Le sale natural. No es algo pensado. Menos aún algo premeditado para mostrar su forma de ser. Marcos Rojo todo el tiempo repite la palabra imaginate. Sin haberlo leído a Einstein, tal vez inconscientemente tenga que ver con que “en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”. Marquitos -un chico de 30 años que disfruta de jugar a la pelota con amigos- vivió muchos de esos días de desborde. Sin saber que imaginar era la ruta de escape, cuando era un pibe miraba la Premier League con un tío y se ratoneaba con jugar en esos estadios alucinantes. Y lo llevaba a su compinche a viajar en avión. Ahora mismo sigue imaginando cuando la realidad le ganó al escenario virtual. Era difícil soñar también vivir con una estatua como Verón cuando recién asomaba su 1,87 metro en la Primera de Estudiantes. O pensar que podía llevar colgado a Messi en uno de los goles más gritados de la historia de la Selección. O que lo llamara su ídolo Riquelme para llevarlo a Boca. O dejar los días oscuros en el barrio para casi irse a las manos con un tal Zlatan Ibrahimovic. Él no cambió -dice en la extensa charla con Infobae- pero se modifica la forma de mirar de los demás. Imaginate -y sabelo- que no es fácil cambiar el colectivo por un auto de alta gama que acelera por las calles de Europa...
-¿Dónde es más difícil jugar: en un torneo por plata en el barrio o en la cancha del Manchester?
-Hay más presión en el barrio. Los pibes que están afuera te matan si perdés, ja. Jugar con mis amigos es hermoso. Apenas volví a la Argentina tuve algún día libre porque no jugué de arranque. Me entrenaba nada más. Un sábado, mi hermano me llama y me dice que había un partido. Y me mandé solo un ratito. Nos cagamos de risa. Fue lindo volver y encontrarse. Después, la presión está en todos lados. Jugar en Old Trafford tiene una carga linda. Es un equipo grande. Siempre tenés que ganar.
-Imagino que alguna vez -ya jugando en Primera- te metiste en el barrio. Riquelme contó que lo hacía cuando empezó en Boca y que Bianchi lo sabía. Carlos le decía “tenés los tobillos lastimados, pero si el miércoles no podés jugar por la Copa va a ser culpa tuya”. Y Román entendía que tenía que jugar sí o sí. ¿A vos te pasó?
-A mí me pasó una que salió mal. Jugábamos las Eliminatorias con la Selección. Era junio del 2012. El técnico era Alejandro (Sabella). Yo estaba en el Sporting de Lisboa. Viajo para Argentina para el partido con Ecuador. Después teníamos fecha libre, por eso había un amistoso con Brasil. El que Leo metió tres. Un golazo el del final. Si mirás esos días, yo venía jugando de titular pero ahí quedé en el banco. Los dos partidos los jugó Clemente Rodríguez. Entre semana fui a jugar un día con amigos y sin querer me torcí el tobillo. Me quería morir. Imaginate... “¿Qué hago? ¿Qué hago?”, me repetía. Tenía 22 años. “Me van a matar, no vengo nunca más a la Selección”. Así que al otro día llegué, me puse los botines y fui a entrenar aunque me dolía un montón. En una pelota medio dividida me caigo, me quedo en el piso y le digo al doctor “me doblé el tobillo”. Dani Martínez me mira y me dice “esto no te lo hiciste ahora”. Claro, ya lo tenía todo morado, ja. Era como que lo tomaba por boludo. Entonces le digo: “Dani, bancame, por favor”. Después fui, hablé con Alejandro y me recontra re cagó a pedos. Pero decí que me conocía. Que sabía cómo era yo. Medio que me perdonó. Después de esa vez, nunca más.
-¿Te acordás qué te dijo exactamente Sabella?
-Que era un boludo. Alejandro me conoce desde que tengo 18, 19 años. Me dijo que estaba loco. Que cómo iba a jugar con eso. Que suerte que el entrenador era él... La verdad que tenía razón. Si hubiera sido otro técnico en la Selección no me la dejaba pasar.
-¿Era un partido común entre amigos o uno pesado?
-Jugaba mi barrio, El Triunfo, contra el de enfrente. No somos enemigos pero... En 10 cuadras vivimos todos. Arrancás como si nada y al ratito querés ganar. Se va picando y dejás la vida. Te olvidás de que estás jugando en el barrio y se va un poco la pata...
-¿Cómo es pasar de jugar en el barrio al mítico Old Trafford?
-Es una locura. Yo la Premier la veía por la tele los sábados a la mañana. El primer partido que jugamos, contra el Queens Park Rangers, lo ganamos 4 a 0. Cuando entré a la cancha no lo podía creer. Me decía “es increíble, miraba todos los partidos con mi tío, que es fanático del fútbol, y ahora estoy acá”. Es más, yo era chico, tenía 12 ó 13 años, y una vez le dije a él: “Un día voy a jugar ahí y te voy a llevar”. Ese recuerdo me quedó para siempre. Él se cagaba de risa. Imaginate: yo recién estaba en las Infantiles de Estudiantes... Y cuando entré, con Old Trafford lleno de gente, se me vino todo a la cabeza. Fue 100 veces más de lo que yo miraba, de lo que yo lo soñaba. Encima estaba mi vieja en la cancha. Algo inolvidable. Y muy loco a la vez.
-¿Cómo se prepara un pibe que viene de una familia humilde para que no sea tan fuerte el impacto de no irse de vacaciones a de pronto andar de acá para allá por Europa?
-No te preparás. Las cosas se van dando solas. Después está en uno ser la misma persona. El que cambia no es uno sino la mirada de la gente. Antes vos salías a comer, o salías a bailar, y si no estabas bien vestido no te dejaban pasar. Cuando sos pibe la sufrís. Pero cuando sos jugador conocido podés hacer lo que querés. Por eso digo que va en uno cómo manejarse. Vas viviendo y acomodando con lo que te toca. Ni te das cuenta. Entonces pasa que un día viajás en bondi y al otro tenés un auto de alta gama. Ahí es cuando muchos chicos se marean. Porque la mayoría, como yo, no pudo terminar la escuela. Yo sabía que mi salvación, o la de mi familia, podía venir por este lado. Aposté al fútbol y descuidé otras cosas. No tener una buena educación a veces el futbolista lo termina pagando.
-¿Cómo fue la primera vez que te fuiste de vacaciones en un yate?
-No es que me voy de vacaciones en un yate. Querés conocer, ja. Ahora es normal en Europa. Por ahí para ir a las playas que no estén llenas de gente. Igual eso te lo da la Selección. Yo cuando jugaba en el Sporting iba a la playa y no me conocía nadie. Cuando vas al Mundial, o vas al Manchester, que es uno de los grandes del mundo, te hacés conocido de verdad. Por ahí entonces estás con tu familia, querés andar un rato tranquilo. Ahí te vas a dar una vuelta. Te pasás uno o dos días. Pero no me voy de vacaciones porque si no yo también me aburro. El yate está bueno para la foto pero después las nenas se aburren. Y yo también. Quieren jugar con la arena, ja.
-En esos primeros tiempos te ayudó mucho la Bruja Verón...
-Sí, muchísimo. Sebastián, el Chavo Desábato, que ahora es el entrenador de Estudiantes, Alayes, Andújar, aunque era más joven. Yo tenía 18, 19 años. Y ellos por la forma de hablar parecía que tenían 40... Yo hoy estoy en la edad de ellos en ese momento pero no me veo igual. Lo miraba a la Bruja y lo veía como si fuera mi viejo. Se la pasaba todo el tiempo dando consejos. Nos preguntaba qué hacíamos, dónde vivíamos, cuánto dormíamos. Tal vez en otros clubes también pasa, pero no sé si tanto como en Estudiantes. Imaginate que la Bruja conoce a todo el mundo en La Plata. No podías ni salir a comer y volver después de las 12 que él se enteraba. Siempre alguno le botoneaba. Pero después te ayudaba. Yo cuando pasé a Primera había subido un grupo grande, que en el club es normal. La ciudad es grande pero a su vez es chica. Algunos con la fama, con que te invitaban de todos lados, se terminaron perdiendo. De esa camada fuimos pocos los que hicimos carrera. Fede Fernández fue otro de los chicos que creció y jugó el Mundial 2014.
