El juego de ajedrez se trata de una actividad vinculada al intelecto; con su práctica se estimulan varias facultades mentales, entre ellas la capacidad de memoria, de concentración, los pensamientos abstractos, críticos y estratégicos; además de desarrollar la autoestima, la inteligencia emocional y la gestión del tiempo.
Sobre la base de su ingenio e imaginación los jugadores planificarán los recursos tácticos y estratégicos que emplearán en cada toma de decisión, acaso, como un método similar a los utilizados para resolver los problemas cotidianos. En el best seller, “Cómo la vida imita al ajedrez”, la megaestrella de este deporte, el ruso Garry Kasparov se atrevió a asociar sus resoluciones frente al tablero con otras pertenecientes a la vida real. Es que las soluciones a los problemas domésticos requieren de las mismas artes y técnicas usadas en el milenario juego: conocimiento, preparación, estrategia y cálculo de las variantes, sirven tanto para destrabar conflictos en la Casa Blanca, la Casa Rosada o en nuestra propia casa.
Tal vez por ello, personalidades de diferentes manifestaciones artísticas y también pertenecientes al mundo de la política, el deporte y la ciencia disfrutan de la práctica del ajedrez como un mero entretenimiento; a veces como forma de sublimar su ego y en otras para aprender y trasladar sus virtudes a sus éxitos personales.
Son muchos los famosos en el mundo y en particular en la Argentina, rudimentarios aficionados que juegan al ajedrez como método de distracción y fuera del afán competitivo, los que descubrieron como relacionar sus patrones afines con los de sus carreras profesionales.
Hace más de cinco siglos el ajedrez ingresó a las Cortes europeas no sólo por el perfil lúdico, su halo cultural lo acercó al arte y la literatura; el dramaturgo inglés, William Shakespeare lo incluyó en sus actos de la obra, La Tempestad.
“El ajedrez es una herramienta importante para la vida; me ayudó a cambiar mi estructura de pensamiento. En mi carrera profesional tuve que ser un buen ajedrecista para saber perdurar; el ajedrez me ayudo a planificar mi profesión” reconoció el actor Gabriel Corrado. Y agregó, “como productor utilicé estrategias del ajedrez en algunas negociaciones porque uno tiene que estar preparado no sólo para lo que tiene que decir sino para anticiparse a lo que le dirá el otro”.
Corrado, quien además se desempeña como productor, conductor y escritor, arrastra al ajedrez como un hobby desde sus años de infancia al que señala como un símbolo de pensamiento, educación y disciplina. “En El Arcángel, una serie que protagonicé para Telefé, y que escribió mi amigo Luis Majul -también aficionado al noble juego- en algunas escenas el principal personaje jugaba al ajedrez”.
Otro actor, Jorge Marrale, con vasta trayectoria en televisión, cine y teatro es otro aficionado al juego de ajedrez; lo aprendió en su adolescencia y lo acompañó el resto de su vida. “Los personajes de una obra tienen una gran complejidad, al igual que el juego. El ajedrez es una batalla aparentemente pacífica; la planificación tiene que ver con la estrategia. Sirve para preparar la cabeza, te ayuda a concentrarte y a conocer los movimientos del adversario. Es un juego maravilloso y eterno”, Marrale, ganador del premio Martín Fierro 2009 (mejor actor protagonista en la novela "Vidas Robadas), trazó paralelismo entre el ajedrez y su profesión. “En la actuación necesito pasar el desafío, no mido mis capacidades, tengo el deseo de sumergirme y ver cómo hacerlo en compañía de otros; eso es un juego también. No te olvides que para los ingleses el teatro es To Play, que es jugar. Cuando salís al escenario, tal vez no efectúas la jugada magistral, pero trabajaste mucho con el personaje y estás preparado para ganar y perder”.
