“Fueron barrabravas de Quilmes los que robaron y atacaron a Jorge. Me parece que el Estado les tiene miedo o está asociados a ellos”. Las palabras de Alejandro Cid Aparicio, abogado de Jorge Ríos, el jubilado que mató a uno de los cinco delincuentes que lo asaltaron el viernes pasado, resonaron fuerte. Y no le faltaba razón: si bien están muy lejos tener lugar en la cúpula del paravalanchas, la banda de Villa La Vera es parte de la popular como segundas y terceras líneas y nutre con su gente a la barra Cervecera.
Uno de sus miembros era Franco Piolo Moreyra, quien murió tras ser baleado por Ríos en un caso en el que la fiscalía cambió tres veces la carátula pasando de legítima defensa a homicidio agravado. En las últimas horas fue detenido Dibu Chara, otro segunda línea de la barra de Quilmes, al igual que Martín Salto, quien permanece prófugo.
Piolo Moreyra había crecido en el barrio y en la barra bajo la protección de El Topo primero y el Colo después. El Topo fue el número dos de Osvaldo Dedo Becerra, el mítico jefe de la barra de Quilmes con vínculos umbilicales con el peronismo local y miembro de la ONG barra Hinchadas Unidas Argentinas, quien perdió la tribuna en 2013 a manos del grupo de la villa El Monte, que lideraba Ramiro Bustamante.
Todos estos terminaron mal: a Becerra le apuñalaron al hijo, Bustamante tuvo causas por lesiones graves, drogas y secuestros extorsivos saliendo casi siempre indemne hasta que cayó preso por robo a mano armada (fue beneficiado con prisión domiciliaria por la pandemia pero su mujer lo denunció días atrás por violencia de género) y el Topo purga en el penal de General Alvear una pena a 20 años de prisión. Tras este raid y huérfanos de padrinos, Piolo y el grupo de La Vera se referenciaron en otro líder de su barrio, el Colo, quien fue asesinado cinco años atrás. De allí en más el núcleo duro se agrupó detrás de Alejandro Amaro y participaron como fuerza de choque en los distintos enfrentamientos internos que tuvo la barra Cervecera jugando siempre a ganador.
Muchos de ellos dedicados al delito, el pacto en la barra era que no robaran en la tribuna y a cambio recibían entradas y los viajes para los partidos cuando había visitantes y en la Copa Argentina. Siempre mirados de reojo, no escalaron en la estructura jerárquica de la barra pero sí cometieron muchos actos delictivos en Quilmes, sobre todo en la zona Oeste, con el punto culminante en el asesinato del adolescente Adrián Novillo a la salida de un boliche por el que fue condenado a 12 años y medio de prisión el primo de Amaro, y el robo de armas y chalecos antibalas a una garita policial de la zona producido dos años atrás.
Un prontuario tremendo que sumó otro capítulo el viernes pasado con el asalto al jubilado Jorge Ríos y la muerte de Piolo Moreyra, encadenando un nuevo eslabón de la relación barras y delincuencia que asola a la Argentina.
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