La templanza y la firmeza que tiene cada vez que define al gol también la exhibe al hablar y al pararse ante la vida. Con tan solo 17 años, Paulina Gramaglia es una muestra de que los jóvenes también saben asumir compromisos con responsabilidad y su actualidad lo deja bien en claro: es la capitana de la selección argentina Sub 17 y fue elegida abanderada en su colegio de la provincia Córdoba, en el que cursa el sexto y último año de la secundaria.
Lograr un equilibrio justo entre los entrenamientos con su equipo (Talleres de Córdoba), la selección argentina y la escuela no ha sido fácil para la delantera, sobre todo en el último año. Sin embargo, se trata de un desafío que ha logrado superar con soltura, y los grandes logros que ha alcanzado, tanto en la parte educativa como en el ámbito deportivo, así lo demuestran.
Paulina nació en Córdoba, pero cada verano solía viajar a Suardi, Santa Fe, la localidad en la que nacieron sus padres. Su mamá y su papá no eran muy futboleros, pero en las vacaciones la niña comenzó a alimentar la pasión por la pelota junto a sus abuelos y sus primos. En esos comienzos sus compañeritos del jardín también fueron clave. “Ellos me enseñaron a jugar en serio”, asegura la futbolista, que a los seis años comenzó a ir junto a esos niños a una escuelita del barrio. Allí estuvo hasta los 12, cuando dio el salto a Talleres.
El camino de la jugadora fue diferente al de muchas de sus compañeras. A ella su familia jamás le negó la posibilidad de jugar al fútbol por el hecho de ser mujer. Eso le permitió tener una formación temprana que es fundamental para su actualidad. “Desde el primer momento que dije que quería jugar al fútbol mis viejos me apoyaron y me llevaron a todos lados, a cada lugar donde tenía que jugar un partido o un torneo. Eso hizo que pudiera comenzar de chica y tener una formación que muchas de las jugadoras que hoy están en Primera División en Argentina no tuvieron. Yo juego con chicas de entre 20 y 30 años que empezaron a jugar a la edad que yo tengo hoy, con 16 o 17 años. Esa diferencia a la larga se nota porque tenés una formación mucho más profunda en lo táctico o técnico. Esas son cosas que las aprendés en edades tempranas y ellas no tuvieron la posibilidad, por eso yo lo valoro mucho”, dijo a Infobae.
Su debut en la Primera de Talleres fue a los 13 años y desde ese momento tuvo que enfrentarse a jugadoras que muchas veces la doblaban en edad. Esa situación, igual que el hecho de haber jugado fútbol mixto hasta los 12, le dio un roce muy particular. En los cinco años que lleva en la máxima categoría del conjunto cordobés, Paulina se ha destacado como una delantera veloz y letal, firmando más de 50 goles con su sello.
A mediados del 2019 se produjo su desembarco en la selección argentina. En su club le avisaron a ella y a varias de sus compañeras que el cuerpo técnico de la Sub 17, encabezado por Diego Guacci y Bárbara Abot, viajaría a Córdoba para hacer una prueba de jugadoras. Paulina no dudó y se presentó. Entre cientos de jugadoras, pasó todas las instancias y fue una de las elegidas para presentarse en el predio de Ezeiza de cara a la disputa de la Liga de Desarrollo Conmebol.
Esa llegada a Buenos Aires produjo una sensación difícil de olvidar para la jugadora que por entonces tenía 16 años y también le dejó una anécdota muy particular: “Entrar por primera vez al predio de Ezeiza fue impresionante. Desde el momento en el que te subís al colectivo para viajar a Buenos Aires ya estás pensando en ese momento. Cuando venís por la ruta y empezás a ver las canchas y el complejo se te ponen las palpitaciones a mil. Cuando entrás es todo muy lindo, nuevo y profesional. Encima en la primera concentración tuvimos la suerte de alojarnos en el complejo 2, que es el de la selección mayor masculina. Estábamos todas muy sorprendidas, pensando que íbamos a dormir en las mismas habitaciones que Lionel Messi. Más allá de eso, la gente que trabaja en el predio, las canchas y la cocina es muy amable y te sentís como una profesional por el contexto que te rodea”.
