El 4 de noviembre del 2019, la vida de Alexis Salinas dio un giro de 180 grados después de ser víctima de un violento episodio de inseguridad que marcó su carrera deportiva. Por aquel entonces, Alexis, que era defensor de la reserva de Arsenal, pasaba el rato con unos amigos en la puerta de una peluquería cuando de repente un auto blanco desató una balacera en la que él se llevó la peor parte. El impacto de los perdigonazos en su rostro le provocó la perdida de la visión de su ojo izquierdo y le dejó muy comprometido el derecho.
“Pensé que me habían matado. Los médicos me dijeron que había esperanzas. Ahora trato de tener fuerza, de poder salir de esto y de recuperar aunque sea un ojo y ver algo. Me siento muy triste”, contó tras salir del Hospital Santa Lucía de la ciudad de Buenos Aires.
Pasaron ocho meses de ese día y una operación que no resultó como se preveía: “Hace un mes me dieron el último diagnóstico y me dijeron que ya no iba a poder volver a ver”, le asegura Salinas a Infobae. “El ojo derecho, que era el que tenía más posibilidades de poder recuperar algo de visión, quedó ahí. No hay otra cosa por hacer”, agrega.
“Fueron meses de sufrimiento, de lucha. Tuve bastante apoyo de amigos, de familia, de gente del barrio, de mi hijo... un montón de gente que me hizo pasar buenos momentos en esos meses y me hicieron olvidar un poco de la realidad”.
Sin embargo, un día después de recibir esa noticia llegó una nueva que le dio esperanzas para seguir luchando: el llamado de Martin Demonte, el entrenador de los Murciélagos, la selección argentina de fútbol para ciegos, bicampeona mundial en 2002 y 2006 y subcampeona en la última Copa del Mundo disputada en Madrid (2018).
“El tío me llamó justo después que le habían dado la noticia a Alexis de que con el ojo que él estaba teniendo un resto de visión no iba a poder ver más. Estaban en un momento bastante desesperante como familia, en una situación bastante crítica”, relata Demonte, quien también es coordinador general de instituto Román Rosell, a Infobae.
“Después hablé con Fabián, el papá. Ahí lo que uno pudo percibir es que había una cuestión bastante trágica de parte de la familia y también un poco de no saber cómo ayudar a Alexis que es un chico que tenía un futuro muy armado, con todo lo que era su proyecto de vida con respecto al fútbol. A partir de esa situación está en el proceso de reinventarse”, agrega.
“Recién después de hablar con ellos hablé con Alexis como para presentarme, presentarle lo que era el fútbol para ciegos y hablarle fundamentalmente de lo que es el proceso de rehabilitación, de lo importante que es eso. Le comenté que iba a ser un proceso lento, que siempre hay expectativas de querer hacer todo ya, pero teníamos que ser muy cuidadosos con respecto a los tiempos. Hay un tiempo para el duelo, de entender y aceptar lo que pasó, y un tiempo para redescubrir el potencial de esta forma de vivir, que es sin la vista”, explica Demonte.
Alexis, en tanto, se muestra muy motivado con esta oportunidad: “Tuve mucho tiempo para pensar y ahora quiero levantarme, levantar a mi familia. Estoy con ánimo, contento con la noticia de la citación”.
Tal como indica Martín Demonte, el proceso que significará el renacimiento de Alexis será lento: “Le comenté que iba a ser como el momento en el que él aprendió a caminar y a jugar al fútbol, bueno, ahora iba a ser algo similar. Lo escuché y se manifestó muy motivado con querer ser parte y ponerse de pie. Me encantó la actitud que tuvo desde el primer día que charlamos”.
La situación que atraviesa el planeta con la llegada del coronavirus no significó ningún inconveniente para comenzar a entrenarse y ponerse a punto para un posible encuentro físico a futuro.
“La segunda charla que tuve me dijo que él necesitaba ver, mediante videos, qué es lo que yo podía hacer con una pelota. Yo le contesté que desde que había pasado eso nunca más había agarrado una y me daba miedo agarrarla, que se me vaya y que me bajara el ánimo por no poder encontrarla, entonces me dijo que le pusiera una bolsa de nylon”, comenta Salinas.
“Le aconsejé que si tenía una pelota común podía ponerle una bolsa de nylon para empezar a escucharla, porque con el sonido de la bolsa podía percibir la pelota cuando iba girando. Esa misma noche, muy motivado, se filmó y me mandó algunos videos con gestos técnicos de pisada de pelota y demás. Los gestos estaban intactos, eso es algo muy bueno”, explica a Infobae su nuevo entrenador.
