Desde los hermanos Di Zeo hasta la temible dinastía Aguilera: poder y ocaso de los clanes familiares en las barras de Argentina

Padre e hijos, hermanos y hasta árboles genealógicos enteros: las historias de las familias que dominan a sangre y hierro varias de las tribunas del fútbol argentino

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Los Di Zeo, los Schlenker
Los Di Zeo, los Schlenker y la barra de Godoy Cruz: todo quedó en familia

Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera, decía el Martín Fierro. Y en los paravalanchas del fútbol argentino, esa idea caló hondo y se amplió a todo tipo de ramificaciones familiares. Padres e hijos, tío y sobrino, hermanastros, el árbol genealógico de la violencia en las canchas tiene muchas veces un tronco común con lazos de sangre que derivan, tarde o temprano, en más sangre en un fenómeno curioso que no se repite en ningún lugar del mundo.

Quizá el hecho más simbólico sea el de La Doce y los hermanos Rafael y Fernando Di Zeo, éste último fallecido año y medio atrás. Ingresaron juntos a la barra de Boca en los 80, se fueron a la vereda de enfrente del famoso José Barritta, el Abuelo, en los 90 y tomaron todo el poder desde 1996. Rafa fue siempre el hombre público de la barra, el que hablaba con los dirigentes, políticos y policías. Fernando, en cambio, era al que respetaban todos en la segunda bandeja que da a Casa Amarilla por poner el cuerpo, de hecho de los dos es el único que recibió un balazo en una de las tantas internas de la barra, en un súper de verano en el año 2000, en Mar del Plata.

Juntos estuvieron en cada hecho delictivo que se le adjudicó a “su” Doce, juntos fueron a juicio y resultaron condenados por la agresión a los hinchas de Chacarita en 1999 (Rafael a cuatro años y tres meses, Fernando a tres años y diez meses), juntos fueron absueltos por la causa de asociación ilícita y juntos volvieron a la tribuna en 2014, cuando retomaron la conducción en compañía de Mauro Martín.

Sólo una vez estuvieron enfrentados y ocurrió en el penal de Ezeiza, cuando el menor le recriminó al mayor que por su culpa y exposición habían terminado tras las rejas. Pero al salir, y cuando Rafa tuvo derecho de admisión, su hermano era su hombre en la tribuna aunque según su ex cuñada, Marta Tato, esa división de roles no tuvo equitativa participación en las ganancias.

Pero si hablamos de hermanos, hay dos casos que resaltan sobre todos, por la violencia ejercida en cada tribuna. Una, los Aguilera en Mendoza. Otra, los Salazar en Merlo. Los primeros son tres y son los dueños de la vida y la muerte en el estadio Mundialista cada vez que juega Godoy Cruz. El jefe es Daniel, alias el Rengo, que maneja el barrio La Gloria y accedió al liderazgo en 2002 a puro tiro. Sumó causas por homicidio, abuso de armas y narcotráfico y en una de ellas hubo escuchas que lo ligaron a lo más alto del poder mendocino y de la Policía. Cada vez que debió purgar una condena, le dejó su lugar a su hermano del medio, Diego, cuyo apodo por si quedaran dudas del estirpe familiar, es el Asesino. Se lo ganó, claro, en su ley y tuvo causas por doble homicidio. Y cada vez que él también caía preso, la barra pasaba al menor, Walter, otra joya de la familia. Hoy el Rengo enfrenta una causa por narcotráfico (acaba de ser condenado a 12 años de prisión) y sus dos hermanos están prófugos acusados de liderar la banda narco que maneja 50 puestos de venta de drogas y lavado de dinero. Hasta que se paró el fútbol, se los veía en la popular Tombina.

Daniel Aguilera, líder de la
Daniel Aguilera, líder de la barra del Tomba: enfrenta una causa por narcotráfico (Gentileza Los Andes)

Los Salazar por su parte tienen una historia peculiar porque involucra a padre, madre y varios vástagos que se trenzaron en una guerra fraticida. El Cordobés, el dueño del clan, fue el jefe de la barra desde los 80. Su esposa, María Inés, le dio siete hijos pero cuatro siguieron la saga familiar de la tribuna. El tema es que cuando el Cordobés murió, los tres más grandes, Carlos, Fernando y Dante, estaban presos acusados de homicidio. Al salir durante dos años manejaron el negocio juntos pero después hubo problemas de cartel y la política metió la cola: unos apoyaban a Raúl Otacehé, los otros a Gustavo Menéndez y de ahí a desatar una guerra sin cuartel hubo un paso, que se dio también con la inclusión del menor de los Salazar, Matías. Dos de un lado, dos del otro, tiros al por mayor, uno que hasta hirió a la madre en plena disputa en el hogar familiar y un caos que terminó con dos de ellos muertos y los otros presos.