-¿Cómo fue en esos tiempos que la Bruja, una estatua de Estudiantes, te dijera “vení a vivir conmigo”?
-Yo estaba pasando momentos jodidos. Por mi forma de ser ni loco se lo iba a decir. Me la iba a aguantar solo. Y que él venga sin que yo pidiera ayuda y me dé una mano fue increíble. No tenía por qué ayudarme. Sin nada a cambio, me llevó a su casa, me dejó con su familia. A su manera -porque vos también lo conocés cómo es de serio- con ese tipo de gestos se notaba que me quería y que me valoraba. Siempre fui un chico respetuoso. Y él me lo terminó de demostrar cuando lo necesité. Imaginate: con mi edad, estaba con la Bruja que ya era súper famoso. Iba a Buenos Aires y a mí no me conocía nadie. Una locura. Era vivir todo el día con tu ídolo.
-¿Verón es el Jordan argentino?
-Te juro. Yo estaba viendo la serie con mi señora y le decía: “La Bruja es así”. No te dejaba que te relajaras ni un poco. Yo me acuerdo de la Gata, de Enzo Pérez, cuando llegaron a Estudiantes. Se querían ir. No lo aguantaban. Los volvía locos. A mí también. Pero con el tiempo te das cuenta de que no seguía a todo el mundo. Los enloquecía a ellos, a Boselli, a chicos que él veía que podían hacer las cosas bien. La práctica empezaba a las 10 y él a las 9 se iba solo al gimnasio. No existía esa costumbre y menos en la Argentina. Nosotros llegábamos y nos poníamos a tomar algo, a mirar la tele, a cagarnos de risa. Y él pasaba, nos miraba sin decir nada y se iba. Una mañana, yo había llegado primero y estaba solo tomando el té. Pasa y se sienta. Así, de una. Yo dije “uh, me va a cagar a pedos, ¿qué hice ahora?”. Ya me lo esperaba porque todos los días por algo me cagaba a pedos. Entonces, me mira y me dice “¿sabés por qué voy al gimnasio?”. “No sé, para estar más fuerte”, le respondo. “No, porque cuando yo llegué acá en el 2006, el gimnasio estaba de adorno. Lo usaba Marquitos Angeleri para tener abdominales para salir en las revistas”. Yo me empecé a cagar de risa. Ahí me frena en seco: “No te rías. Te estoy hablando en serio. Yo vine acá y nadie se cuidaba. Empezamos a hablar con todos, trabajamos y qué pasó, Marcos”. Claro: Estudiantes salió campeón después de mucho tiempo cuando él volvió. Le cambió la mentalidad a todo Estudiantes con la ayuda del Cholo Simeone. Ellos se criaron en Europa. Son chabones ganadores. La historia, entonces, termina con que él me dice: “Vos tenés que ayudar a que tus compañeros cambien su forma de pensar. En el fútbol nunca les van a regalar las cosas. Si ustedes no están preparados nunca van a lograr nada”. Esa charla me quedó grabada para siempre y siempre seguí entrenando al máximo. Eso lo aprendí más que nada de Verón.
-¿Con qué les taladraba la cabeza? Jordan exigía competir y competir.
