegui: fue promesa del Xeneize y las juveniles argentinas antes de recorrer el mundo por el fútbol. La realidad actual lo colocó en un lugar inesperado

Guardar
Pepe Basualdo, Jorge Bermúdez, Juan Román Riquelme y Guillermo Barros Schelotto, suplentes junto a Juan Manuel Aróstegui en un amistoso de pretemporada (Instagram: Juan Manuel Aróstegui)
Pepe Basualdo, Jorge Bermúdez, Juan Román Riquelme y Guillermo Barros Schelotto, suplentes junto a Juan Manuel Aróstegui en un amistoso de pretemporada (Instagram: Juan Manuel Aróstegui)

—Juan, vení que entrás. Vas por el Mellizo Guillermo. Tratá de juntarte con el Chaco Giménez. Disfrutá.

Palabras más, palabras menos, esas fueron las indicaciones que Carlos Bianchi le dio a Juan Manuel Aróstegui antes de su debut como profesional. Fue en una victoria 3-0 ante Argentinos Juniors en cancha de Vélez (dos gritos de Riquelme y uno de Guillermo Barros Schelotto) por la tercera fecha de un Clausura 99 en el que Boca escribiría la segunda página dorada del ciclo del Virrey en la institución: la conquista del bicampeonato. “Con la ansiedad y nerviosismo que tenía, la cancha me quedaba enorme, parecía de cuatro hectáreas. Vinieron mi familia y amigos a la cancha. Sentir esa adrenalina fue hermoso”, le relata a Infobae el cordobés que en ese entonces tenía apenas 19 años y era una de las grandes promesas del club. Aquel sería su único duelo oficial con la camiseta azul y oro (fue al banco en otro contra Unión en Santa Fe y presenció amistosos contra Guaraní Antonio Franco y Olimpia de Paraguay).

Aróstegui mamó el fútbol desde chico en su San Fracisco natal y se probó en Newell’s, equipo con el que simpatizaba su familia, cuando transitaba la adolescencia. En Rosario le habían hecho lugar en la pensión pero extrañaba demasiado y no quiso quedarse. A los 15 años, cuando lo buscó Boca, se dejó llevar. Sufrió y lloró durante los primeros meses de estadía en la gigante Buenos Aires pero resistió. Las licencias para regresar frecuentemente a Córdoba, la contención de una asistente social que trabajaba en la institución y alguna visita esporádica de sus padres lo ayudaron a fortalecerse mentalmente.

Con edad de Quinta División empezó a alternar entrenamientos y partidos con la Reserva. A los 18 años compartió las primeras prácticas con los profesionales y en 1999 Bianchi lo acopló al grupo definitivamente. “Era muy lindo entrenar con Riquelme, Palermo y todos esos monstruos de esa época. Y un lujo ver la jerarquía, calidad y dedicación que le ponían. Había chicos que eran grandes, habían ganado mucho y jugado en selección, pero eran los primeros en entrenar y llegar al club. Esas cosas te quedan”, cuenta. Ojo, cuando la pelota rodaba no había miramientos de los más experimentados con los juveniles: “Bermúdez, Samuel, Ibarra y Chicho Serna no te perdonaban por más que fueras chico. Pero era la manera de foguearte y crecer. Pasé un año y medio hermoso”.

El piberío de Boca representado con Fernando Pasquinelli, Seba Battaglia, Fabricio Coloccini, Christian Giménez, Facundo Imboden, Iván Furios, Ariel Carreño y Aróstegui
El piberío de Boca representado con Fernando Pasquinelli, Seba Battaglia, Fabricio Coloccini, Christian Giménez, Facundo Imboden, Iván Furios, Ariel Carreño y Aróstegui

¿Cómo era Bianchi? “A los chicos nos hablaba en general y de vez en cuando a los delanteros nos daba alguna indicación particular con algún movimiento para adentro del área, un gesto técnico de cabeza... Nos marcaba cosas a los que habíamos jugado en su posición. Y nos hacía repetir mucho las definiciones. Fue otro monstruo”.

Sus virtudes ofensivas lo llevaron a ser citado por Hugo Tocalli para el Torneo Esperanzas de Toulon 99 (Sub 21). Ese seleccionado argentino contó con figuras como Sebastián Saja (premiado mejor arquero), Guillermo Pereyra (mejor jugador), Christian Giménez (compañero en Boca), Cristian Grabinski, Damián Álvarez, Mario Turdó, el Rolfi Montenegro, Víctor Zapata, Juan Carlos Falcón, Walter Erviti y Esteban Buján, entre otros. “Se hace inexplicable describir lo que es representar a tu país, la sensación de verte el escudo antes de salir a la cancha”, rememora. Argentina perdió la final de ese certamen por penales ante Colombia después de eliminar a Francia, dueño de casa, en semifinales.

