El 29 de junio de 1986, Argentina derrotó 3-2 a Alemania en la final disputada en el estadio Azteca y ganó el Mundial de México, con Diego Maradona como figura y bandera. Claro que, para convertirse en leyenda, el astro nacido en Villa Fiorito se comprometió al 100% con su sueño, antes y durante la Copa del Mundo. Aquí, 5 secretos del Diez para guiar a la Selección hacia la gloria y sentarse en el trono de mejor futbolista del planeta; todos revelados por el libro “El partido”, de Andrés Burgo.
UNA PRETEMPORADA A LA MEDIDA
Lo cuenta Fernando Signorini en la obra que profundiza en la victoria ante Inglaterra por los cuartos de final del Mundial; el partido de la “mano de Dios” y del “gol del siglo”. “Cuando faltaban tres meses para México 86, Diego me dice en Nápoles que quería ponerse las pilas con el Mundial. Yo justo había leído el trabajo de un ciclista italiano, Francesco Moser, que había batido el récord del mundo en altura. Había hecho su preparación con un tal Enrico, un fisiólogo del norte de Italia. Hicimos una cita, y nos dijo que teníamos que conectarnos con Antonio Dal Monte, capo de investigación deportiva, biomecánico de fama mundial. Su centro quedaba en Roma. Parecía la NASA. Él sabía que era su Mundial o el de Michel Platini, Se jugaba en la altura de México, había smog y las marcas no podrían ser persecutorias”, describió.
Así, Diego hizo su propia pretemporada viajando desde Nápoles a Roma entresemana, una manera de tener su propia adaptación como buena parte del plantel la había tenido en el viaje a Tilcara, Jujuy. Ningún detalle librado al azar.
MASAJISTA DELIVERY
Maradona llevó al Mundial a Salvatore Carmando, masajista al que había conocido en el Napoli. “A Diego lo masajeaba una hora antes de cada partido. Sus piernas eran distintas a las de los demás jugadores. Tenía músculos duros y flexibles a la vez; nunca vi algo así. Se tiraba en una camilla y se relajaba, como si quedara en trance. Él no decía nada mientras lo masajeaba. Yo usaba una crema especial, que hacía con barro. Era una receta que nunca le conté a nadie”, contó el fisioterapeuta (y cheff del plantel ocasional) en el libro.
BOTINES ESPECIALMENTE ACONDICIONADOS
“Yo le lustraba los zapatos a Maradona -supo confesar el utilero Tito Benros- y tenía mi propio secreto. Diego me preguntaba ‘qué le ponés a los botines, hijo de puta', pero yo nunca le decía. Lo que usaba era una crema de silicona de kerosene blanco, una pomada que se usaba para la montura de los caballos. Los botines quedaban espectaculares. Diego llevó al Mundial cinco pares de Puma número 37, algunos con tapones bajos y otros altos. La noche previa a los partidos venía a mi habitación y se los probaba. Pero al final siempre elegía los mismos, unos que quedaban perfectos”.
LOS RITOS
Diego compartió la habitación en el predio del América con Pedro Pablo Pasculli. Y juntos elaboraron una serie de cáblas irrompibles. “Una de ellas fue poner un calendario grande que pegamos en la pared entre las dos camas. Primero íbamos marcando los días que faltaban para el Mundial. Segundo, marcábamos con crucecitas cada vez que un seleccionado perdía y se volvía a su casa. Anotábamos los partidos que se iban a jugar y los veíamos por la tele. Era un ritual. Además, en las paredes colgábamos fotos de nuestros familiares antes de los encuentros para sentirnos cerca de ellos. Él ponía las de son Diego, doña Tota y de Claudia (Villafañe). Pero no sólo de los familiares, sino también de dos mujeres que eran muy bellas para Diego, que le gustaban mucho: Valeria Lynch y Pata Villanueva”, detalló Pasculli en una entrevista con Infobae.
Más: en el estadio, Maradona era el que encendía el equipo de música, un Sony rojo pequeño y novedoso para la época. Y dibujaba una figura del cuerpo en el suelo, disponiendo sus botines, su camiseta, su pantalón y sus medias, y no dejaba que nadie pasara por encima.
LA CORONA COMO ANZUELO
El andar oscilante de la Selección en las Eliminatorias y los amistosos previos provocaron críticas. Y muchas de ellas tenían al propio Maradona como foco, dado que ostentaba el cartel de gran figura. Quería la corona, sabía que en el 86 era para él o para el francés Platini. Y las críticas funcionaban como combustible.
Una de ellas, ya superada, partió de alguien que lo había cobijado: César Luis Menotti. “Si vamos desde el punto de vista técnico, Maradona está estancado desde 1984, desde que se lesionó en Barcelona. Y como tipo, bueno, ahora se hace los rulitos, se puso un arito. En fin, es un barrilete, ¿no?”, le dijo el Flaco, quien lo había llevado al Mundial de España 82, a la Agencia Télam.
En “El Partido”, el actual secretario de Selecciones alegó que con el término “barrilete” se había referido a su “vida agitada”, pero que había vaticinado que iba a ser el “mejor del Mundial”. Sin embargo, entonces Diego se enojó. “Yo conozco a la gente que habla de frente, a estas situaciones las resuelvo como hombre. Fue un mediocre jugador y parece que quiere lograr el mismo concepto como persona”, soltó.
La esgrima verbal impulsó al Diez. Y Víctor Hugo Morales, defensor del astro, transformó el dardo que encarnó la palabra “barrilete” en “barrilete cósmico” cuando terminó la obra de arte más cautivante de la historia de los Mundiales.
SEGUÍ LEYENDO: