Probablemente el hecho de haber comenzado a jugar de muy pequeño y que el fútbol lo indujera a madurar temprano lo terminó fatigando mentalmente. Fueron 13 años de carrera profesional (a los que se les sumaron la militancia en inferiores) y tranquilamente pudieron ser más, pero la cabeza de Walter Acevedo dijo basta antes de lo esperado y con Infobae analizó las razones de su prematuro retiro.
El volante central de prodigiosa pegada en poco tiempo saltó de las juveniles de San Lorenzo a la Primera, formó parte del grupo de sparrings de la Selección de Marcelo Bielsa, tuvo su estreno en Primera bajo la tutela del Bambino Veira y también fue dirigido por Oscar Ruggeri, Ramón Díaz (con el que explotó como futbolista), Américo Rubén Gallego y hasta Diego Maradona, quien lo convocó para un par de amistosos en 2010 antes de la Copa del Mundo en Sudáfrica.
¿Desde cuándo, dónde nació y a qué se debió tu amor por el fútbol?
Arranqué jugando desde que tengo noción y pude correr. Tengo un primo cinco años más grande que se llama Diego, es muy futbolero también y desde chico nos pasábamos todo el día con la pelota con los chicos del barrio (San Justo) en la calle. Siempre se armaban los picaditos. Lo único que nos hacía felices era la pelota; si la teníamos, estábamos contentos. Como él jugaba al baby en Argentino del Oeste en Villa Luzuriaga y mi categoría ya empezaba a jugar, me fui a probar, me gustó y empecé a ir. Después fue todo una cadena: pasé de un equipo a otro hasta llegar a las infantiles de San Lorenzo y también al baby en Parque Chas. Los sábados jugaba al baby y los domingos en once.
¿Qué recordás de tu llegada a San Lorenzo y cómo fue tu evolución en las inferiores?
Salió un aviso en el diario que probaban jugadores, fui, anduve bien y me citaron para volver. Hice desde las infantiles hasta la Sexta, cuando empecé a entrenar con el Selectivo y a veces entrenaba con la Primera y Tercera. A la mitad del año en Quinta el Bambino Veira me llamó para ir a Primera y no bajé más.
¿Qué te dijo el Bambino cuando te promovió y cómo fue el debut?
Vio un partido de la Reserva contra Vélez, yo estaba en el banco, entré la última media hora y tuve un buen partido. Se ve que le llamé la atención. El lunes después de entrenar con el Selectivo pasé por donde entrenaba la Primera, el Bambino me llamó y me dijo que me había visto jugar: “Tiene que seguir así, muy bien”. Le agradecí y me fui. Al otro día el utilero me dijo que me tenía que ir a cambiar al vestuario de Primera. La verdad, nunca me lo esperé, creí que estaba bien considerado nada más. Debuté en 2005 contra Gimnasia en La Plata. El equipo jugaba la Libertadores y venía de un viaje largo y terrible desde Manizales después de jugar con Once Caldas. El Bambino presentó un equipo alternativo y me puso. El momento que había esperado toda mi vida estaba ahí enfrente mío.
En ese momento ya te estabas entrenando con las juveniles de la Selección...
Cuando estaba en la Octava ya iba al Sub 15 con vistas al Mundial Sub 17 de 2003. Hasta los 20 años prácticamente fui tres veces por semana al predio de Ezeiza. No me llevaron al Sudamericano de Bolivia y tampoco fui a un torneo relámpago en Corea, pero al regreso volví a entrenarme con el Sub 17 y quedé en la lista previa al Mundial y viajé a Finlandia.
¿Qué recuerdos te trae ese Mundial?
Perdimos sobre la hora en la prórroga de las semifinales con gol de oro de Cesc Fábregas contra España. Con el tiempo fuimos conscientes de quién era Fábregas. Jugamos mucho tiempo con un jugador menos, aguantamos hasta el final y estábamos ahí de los penales pero nos quedamos con las manos vacías. Si pasábamos se daba todo perfecto porque jugábamos contra Brasil. Hubiera sido muy lindo. Me acuerdo que atajaba Ustari, estaban el Negro Garay, Lucas Biglia, Fernando Gago, Diego Lagos, Ariel Colzera, Leandro Díaz... El que más diferencia hacía era Biglia, siempre desde chico la hizo. Tenía una madurez diferente a la del resto y una calidad técnica superior.
¿Cómo fue la experiencia de entrenar y convivir con Marcelo Bielsa?
Después del Mundial Sub 17 empecé a ir como sparring de la mayor. A Bielsa le gustaba mucho usar sparrings, los consideraba muy importantes y colaborábamos un montón. Viajamos a Barranquilla por las Eliminatorias, una experiencia espectacular. Y a raíz de hacer las cosas bien fui para otra Fecha FIFA y con el Sub 23 que dirigió él en Chile, en el Preolímpico para Atenas 2004. Conviví todo ese año con la Mayor hasta la Copa América en Perú. Fue increíble. La Selección perdió la final en el último minuto y los penales. Fue todo emotivo y fuerte, nosotros teníamos mucho trato con los jugadores y el cuerpo técnico, nos sentíamos muy cercanos y la derrota nos golpeó tanto como a ellos. Fue un mazazo terrible. Cuando volvimos a Argentina nos íbamos a preparar para los Juegos Olímpicos pero al final no viajamos con el plantel porque no nos permitían estar en la Villa Olímpica. Que ese equipo ganara la medalla de oro fue un alivio.
¿Qué te dejó Bielsa a pesar de que eras chico y no lo tuviste como entrenador formalmente?
Cuando sos chico no te das cuenta de todo lo que sabe, pero con el paso de los años ves que lo que la mayoría de los técnicos hace ahora, él ya lo hacía en 2003 ó 2004. Notábamos la diferencia, nos dábamos cuenta que era especial, diferente. Te exigía al máximo. Nosotros (los sparrings) nos presentábamos una hora antes del entrenamiento con Claudio Vivas y hacíamos los ejercicios que después iban a hacer los jugadores de la Mayor, que nos copiaban a nosotros. Y ahí participábamos con ellos como oposición. Eran entrenamientos de dos horas y media a concentración máxima y nada podía salir mal. Fue una experiencia que nos enriqueció. A Bielsa no le importaba que fueras un chico, te felicitaba o te pegaba un grito. Y si creía que se le había ido la mano después te pedía disculpas y te explicaba que se ponía así porque quería que todo saliera bien. “Si lo tomó a mal, le pido disculpas”, te decía. Esos gestos te hacían comprometerte aún más. Al conocerlo desde adentro lo empecé a seguir a todos los lugares a los que fue. Siempre deja su sello, me pone contento y me considero un fanático suyo. Algo que siempre tengo presente es que después de que consiguieran la clasificación a los Juegos Olímpicos nos reunió a todos los sparrings en un entrenamiento y nos agradeció uno por uno. Nosotros lo teníamos ahí arriba y que se pusiera a nuestra altura para felicitarnos fue un lindo gesto de su parte que no me olvido.
¿Cuál fue el momento de tu explosión como profesional? ¿Ramón Díaz fue el que te sacó más jugo?
Cuando se fue el Bambino de San Lorenzo jugué algunos partidos con Gabriel Rodríguez, que quedó como interino y me dirigió desde infantiles hasta la Primera. Después agarró Gustavo Alfaro y yo tuve una lesión. Más tarde llegó Ruggeri y me dio algo de continuidad. Arranqué jugando la Sudamericana 2006 y quedamos eliminados con Toluca en cuartos de final. Jugué bastante ese semestre. No solamente por participar más sino por la trascendencia que tiene todo lo que toca Ramón, el campeonato que ganamos, la clasificación a la Copa y el ida y vuelta que tuvimos con River creo que sí, fue él el que más me marcó en esa etapa de mi carrera.
¿Qué tiene de especial Ramón Díaz que no tiene el resto de los entrenadores que te dirigieron?
Tiene una seguridad que te la transmite cuando habla y con las decisiones que toma. Es un tipo que va al frente, tiene protagonismo, no le pesa la presión, le gusta. Y te hace sentir como él, te hace creer en esa seguridad. Entonces te pide, te exige, vos le das y las cosas van saliendo. En mayor o menor medida, la mayoría de los jugadores a los que les tocó estar en esa etapa dieron resultados. Ese es el gran secreto que tiene como entrenador.
¿Mito o realidad lo del “silencio atroz”? ¿Qué se te viene a la cabeza de esa serie con River?
Lo del silencio atroz se generó después de las declaraciones del jugador de River (Oscar Ahumada). Nosotros en ese momento sentimos una alegría tremenda y cuando hicimos los goles queríamos que terminara el partido ya. Cuando terminó el partido festejamos como si hubiéramos ganado un campeonato porque se había generado un clima tenso entre River y San Lorenzo por Ramón, D’Alessandro y Placente. Seguir en la Copa para nosotros era importante pero nos mantuvimos al margen de la polémica y festejamos con nuestra gente. De la serie me acuerdo que fue muy intenso desde que arrancó: cualquier cosa se discutía y todas las pelotas eran las últimas. Fuimos justos ganadores, en el primer tiempo 11 contra 11 nos plantamos bien, tratamos de jugar y de no hacer tiempo. No se puede explicar lo que pasó en el segundo tiempo porque es algo que puede pasar solamente en el fútbol. Quizá nunca se repita.
¿Influyeron las internas que había en el plantel en la eliminación con Liga de Quito en los cuartos de final de la Libertadores 2008?
Hubo diferencias, pero las cosas ya pasaron, hablarlas ahora o revivirlas no creo que tenga importancia. Todos queríamos ganar. Queríamos hacer diferencia de local para jugar en la altura la revancha y las cosas no salieron. El azar que a veces te mete esa vez nos dejó afuera en los penales. Cuando ganás, las cosas se disimulan o se tapan; cuando perdés siempre se busca un culpable y se habla de las cosas que pasaron o no, antes que decir que nos faltó tal cosa adentro de la cancha. No sé si había dos bandos, todos estábamos en la misma dirección. Obviamente había muchos jugadores de peso, de nombre... Jugábamos el torneo local y estábamos peleando también la Copa. Algunos jugaban en Copa y otros en el campeonato y todos querían estar en todos los partidos. Pero no había disputas, como decían, por los premios y lo económico. Eso era totalmente secundario. No hubo nadie del plantel que dijera “se pudrió todo porque no nos pagan un premio” o que Ramón dijera “éste no juega porque me discutió algo”. Todos dejamos todo y no nos alcanzó.
¿Cómo te enteraste de que Maradona te había convocado para la Selección?
Uff, fue increíble. No sé si me estoy poniendo viejo o qué pero esas cosas las recuerdo mucho. No sólo lo bueno, todo lo que viví como jugador. Recuerdo los detalles, fue un momento único. Estábamos concentrando en Independiente para un partido contra Atlético Tucumán y el Tolo Gallego se acercó a mi mesa en la cena para avisarnos a mí y a Leonel Galeano que Diego nos había convocado. Empezaron a gritarnos todos, yo no sabía qué decir, me reía de felicidad. Tener a Maradona enfrente fue un sueño, pero cuando estás ahí te tenés que olvidar del fanatismo y centrarte en que es una relación entre jugador y técnico.
¿Diego era tu ídolo de chico? ¿Qué indicaciones te dio previo a jugar el amistoso con Jamaica?
Maradona siempre fue referente para cualquiera que patea una pelota, por más que no se comparara la posición mía con la de él. Es el Dios del fútbol, el jugador más grande de todos los tiempos. Conocerlo fue un regalo, lo tomo así. Fue un partido entre semana y tuvimos dos o tres entrenamientos nada más. Emocional, buscando siempre la motivación. Te decía algo y era como con Ramón... Te lo estaba diciendo el Diego, ¿entendés? Con Jamaica me dijo que estuviera tranquilo, que tratara de repetir lo que hacía en el club. Te tiraba para adelante. Decía todo el tiempo que la lista del Mundial no estaba cerrada, ja. Te llenaba la cabeza. Y fue verdad porque después en la lista preliminar de 30 hubo varios jugadores locales (Juan Manuel Insaurralde, José Sosa, Juan Mercier y Sebastián Blanco). Y en la lista final estuvieron Ariel Garcé, Diego Pozo y Martín Palermo. Su convocatoria fue un regalo y premio al sacrificio y rendimiento que venía teniendo en Independiente esa temporada.
¿Te arrepentiste con el tiempo de haberte ido al fútbol ucraniano (Metalist)?