Otro caso es el del profesor y director de teatro, Raúl Serrano, de 87 años. “Al ajedrez lo descubrí de chico (en Tucumán llegó a ser un jugador de 1ª categoría) y aún lo sigo amando; llena mis horas libres y me gusta seguir los torneos aunque mi nivel sea de amateur. No se trata de un jueguito, lo ubico entre el arte y la ciencia. Todo lo que se hace tiene una explicación racional. Por eso pierde el que cometió un error ¿Mi pieza favorita? El peón; siempre me jugué por los humildes. Me gustan por ser los púnicos que van para adelante sin retroceder, y si llegan a la 8ª línea, se convierten en algo poderoso ¡Eso es tremendo, que algo pequeño se iguale al rey o la reina, me parece una metáfora para la vida! Creo que el ajedrez puede influir en el mejoramiento no sólo de los actores, también de todas las personas. Se trata de una gimnasia con la lógica”.
También los directores de teatro y cine, Juan José Campanella y Juan Carlos De Sanzo son aficionados al noble juego; lo descubrieron en sus años de infancia aunque luego lo olvidaron. De Sanzo lo recuperó hace un tiempo. “En 2005 nos vinimos a vivir a Cariló cansado de los asaltos en Escobar. Acá encontré la tranquilidad y el romance con el ajedrez ¿Quién me enseñó a jugarlo? En 1945, cuando la Argentina declaró su participación en la Segunda Guerra Mundial, cosa que muchos no saben, en el país había simulacros de oscurecimientos y un vecino, Raimundo García, me enseñó los rudimentos del juego a la luz de una vela en el zaguán de mi casa. Él siguió con el ajedrez y fue campeón argentino; le guardo un gran respeto por ello”, recordó el director de El Desquite -dirigió a Ricardo Darín, otro aficionado al ajedrez- y En retirada, Eva Perón (1996), y El Polaquito (2003), entre muchas películas más.
En el mundo del deporte, directores técnicos como César Menotti, Roberto Saporiti, Carlos Bianchi, Daniel Passarella o Diego Simeone también recurren al ajedrez entre sus pasatiempos favoritos; y entre los futbolistas, el cordobés Osvaldo Ardiles sobresale como uno de los más fanáticos. De los periodistas futboleros, Enrique Macaya Márquez es otro de sus aficionados famosos. “Es cierto que existen muchas similitudes entre el ajedrez y el fútbol; los dos giran sobre los espacios. En ambos hay que pensar en la 2ª y también la 3ª jugada. Soy malo jugando al ajedrez pero así como las piezas valen por lo que juegan, en el fútbol también pesan las individualidades, y si a éstas les das mejores condiciones su rendimiento será mejor aún. En el fútbol se utiliza la frase que tal partido se parece a una partida de ajedrez, porque se arriesga poco, se marca mucho, se arriesga menos y no sé si es tan así. Pero en uno u otro deporte quedó demostrado que con el talento sólo no basta, eso es un defecto de la soberbia”.
Por último Macaya Márquez único periodista en el mundo que cubrió de manera consecutiva 16 Mundiales de fútbol (entre 1958-2018), dejó una última frase con su particular impronta: “No me gusta emitir juicio sobre cosas que no sé; elegí especializarme para tener autoridad. A veces el especialista actúa como un sabio ignorante; y eso es lo que elegí para mi carrera”.
Otros deportistas también tienen el ajedrez entre sus mejores hobbies, en el tenis Gastón Gaudio es uno de ellos, pero entre sus mejores practicantes está el marplatense Horacio Zeballos (en 2019 fue 3° en el ranking mundial ATP en dobles). “Mi papá me enseñó a jugarlo a los 7 años; pero finalmente me incliné por el tenis aunque al ajedrez no lo abandoné nunca” aseguró. Y agregó: “tiene muchos beneficios y le encuentro muchas similitudes con el tenis; la estrategia, paciencia y concentración son las principales semejanzas; si me voy dos minutos de mi partido es seguro que pierdo el set, y en el ajedrez pasa lo mismo. Jugar al ajedrez me quita mucha energía por eso no lo practico mientras estoy en plena competencia ¿Si tuviera que elegir un tenista que por su estilo sería un gran ajedrecista? Rafa Nadal es el gran candidato”.