Con la camiseta de la Selección en el Torneo Esperanzas de Toulon 99
Con la camiseta de la Selección en el Torneo Esperanzas de Toulon 99

“CON EL TIEMPO TE DAS CUENTA DE DÓNDE ESTABAS”

Después de hacer la pretemporada invernal en el 99 en Boca, fue convocado para la de enero de 2000. Una molestia en una rodilla lo bajó del micro a Tandil en un verano en el que los jóvenes tuvieron mucho protagonismo en las copas amistosas. Ahí perdió mucho terreno con los compañeros que rondaban su edad y también asomaban en Primera: “Los clubes como Boca tienen jugadores por todos lados. Si te quedás un día, fuiste. Quizás me faltó ser más caradura o aguantarme el dolor, viajar de todas formas y hacer la pretemporada como pudiera”. Tras casi un mes de rehabilitación terminó haciendo la pretemporada en Reserva y quedó rezagado, al punto tal que fue incluido en un paquete de pibes que fueron cedidos a El Porvenir, que militaba en la B Nacional.

Aróstegui ya había rechazado dos chances de salir a préstamo (a Ecuador y otro país sudamericano). Con la tercera de El Porve quedó entre la espada y la pared y debió aceptar. Permaneció en la pensión de Boca en esos ocho meses, pero jamás rindió lo que proyectaba su potencial. De esa experiencia en el Ascenso se embarcó en su primera aventura en el extranjero: Guatemala. Cuando pisó Centroamérica le avisaron que ya habían fichado al quinto jugador extranjero y lo enviaron a la Universidad de San Carlos, filial de Comunicaciones, club por el que iba a fichar. Fueron seis duros meses de soledad en los que se amparó en el Windows Messenger (chat por computadora predecesor del WhatsApp) y una máquina de fax que lo ayudaban a burlar la distancia con sus seres queridos. “Con el tiempo te das cuenta de dónde estabas. Igualmente a mí siempre me gustó la idea de ir a otros países y ver nuevas culturas. Disfruto conocer, me gusta la parte culinaria... un poquito de todo”, adelanta.

Reclamó hasta el hartazgo su pasaje para volver a Argentina y justo cuando se agotaban sus esperanzas de que los guatemaltecos se hicieran cargo del mismo, lo llamaron para avisarle que en dos horas salía el avión. En pantalón corto y ojotas, como estaba vestido, se dirigió hasta el aeropuerto y retornó. Recaló en Belgrano de Córdoba, que estaba en Primera División y sirvió como renacer. Fue en combo con Facundo Imboden y Matías Arce, otros dos canteranos boquenses. A dos horas de su San Francisco natal y teniendo a varios amigos que estudiaban en la capital cordobesa, el día a día fue mucho más llevadero. En el Pirata jugó algunos partidos y fue suplente (en época de solo 5 relevos) en muchos otros. Antes de que finalizara la temporada en 2001/2002 el dirigente Lucio Bernasconi, con quien había forjado una relación de amistad en Boca, le propuso probar suerte en el inexplorado fútbol de Malasia: “Le dije que sí y, al rato, me puse a ver dónde quedaba. Por el nombre lo relacioné con Asia pero no tenía ni idea. Me dijeron que querían abrir el mercado argentino y de Sudamérica. El país venía de la crisis del 2001 y me decidí”.

El mural que le dedicaron a Aróstegui en Malasia, donde es ídolo
El mural que le dedicaron a Aróstegui en Malasia, donde es ídolo

Las 38 horas de vuelo fueron un anticipo de lo que se le vendría: un mundo completamente nuevo. Aróstegui se convirtió en el tercer argentino en jugar en el fútbol malayo y el primero del MPPJ Selangor, pequeño club de la ciudad. Mientras se acostumbró al idioma y cultura (en el plantel había un nigeriano y el resto eran todos nativos) infló redes: pese a militar en la segunda división, en el primer año su equipo llegó a los cuartos de final de la Copa Malasia, competición de alta relevancia en el medio local, y fue goleador del equipo. En 2003 obtuvieron el ascenso y, de yapa, ganaron la Copa Malasia. Él anotó 50 tantos (incluido el hattrick de la final) y fue considerado una suerte de Dios terrenal. En esa temporada estuvo acompañado por Bruno Martelotto, compañero de sus pagos.