Fue loco, no fue fácil. Pero con el paso del tiempo lo fui valorando más y entendiendo un montón de situaciones. No me arrepiento, lo pude disfrutar. Era joven, era un lugar muy distinto en lo cotidiano y el fútbol también. Me sirvió, hasta el día de hoy tengo contacto con la gente que me llevó y quedó un gran recuerdo. Sí, era un salto en lo económico, pero el equipo había clasificado a la Copa UEFA, venía peleando el torneo y me sedujo esa posibilidad de ir a jugar y seguir mostrándome. Me gustó el interés que mostraron en mí. Allá estaba todo el día con Jony Maidana, con el que había pegado onda en el Sub 20 cuando él estaba en Los Andes. Hoy la amistad sigue firme. En lo deportivo fue bueno, cuando llegué eliminamos a la Sampdoria y para el club fue muy importante ganarle a un equipo de la Serie A. Me costó la adaptación y con el préstamo a Independiente encontraron la chance de que jugara un año en Argentina para volver con más partidos en el lomo.
¿Por qué decís que tuviste “la suerte” de encontrarte con el Tolo Gallego en el Rojo?
Fue el técnico que sacó mi mejor rendimiento. Si bien siempre depende del jugador, la mano que te pueda dar el técnico o la confianza o aporte de él es muy importante. El Tolo me supo llevar. Queda mal que lo diga yo, pero se fue dando todo para armar un equipo alrededor mío, facilitándome las cosas a mí. No habrá sido su idea en un principio, pero se fue dando así. Hice la pretemporada desde el primer día, igual que varios compañeros, y eso fue importante. Llegó el Cuqui Silvera, con el que tenía relación dentro y fuera de la cancha en San Lorenzo, y tuvimos varios puntos altos en el campeonato. Al año se desarmó el plantel y el Tolo se fue. Una lástima, porque creo que hubiéramos tenido grandes rendimientos si seguíamos como mínimo una temporada más.
Gallego y vos jugaban de mediocampistas centrales pero tenían características muy diferentes en su juego...
Yo sabía que él había sido un tipo de jugador aguerrido, pero a mí me pedía que jugara. Era totalmente distinto a lo que era él como jugador. Le gustaba que el equipo fuera al frente, que los laterales pasaran, ponía todos jugadores de buen pie juntos, quería que la defensa jugara adelantada. A mí me pedía que jugara simple y estuviera atento a los relevos. Sentí que hacía todo para que me sintiera cómodo y creo que en líneas generales le respondí.
¿Era muy bravo el Tolo cuando se calentaba?
Por ahí tenía a alguno más de hijo y los demás zafábamos. Me reía mucho cuando le gritaba a Mancuello porque Fede es muy blanco y se ponía colorado. Lo tenía siempre pegado a la raya encima. Antes de un entrenamiento lo llamaba para decirle algo y ya se ponía todo colorado. Tenía muy buena relación con nosotros, era muy cercano. Y eso que se generó entre nosotros y él se vio reflejado.
¿Cómo se dio tu llegada a River y qué análisis hacés a casi 10 años del descenso?
Independiente no tenía cómo pagar mi opción de compra y el Metalist no quería volver a prestarme, me largaba solamente por una venta. Surgió River y me pareció una linda oportunidad. Me llevó la dirigencia y Ángel Cappa habrá estado de acuerdo. Con un resultado que fue una catástrofe es difícil sacar algo bueno, pero hicimos una gran cantidad de puntos aunque obviamente a nadie le importa. No era fácil porque jugábamos cerca del descenso en la tabla de promedios y cuando no ganabas dos partidos ya estabas ahí. Ángel se fue a mitad de campeonato, agarró el Negro Jota Jota y más o menos acomodó el equipo. El primer torneo terminamos con más de 30 puntos (NdR: fueron 31) y sabíamos que al siguiente íbamos a tener que sumar. Confiábamos en que así iba a ser. Y de hecho hasta mitad del segundo torneo estuvimos peleando la punta, pero entramos en un bache del que no pudimos salir y se desató lo peor.
¿Era difícil el clima que había en la previa de los partidos de la Promoción con Belgrano?
No era la situación ideal pero puertas adentro estábamos comprometidos con el trabajo y sabíamos que la gente y el Mundo River pensaban que podíamos revertir la imagen con resultados. Con el resultado adverso en Córdoba de dos goles en contra igual creíamos que lo daríamos vuelta en el Monumental. Arrancó el partido e hicimos un gol, nos faltaba uno y teníamos la gente a nuestro favor. Hubo una jugada muy polémica (NdR: grosero penal a favor de River ignorado por el árbitro Sergio Pezzotta) en la que tampoco vale la pena ahondar porque ya está, y en un descuido nos pasó lo que no nos podía pasar. Hicieron el gol y nos derrumbamos. Tendríamos que haber hecho un partido más largo hasta intentar hacer el segundo. El empate de ellos nos terminó de dar el golpe.
