Marcos Angeleri no tiene redes sociales, no usa plataformas de streaming, ni mira mucha televisión. Tampoco se saca selfies. Eso, en este mundo globalizado hasta las raíces y en plena cuarentena lo define mucho mejor que sus dotes como lateral o sus títulos como futbolista. Habla de los cursos financieros que hace, de los libros de suspenso que dominan sus horas o se lamenta por no haber encontrado un autor que encienda la chispa de la pasión por la historia argentina. También dice que le hubiera gustado haber nacido en los 70, que no se halla en esta era.
— En una entrevista con El Gráfico declaraste: “Obviamente que habría querido evitar la época de los militares, pero me hubiera encantado haber nacido en los 70″, ¿por qué?
— Sí, porque lo que me cuentan, lo que veo, lo que escucho de esa época, me gusta. Me queda eso de cuando te preguntan en qué época te hubiese gustado vivir y bueno, en esa. Porque la música de esa época me gusta, porque la manera de vestirse que tenían en esa época me gusta, porque cuando hablo con gente de esa generación me gusta lo que vivieron, las cosas que me cuentan, qué había, qué hacían. Me gusta. Y es por eso más que nada, porque en esta es como que todavía no me termino de encontrar. Vivían de otra manera y parecía que la felicidad pasaba por otra cosa. Si bien tenían menos oportunidades y menos cosas de las que hay ahora, veo o comparto con gente de esa época y veo gente feliz; sin tantos problemas como los de ahora. Eso es lo que me pega un poco de vivir en esta época, los problemas que hay, las cosas a las que hay que enfrentarse... Ojo, viste cómo somos los seres humanos, que de pronto deseás una cosa y cuando la tenés te das cuenta de que tampoco era tan así. Eso es lo que nos lleva hoy en día a no terminar disfrutando ni valorando nada. Como aparece todo el tiempo algo nuevo, siempre vas queriendo lo nuevo, lo que no tenés o lo que deseás. Cosa que antes no pasaba o yo veo que no pasaba. Entonces es un arma de doble filo, porque a su vez te lleva a no quedarte con lo que tenés y a siempre querer más u objetivos más grandes por delante. Te lleva a moverte y no quedarte en la cómoda, pero termina pasándote que no terminás valorando nunca lo que obtuviste porque siempre tenés algo más por delante. Es algo ambigüo.
Ese Angeleri de pelos revueltos que apareció a comienzos del nuevo milenio por La Plata había llegado como adolescente a la pensión del Pincha desde su pequeño lugar en el mundo: Treinta de Agosto, un pueblo de siete mil habitantes ubicado al costado de la Ruta 33, que tiene unas pocas cuadras por lado y está a más de 100 kilómetros del límite entre la Provincia de Buenos Aires y La Pampa. Cambió la pasividad de su cuna, por la electricidad que se respira en las Diagonales. Maduró de golpe y debió enfocarse en sus objetivos: “Fue un cambio grande y brusco. En el pueblo todos te conocen, con 11 o 12 años podes andar por la calle libremente como si vivieses en esos country privados que ahora están de moda; pero uno gigante. Yo tenía bien claro de qué iba la cosa: sabía que si no iba con el fútbol, iba a ir por el lado del estudio. Me crié con un contingente grande de chicos que venían de mi pueblo a La Plata a estudiar. Yo veía que ellos estudiaban como si fuese un trabajo y era una posibilidad para mí si no iba con el fútbol”.
— ¿Esa casa del contingente de los chicos de Treinta de Agosto fue la que visitó Bilardo en su momento?