Una de las situaciones más insólitas que le tocó vivir en Malasia fue en la denominada Copa del Rey en la que el Selangor representó a su país frente a un seleccionado de Singapur. Los reyes presencian en las tribunas la final que, marca la estadística, normalmente gana el local (así se da en la mayoría de los casos para redondear la fiesta del espectáculo deportivo). Fabricio Franceschi, otro sanfrancisqueño, anotó para el rival; Aróstegui lo hizo para los suyos. El encuentro terminó 2-2 y por eso el trofeo y premio económico se iban a dirimir en la tanda de penales. Pero de repente... “Se lo vio bajando a uno de los reyes haciendo señas de que terminaran todo. Nosotros no entendíamos nada. Nos dijeron que el rey decía que no habría penales, que el primer puesto era para Singapur y el segundo para nosotros. Una cosa que solo puede pasar en un lugar así. Acá en Argentina te dan vuelta el estadio”.

Amistoso de pretemporada con Chacarita frente a Huracán (FotoBaires)
Amistoso de pretemporada con Chacarita frente a Huracán (FotoBaires)

En 2004 pasó un año a préstamo al Pachuca Juniors mexicano, donde el empresario Andrés Fassi (hoy presidente de Talleres de Córdoba y directivo del Grupo Pachuca) se empezaba a hacer conocer. Su paso fue mediocre y rescindió a los seis meses. En 2005 tuvo su primer período en Sportivo Belgrano (Federal B) y en 2006 llegó a la Universidad Católica de Chile, donde convirtió 5 goles en 10 partidos. En sus dos primeras presentaciones le dio la victoria al equipo pero en la tercera, el clásico con la “U” de Chile, se desgarró un gemelo. Volvió en buen nivel tras dos meses de recuperación pero echaron al DT Jorge Pellicer y el peruano Chemo Del Solar, su reemplazante, optó por usar dos cupos de extranjeros con el Bichi Fuertes y Matute Morales, manteniendo a los argentinos Buljubasich e Imboden y prescindiendo de Aróstegui y Jonathan Fabbro.

El Selangor malayo había presentado la quiebra y en ese momento optó por una nueva modalidad: “Conseguía pruebas en distintos países, pasaba dos semanas, contemplaba la cultura, conocía y definía si me quedaba o no, a través de representantes. Así fui a Suiza, Italia, Suecia, Grecia y España... En algún período vacacional me probaba, me pagaban todo y me volvía a Malasia. Allá era muy reconocido pero sentía que necesitaba otro roce”.

En el Salernitana italiano (2007) jugó poco y nada, lo que se tradujo en los cobros de sueldo (le pegaron dos meses de seis en total). En el Vecindario español (2008) disfrutó de la paradisíaca comunidad de Canarias pero volvió a renegar mucho con el aspecto económico y recién cobró los sueldos adeudados dos años más tarde. “Yo vivía con la valija armada y en algún momento no la pasé bien, muchos te amenazaban con que te fueras. En Italia estuve a prueba en Savona y tenía el pasaje de vuelta abierto. El presidente me dijo que tenía que volverme y mi representante desapareció. No había vuelo por las Fiestas y a través de un amigo en común que vivía en Génova me giraron plata para el pasaje porque si no me quedaba varado allá. Esa fue la última prueba que hice sin pasaje de vuelta”.

Aróstegui junto a Grabinski y Vismara, con quienes formó un gran equipo de Chacarita (FotoBaires)
Aróstegui junto a Grabinski y Vismara, con quienes formó un gran equipo de Chacarita (FotoBaires)

Su espíritu viajero se desgastó y optó por aceptar una propuesta de Chacarita, que buscaría (y concretaría) el ascenso a Primera División en la temporada 2008/2009. En el Funebrero se quedó seis meses en la máxima categoría hasta que rescindió por una diferencia con el entrenador de turno Fernando Gamboa, quien no lo tenía en consideración. Hizo una escala en Aldosivi de Mar del Plata nuevamente en la B Nacional, antes de reencontrarse con sus raíces en Sportivo Belgrano de San Francisco.

“Viví en siete países diferentes pero siempre supe que volvería a Argentina y moriría en San Francisco”, asegura JM9, que vivió un total de seis años en Malasia y no niega que volvería a vivir un tiempo allí si se diera la chance. De hecho la exclusiva motivación económica lo llevó en 2014 a su anteúltimo paso como jugador profesional en el ATM FA malayo, luego de ascender con Sportivo a la B Nacional en 2013 (un año antes ya se había dado el gusto de enfrentar a River por Copa Argentina). En 2015 retornó al club cordobés y militó en el Federal hasta que colgó los botines en 2018.

En 2012 el ídolo de Sportivo Belgrano defendió la camiseta del equipo cordobés ante River por Copa Argentina (FotoBaires)
En 2012 el ídolo de Sportivo Belgrano defendió la camiseta del equipo cordobés ante River por Copa Argentina (FotoBaires)

En Petaling Jaya es ídolo indiscutido y hasta le dedicaron un mural. Aróstegui no trajo a Argentina la costumbre de comer con la mano pero su alacena está repleta de condimentos y especias que enriquecer sus platos diarios. Mecha la cultura culinaria asiática con la nacional y así tiene siempre presente a su querida Malasia.

GOLPE DE REALIDAD

Como a gran parte de la población argentina y mundial, la pandemia trastocó sus planes. El ex centrodelantero pudo hacer una pequeña diferencia económica con su carrera profesional pero necesita que su gimnasio y escuela de fútbol estén en funcionamiento para solventar sus gastos mes a mes. No le falta; tampoco le sobra. El COVID-19 complicó su presente y una situación particular en Sportivo Belgrano lo obligó a desenvolverse en un rol inesperado.

Aróstegui (recibido de entrenador) tomó la coordinación de las juveniles además de ser nombrado vicepresidente primero. Con él en funciones y en plena pandemia, la entidad cordobesa fue noticia en por un caso de narcotráfico en el que quedó directamente involucrado su presidente, Pablo Esser. El ex mandatario fue acusado de asociarse con la barrabrava para la venta y distribución de cocaína.

(Instagram: Juan Manuel Aróstegui)
(Instagram: Juan Manuel Aróstegui)

La noticia fue un baldazo de agua fría para el otrora goleador: “Empecé a ver fotos del club y nombres, que esto, que aquello... Así me enteré, fue una bomba. Para los que queremos al club fue un palazo en la cabeza. Imaginate que en San Francisco somos 70 ú 80 mil habitantes y es una locura algo así. A Pablo lo conozco desde hace años cuando tenía una pensión en el 98 cerca del Hospital Argerich donde iban chicos de Boca. Nunca tuvimos amistad, pero sí nos conocíamos. Mi lazo era por la institución. No deja de sorprenderme todo. El título es muy fuerte y duro. Jamás te imaginás algo así”.

Tras la detención de Esser, Aróstegui no le esquivó al bulto y ascendió a la presidencia: “Pensé en irme, pero no es mi forma, no soy así. Enseguida dije que me iba a hacer cargo con gente de mi confianza. Había que poner la cara y desvincular al club de esto porque no tenía nada que ver. Recién cuando el fiscal separó al club de este hecho nos tranquilizamos un poco”.

Todavía dolido por haber quedado manchado el nombre de la institución, concluyó: “No volví a hablar con Pablo de nada. Yo desde un principio dije que la Justicia dirá. Cada uno sabe lo que hace”.

Un encuentro con Nicolás Burdisso, ex director deportivo de Boca y ex compañero en las inferiores del club
Un encuentro con Nicolás Burdisso, ex director deportivo de Boca y ex compañero en las inferiores del club

Como máxima autoridad de Sportivo Belgrano trabaja en la vuelta del fútbol con protocolos y la reestructuración del plantel, que contará con un gran porcentaje de juveniles. Su idea se mantiene: capitalizar las inferiores con un proyecto de entre 6 y 8 años. Hoy guardó el buzo de entrenador por tiempo indeterminado y más que un traje típico de directivo se prueba un overol para atender todas las cuestiones que atañen al día a día del club. “Si hay unión y apoyo, a lo mejor el año que viene pienso en participar de las elecciones. Pero tendrían que pasar muchas cosas y todas buenas. Mi objetivo es dejar al club lo más sano posible”, afirma.

Con apenas 40 años tiene mucho recorrido como técnico y dirigente para transitar. Nunca se planteó presidir al Verde, pero allí está. Y a futuro, por qué no ilusionarse a lo grande: “Jugar un día contra Boca o una Libertadores son sueños. Hay un largo proceso que cumplir para llegar a eso. Afirmarse en la categoría, darle participación a los chicos del club, tener espalda, pelear por ascensos... No quiero vender humo, tengo los pies en la tierra. Creo en los procesos y proyectos. Ojalá algún día se dé”.

SEGUÍ LEYENDO:

Guardar