Con el correr de los días, Demonte también comenzó a enviarle videos de su equipo en grandes eventos deportivos como el Mundial del 2018 o los Juegos Paralímpicos del 2016: “La sugerencia era que se sentara con su papá o algún amigo para que le contara y le relatara lo que veía, así podía entender que son partidos realmente muy intensos y escenarios muy imponentes, porque a veces hay prejuicios por parte de la sociedad de decir: ‘Bueno, es fútbol de ciegos, capaz es algo recreativo, algo que no se juega a un alto nivel'”.
“Lo que busqué con eso es que personas cercanas pudieran contarle lo que representa el poder ver a Argentina peleando por querer ganar. Porque cuando seres queridos le dicen que lo que ven está bueno seguramente el efecto es mucho más fuerte que si se lo dice otra persona”, detalla.
El siguiente paso fue hacerle llegar a Alexis una pelota con sonido. La pelota con la bolsa de nylon fue reemplazada por la que se usan en los torneos oficiales, las cuales tienen una cápsula sonora en su interior. “Le conté un poco más del reglamento, pero siempre desde un lugar de calma, para que pudiera procesar lo que le está pasando, porque los cambios, cuando son muy rápidos, no suelen tener buenos efectos”, asegura Demonte.
“Me dijo que los entrenamientos son bastante exigentes, duros. No es ninguna boludez y estoy dispuesto a hacerlo, a ‘ponerme la camiseta’ como quien dice y ‘salir a jugar el partido’”, afirma Alexis con una motivación sorprendente.
“Él me pide muchos ejercicios pero yo le digo que no, no le quiero dar ejercicios puntuales y propios del fútbol porque ahora está en una fase de exploración, tiene que explorar qué puede hacer con la pelota, y a partir de lo que sepa, potenciarlo con las herramientas que utilizamos propias de una persona ciega”, considera Demonte, quien cree que las cualidades que ya tiene innatas Salinas, sumadas a las técnicas individuales que pueda aprender, harían de él un jugador distinto, que lo diferenciará del resto y que lo hará más difícil de marcar para los rivales.
Tras ver los videos de Alexis con el balón, Demonte reconoce que, “la base la tiene. En estático es excelente. Ahora hay que hacer foco en la adaptación de él en el punto de vista de la autonomía, de desplazarse por sí solo. Lo que va a marcar el tiempo para que pueda disputar un torneo va a ser el proceso que él tenga para trabajar la habilidad que tiene un Murciélago que es la localización o eco-localización, es decir, la orientación del cuerpo a través del sonido que se puede emitir con la pelota o cualquier parte de su cuerpo. Los jugadores que desarrollan esa habilidad a mayor nivel son los que mejor rendimiento tienen dentro del campo, porque son los que pueden correr sin miedo a chocarse o los que pueden esquivar a cualquier rival”.
“Tiene mucho potencial, seguramente va a ser un jugador brillante en este deporte, pero como todo, no hay que apurarlo”, afirma Demonte, además de dejar en claro que el equipo no deja de ser “una selección y es un tema de rendimiento. Los que estén en el mejor nivel son los que integrarán la lista”.
El próximo evento de importancia internacional serán los Juegos Paralímpicos de Tokio, los cuales iban a disputarse en marzo de este año pero, tras el arribo del COVID-19, se postergaron para agosto del 2021.
Alexis Salinas tiene un camino muy difícil por delante, tanto a nivel deportivo como personal: “Lo de mi hijo es algo muy difícil que me va a costar aceptarlo y vivir con eso. En abril Yuthiel cumplió cinco años y sinceramente lo extraño, extraño verlo”.
“Se que está creciendo y a veces hace cosas que me gustaría poder ver, pero bueno... lo siento cerca, está conmigo y lo tengo acá. De una desgracia tuve un poco de suerte, porque podría haber pasado algo peor”.
“Ahora me agarro de eso, de que estoy con él y que lo voy a poder sentir crecer. Poder estar con él en su crecimiento me da ánimo y fuerzas”, concluye el futbolista de 22 años que encontró nuevamente en el fútbol un motivo para volver a ponerse de pie y luchar. Y quién sabe, en un futuro, la vida lo encuentre levantando una Copa del Mundo y festejando junto a su hijo Yuty.