Para Miguel Ángel Russo parece ser una cuestión de identificación, de piel. Desde que modificó su cuerpo técnico optó por ex futbolistas que se desempeñaron en la misma posición en la que él brilló con los pantalones cortos de Estudiantes de La Plata a lo largo de toda su trayectoria profesional. Primero reclutó a Leandro Somoza, quien lo acompañó también en su experiencia con Cerro Porteño de Paraguay el año pasado. Y para 2020 añadió a su grupo de trabajo a Mariano Herrón, otro hombre al que dirigió y que, por casualidad o causalidad, se desempeñaba como volante central.
Antes de la conformación del actual cuerpo técnico de Boca hubo horas de debate con Juan Román Riquelme, quien recién había asumido como vicepresidente segundo. El ídolo devenido en dirigente eligió a Russo como reemplazante de Gustavo Alfaro y le levantó el pulgar a un viejo conocido como Herrón. Ex compañero, ex rival, ex acosador dentro del terreno de juego.
Herrón nació el 24 de febrero de 1978, exactamente cinco meses antes que Román, de un 24/6 del mismo año. El destino los cruzó por primera vez en las inferiores de Argentinos Juniors luego de tirar las primeras paredes en el baby fútbol de otro semillero como Club Social y Deportivo Parque, del barrio porteño de Villa del Parque. La cancha grande fue la que los unió a una categoría 78 compuesta por grandes promesas como Nicolás Cambiasso, Emanuel Ruiz y el Lobo Cristian Ledesma, que terminó siendo amigo íntimo.
El Bicho de La Paternal daba que hablar con llamativos juveniles en todas sus divisiones. Desde Juan Pablo Sorín y Sebastián Pena en la 76 pasando por Diego Markic, Diego Placente y Nicolás Diez en la 77, el Leche La Paglia y los hermanos Pablo y Daniel Islas en la 79, hasta el Cuchu Cambiasso y el Pocho Insúa en la 80. Y este volante central de una gran técnica made in cantera de Parque y muy aplicado en la marca empezó a destacarse. Claro que no tanto como Román, que hizo todas las inferiores como número 5 y lo relegó a la cueva como marcador central.
Cuando Boca compró el pase de Riquelme, a Herrón se le allanó el camino para retomar su puesto natural de mediocentro y con 20 años tuvo su bautismo en Primera en un 2-2 contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy por el Apertura 98. El entrenador que lo promovió fue el recordado Osvaldo Chiche Sosa, quien no solamente confió en sus cualidades para ser considerado en el plantel profesional sino que al año siguiente le encomendó la marca personal del 10 xeneize en un encuentro bajo la lluvia disputado en cancha de Ferro. El canterano de Argentinos saltó a la fama por su buena performance en ese 1-1 por el Apertura 99 en el que convirtieron Martín Palermo y Sergio Plaza.
Tras un paso por el Montpellier de Francia retornó al Bicho y llegó a ser referente y capitán pese a su corta edad, lo que daba cuenta de su pronta madurez. Para Sergio Batista (otro con sello de 5) fue clave dentro el plantel y seguramente esa fue una de las razones que lo hicieron enloquecer cuando el árbitro Fabián Madorrán lo expulsó por hablar de más en el duelo de ida por la Promoción contra Instituto de Córdoba en 2001.
Sus características y proyección cautivaron a San Lorenzo, que lo contrató para seguir por la senda del éxito (venía de ganar el Clausura y la Mercosur 2001) y ganó con él la Copa Sudamericana 2002. Pero en Boedo apenas duraría una temporada: Russo lo tenía fichado y lo llamó para llevarlo a Rosario Central de cara a la temporada 2003/2004. En la ciudad santafesina quedó sembrada una semilla que germinaría una década y media más tarde.
El Canalla tuvo un buen Apertura aunque acabó último en el Clausura y Herrón se marchó para probar suerte en el exterior otra vez. El Lleida de la segunda división española no terminó de despegar y trazó una campaña irregular de mitad de tabla. En el horizonte apareció Julio César Falcioni, que lo solicitó para su Independiente y en el club de Avellaneda registró su lapso más constante en un equipo (tres años). En el Rojo gozó de muchos minutos con el Emperador, Jorge Burruchaga y Pedro Troglio, aunque Pepé Santoro no lo tuvo entre sus prioridades y en 2009 tomó la decisión de armar las valijas para ponerse la camiseta de Deportivo Cali de Colombia, en la que sería su última expedición en el extranjero. Al año siguiente volvió a Independiente y al tiempo recibió una propuesta del Tolo Gallego y Juan José Borrelli para hacerse cargo de la Reserva. Con nafta en el tanque para seguir dentro del rectángulo verde, agradeció respetuosamente la oferta pero optó por continuar en Aldosivi de Mar del Plata, que sería su último equipo profesional.
Indefectiblemente supo que seguiría ligado al fútbol tras el retiro. De hecho realizó el curso de entrenador cuando todavía era jugador, frustrada la posibilidad de colgar los botines en Argentinos Juniors. Siempre se sintió en un lugar privilegiado por vivir del fútbol y por el hecho de haberse reinsertado rápidamente desde otro sitio. Su carrera como técnico se inició como ayudante de Fernando Quiroz en Douglas Haig de Pergamino en 2014. Teté lo había dirigido dos años en Aldosivi, donde prácticamente terminó siendo otro DT en el campo de juego.
A mediados de ese año, a Riquelme no le renovaron el contrato en Boca y tomó la sorprendente decisión de regresar a La Paternal. Claudio Borghi, quien había tenido a Herrón en Independiente, lo sumó a su cuerpo técnico. Con la ola de ascensos (fueron 10 en esa temporada para darle forma al torneo de 30 que había diseñado Julio Humberto Grondona) obtuvieron el regreso a Primera en ese semestre, previo al punto final de la carrera futbolística de Román. Mariano, por su parte, continuó en las inferiores de Argentinos Juniors y quedó a cargo de la Quinta División hasta que el Lobo Ledesma, quien le había cubierto las espaldas a Riquelme para lograr el ascenso, lo convocó para formar parte de su cuerpo técnico en su estreno como entrenador de Tigre en 2018.
“Me siento muy cómodo en el lugar que ocupo y el futuro dirá si soy entrenador o no”, expresó no hace mucho Herrón, quien tomó las riendas del plantel de Boca cuando explotó la ola de contagios de COVID-19 en la burbuja montada en Ezeiza (él fue uno de los pocos que esquivó el virus).
En la última visita del Xeneize a Colombia con victoria a domicilio ante el DIM tomó la palabra en conferencia en representación de un Russo que no viajó por ser paciente de riesgo (tampoco lo había hecho la semana anterior en la excursión a Paraguay contra Libertad). “Estábamos confiados en encontrarnos con esta realidad. Después de una situación atípica en el mundo había cierta duda, pero éramos optimistas y creíamos que hoy íbamos a encontrarnos como estamos en la zona”, analizó con tapabocas puesto.
Con la habitual tónica del entrenador principal, que opta por declaraciones cautelosas y no da espacio a títulos importantes, prosiguió: “No tendremos el nivel que teníamos antes de la pandemia cuando logramos el campeonato, local pero seguiremos entrenando como lo hacemos habitualmente. Los jugadores que tenemos son interesantes e inteligentes y, al que le toca, siempre demuestra que está apto”.
Tanto Herrón como Somoza tienen bien claro que el martillo lo baja Miguel Ángel pese a sus últimas dos ausencias. La última frase de su antiguo pupilo así lo deja entrever: “Cuando volvamos (a Argentina) hablaremos mucho con Miguel; más allá de que no está acá con nosotros él toma las decisiones”. Las patas del triple 5 que compone el cuerpo técnico de Boca están firmes y el equipo lo hace notar.
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