-Cada entrenamiento era una competencia al máximo. Él se jugaba la vida en cada reducido. Si te tocaba jugar con la Bruja, sabías que ganabas, pero no te gustaba porque te cagaba a pedos. Sufrías. Repartían las pecheras, te tocaba con él, y decías “uh, la puta madre”. Mirá que a mí me gusta competir, pero él no te dejaba en paz. “Tocala, andá, frená, meté, trabá, cerrá”. Si hacías algo mal se quedaba hablando con vos para mejorar. Literal: estaba en todo. En el momento no lo ves y no te gusta que te hincharan los huevos. A muchos también les pasa en la serie, viste. Decían “éste la tiene conmigo, no me quiere”, o cosas así. Ahora que vi la serie de Jordan entendí muchas cosas de Verón. Y lo que debía sentir. Porque si las cosas iban mal caía todo sobre él. La historia salió bien y todos “Verón, Verón”. Pero si las cosas hubieran ido mal habrían caído en él. Nadie se iba a acordar de Marcos Rojo o de los otros. La presión era de la Bruja. Y si no exigía al máximo al resto la iba a terminar pagando él. Por eso estaba tirado, como te contaba, y le decía a mi señora: “La Bruja es Jordan, ja, era igual”. Me acordé mucho de esa época. Alejandro decía “buen día” y ya se metía él: “Perdón, Alejandro, ¿le puedo decir algo al grupo primero?”. Se iba el cuerpo técnico y era una cagada a pedos para todos. Todas las mañanas así.
-¿Cuando Braña te dijo “si ganamos la Copa te compro un auto” creías que era broma o que lo iba a pagar?
-Yo pensé que estaba jodiendo. Él me lo dice en octavos de final, ponele. Y yo no le digo nada hasta que ganamos la Libertadores. Y se lo recuerdo jodiendo. Estábamos en el avión y le tiro: “Che, enano, acordate que me tenés que comprar el auto”. “Ah, Negro, te acordaste”, me dice cagándose de risa. Y pasó. Después vamos a la pretemporada y me aparece con un Ford K. Imaginate: yo vivía más o menos cerca, pero para entrenar tenía que ir en micro hasta el centro de la ciudad, para enganchar otro micro y llegar. Hacía un tremendo viaje. Ahí fue que me apareció con el auto de la mujer del Chino Benítez. Se lo compraron entre ellos. Fue mi primer auto.
-Si tenés que elegir a un compañero para llevarte a tu equipo y contempla todo la elección: el talento, tu relación, el póster... ¿Te quedás con Messi, Riquelme o Verón?
-Uh, qué difícil. A Riquelme lo descartamos porque no lo tuve de compañero. Sí lo vi un millón de veces y me encanta cómo juega. Crecí viéndolo y para mí es un ídolo. A la Bruja lo tuve como compañero, ganamos juntos, aprendí muchísimo de él, pero jugamos poco tiempo juntos de titular. Con él que más compartí fue con Leo. Y con él, sacando todo lo grande que es, hicimos una relación buenísima fuera de la cancha. Vivimos momentos lindos y momentos chotos. Así que me quedo con Leo.
-¿La tenés encuadrada la foto con Messi encima tuyo después de tu gol a Nigeria en el Mundial de Rusia?
-La tengo acá en mi casa. Mi viejo me regaló el póster encuadrado. No lo tenía. Es una imagen que queda para la historia. Cuando mis nietos hablen de Messi les podré decir “miren la foto que tengo: el abuelo cuando lo llevaba a caballito, ja”. Ese momento fue increíble. Fue el gol que más grité en mi vida. Antes era el gol que le hice a Boca, con Estudiantes, pero éste le ganó. Por todo lo que significaba. En el momento que se metió, en un Mundial. Fue sin dudas el desahogo terrible.
-¿Volviste a ver el partido ahora que lo repitieron en la cuarentena?
-Sí. Había visto un millón de veces el gol pero no el partido entero. Una noche estaba haciendo zapping y lo agarré. “Noooo, mirá el partido que pasan”, le dije a mi mujer. Me transpiraban las manos en la repetición. Menos mal que lo estaba jugando porque de afuera me muero. No podemos haber sufrido tanto. El primer tiempo jugamos increíble. Pero cuando nos empataron se nos vino todo abajo. No teníamos un plan. Era intentar meter el gol antes de que terminara el partido. Y fue la suerte... Imaginate que yo casi hago un penal. ¿Te acordás que van al VAR? Tiran un centro, va para el 9, yo trato de cerrar, rebota, quedo pasado, la cabeceo mal, me pega en la mano... El referí dijo “no les voy a cobrar penal porque los termino de matar”. Nos quedábamos afuera. Ya estaba. En vez del héroe podría haber sido el villano del partido. No piso nunca más Argentina... El gol fue increíble. Al otro día yo no podía ni hablar de lo que había gritado ese día. Si vos ves la jugada, decís “¡¿qué hacía Rojo ahí?”! Pasamos a una línea de 3, termina tirando el centro Gaby Mercado y yo llego por el otro lado... Me pusieron en ese lugar para que metiera ese gol.