Ah, regresando a Mendoza, el dato curioso se da en la barra de Independiente Rivadavia, que fue manejada por Omar el Camel Jofré (asesinado el año pasado y velado en el estadio) y su hermano Cristian, alias el Enano. Pero quienes le disputan el poder también son hermanos: los Rivero. Este año se dio una batalla tremenda en plena popular en un partido contra Atlanta entre ambos bandos. Increíble.

Y hablando de hermanos que manejan barras, un caso paradigmático es el del clan Acevedo, formado por los hermanos Walter alias Chichilo, Sergio apodado Chupete y el Gordo Gustavo González y cinco hijos de los tres, de los cuales dos fueron asesinados. Su reino se gestó con Julio Miranda como presidente de Atlético Tucumán primero y la provincia después y siguió firme durante el período de José Alperovich, donde hasta se los vio festejar el Ascenso a Primera en 2009 en la Gobernación. El Interior también ha tenido una saga digna de la película Buenos Muchachos encarnada por la familia Caminos encaramda en la figura de Pimpi, quién lideró con mano férrea la barra brava de Newell’s hasta 2010, cuando fue asesinado, y quien tenía negocios de todo tipo con la banda delictiva Los Monos. Pimpi, de nombre Roberto, se apoyaba en su hermano Tato y tuvo herederos que siguieron su camino: Alexis, Fernando y Jonathan, todos con frondoso prontuario.

La barra de Chicago está
La barra de Chicago está manejada por padre, hijo y hasta presencia de hija y tío (Foto: Alfredo Luna/Télam/CF)

Volviendo al Conurbano y a la ley primera de José Hernández, en Los Andes manejan la barra los hermanos Walter, alias Tintín, y Hernán Coronel. El primero además integra La Doce y está acusado de doble homicidio en la interna de la barra de Boca, donde juega para el grupo de Lomas de Zamora.

En Racing, durante una larga década el poder estuvo en manos de Raúl Escobar, Huevo, quien tenía por debajo a su hermano Julián, apodado Huevo Chico, según el organismo que dirigía la Seguridad en el Deporte Bonaerense, quien incluyó a ambos en el derecho de admisión.

En Platense la tradición familiar siempre estuvo ligada al paravalanchas y la violencia. Desde el barrio Mitre, la familia Torres se apoderó del estadio de Vicente López con Andrés el Raba y su hermano Fatiga al mando, quienes después le dejaron la batuta a uno de sus hijos, Kevin, bautizado el Principito, y que terminó preso por robos, drogas y secuestro extorsivo.

Y en Chacarita y Chicago se dan dos situaciones particulares. En el club de San Martín, el histórico jefe fue Raúl Muchinga Escalante. Pero su pareja, Angélica Molina, no se quedó atrás: cuando Muchinga se convirtió en directivo, puso a su hijo, Diego Pulisick, alias Chucky, al mando y cuando éste cayó preso por narcotráfico, directamente ella empezó a manejar el negocio de la popular. Claro que le salió una combatiente de su propia entraña: su hermana Ana, que armó un grupo para la revuelta. Una historia fascinante de ficción, si no fuera tan real.

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Los Di Zeo fueron a juicio y resultaron condenados por la agresión a los hinchas de Chacarita en 1999 (Rafael a cuatro años y tres meses, Fernando a tres años y diez meses) (Foto NA: CLAUDIA CONTERIS/DIARIO POPULAR)

Mientras que en el Torito de Mataderos, la barra está manejada por padre, hijo y hasta presencia de hija y tío, como contó Infobae en febrero de este año, cuando en la tribuna hubo escenas dantescas de violencia protagonizadas por los Chana Silvera, cuyo poder reside en Ciudad Oculta y el Mercado de Hacienda y están lejos de ser una familia tan adorable como los Ingalls.

Para terminar el repaso de las tradiciones genealógicas de las barras argentinas, así como hubo hermanos famosos en Boca, con los Di Zeo al frente, sus rivales históricos no se quedaron atrás: los hermanos Alan y William Schlenker fueron protagonistas centrales de Los Borrachos del Tablón hasta 2007, cuando la guerra interna terminó con el asesinato de Gonzalo Acro y con ambos en prisión, purgando una condena como instigadores a prisión perpetua.

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