Cada paso era un sueño cumplido para Paulina, que estaba por recibir una sorpresa aún mayor: la cinta de capitana de la selección nacional. “Lo decidió el cuerpo técnico y yo no no lo esperaba. En el momento fue chocante y los primeros diez minutos del partido estuve muy nerviosa, pero después me acomodé y es algo muy lindo. Estoy muy contenta de que hayan confiado en mí. Es una responsabilidad linda y para mí no es un peso, es algo que te motiva a dejar todo dentro de la cancha aún más. Pero, más allá de la cinta, todas tenemos que cumplir nuestros roles y actuar de determinada manera”.
Ser futbolista puede traer muchas alegrías, pero las jugadoras también deben estar preparadas para afrontar los momentos duros. El golpe para la delantera de Talleres llegó cuando, a raíz de la pandemia de coronavirus, la Conmebol decidió postergar el torneo Sudamericano clasificatorio para el Mundial de India, que debía disputarse en abril. Ese era el gran objetivo de la capitana y de sus compañeras de equipo, y la frustración fue grande.
“Hacía tres meses que estábamos haciendo las cuenta regresiva de las semanas que faltaban. Ya teníamos prevista la fecha para viajar al predio de Ezeiza y fue muy duro, primero por la incertidumbre y después porque no hay horizonte de cuándo va a terminar esto. La fecha en la que debíamos jugar el Sudamericano fue bastante difícil, pero ya con el correr de las semanas aceptamos que es algo que no depende de nosotras y que nadie puede controlar. Hay que respirar hondo, calmarse y esperar a que pase la situación para volver y prepararnos para lo que se venga”, sostuvo Paulina, dejando en claro sus características de liderazgo y por qué porta la cinta en su brazo.
La delantera de 17 años vive con su mamá (fonoaudióloga), su papá (profesor de matemática en la universidad) y su hermana mayor (estudiante de la Licenciatura en Biología). En tiempos de cuarentena, tiene clases por Zoom y, por esa misma vía, se entrena dos veces por semana con Talleres y una vez cada 15 días con la Selección.
Aún cuando suena como una agenda apretada, en nada se parece a su vida “pre-pandemia”: hasta 2019, Paulina cursaba en doble turno (de 8 a 16) en la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano, que depende de la Universidad Nacional de Córdoba. Al terminar las materias, salía corriendo tres veces por semana para llegar 16.15 a los entrenamientos con Talleres. Los dos días restantes, iba al gimnasio de manera particular. Recién pasadas las 19 volvía a su casa y en ese momento se ponía a estudiar y a preparar trabajos prácticos o exámenes. Todo esto sin contar los viajes que debió hacer a Buenos Aires para ser parte de las concentraciones de la Selección.
Hacer malabares con todas estas obligaciones podría hacer que más de uno falle en alguna de ellas. Y la pasión por el fútbol podría hacer que el estudio quede a un lado. No es el caso de Paulina, que por tener uno de los mejores promedios de su año fue elegida como abanderada para el año 2020 a partir de una votación que se hizo entre profesores, alumnos y otros integrantes de la comunidad educativa.
“Cuando me enteré quedé muy sorprendida. Sin mis amigas y sin los profesores hubiera sido imposible porque siempre me bancaron. Mis compañeros me pasan lo que hay que estudiar y hablan con los profes sobre mi situación. Ese contexto me ayudó a terminar bien el año”, recalcó, al mismo tiempo que agradeció el hecho de poder contar con una licencia deportiva para no tener faltas cada vez que viaja con la Selección. “Nunca me hicieron ningún tipo de problema la directora ni los profesores”, agregó sobre las autoridades de la Escuela Manuel Belgrano.
Las materias preferidas de la futbolista de Talleres son todas las de ciencias naturales y, aunque todavía no sabe qué carrera va a seguir, cree que será una relacionada a esa área. Su plan una vez que termine el secundario es seguir jugando al fútbol y continuar con sus estudios. Ya ha tenido algunos contactos con equipos de Buenos Aires, aunque nada formal.