-Vos que venías de un Mundial con mucha unión con Sabella, ¿qué pensás cuando recordás esa reunión del plantel diciéndole “así no vamos a ningún lado” a Sampaoli, y con el propio cuerpo técnico dividido?
-Fueron dos realidades totalmente diferentes. Si bien los resultados buenos siempre hacen más fácil la convivencia. En Rusia de entrada ya no salieron las cosas. Después se hacen muchos cambios con Croacia. Me toca salir a mí, a Angel (Di María), a Biglia... Cuando metés la mano así es jodido. Si no te sale bien perdés toda la credibilidad del plantel. Yo sentía que Jorge había perdido un poco el norte y no sabía cómo seguir. Se le notaba. El jugador lo percibe. La charla era eso. Decirle que no lo estábamos entendiendo, que por ahí se lo notaba perdido, que se veía que la relación con Beccacece no era la mejor y eso al grupo le influía un montón. Después de Croacia quedamos todos mirando Islandia-Nigeria y gracias a Dios nos quedó una chance más. En ese momento, la idea fue hablar, que entendiera que estábamos en un momento recontra mil complicado y que si no lo hacíamos juntos no lo íbamos a sacar adelante. Él podía tomar las decisiones que le parecían bien, pero la correcta fue ésa: que dieran la cara los más grandes. Más allá de que Kichan (Pavón) cuando entró jugó bien, Maxi Meza también... No es fácil jugar un Mundial y más uno así. Si no ganás te volvés a tu casa con una mochila que no te la sacás nunca más. A los chicos que vivieron la eliminación en primera ronda en el 2002 hoy en día se lo siguen recordando. Bielsa también... No era momento para andar apostando o intentando algo raro. Él lo aceptó de la mejor manera, sabiendo que teníamos la razón. Si no, hoy no estaríamos hablando de que pasamos la zona.
-¿No hay que estar loco para decirle en el medio de la cancha “¿qué te pasa, Narigón?” a Zlatan Ibrahimovic?
-Te la tenés que bancar después, ja. Pero imaginate que siempre de chico jugué en el barrio con gente más grande. Si no te la aguantás, si no te hacés respetar, te pasan por arriba. Yo siempre fui así. Afuera vos me conocés: soy una persona súper tranquila, me cago de risa todo el día. Pero adentro de la cancha no me importa nada. Si te tengo que putear, te puteo. Al que sea. Y si me tengo que pelear, también. Obvio que no es lo mejor. Pero en el fútbol hubo mil peleas. Jugadores como Zlatan tienen una personalidad terrible. Es ganador. Te putea porque quiere ganar. Sabe que podés dar más. Aprendí mucho de él. Un tipo de los más ganadores que vi.
-¿Pero cómo fue exactamente la pelea con Zlatan?
-Él quería todas las pelotas, viste. Íbamos ganando 1 a 0 en Old Trafford. Teníamos la pelota. Les estábamos dando un baile... Yo estaba jugando de central. Salgo jugando, paso la mitad de la cancha. Ahí él se tira atrás. El pase entre líneas entraba. Pero estaba Pogba solo a la izquierda. Se la doy. Y Paul se puso a hacer firuletes... Para qué. Zlatan me empieza a putear a mí. “Tocámela, la concha de tu tía”, me tira. Yo se la sigo. “Vos cerrá el orto, Narigón. Querés todas las pelotas”. Así, discutiendo a los gritos. Termina el primer tiempo. Vamos al vestuario. Yo estoy en mi lugar, sacándome los botines. Y entra re caliente, patea no sé qué... Se para, me mira y me grita: “¿Qué me dijiste?”. Entonces yo también me paro y le digo “¿vos qué me dijiste?”. Aunque yo por dentro decía “por favor, alguien nos va a separar, porque éste me mata”. Nos vamos al humo los dos. Y los ingleses, todos grandotes, nos separan. Entra Mourinho gritando, revoleando botellas. Un quilombo en el vestuario... Entonces queda ahí. Ganamos y pasamos de ronda. Al otro día, temprano, yo estaba desayunando. Ahí siento que me agarran con una toma del cuello. No podía girar. Y me dice “¿qué me dijiste?”. Y se empezó a cagar de risa. El fisio de él, un italiano, decía “son dos locos, cómo se van a pelear si están todo el día juntos”. Porque nos llevamos bien. Igual, menos mal que fue joda la toma de karate: ya estaba entregado yo, no salía nunca más, ja.
-¿Es cierto que una vez Mourinho te dijo que no le pegaras a Alexis Sánchez?
-Una vez, en enero, habíamos ido cinco días a entrenar a Dubai. Cuando volvíamos, me acuerdo que yo iba en el asiento de adelante en el micro. Y él atrás, con un ayudante. Me estaba quedando dormido. Me tocan el hombro, me doy vuelta y era Mourinho. Me muestra el teléfono, viste, el mensaje del director deportivo del Manchester. Decía que ya estaba confirmado el pase de Alexis al United. Que cuando llegábamos a Inglaterra se unía al equipo. El tema era que con Alexis nos peleábamos cada vez que nos veíamos. A muerte era. Entonces Mourinho me dice “ahora no lo vas a quebrar que juega para nosotros”. A quebrar, ja. Yo en las prácticas les metía palos a todos. Y él se cagaba de risa. Es de los entrenadores que les gusta que se picanteen los entrenamientos. Que los jugadores vayan al máximo. Pero después, con Alexis, la mejor. Nunca dijimos “che, cómo nos peléabamos”. Fue como si nunca hubiera pasado nada.
-¿El grupo de WhatsApp de los jugadores del Manchester es igual que los de acá de la Argentina? Lo tienen, ¿no?
-Sí, lo tienen. Es igual que acá. Todo el día haciendo bromas. Viste que ahora se filma a full, allá tienen los cortes de todo. Entonces cuando alguno se come un caño, o los 20 toques, suben esos videos al grupo y te joden.
-¿Cómo está tu situación con el Manchester? Algún diario inglés publicó que estás entre los prescindibles.
-No. Yo hablé con Solskjaer, el entrenador, hará unas dos semanas. Porque tenía que volver a Inglaterra. Él me dijo “mirá, ahora terminó la temporada y todos tienen unos días de descanso. Después nos vamos a Portugal a jugar la Europa League. No hace falta que te lo diga: vos vas a venir acá, tenés que estar 15 días solo y no voy a contar con vos porque hace 4 meses que no entrenás”. Ahí le dije que se dice que a principios de agosto vuelven los entrenamientos en la Argentina. “¿Si me quedo acá es mejor? Obvio, con tu permiso, puedo entrenarme en Estudiantes”, le pregunté. Y ahí me dice: “Después de la Europa League habrá dos semanas de descanso. Vení cuando estemos para arrancar”. Ahora se hablan mil cosas, pero la mayor parte son mentiras. Si me pongo a desmentir tendría que estar todo el día. Yo estoy tranquilo porque hablé. Mi idea además es intentar quedarme en Estudiantes. Jugué un partido, me lesioné y pasó todo esto. No pude disfrutar de la gente. Por eso veré en septiembre si se puede extender el préstamo y seguir algunos meses más.
-¿Lo ves posible?
-Y... Va a ser difícil. Como no fue fácil el préstamo de ahora. Pero puede ser. Otra vez yo tendría que resignar de mi parte. Estoy dispuesto. Quiero jugar en Estudiantes y sacarme las ganas de jugar en el nuevo estadio. Voy a hacer lo posible para quedarme.