— Claro, sí. En su momento yo vivía en la pensión del club. Después que firmo mi primer contrato con Estudiantes tuve la posibilidad de irme a vivir a un departamento. Justo coincide con que en una casa de La Plata que había tres chicos de mi pueblo: uno se va y había quedado un lugar. Acordamos que iba. Tenía la contención de chicos de Treinta de Agosto que conocía. No me iba a vivir solo. Entonces me cerró por ese lado. Cuando viene Carlos a Estudiantes me pregunta con quién vivía y le comenté. A lo que él no lo vio muy viable porque me hizo entender que estábamos en caminos distintos. No es lo mismo el camino que estaba iniciando para ser un jugador profesional que el camino que estaban iniciando como estudiantes mis amigos para ejercer una profesión. Entonces ese trayecto no era compatible con el mío por cuestiones lógicas de horarios. Se estudia hasta tarde... Entonces me dice ‘no, no se puede, tenés que ir a vivir a otro lugar'.
— ¿Fue al departamento por sorpresa?
— No, él mandó al Tata Brown, que estaba trabajando con él. Carlos lo que hacía era llamar al teléfono fijo que en en ese momento teníamos en la casa porque no había celular. Un poco manejaba los horarios de cómo iba la cosa. Cuando mandó al Tata Brown a conocer la casa, se encontró con que sí, tenía que ir a vivir a otro lugar y manejar mis tiempos y otras costumbres de vida. Eso hice: automáticamente me fui a vivir solo a un departamento que me consiguió el club y que me ordenó el club qué tenía que hacer.
— ¿Viste la perlita que se viralizó durante los últimos tiempos de Bilardo con vos en Estudiantes?
— Sí, me llegó, ni me acordaba de eso...
— ¿Qué fue eso que en el medio del partido estabas dormido y te tenían que dar una aspirina?
— Cosas, cosas, cosas que tenía Carlos... Así era él, así venía él con sus cosas, sus costumbres, sus rutinas, sus cábalas, sus cosas que tenía dentro de su libreto que le habían dado muchísimo resultado y le seguían dando hasta ese entonces y por eso las llevaba a cabo. Mal no nos fue.
— ¿Pero era normal la aspirina?
— Nos fuimos acostumbrando a cosas que tenía él. Bueno, generaba una energía o algo por el estilo que hacía que las cosas funcionaran o dieran resultado. No me pidas que explique cómo ni de qué manera, pero te puedo asegurar que en su momento daban resultado. Obviamente si en el fútbol da resultado, no se cambia, se sigue haciendo.
— Hay otro video circulando de esa época en el que también decían que Bilardo te insistía para que pegaras patadas, ¿te acordás de eso?
— Sí, algunas cosas sí. Como defensor había que marcar presencia, había que hacerse sentir, ganarse el respeto y hay ciertas formas de hacerlo. Yo por lo pronto recién arrancaba y las desconocía. Entonces él me las enseñó. Tan simple y tan sencillo como eso fue. Con otra manera o con sus formas, pero así me enseñó cosas del puesto o de la profesión que me sirvieron para hacer una carrera. Así que agradecido estoy de haberlo tenido como entrenador.
— Otra de las cosas que me enteré es que los obligó a tener un entrenamiento muy extendido...
— Claro, porque en ese momento había una camada de cinco o seis jugadores y él había apostado para que fueran el futuro del club; y optó por la decisión de concentrarnos en el country. Él consideraba que La Plata para la edad que teníamos nosotros era muy tentadora en algunas cosas y dijo que nos teníamos que someter a ciertas cuestiones si es que nosotros queríamos ser jugadores profesionales y que nos fuera bien. Y bueno, a sus órdenes... Nos encerramos un mes ahí. Él para que no se hiciera tan tedioso y se hiciera llevadero iba haciendo todo este tipo de cosas como para que se nos hiciera amigable estar un mes concentrados en el country. Así fue como de pronto nos llevó un mago, nos hacía un asado o nos invitaba a comer a algún lugar; o inventaba entrenamientos para salir de la rutina.
— ¿Cuál fue el entrenamiento más raro?
— ¡Todos! Todos... Cada cosa que hacía él, no sé si era raro, pero era desconocido para nosotros y entonces terminaba siendo raro de alguna forma.
