La actual empatía entre ambos se inició traumáticamente.
El primer contacto oficial ocurrió en marzo de 2016, fue telefónico y a través de personas delegadas por uno y otro. Por entonces Gianni Infantino cumplía sus primer mes como presidente de la FIFA, cargo al que había llegado en la segunda vuelta (115-88) de la elección realizada el 26 de febrero de 2016 sobre el Jeque Salman bin Ibrahim Al-Jalifa de Bareín.
En la agenda del entonces presidente de la Argentina, Mauricio Macri, el tema fútbol se equiparaba en su interés personal con las demás cuestiones de Estado: dólar libre, nuevos miembros de la Corte, reducción del gasto público, educación, mesa judicial, salud, asistencia social, aborto u otros asuntos no superaban la siempre ambicionada aspiración de tener al fútbol argentino bajo control.
Fue por ello que en la agenda de la Jefatura de Gabinete y de la Secretaria General de Gobierno se incluía tomar contacto con Infantino –a través de voceros cercanos a Macri– para pedirle la intervención de la AFA como paso inicial hacia el empoderamiento.
Antes de que asumiera Infantino, la causa Fútbol para Todos sorprendió por su reimpulso para procesar a siete dirigentes de la AFA, tres ex jefes de Gabinete y seis funcionarios ejecutivos de aquel programa tras el dictamen de la jueza María Romilda Servini.
No era Infantino el presidente de la FIFA soñado por Macri para alternar en el gran nivel dirigencial del fútbol ya que desde sus doradas épocas de Boca los nombres paradigmáticos de esa élite eran Joao Havelange, Julio Grondona, Joseph Blatter, Ángel María Villar, Umberto Agnelli, Lennart Johansson, Michael Platini, Franz Beckenbauer, Bobby Charlton, Silvio Berlusconi…
Sin embargo, casi azarosamente, el hombre de confianza de Platini en la UEFA, el sonriente locutor de todos los sorteos, el simpático portador de maletines, apareció como candidato –único de Europa– una vez que el Tribunal de Ética de la FIFA (Hans-Joachim Eckert, jurista alemán y Cornel Borbély, jurista suizo) sancionaron a Blatter –ganador de las elecciones originales– y a Michael Platini por no declarar un préstamo de la FIFA a la UEFA por 1.800.000 dólares. Fue así que emergió Infantino (el único hombre de la UEFA que conocía todos los secretos de Platini) y Macri debía dirigirse a él para llevar a cabo su plan de intervenir la AFA.
Los dos contactos iniciales fueron un fracaso ya que quien hablaba en nombre de Macri –seguramente un amigo cercano– se negaba a exponer las razones del pedido del Gobierno a Mattias Grafström, un hombre de modales delicados, rostro frutal, voz suave y trato cordial a quien Infantino le había derivado la “presión Argentina”.
Sin embargo, el delegado de Macri –obviamente se trataría de alguien muy ligado a algún club del fútbol argentino en algún momento pasado– solo quería hablar con Infantino. Fue por ello que Grafström, por entonces al frente de la Oficina de Personal de la FIFA y hoy en la Secretaria General en lugar de Zvonimir Boban –el último ex jugador que quedaba de una FIFA que Infantino prometió llenar de leyendas de todo el mundo– logró hacerle entender con serena firmeza que el protocolo indica que “el presidente de la institución sólo puede hablar con alguien de identidad superior o igual a menos que sea el titular de alguna confederación continental”. También le respondió finamente al prepotente interlocutor argentino que él no era “sirviente de la FIFA” como lo había definido, sino un funcionario que merecía respeto.
Finalmente, el jueves 21 de abril de 2016, Macri llamó a Infantino y le dijo que la AFA estaba bajo el imperio de la corrupción, que una jueza federal tenía procesados como a 15 personas incluyendo ministros del gobierno anterior, que no habían podido llevar a cabo una elección pues salieron 38-38 sobre 75 sufragios, que había allanamientos todos los días y que él quería que la FIFA la interviniera… La respuesta de Infantino fue que eso no resultaría tan fácil y que no podría hacerlo sin el consentimiento de la Conmebol; para entonces Infantino llevaba como titular de la FIFA algo menos de dos meses.
Luego de agradecerle, Macri dejó como “embajador” a su amigo, quien llevaría a cabo todas las gestiones futuras bajo la órbita de la Secretaria General de Gobierno a cargo de Fernando De Andreis. Pero antes que ello sucediera llamó al entonces presidente del Paraguay Horacio Cartes, con quien sostiene un larga relación afectiva y comercial –acaba de visitarlo el mes pasado en Asunción–, para que éste intermediara con Alejandro Domínguez, titular de la Conmebol desde el 26 de enero de ese 2016 tras la detención de Juan Ángel Napout sentenciado por varios delitos del FIFA Gate. Es sabido que Macri, Cartes y Domínguez son tres hombres de fútbol y de negocios, cercanamente relacionados entre sí.
La Intervención a la AFA –tan nefasta como ineficaz– fue un hecho tras el primer viaje de Primo Corvaro –enviado por Infantino– ocurrido el 6 de julio de 2016.
Macri supo responderle a Infantino con generosidad pues lo invitó con el rango de dignatario de estado a la reunión del G-20 que se llevó a cabo en Buenos Aires en la primera semana de diciembre de 2018.
La invitación fue una fatal coincidencia ya que seis días antes de su inauguración debían jugar River-Boca la revancha por la final de la Libertadores en el estadio Monumental. Ese maldito 24 de noviembre de 2018, el encuentro fue suspendido por las lesiones sufridas por algunos jugadores de Boca –Pablo Pérez, su víctima principal– cuando el bus que los transportaba fuera atacado con piedras en la Avenida del Libertador y Lidoro Quinteros, una zona sin presencia policial, liberada inexplicablemente, que derivó en la fáctica renuncia de Martín Ocampo, ministro de Seguridad de CABA.
También fueron víctimas de salvajes agresiones –ya dentro del estadio– Infantino, Domínguez y Chiqui Tapia entre otras autoridades. La tardía, dubitativa y afiebrada suspensión del encuentro le sirvió a Macri para pedirle un nuevo favor a Infantino: llevar el encuentro a Madrid.
Esta insólita afrenta a la historia del fútbol argentino se le ocurrió a Macri en la madrugada del 25 de noviembre, luego de hablar telefónicamente con Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. Vale la pena recordar que al momento de estallar la causa de las autopistas del Oeste y Panamericana, Mauricio (Grupo Macri) y Florentino Pérez (Abertis) eran socios en la explotación de los peajes.
Esa mañana de domingo, Infantino y su inseparable amigo (también Secretario General de FIFA) Mattias Grafström, dejaban el Park Hyatt hacia el Aeroparque para viajar a Bariloche. Invitados por Macri (o el Gobierno) pasarían tres días en la Patagonia con la esperanza de conocer Lago Escondido, toda vez que les habían prometido un encuentro con el magnate inglés Joe Lewis, muy amigo de Macri, quien enviaría un helicóptero bi turbina Bell 429 que les permitiría visitar también parte de las 12.000 hectáreas de ese prodigio natural poco conocido por los argentinos.
Fue Mattias Grafström quien comentó su emoción por haber conocido parte del sur argentino. Lo hizo en la Gala del Colón al que concurrieron los 23 mandatarios y sus comitivas el sábado 1 de diciembre de 2018, una vez inauguradas las jornadas del G-20. Fue en tales circunstancias cuando Infantino le expresó a Macri su “eterna” gratitud pues además de pasear se daría otro lujo: disertaría explicando qué es la FIFA ante las autoridades visitantes.
