Es sabido que los barrabravas en la Argentina son una pandemia en sí mismos. Y que han venido a infectar desde hace mucho tiempo al fútbol generando un raid de sangre, muerte y negocios ilegales al amparo de la Policía y de la dirigencia política, deportiva y sindical. Pero así como el coronavirus les pegó de lleno a muchas empresas y trabajadores, a los barras les pasó lo mismo. Sin fútbol desde mediados de marzo y con el posible regreso de los hinchas a los estadios recién en 2021, sus ingresos han menguado casi en su totalidad.
El merchandising ilegal, la reventa de entradas, la recaudación millonaria de los trapitos y los puestos de comida y bebida en los alrededores del estadio han desaparecido. Cierto, los capos de estas asociaciones ilícitas que gobiernan el fútbol siguen recibiendo su mensualidad. Pero el verdadero botín quedó de lado. Y entonces se han reciclado. Ahora sus huellas pueden rastrearse directamente en cuatro ámbitos que están en pleno auge: el narcotráfico, las ursurpaciones de terrenos para posterior loteo, la mafia china y el clientelismo.
El crimen de Martín Nuñez Giogiosa, líder de la facción disidente de la barra brava de River, fue un botón más de muestra. Saviolita, tal su apodo en Los Borrachos del Tablón, participó de un tiroteo en una toma de terrenos en Moreno, uno de los partidos del Conurbano más afectado por esta nueva modalidad. Empleado de la Municipalidad y con múltiples contactos en la zona Oeste del Gran Buenos Aires, había concurrido junto a otros cinco hombres de su riñón hasta la zona donde se había producido la ursurpación. La UFI 2 aún sigue investigando si fue contratado para echar ursurpadores o si comandó un grupo para quedarse con ese terreno.
Lo cierto es que en el enfrentamiento armado terminó asesinado y hubo otros dos heridos de bala. Porque también los barras están siendo conchabados por empresarios o propietarios que ven que les toman sus tierras y el Estado no actúa, ya que una ley provincial suspendió los desalojos hasta septiembre. La Policía sólo puede actuar en caso de flagrancia: si el terreno ya está tomado, no puede intervenir. Ahí es donde los barras ofrecen su servicio pago para liberar la zona. Porque donde no está el Estado, ellos imponen su ley.
El caso de Saviolita sólo puso en foco lo que ocurre en otras zonas del Conurbano. El Gran La Plata es el espacio físico donde se produjeron las mayores tomas. Y detrás de ellas aparece en plenitud la barra brava de Gimnasia.
Según denunció la Cámara Inmobiliaria de la Provincia de Buenos Aires hubo dos tomas en La Plata lideradas por los violentos triperos: una en un terreno entre las calles 44 y 170 y otra en las calles 138 y 432. “Las lotean y las venden a incautos que están desesperados por un pedazo de tierra”, afirman. Las localidades más golpeadas por esta modalidad son Abasto, Los Hornos y Melchor Romero.
Algo similar ocurrió en Altos de San Lorenzo, aunque ahí se adjudica el intento de toma a la barra de Estudiantes. Cabe recordar que la barra tripera ya estuvo involucrada en una toma muy importante de varias de las 260 unidades construidas en Tolosa en el marco del Programa Federal de Construcción de Viviendas. En aquel momento se le había adjudicado la acción a los Papupa, la familia Córdoba, quienes fueron referentes históricos de la tribuna de Gimnasia.
Las ursurpaciones han sido durante este lapso un botín muy fructífero para los barras. La de Los Andes ha actuado en terrenos en Turdera y Lavallol, la de Temperley no se quedó atrás y en Florencio Varela fue denunciado por ursurpador Meloncito Saavedra, dos meses después de haber sido beneficiado con la prisión domiciliaria por la pandemia del coronavirus. Meloncito fue uno de los partícipes de la sangrienta interna de la barra de Defensa y Justicia entre las facciones Mataderos, a la que él lidera, y Zeballos, nombradas así por los barrios a los que representan.
En el interior el caso más paradigmático es el de Andrés Bracamonte, jefe de la barra brava de Rosario Central. El mítico Pillín quedó detenido el 22 de junio pasado en medio de una mega causa que incluye lavado de activos, narcotráfico y sí, ursurpaciones de casas y terrenos. Su nombre siempre estuvo vinculado al del grupo delictivo Los Monos, que regentea todos estos negocios ilegales en la ciudad santafesina y que extendió sus dominios también al juego clandestino y a brindar seguridad extorsiva. En estos negocios se reciclaron además como soldaditos un montón de barrabravas canallas y también de Newell’s, que vieron cómo los ingresos de cancha habían desaparecido de un día para el otro.