Paulina se define como feminista y cuenta que siempre que puede concurre a las marchas junto a sus amigas, su familia y el centro de estudiantes de su escuela. “Todo es político y toda cuestión que pase en el mundo te va a terminar afectando. Cualquier situación que yo considere injusta, no la voy a soportar ni la voy a apoyar. Creo que no pelear ante la desigualdad o quedarse en una posición neutral también es tomar una posición y yo, dentro de mis posibilidades, voy a defender lo que es justo y pelear contra lo que es injusto Hay una idea de que los jóvenes no están al tanto de lo que pasa, yo creo que es al contrario: hay un futuro de jóvenes atentos y comprometidos”, asegura.
Consultada sobre la expresiones políticas y sociales que abundan en el fútbol femenino, algo que no suele verse en el masculino, reflexionó: “El fútbol femenino es un espejo de todo lo que pasa en la sociedad. La mayor parte de las desigualdades se reflejan allí. La fuerza que sacamos las jugadoras y las peleas que tenemos incorporadas fuera de la cancha las llevamos adentro. Peleamos por todas esas cosas que nos faltan. Por ahí el hombre jugador de fútbol no tiene que pelear por todas estas cosas y elige quedarse en una posición más neutral, porque también eso es lo que todo el mundo está acostumbrado a ver y porque es lo que se espera de él. El fútbol femenino tiene la particularidad de ser mucho más social y real, atraviesa mucho más todos los ámbitos de injusticias y de peleas dentro de la sociedad”.
Aún cuando su historia personal marca que siempre tuvo la libertad para jugar al fútbol y desarrollarse en el deporte, Paulina sabe que los prejuicios aún pesan sobre las mujeres que se acercan a esta disciplina. Sin embargo, cree que de a poco los tabúes van cayendo: “En este último tiempo el fútbol femenino se fue haciendo su espacio. Muchas veces eso se logró a la fuerza, peleando y luchando por conseguir cosas. En lo estructural, la disciplina hace diez años era muy pobre y en los últimos tiempos se avanzó muchísimo, más que nada en el tema social y en la aceptación que tiene de todo el mundo. También creció mucho con el Mundial de Francia 2019 y la profesionalización en Argentina. Es como un boom que se necesitaba en cuanto a cobertura mediática y periodística. Eso también le da reconocimiento y el plus para que el hincha que consume el fútbol masculino también se interese por el femenino. Es cierto que se van rompiendo algunos tabúes, pero falta, hay muchas falencias por las que vamos a seguir peleando. Si las cosas se hacen bien, en diez años vamos a poder tener un fútbol femenino de Argentina competitivo a nivel internacional”.
Para la futbolista de Talleres, la semi-profesionalización de la Primera División femenina - en la que solo juega un equipo del interior del país: Rosario Central- aportó reconocimiento y visibilización a la disciplina. Pero, al mismo tiempo, consideró que aún faltan medidas concretas para su desarrollo fuera de los límites del área metropolitana de Buenos Aires.
Mientras sigue capacitándose y formándose para crecer en su carrera, Paulina se mira en distintos espejos. Admira a Lionel Messi, aunque reconoce que no trata de imitarlo, sino que se limita a disfrutarlo. También destaca a la estadounidense Megan Rapinoe porque “siempre defendió todo lo que creía y se paró sin importante enfrente de quién estaba”. Dentro de la cancha intenta parecerse a la holandesa Vivianne Miedema, máxima artillera de su selección con solo 23 años y figura del Arsenal de Inglaterra.
La mirada hacia el futuro es ineludible y sus sueños son cada vez más posibles en un mundo en el que las mujeres empiezan a pensar en el fútbol como una forma de vida. “Quiero ser profesional y vivir del fútbol, no importa a dónde sea, en Argentina o en otro país. También sueño con jugar en la Selección mayor y por qué no en un Mundial. Espero que en Argentina el fútbol femenino dentro de cierto tiempo esté peleando a nivel internacional, con una estructura mucho más sólida y fuerte, y que eso no sea solo en Buenos Aires, sino que sea federal y en todo el país”, concluyó Paulina.
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