También son muchos los que creen que el ajedrez representa a un juego de guerra; encuentran analogías entre su táctica y estrategia con las de un combate. Los militares San Martín, Roca, Lavalle, Rosas o Mitre son algunos de sus famosos aficionados según los libros de historia, pero por la fuerza de su juego el General (RE) Martín Balza es el más destacado. En su palmarés lucen dos empates con los campeones mundiales: Karpov y Kasparov.
“Como Jefe del Ejército jugué con ambos; con Karpov en una simultánea a 10 tableros. Quedé solo al final de la rueda; ya ni siquiera tenía ventaja de tiempo porque él había derrotado a todos los rivales. Pero es un caballero, se acercó y me dijo en voz baja: Bueno, usted jugó bien la defensa siciliana, y además es el Jefe. Le ofrezco tablas (risas). Y en 1996, Kasparov dio una exhibición en el Club Argentino. De los 20 participantes sólo quedamos cuatro sobre el final. En ese momento él se equivocó y tocó una pieza sin advertir que tenía que mover su dama que estaba amenazada (en el ajedrez existe la regla pieza tocada, pieza movida). No me atreví a decirle nada, él corrigió y siguió jugando. Luego cuando su posición era mejor, eligió repetir jugadas y la partida fue empate. Al día siguiente lo visité en el hotel y fui con un tablero para que me dejara su autógrafo. El escribió en inglés It was a great combat (fue un gran combate). Ese día decidí retirarme del ajedrez" (risas).
Martín Balza fue Jefe del grupo de Artillería y profesor de la Escuela Superior de Guerra; allí dictó la materia de táctica y estrategia. “No le pidamos a la táctica lo que no previó la estrategia; un claro y lamentable suceso fue la Guerra de Malvinas”, señaló el militar. Y completó: “Analizando las grandes batallas, el ajedrez es un combate entre dos bandos y la iluminación de las piezas hacen el resto. El rey busca una conquista; el soporte es la dama con el apoyo de su caballería. No sé si Alejandro El Grande fue un gran ajedrecista pero en la batalla de Gaugamela (331 a.C) él efectuó una ruptura perfecta de las filas rivales con un movimiento idéntico a un alfil”.
“Diariamente aplicamos al ajedrez en la vida. Es una actividad que debería estar en la escuela, que los chicos tengan metodología de estudios. Fue un gran soporte en mi carrera para contenerla adrenalina en muchos actos” cerró el ex embajador argentino en Colombia y Costa Rica.
En el ámbito empresarial el ajedrez es observado como un buen modelo en el ejercicio de toma de decisiones, aunque el juego se desarrolla con reglas claras y en un esquema determinado mientras que en el mundo real existen factores externos (medidas económicas, pandemias, climatología) que modifican el escenario. El exitoso diseñador Ricky Sarkany, que en su juventud fue señalado como una de las mayores promesas del ajedrez argentino, no dudó en asociar algunos de los patrones afines de ambas actividades. “El ajedrez tiene la belleza de poder crear de la nada; lo mismo me sucede en mi trabajo. De algo muy ordinario como lo son ocho peones, dos torres, dos alfiles, dos caballos, un rey y una dama, el ajedrecista debe ser capaz de darle belleza a una partida, lo mismo nos sucede en el mundo del diseño del calzado, en el que a través de un taco, un cuero, la plantilla y una suela debemos llegar a la emoción de esa mujer que no pueda resistirse de usar nuestros zapatos”, contó el empresario que jugó partidas de exhibición frente al actual campeón argentino, Diego Flores y con el ex N°21 del mundo y campeón alemán, Eric Lobrón.