Quien admitió esta realidad dos meses atrás fue el propio ministro de Seguridad de Santa Fe, Marcelo Saín, al presentar su proyecto de reforma de la Policía santafesina. Una situación similar puede verse en Tucumán, donde el clan Acevedo lidera La Inimitable, barra brava de Atlético Tucumán, y al mismo tiempo tiene múltiples causas judiciales y ligazón con el consumo de estupefacientes y ahora hasta denuncias de alentar ursurpaciones en la zona del dique el Cadillal, a media hora del centro de la ciudad. La otra barra, la de San Martín, referenciada en el Clan Alé, también tuvo múltiples acusaciones por narcotráfico, prostitución y toma de terrenos.
Con el mundo del narcotráfico los barras siempre han tenido una estrecha ligazón pero ahora son las segundas líneas las que se dedican tiempo completo a esa actividad. Barras de Laferrere y El Porvenir cayeron en los últimos días por este tema, al jefe de la barra de Godoy Cruz, Daniel Rengo Aguilera, le acaban de dar 12 años por comandar una organización narco con la barra del Tomba desde un penal, e igual suerte corrió Gustavo Petaco Barrientos, líder de la barra de Patronato, en Entre Ríos.
Y por estos días en el juzgado federal 11 de Comodoro Py se sustancia una causa por narcotráfico entre otros delitos que involucra a conspicuos miembros de La Doce, la barra brava de Boca. Por ahora se están tomando testimoniales vía zoom para saber hasta dónde la Justicia puede comprobar una denuncia realizada por una persona de identidad reservada que se hizo poco tiempo atrás. Es que como puede verse el negocio de la droga ha atravesado a todas las tribunas del fútbol local y en la pandemia se ha potenciado en las barriadas que ellas comandan. Lo mismo puede decirse del clientelismo: los barras siguen trabajando como punteros políticos y mano de obra para el sindicalismo a tiempo completo.
El último negocio dónde se advierte su nueva presencia tiene que ver con un rubro que parecía inexplorado para ellos: brazo ejecutor de la mafia china. La luz de alerta saltó luego de un ataque a un supermercado de dicha colectividad en San Francisco Solano, donde una cajera resultó herida con un balazo en la pierna. El fiscal de Quilmes, Martín Conde, empezó la investigación y recabó que la mafia china había extorsionado al dueño del local exigiéndole 30.000 dólares con una nota por ideograma a cambio de dejarlo trabajar en paz. El supermercadista se negó y pocos días después tres hombres bajaron de un Peugeot 308 y balearon el local. El dueño del auto era nada menos que Jorge Alberto Karmazín, el famoso Karma, líder de la hinchada de Tristán Suárez y de la ONG barra Hinchadas Unidas Argentinas, quien al momento de su detención dijo que sólo era el remisero.
El caso puso en alerta a la Seguridad, ya que hasta poco tiempo atrás la mafia china atacaba con su propio sicariato de la comunidad. Después sumaron miembros de las mafias peruanas y colombianas que trabajan básicamente en el mundo droga y éstos recomendaron a los barras argentinos, que muchas veces fueron sicarios de los grandes carteles cuando se necesitaba mano de obra en el país, como ocurrió con el doble crimen de Unicenter de 2008, donde el capo de la barra de Boca, Richard William Laluz Fernández, junto a dos cómplices, uno de ellos con peso en la barra de River, ejecutaron a dos colombianos en el marco de una interna feroz y la presunta mejicaneada de una carga muy importante que debía partir de Argentina rumbo a Europa.
El apellido Laluz Fernández se repite en ambas modalidades, porque el que ahora quedó imputado como sicario de la mafia china es Daniel, hijo del extinto Richard, acusado de liderar un grupo de barras que atacó varios súper chinos en San Fernando, Tigre y Benavídez, que se habían negado a pagar o aumentar la cuota de “seguridad privada” que se les ofrecía ilegalmente. Son nueve hechos en total los que están en investigación y en todos aparecen barras no sólo de Boca, sino también de equipos del Conurbano bonaerense como Arsenal, Racing y Quilmes. Barras que también están trabajando en el cobro a morosos utilizando sus métodos convincentes y en el negocio de la compra venta de dólares blue, donde su aporte se verifica como custodios de las transacciones que se hacen en casas por vía privada. Porque la pandemia habrá frenado los negocios de cancha, pero no a los barras, que se reciclan en cada actividad ilegal que les ofrece el sistema.
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