La lluvia había amainado un toque y él salió a buscar un encargo. Pantalón raído, buzo con capucha, había vuelto al barrio un par de semanas atrás cuando supo que la búsqueda frenética había cesado. Pero si tenés pedido de captura por homicidio, robo agravado, y narcotráfico, es posible que cualquier situación imprevista te lleve a dar un paso en falso. Estaba parado en la esquina de Cristianía y Crovara, corazón comercial de los monoblocks de Villegas, tierra áspera si la hay en el Conurbano bonaerense. Se distrajo y no vio la luz azul a lo lejos. Cuando la tuvo cerca, titilando, entró en pánico y corrió hacia adentro. El móvil policial que hacía una ronda de costumbre observó el movimiento sospechoso y lo siguió. Menos de 150 metros más adelante le dieron la voz de alerta y Lautaro Carrachino, aquel fabuloso goleador de las Inferiores de San Lorenzo a quien comparaban con Tevez, supo que estaba perdido. Ni siquiera llegó a resistirse cuando lo esposaron y le leyeron sus derechos: a los 23 años y después de saborear apenas el sueño de gloria que entrega el fútbol a sus talentos, caía preso tras pasar diez meses prófugo para enfrentar, ahora, un juicio que puede condenarlo a prisión perpetua.
Carrachino, cuya historia reflejó Infobae el 21 de septiembre pasado, era el líder del monoblock 15 de Villegas. Esos edificios del barrio de Ciudad Evita tienen una marca particular: aquellos que poseen rejas son de los laburantes. Los que no las tienen, son territorio de los transas. En ese ambiente había crecido el delantero que fue goleador del Ciclón con marcas históricas en Séptima, Sexta y Quinta división, lo que lo hizo saltar varias categorías hasta llegar a jugar en Tercera con apenas 16 años y pasar a entrenar con la Primera a los 17. Era la joyita que San Lorenzo pulía para tener un crack de Inferiores quemando las redes rivales. Pero la Policía lo fue a buscar en aquel momento a un entrenamiento acusándolo de robo y homicidio, se escapó de la práctica y, aunque terminó sobreseído tiempo después, cuando volvió estaba desmejorado.
Logró revertir esa historia y volvió a salir goleador. Fue entonces que el club apostó el pleno y le hizo contrato. Sus representantes lo sacaron de los monoblocks sabiendo que los amigos habían podían complicarle el futuro. Pero Carrachino con la primera plata eligió los boliches. Y sus amigos. Su rendimiento mermó y se fue a préstamo a Almagro un año. Cuando terminó ese contrato, tenía 22 años y tomó la decisión de largar el fútbol. Era mayo de 2019. Y en sólo dos meses, quien era el futuro botín de oro pasó a ser el capo de “La banda de los 15”, el grupo de narcomenudeo que lideró junto a cinco amigos del barrio y asolaba Ciudad Evita. La violencia que ejercían hizo que la Justicia se posara rápido sobre ellos. Primero fue el juez federal Néstor Barral el que abrió una causa por narcotráfico el año pasado. Cayeron tres de sus secuaces pero Carrachino no. Y siguió adelante. Con su socio Christian Cruz, alias Chucky, decidieron ganar terreno en la zona y empezaron a copar departamentos de otros monoblocks para usarlos de bunkers. Hasta que el 27 de enero pasado, en otro intento de usurpación, un vecino se resistió y el ex jugador de San Lorenzo según declararon los testigos, lo mató.
Con la Policía detrás de sus narices, se refugió en varios barrios cercanos, donde otras bandas narcos le dieron cobijo. Anduvo por El Tambo, por 20 de Junio, por Puerta de Hierro, todos lugares de La Matanza desde los que seguía dirigiendo “La banda del 15”. Y volvía al barrio de madrugada, cuando le avisaban que los pasillos estaban limpios. Hasta que una noche cayó su socio Chucky y decidió ausentarse por un tiempo. Supo que le estaban ganando el negocio bandas rivales y de a poco empezó a regresar. Después de que se conoció su historia estuvo días sin aparecer, pero cuando le avisaron que las patrullas ya no ingresaban al 15, aflojó la tensión y regresó. Se sentía seguro en esas calles fatigadas. Hasta que ayer a la noche no vio venir al patrullero y, cuando lo tuvo cerca, corrió como cuando le daban la pelota en tres cuartos de cancha y arrastraba rivales hasta definir en el arco rival. Pero esa realidad había quedado muy atrás. Ayer, mientras la lluvia amainaba, no llegó muy lejos: lo atraparon 150 metros más adelante y saltó su pedido de captura. Lo llevaron a la UFI temática de homicidios de la Matanza donde los fiscales lo esperaban para indagarlo y dejarlo preso. A Lautaro Carrachino, aquel chico que podría haber sido un crack y terminó tras las rejas.
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