Sarkany, descendiente de una familiar húngara que llegó a la Argentina en 1950 escapando de los horrores de la Segunda Guerra, descubrió el ajedrez a los 4 a raíz de una rubiola que lo mantuvo en cama durante 40 días. “La mayoría de los inmigrantes de la Europa Oriental sabían jugar al ajedrez y mi familia no era la excepción”. Sus progresos en el ajedrez fueron electrizantes, a los 7 años vencía a todos sus familiares y comenzó a destacarse en la escuela. “Yo soy de la época de los torneos Copa Vascolet”, contó Sarkany que posee el título de Lic. en Administración de Empresas y un doctorado en Ciencias de la Administración.
A los 15 años, Sarkany abandonó el ajedrez competitivo para continuar con la tradición familiar en la fabricación de zapatos; se convirtió en la 4a generación en sostener el legado; su hija Sofía tomó la posta y elevó la vara a la 5a generación.
El mundo de la ciencia no es un mero espectador del juego, muchos investigadores y científicos como Mariano Sigman, Diego Golombek y Facundo Manes (su hijo Pedro es un verdadero fanático del ajedrez) reconocen muchas de sus virtudes. Pero el Dr. Alberto Cormillot fue el que más lejos quiso llegar con su aprendizaje. “El ajedrez es maravilloso, un enorme desafío para la mente. En una partida si la perdés es por tu culpa. Yo me acerqué al ajedrez a los 30 y pico de años, comencé a jugarlo y a estudiarlo, incluso con un profesor. Pero un día me di cuenta que jamás iba a conocerlo en profundidad, y que para llegar a ser un buen jugador necesitaría tanto tiempo que me iba a impedir continuar con mi profesión de médico. Ese día lo dejé. Conservo grandes recuerdos y momentos, tuve una gran relación con Miguel Najdorf, una foto con él está en una de las paredes de mi casa”.
Curioso es el caso de Luis Ovsejevich, gestor cultural, abogado, empresario y profesor de piano que además es el fundador y presidente de la Fundación Konex, que su acercamiento al juego fue en el rol de mecenas. Fue el creador de ocho magistrales de ajedrez Konex, que durante 17 años (1977-1994) convocó a las grandes figuras extranjeras y locales. “El ajedrez es importante como deporte por la suma de sus virtudes; significa un gran estímulo para que los chicos apliquen la lógica. Con el ajedrez lo chicos juegan, trabajan desde lo mental y aprenden a socializar. Es una pena la caída de nuestro ajedrez competitivo, al igual que el país pasamos del primero al tercer mundo. Los gobiernos deberían intensificar su aplicación en las escuelas, no tenerlo sólo como un complemento”.
También muchos periodistas practican ajedrez o al menos conocen sus movimientos y reglas. ¿Sus nombres? Marcelo Longobardi, Jorge Lanata, Mariano Grondona, Daniel Hadad, Guillermo Lobo, Alejandro Dolina, Héctor Gambini, Ricardo Roa, Bebo Granados y otros más. Pero el más apasionado y con mayores conocimientos técnicos es Román Lejtman. “Me lo enseñó mi viejo cuando yo tenía 7 años; los domingos a la tarde íbamos a la confitería Richmond, también me llevó al Teatro San Martín en 1971 para ver la semifinal, Fischer vs Petrosian”, contó el periodista con más de 30 años de experiencia en medios gráficos, orales y televisivos. Y agregó: “El ajedrez te ayuda a pensar; tengo pendiente la asignatura de ir a una escuela para sistematizar su práctica. En mis viajes he tenido la suerte de encontrar siempre un lugar, un club, un bar o una plaza donde poder practicarlo” dijo el colega que guarda en su mente el recuerdo de sus años de juventud de una exhibición a la ciega (de espalda a sus rivales) que dio el maestro Najdorf en un club (CIR) de la Comunidad Judía en Ramos Mejía. "Sí, sin dudas que se pueden trazar paralelismo entre el ajedrez y el periodismo. La preparación, el conocimiento del invitado (para charla) o rival (en el ajedrez), la planificación del reportaje, etc. porque la entrevista tiene una constante ida y vuelta; el ajedrez está permanentemente en mí trabajo. Uno aprende como afrontar las distintas situaciones, inconscientemente tenés tu plan estratégico en alerta. ¿Los reportajes más difíciles? Con cualquier presidente, no importa la preparación te responden lo que les conviene.