— ¿Es verdad que los llevó como un padre a un boliche?
— Lo que hizo fue llevarnos a comer a un lugar, porque llevábamos 15 días ahí encerrados e imaginate lo que era todo el día comer en el mismo lugar, dormir en la misma habitación, no salir de ahí adentro. Era más o menos como lo que estamos viviendo ahora
— Pero con Carlos...
— ¡Claro! Tuvo la idea de como nosotros nos estábamos comportando de buena manera, en ningún momento nos quejamos, siempre tuvimos buen predisposición, fue como un regalo decir ‘los voy a llevar a comer a un lugar', y nos llevó. Él y dos personas más, que eran el médico y otra persona que se quedaba al cuidado nuestro. Fuimos a comer a un lugar, pero no fue un boliche ni nada, fuimos a comer a un restaurante, que de pronto pasaban música y demás, pasamos un buen rato, pero nada, fue un ratito. Imaginate si nos tenía concentrados, mucha soga no teníamos...
— De tu estadía en Estudiantes hay muchos logros como el Apertura 2006, la Libertadores del 2009, pero me interesa conocer también qué sentimientos tuviste en el 7-0 del clásico
— Lo primero que se me viene a la cabeza es haber ganado un clásico, lo segundo es que después, con el tiempo, cuando te das cuenta que fue 7-0, se hace mucho más significativo y pasa a formar parte de la historia. Mucho más cuando no se da habitualmente que haya tanta diferencia de goles entre un equipo y otro cuando de clásicos se habla. Eso tiene un condimento especial que con el tiempo va a tomando mucho más protagonismo. En el momento no nos dimos cuenta, fue como ganar un clásico más de los que me tocó ganar, pero con el tiempo empieza a tomar mucha más preponderancia de lo que fue para nosotros ese partido en sí.
— ¿Te pasó alguna rareza?
— La ciudad después de eso enloqueció. Con pintadas, con gastadas, con todo el folklore que tiene el fútbol. No sé si estará bien o mal. Ahora últimamente tengo conocimiento de que hubo ciertas restricciones, más que nada a la hora de los clásicos, de que no se podía hacer alusión a ese partido para evitar posibles conflictos o irritación del otro lado que pueda conllevar a algo después del partido, más que nada en la ciudad, entre unos hinchas y otros.
— Saquemos el clásico, ¿qué opinas desde lo social del hecho que no se pueda hablar de un partido porque puede generar violencia?
— Sí, yo ahí no lo entiendo mucho. Me cuesta entender que pase eso. Entonces es complicado hablar del tema porque yo respeto todas las posiciones y las maneras de vivir la vida. Las opiniones, las ideologías, etcétera, pero todo tiene un límite cuando se cruza y se genera violencia. Eso para mí no conduce a nada, soy anti violencia. Más que tuve la posibilidad de estar en otros países en donde sé lo que es la antítesis o la cara opuesta, y se disfruta de otra manera, se vive de otra manera. Y es mucho más agradable vivirlo de esa manera. No entiendo por qué no se opta por esa opción. Esperemos que se pueda revertir, cambiar y que yo pueda tener el lujo de llegar a vivirlo.
— Noto que hasta tratás de cuidar las palabras para evitar ser sacado de contexto en este tema
— Claro, tal cual. Sí, hasta eso. Hasta en eso lamentablemente tenés que estar atento de no utilizar algo que se pueda llegar a malinterpretar o lo puedan tomar del otro lado mal. La conexión del emisor con el receptor lamentablemente en estos días tiene que ser cuidada porque sino después de pronto te pueden llegar a juzgar o a decir algo que por ahí no lo sos, o no quisiste decirlo en palabras.
— Fuiste dirigido por Maradona y también compañero de Messi en la Selección, ¿qué se siente al estar cerca de ellos? ¿Qué los hace distintos?