-¿Cómo fue cuando sonó el teléfono y escuchaste, “hola, Marcos, soy Román”?
-Fue una locura. Primero me manda un mensaje el hermano diciéndome que Román quería hablar conmigo. Si no me molestaba. Le digo “¿cómo me va a molestar?”. Ahí me responde “en estos días te va a llamar”. Listo. Pasaron dos o tres días... Ahí me mandan un mensaje, un sábado, que decía “hola, soy Román. Marcos, disculpame que te moleste. ¿Te puedo llamar?”. Yo estaba en mi casa y digo “noooo, voy a hablar con Riquelme”. Me temblaban las piernas. Lo había visto una sola vez. Jugamos Estudiantes-Boca. Yo estaba en el banco. Me acuerdo que lo crucé. Se lo dije ahora. “Vos me saludaste a mí, pero seguro no te acordás”. Se cagaba de risa. Imaginate: me había dado la mano y yo ya estaba chocho... Entonces hablamos, me dijo su idea en Boca. Yo medio que de entrada no cerré nada porque se terminaba mi préstamo en Estudiantes, tenía que volver a Inglaterra. No es lo mismo Boca que Estudiantes, son mucho más conocidos. Por dentro pensé “quizá Manchester acepta la oferta de ellos”. “Dejame pensarlo, lo voy a hablar con mi familia”, le respondí. Hablé con mi mujer, con mi hermano, con mis amigos... Pero yo si viera que otro jugador en mi lugar se va a Boca pensaría que no está bien. Que de la nada aparezca en Boca no me parece. Esto se lo dije a Román en otra llamada que tuvimos.
-¿Te costó decirle que no a Riquelme?
-Sí, me costó. Lo hablé con todo el mundo. Me ayudó mucho una charla que tuve con el Chapu Braña. Cuando se enteró de todo esto, me llamó y hablamos de un montón de cosas. No solo de jugar en Boca. Por suerte Román se lo tomó súper bien. Súper respetuoso conmigo. Yo se lo agradecí mucho. Que alguien con tanta historia se tome el tiempo de llamarme, de insistirme, habla muy bien de él y me hace sentir bien súper bien como jugador.
-¿Qué fue más difícil: decirle que no ibas a jugar en Boca a Román o a tu papá?
-Ja. Mi viejo ya se metía en La 12. Me decía "mirá que yo no quiero platea, te quiero ver con hinchada". A mi vieja ni le pregunté porque es de River. Mi viejo presionaba para que fuera a Boca. Mi vieja decía "no, vos estás loco". Ellos se peleaban como si ya estuviera hecho.
-¿Es un tema cerrado o si aparece Boca en el futuro podés ir?
-Obvio: cómo le podés cerrar la puerta a Boca. Un club tan grande no solo en Argentina sino en Sudamérica y en el mundo. Cualquier jugador quisiera jugar en Boca. Yo le agradecí a Román. En este momento quiero jugar en Estudiantes. Me gustaría sacarme las ganas de entrar más de una vez en 1 y 57. Después, con el tiempo, nunca se sabe. Yo tendría que volver a Inglaterra o donde sea en Europa, porque todavía me quedan años para jugar allá. Después, como te digo, nunca se sabe si cuando vuelva puede ser Boca u otro equipo...
-Más adelante, entonces, ¿si tenés que elegir vos le darías el gusto a tu papá o a tu mamá? ¿Irías a Boca o a River?
-A mi viejo. Siempre mirábamos con él las Copas Libertadores de Boca, del 2000 para adelante. Es re fanático. Yo tenía 10 años. Estudiantes no peleaba arriba y yo hinchaba por Boca con mi viejo. Si me decís entre Boca y River, entonces, te digo Boca.
-¿Y jugarías en River pese a ese sentimiento por Boca de pibe o eso ya pasó hace mucho tiempo?
-No. Estudiaría la chance de Boca. La de River no. No es por nada en especial. Pero me tiro mucho más para el lado de Boca que River.
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