Diego no te escapes del pasado, allí están los que siempre te bancaron

Carta abierta a Maradona de un viejo periodista que fue su biógrafo

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A tu lado, desde el comienzo de la mítica historia, siempre estuvo ella.

Y después, 20 años más tarde, ya de grandes estuvieron ellas.

Ella y ellas estuvieron siempre.

Diego, te hablo de la piba Claudia, la vecina del departamento del fondo de la casa chorizo en la calle Argerich 2746, la hija de Ana Maria Elía (Loly) la modista que se gastó la vista cosiendo para afuera y de Roque Nicolás Villafañe (Coco), el tachero que durante muchos años transitó Buenos Aires para acentuar su orgullosa porteñidad.

Esa piba rubiecita a la que le declaraste tu amor en el Club Parque mientras bailaban “Yo te propongo” acompañando al oído la voz de Roberto Carlos, ¿te acordás? Fue cuando te viniste desde Fiorito, allá por el ’76. Ella es la mujer a quien recuerdo siempre a tu lado, la madre de Dalma y Gianinna, las hijas que sublimizaron siempre e incondicionalmente el amor filial.

Diego, te hablo de tu única novia, la que veías religiosamente los lunes del ’79 pues era el día permitido por Argentinos Juniors (dirigentes y entrenadores) cuando te dieron la casa de la calle Lascano 2257, tenías un Fiat 125 y ella se había quedado con sus padres en Condarco. Más aún, recuerdo los esfuerzos de mi colega y amigo Guillermo Blanco para producir la nota con Pelé en Río que le había pedido Héctor Onesime, director de El Gráfico.

Diego, ¿no te acordás?: te morías de ganas por conocer a Pelé quien en ese momento era el Rey del Fútbol Mundial; por entonces tenías 18 años, fue después de un Sudamericano en Uruguay y antes del Mundial Juvenil de Japón. Pero Pelé sólo disponía de un par de horas y únicamente los lunes. Blanco consiguió tres veces la cita, pero vos le decías que ese lunes no; y al siguiente tampoco y después vamos a ver… Y al final, ya en el tantas veces postergado viaje hacia Río con tu padre al lado y en presencia de Jorge (Cyszterpiler) le confesaste la verdad: “Guille para mi los lunes son sagrados, es el único día que me dejan ver a Claudia”, le dijiste.

La visita de Maradona a
La visita de Maradona a Pelé finalmente se concretó en Río de Janeiro (Gentileza: familia Alfieri)

Diego, en este momento en que la vida nos dibuja una línea fatal de finitud no te podes olvidar de los hechos que produjeron tus horas más significativas:

— ¿Quién estuvo a tu lado para apoyarte en la idea y la complicada concreción de tu pase desde Argentinos a Boca? Claudia.

— ¿Quién te devolvió la serenidad para borrar tu idea de dejar el fútbol en el 81′ al regreso de una gira por Costa de Marfil y Nigeria alentando tu sueño de llegar al Barcelona? Claudia.

— ¿Quién estaba en la ambulancia rumbo a la clínica Asepeyo después que el vasco Goicoechea te rompió salvajemente el tobillo (24-9-83) y el cirujano Gonzalez Ardio –el mejor de España– te esperaba para operarte? Claudia.

— ¿Y quién te curó durante los 106 aciagos días de dolor y desesperanza siempre a tu lado y junto a tu querida madre Doña Tota? Claudia.

— Y cuando el inolvidable doctor Darío Oliva venía desde Milán hasta la mansión del barrio Pedralbes en Barcelona y ordenaba los revolucionarios trabajos de recuperación de los cuales participaban Guillermo Blanco –el jefe de prensa mas talentoso, fiel y eficiente que tuvo Diego– y el profesor Fernando Signorini –recién llegado desde Lincoln con su esposa Carmen–, ¿quién te hacia el aguante muerta de frío a un costado de la cancha de tenis por si te hiciera falta algo? Claudia.

— Y cuando te presentaste en Napoli (5-7-1984) ante 80.000 personas y te temblaban las patitas al ver la esperanza de esa multitud que cantaba con litúrgica devoción “Ma-ra doo-na, Ma-ra-doo-na” y pedía un campeonato, ¿quién te tomó de la mano y te dijo: subí al campo, haceles jueguitos y deciles que vamos a salir campeones…? Claudia.

— Y cuando nació Dalma, un mes antes de ganar el Scudetto, ¿recordás Diego querido, lo que hiciste al regresar a casa después de aquella locura en el San Paolo y en todas las calles de Napoli? Besaste a Dalma y le dijiste que había venido al mundo para darte el día mas feliz de tu vida. Ricardo Alfieri sacó las fotos que eternizaron ese momento en tu casa. Después nos fuimos a celebrar a la mansión de un señor poderoso que tenía como “seguridad” a francotiradores en lo alto de su “villa” en un pueblo cercano llamado Pola. Y dos años más tarde, en mayo del ’89, justo un día antes de ganar la UEFA nació Gianinna, otra bendición. Esos momentos imborrables de la vida, ¿no te retrotraen a evocar a tu madre, a Don Diego –que hombre tan sabio– y a la mujer que se hizo cargo de educar a dos bellas personas como Dalma y Gianinna? Sí, por cierto es Claudia.