Y, en el mundo de la política es donde más abundan sus aficionados que disfrutan de posar frente a un tablero. Eduardo Duhalde, Carlos Menem, Mauricio y Jorge Macri, Daniel Scioli, Hernán Lombardy, Esteban Bullrich, Daniel Filmus, José Machinea, Domingo Cavallo, Ricardo Alfonsín, Hernán Lacunza, Chacho Álvarez, Diego Santilli, Hugo Moyano y Alberto Rodríguez Saá, son sólo algunos de ellos.
Duhalde cuenta que lo aprendió de joven en su barrio en Lomas de Zamora y que su condición de ajedrecista nunca pasó del nivel de un jugador de bar. Hoy lo sigue practicando: “A veces lo juego en el San Juan Tennis Club; allí con amigos jugamos partidas rápidas”. Lo mismo le sucede al ex gobernador, hoy embajador en Brasil, Daniel Scioli que desde hace más de veinte años tiene un maestro con quien se entrena. La fuerza de juego de Scioli lo ubica entre los mejores entre sus pares. Caso contrario es el de Mauricio Macri que contó:"Entre los 15 y los 18 años me dediqué intensamente al ajedrez. Le puse mucho empeño y tenía un profesor de lujo, el recordado maestro don Miguel Najdorf".
Sin embargo en 2011 cuando la húngara Judit Polgar visitó al entonces jefe de gobierno precisó sólo de 7 jugadas para dejarlo en una situación desesperada frente al tablero. El empate fue sólo una cortesía. El economista José Luis Machinea, descubrió el juego en sus años de infancia en Puerto Madryn. Más tarde, como profesional en la función pública volvió a practicarlo y rescató dos virtudes, “el ajedrez me ayudó a pensar y a diseñar estrategias en mi carrera”.
Sin embargo fue el gobernador de San Luis, el Dr. Rodríguez Saá, el que más avanzó con las virtudes del ajedrez. Lo introdujo en las escuelas, las cárceles, en Centros de la 3ª edad e integró a los no videntes. “Lo sucedido en San Luis, tras el Mundial de 2005 fue impresionante. En mi época, yo jugaba los torneos provinciales con 30 personas inscriptas, tal vez, 80 o 100 éramos los practicantes en esa época. Hoy son más de 60 mil chicos los que juegan ajedrez, la mitad de la población de la provincia conoce sus reglas y por primera vez los puntanos alcanzamos podios en competencias nacionales e internacionales” ¿El ajedrez y la política? “Se parecen pero la política es más compleja. Rescato del ajedrez que siempre lleva adelante su plan, eso es una deficiencia que a veces se observa en la política; se toman decisiones apresuradas ¿Lo mejor del ajedrez? Cómo estimula la mente, la capacidad de imaginación y planificación de los chicos. Hoy estoy algo retirado, disfruto jugarlo bajo la modalidad Fischer-Random (se sortea la posición inicial de las piezas) pero estoy al tanto de lo que sucede en los principales torneos del mundo”.
El ajedrez ese juego milenario y misterioso que desde hace más de quince siglos transita como pasatiempo, arte, ciencia o deporte, también es una herramienta pedagógica que transmite enseñanzas; sus virtudes y beneficios contribuyen al bienestar de las personas sin importarles el poder o el alcance de su fama.
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