¿Es verdad que Passarella se metía en la semana y tenía injerencia en el equipo?
No. Alguna vez apareció en algún entrenamiento en el estadio porque tenía las oficinas ahí pero siempre hubo buena relación. En líneas generales todos se portaron muy bien, la gente también. Nos exigió resultados pero no hay nada para decir. Mirando para atrás, se habían hecho dos temporadas muy bajas y no era fácil de revertir. Así y todo le metimos el pecho y obviamente no alcanzó, terminó de la peor manera.
¿Quisiste tener revancha en River? ¿Por qué te fuiste a Banfield?
Desde un primer momento sabía que no era del gusto del Pelado Almeyda, trabajé por la chance de revertir eso pero nunca se dio. Sabía que no iba a ser prioridad para él en la B, había pedido jugadores en mi posición y no iba a jugar lo que yo pretendía. No me quería ir pero iba a ser difícil jugar. Apareció Banfield y, acertado o no, tomé la decisión de irme. El jugador lo que más quiere es jugar y si sabés que no te vas a sentir bien por no hacerlo, es mejor irte a otro lado. Siempre me guié por ser importante en un plantel, no por aferrarme a un contrato.
¿Qué semejanzas tuvieron los descensos de River y Banfield?
En Banfield se hicieron las cosas mal en todo aspecto. Viste que cuando se consigue un objetivo se dice que todas las patas deben estar bien: jugadores, dirigentes y gente. Bueno, acá fue todo lo contrario. Salvo por la gente, a la que no le podés decir nada. El club estaba muy bien, al día con los salarios y el equipo venía de salir campeón hacía un año. Creo que se tomaron las cosas muy relajadas y en ese momento no había exigencia de nada. Entramos en un bache y al cuarto partido echaron al Gallego Méndez, algo que nos pareció muy pronto porque él había armado el equipo. Vino La Volpe, perdimos, ganamos, nos costó pero estábamos tranquilos con el promedio. Volvieron a cambiar de técnico, agarró el Polilla Da Silva que pidió dos o tres refuerzos que vinieron, pero lo llamaron de Peñarol, se fue y vino otro técnico (Eduardo Acevedo). Ahí decís “está todo mal”. Cuando salís campeón o te vas al descenso tienen mucho que ver los detalles y con quién peleás. Nosotros peleamos contra un Tigre que no sé cuántos puntos hizo y perdió el campeonato en la última fecha contra Arsenal, hizo un campañón. Y después contra San Lorenzo... que no quiero hablar mucho, pero necesitaba quedarse y terminó quedándose. A diferencia de lo de River, lo de Banfield fue un descenso construido 100%: fueron todas macanas que se hicieron, una atrás de la otra.
¿Linda experiencia la del Zaragoza?
Si en algún momento surgiera la posibilidad, me iría a vivir a España. Ese año el equipo estaba en segunda división y jugábamos con los filiales del Real Madrid y Barcelona contra jugadores como Lucas Vázquez, Denis Suárez, Adama Traoré (hoy figura adel Wolverhampton)... Nos pegaron un baile terrible. Ese Barcelona B se terminó yendo a Tercera pero tenía partidos en los que le pintaba la cara a cualquiera. Pero después pasaban varios que no ganaba y eran todos chicos que apuntaban a jugar en Primera. Además no pueden ascender y es raro para ellos. Teniendo 32 años, a los chicos de 18 ó 19 les tirás la experiencia y el roce encima y por ahí hacés diferencia, pero cuando se levantaban iluminados no los podías agarrar.
¿La vuelta al fútbol argentino no fue como la esperabas?
Cuando el jugador va a un lugar y no se siente a gusto, se apresura y va a otro lado y se da cuenta que tampoco. Llegué a Tigre con un entrenador, después llegó Alfaro, yo quería jugar más y no se dio. Empecé a perder confianza y no es fácil cuando entrás en esa rueda. En Defensa y Justicia jugué bastante y después me salio la posibilidad de irme afuera y lo hice. Las cosas no me salieron bien y creo que ahí fue el quiebre porque venía de jugar poco, cuando tuve la chance de seguir en Defensa y afianzarme tomé otro camino y fue un error. En All Boys estuve un año y medio y no pagaban a término, teníamos complicaciones para entrenar, nos faltaban materiales y cosas primordiales. Irme a Malta (Birkirkara FC) me pareció una buena oportunidad porque volvía a estar tranquilo en Europa e iba a pensar solamente en jugar en un lugar espectacular, me cerraba por todos lados. Pero hacía poco me había operado de la rodilla derecha (osteocondritis) y empecé a tener molestias. Nunca pude acomodarme ahí ni recuperarme. Tuve que volver para tratarme con gente de confianza acá. Creí que iba a ser difícil volver a jugar, pero me rehabilité y volví a las canchas.
Y con Municipal de Guatemala fue tu última experiencia... ¿Cuándo fue el clic para dejar definitivamente?
Fui a Guatemala con la idea de agarrar continuidad. Queda mal que diga a probar la rodilla porque parece que fui a ver qué pasaba pero era una prueba para ver si me había recuperado bien y podía volver a jugar. A los seis meses (fines de 2018) se decidió que terminara el contrato y volví a Argentina. Dije “si no me llega una posibilidad ahora no voy a esperar seis meses más entrenando solo para volver a jugar”. Lo tomé como una señal y di un paso al costado a principios de 2019. Siempre estuvo la idea del retiro desde esa época. Uno se cansa de ciertas cosas del ambiente y creí que era un buen momento para parar.
¿Por qué elegiste ser representante y cómo es tu vida desde tu retiro a los 32 años?
La vida del jugador de fútbol es espectacular. Jugás en estadios increíbles contra jugadores increíbles, competís, pero todo lo que pasó lo disfruté y tengo un buen recuerdo. No pienso en que fui un tonto por haberlo dejado o que no quiero saber más nada con el fútbol. Al contrario: me la paso mirando fútbol y mi vida gira alrededor de la pelota. Más allá de haber tenido experiencias duras, lo soñé, trabajé y lo pude lograr. Y si por televisión engancho algún partido en el que jugué, lo miro y lo disfruto. En el momento que dejé vi qué podía hacer y (la representación) era algo que me gustaba. Estar cerca de lo que es el juego, mirar fútbol, ver jugadores, viajar, todo eso me seducía. Se dio la posibilidad de empezar a trabajar con Mauro (Zárate) que es un amigo de la infancia, fuimos arrancando de a poco y ya llevamos más de un año. Le estoy agradecido por la posibilidad que me dio.
¿Creés que la representación te ayudó a hacer el duelo por haber colgado los botines antes de tiempo?
Sin ser consciente en los últimos años de mi carrera lo fui haciendo, fui dejando atrás esa etapa de jugador. Capaz que en dos años te digo que estoy deprimido y me arrepiento de haber dejado el fútbol tan joven, pero hoy no me pasa y disfruto mucho de lo que hago. Me entreno, antes de la pandemia jugaba al fútbol con amigos los sábados, estoy feliz y tengo a mi familia que siempre me apoyó y nunca me exigió nada. Reconozco que tuve la posibilidad de reinsertarme rápido en algo con lo que también ocupo la cabeza. Debe ser duro para el jugador que deja y al otro día no tiene nada para hacer. Y no pasa por lo económico, si no necesitás trabajar por eso, sino por el hecho de ocupar la cabeza, sentirte útil. Desde chico te levantás, vas a entrenar, vas al colegio, jugás los fines de semana, siempre la misma rutina. Una actividad de adolescente, de hacer siempre lo que te gusta. De repente se te corta a los 35, 36 ó 37 años, o en mi caso menos, y decís “¿qué hago?”. Es duro. Y también creo que el jugador sufre esa falta de reconocimiento que tenía cuando jugaba. Es un combo que puede ser complicado si no estás preparado.
¿Tu retiro es definitivo o si Mauro te propone en un par de años volver a jugar en alguna liga árabe te volvés a poner los pantalones cortos?
Tendría que ver cómo estoy de la rodilla, ja. Juego al fútbol amateur con amigos y me entreno diariamente. Para todo lo que sea verde y tenga la redonda, si me invitan, estoy. Pero lo veo como una fantasía. Disfruto de este lado también, me encanta ver fútbol y seguir aprendiendo porque en la vida uno nunca deja de aprender.
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