— Diego, cuando la cosa se puso difícil en Napoli (1991) con las salidas nocturnas hasta las madrugadas y era un hecho público la ingesta de cocaína –con la que habías iniciado leve y esporádicamente en Barcelona de la mano de unos muchachos argentinos– la prensa del resto de Italia comenzó a atacarte hasta el escarnio. Obviamente algunos equipos del norte querían que te fueras del Napoli y procuraron desgastarte. Todo estalló cuando dio positivo el doping y la sanción fue por 15 meses. Y en el medio de ese vértigo, aparecieron las cuestiones de la convivencia familiar, las opiniones, los distintos puntos de vista, las recriminaciones, los distanciamientos, ciertos celos. En fin esos enfrentamientos que suelen ocurrir en muchas familias y sobre todo en aquellas donde hay un “líder célebre y proveedor” y todos dependen de ese “pater”. En el pináculo de la gloria y en el comienzo de esa primera crisis, ¿quién estuvo a tu lado a pesar de las desavenencias y las infidelidades?, ¿quién bancó y “creyó” tu negación sobre la paternidad de Diego Junior Sinagra apostando siempre a la reconstrucción del matrimonio? Claudia.

Y ni hablemos de la recuperación en La Habana: Claudia, a pesar de un vínculo matrimonial interrumpido desde 1997 viajó en enero de 2000 con tus padres y los suyos para darte contención y ayuda. Fue así que estuvo –como siempre– para todo: para acompañarte a correr, para recibir a médicos y asistentes terapéuticos, para controlar la alimentación y los medicamentos, para responder los mensajes por e-mail, para agradecer los millones de buenos deseos que llegaban desde todo el mundo, para atender a los visitantes y estar siempre a tu lado; siempre… Lo vi yo, fue Claudia.

Maradona y Claudia en Cuba
Maradona y Claudia en Cuba (Foto: Reuters)

Después Diego, la vida nos señala los diversos caminos a elegir. Tenemos derecho a terminar y recomenzar otra esperanza. No es el amor lo que muere sino el destinatario de ese amor. Y es así que divorciarse y volver a empezar con otra persona amada es parte de la vida. De la tuya y de la del otro: solo requiere respeto y dignidad.

Recuerdo los momentos de angustia e incertidumbre. Y veo aún la desesperación de miles de maradonianos sosteniendo por días altares y cadenas de oración frente al sanatorio de la Swiss Medical ( en el 2004 por una crisis cardíaca) o en el Güemes (en el 2007 por una descompensación): Claudia, ya divorciada, también estuvo allí. Y seguramente debió cruzarse con Verónica Ojeda, quien por entonces era tu nueva mujer, la madre de Dieguito Fernando. Y sabés Diego, otra vez Claudia estuvo allí, donde tu vida agonizaba…

Hay muchos mas elementos sobre los esfuerzos que hizo Claudia hasta hace unos años por sostener una relación razonablemente adulta. Y otros, mas cercanos, sobre cómo Dalma –mama de Roma (Caldarelli)– y Gianinna –mamá de Benjamín (Agüero)– intentaron acercarse a ti con las dificultades que ofrece un hombre blindado por un entorno de caras extrañas, cual mascaras de arcilla.

Resulta doloroso Diego al escucharte denostar públicamente a Claudia y a tus hijas, ¿es que perdiste la memoria admirado Maestro?. Te lo recuerdo: ellas estuvieron siempre y te pregunto: ¿quiénes son los que te rodean hoy?, ¿en cuál de tus momentos triunfantes o agónicos estuvieron? Yo nunca los vi, no sé quiénes son pero estoy seguro que no están asociados a tu vida. No los vi como a Claudia –ya separada– acompañarte en el velorio de tu padre cuando viniste desde Dubai…

Si pudimos disfrutar de tu arte incomparable, de tu raza de uno, de tu talento espacial es porque detrás hubo una familia propia y otros actores que te respaldaron. No advierto dónde están hoy los Jorge Cysterpiller de entonces, ni los Guillermo Coppola, ni los Fernando Signorini, ni los Alfredo Cahe, ni los Guillermo Blanco, ni los Flaco Menotti… ¿Con quién estás Diego?, ¿a quién escuchas?, ¿crees en serio todo lo que te dicen? ¿Cómo es que nadie puede hablar contigo?, ¿cuál es la razón por la cual te cambian el número de celular todo el tiempo?, ¿quién te dice “lo que dicen”? ¿Es algo de lo que te cuentan o informan lo que impulsa tu ira en contra de amores que jamás morirán como los de tus hijas Dalma y Gianinna prolongados en el tiempo por dos de tus nietos, Benja y Roma? ¿Supiste que te buscaron el Negro Enrique, el Bocha, tu hija Dalma –entre tantos– y que te negaron con cualquier excusa?; ¿sabés que el presidente de Gimnasia no logra ubicarte desde hace mas de un mes para cerrar la propuesta de trabajo con las nuevas condiciones del contrato?

Maestro, querido maestro, las guardias pretorianas que te blindan te alejan de disfrutar el mundo terrenal que merece un Dios tangible, adorado. Y ya sabemos largamente que los amigos del campeón –de paso leve cual luz de un fósforo– suelen confundir facturación con trabajo y que los abogados prestigiosos van a los Tribunales y no a la televisión.

Ahora Diego querido dale un respiro a tu transido corazón, volvé al barrio y disfrutá sin odios ni rencores de tu grandeza eterna. Una línea fatal de finitud nos impone ser felices.

Y nadie lo merece más que tú.

Mi más cálido abrazo.

Ernesto Cherquis Bialo

El abrazo de su hija
El abrazo de su hija Dalma y su nieto Benjamín en un partido entre Boca y Gimnasia del 2019 (Foto: Reuters)

* El autor del texto es el escritor –junto con Daniel Arcucci– de la biografía oficial “Yo soy el Diego de la gente” que se publicó en el 2000

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