Curioso resulta este caso de Infantino pues al asumir como presidente dijo que la FIFA necesitaba tener a muchos jugadores trabajando en los distintos aspectos de su organización; sin embargo durante lo que lleva de gestión pareció interesarse mucho más por la relación con los políticos que con los jugadores y los dirigentes. Y tal premisa resulta contraria a la doctrina de la FIFA que siempre se opuso a la injerencia política.
Es así que en las gestiones anteriores hubo fundamentadas razones para que la FIFA reconociera a políticos que mucho habían hecho por el fútbol o cuyas trayectorias dignificaron la vida. Sin embargo ni Nelson Mandela (Sudáfrica 2010), ni Henry Kissinger (iniciador del fútbol en los Estados Unidos en los 60), ni Jacques Chirac (liberó de impuestos al Mundial de Francia 98), ni mandatario alguno había recibido distinciones. Y sin embargo seis meses después del G-20 (30-6-2019) Mauricio Macri obtuvo el premio “Living Football Award” “por su aporte al fútbol y su impulso a los valores del deporte” (¿?). Al momento de recibir esta distinción, Macri se hallaba en Zurich, en la sede de la FIFA presidida por Infantino quien antes de aquel inolvidable viaje a la Patagonia había acordado con Alejandro Domínguez el pedido del común amigo Mauricio para que River jugara como local en el Bernabeu el 8 de diciembre de 2018, día en que obtuvo la Copa Libertadores de América.
Por más que lo desee y dadas las afinidades que los unen, Infantino no podrá recibir a Macri ni mucho menos verlo aún cuando fuera privadamente. Es que el presidente de la FIFA está sometido a la investigación del fiscal especial de Suiza, Stefan Keller por “violación al secreto oficial, favoritismo e instigación” dadas sus comprobadas reuniones en 2016 y 2017 con el fiscal general Michael Lauber quien frente al escándalo renunció a su cargo.
Esa es una parte de la tormenta que atraviesa su controvertida gestión. Y al respecto él mismo ya ha dado explicaciones a través de una misiva circular destinada a todas las federaciones del mundo en cuyo mensaje se declara inocente. Lo será hasta que se demuestre lo contrario. No obstante lo que aún no ha explicado Infantino son sus acciones conspirativas para el debilitamiento institucional de las competencias organizadas por la propia FIFA. Su presencia y apoyo a la idea de Florentino Pérez para la formación de una Superliga Mundial reservada a los grandes clubes de la élite universal con el principal acento en los de Europa y Sudamérica, van contra la UEFA y la Conmebol. Y en tal sentido ya se han manifestado sus presidentes, el esloveno Aleksander Ceferin (UEFA) y el paraguayo Alejandro Domínguez (Conmebol) quienes se sienten defraudados por Infantino.
No tiene buen pronóstico la gestión del suizo al frente de la FIFA pues su gestión es contracultural, va en el sentido contrario a la historia, es muy proclive al fútbol de elite: más cerca de los empresarios poderosos que de los dirigentes; al lado de los políticos de turno antes que de las estrellas del fútbol; sus funcionarios reciben sueldo. Son empleados (¿qué Tribunal de Ética juzgaría a su empleador?); nunca dio a conocer el Informe García sobre la investigación del FBI a la FIFA (¿quiénes fueron sobornados para votar por Qatar?) y demasiado embelesado por ministros, presidentes, jeques, emires y califas; demasiado comprometido con el problemático mundial de Qatar. O sea que está procediendo al revés de lo que indica la doctrina: cero injerencia política.
Un ejemplo de ello pudo haber sido éste dialogo escuchado en el Colón:
-Mauricio, lo de la Patagonia y tu invitación al G-20 fueron grandiosos, ¿cómo te podría retribuir?, preguntó Infantino.
-Me gustaría hacer algo para la FIFA, fue la respuesta de Macri.
Y le inventó una Fundación que nunca había existido, que difícilmente exista, pero que sirve para inventar motivos de viaje…
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