— A mí lo que me pasó tanto con Leo como con Diego es que tienen un aura distinta a cualquier otra persona o jugador. Algo que se percibe o se siente, más allá de lo que son como jugadores de fútbol. Generan otra cosa aparte. Distinta. No he tenido la posibilidad de conocer a otras personas que sean similares a ellos, que se destaquen en otros rubros como el básquet, el tenis, la música u otro aspecto. No sé si pasará lo mismo, si generarán lo mismo esas mega súper estrellas. Me pasó lo mismo cuando tuvimos la posibilidad de hacer una gira con San Lorenzo en Roma y conocimos al Papa. Me pasó lo mismo, la misma sensación. Salvando las distancias, no es que los quiero relacionar ni mucho menos. Pero por ahí es algo que me pasa a mí, que vos te generás por la admiración que tenés con esas personas. Después que Maradona te dirija, tenerlo cerca, poder dialogar, que te motive... Primero que te conozca... ¡Ya que te conozca Diego, que sepa tu nombre! Que te dé indicaciones, una charla de motivación. Te genera algo difícil de expresar en palabras. Tuve a Messi de compañero y a Diego de entrenador, ya no podía pedir más nada después de eso.
Angeleri tuvo un quiebre en su vida. Una rotura, mejor dicho. Que cambió todo. El lateral que peleaba en la consideración para ser citado a la selección argentina vio cómo se derrumbaba el castillo de naipes. Los ligamentos de su rodilla izquierda marcaron un desvío en el camino cuando mira para atrás. Faltaba un año para el Mundial del 2010 y él era uno de los jugadores más destacados en el carril derecho de la defensa. Esa misma lesión es la que apareció nuevamente por sorpresa al poco tiempo y perjudicó su estadía en el Sunderland de Inglaterra. Esa rodilla es la que generó una gran “espina” al excluirlo de la pelea por viajar a la Copa del Mundo. La que le “modificó” su carrera a futuro, al fin y al cabo. Durante esa etapa, además, vivió buena parte de la exposición mediática que cargó, incluso siendo protagonista de sesiones de fotos para revistas de espectáculos.
— Sos un tipo que durante un período de tu carrera mostraste mediáticamente un costado más frívolo, siendo protagonista de fotos, mostrando el cuerpo o con el look, pero en tu vida diaria predicás casi todo lo contrario, ¿cómo viviste ese proceso?
— A lo mejor alguien lo vio así, pero yo no lo tomé así. Para mí fue un trabajo más. Otra puerta que se me abrió a nivel laboral además de la futbolística, y eso me sirvió para que en mi balance contable tuviera más activos que pasivos, entonces bienvenido sea todo lo que tenga activo. El patrimonio neto me da siempre positivo. Entonces lo tomaba como eso. Tenía bien en claro que era para eso y nada más. Nunca hice uso de otra cosa o lo tomé para otra cosa. De hecho hoy en día es algo que es muy común que con las redes sociales haya jugadores de fútbol a los que les guste exponer su físico, su vestimenta o sus lugares donde viven, o donde viajan. Y yo no. No tengo redes sociales, no va como algo que a mí me gusta hacer. Sino que en su momento lo hice como un trabajo y si lo tengo que volver a hacer como un trabajo, lo volvería hacer. Pero lo tomé como eso y nada más.
— ¿Por qué no usás redes sociales?
— Porque no me llama la atención. Es algo personal. No significa que esté en contra de eso ni mucho menos. Soy muy reservado en cuanto a lo mío, no me gusta mostrar mis cosas, lo que hago o dejo de hacer. El que lo hace y le gusta, bárbaro, bienvenido sea si lo hace feliz. A mí me hacen feliz otras cosas. No muestro nada ni estoy pendiente, tampoco me interesa andar viendo qué hacen los demás. Me gusta vivir las cosas en carne propia. Soy como medio chapado a la antigua, ¿viste? Aferrándome a los 70, jaja.
— ¿Qué autocrítica haces del ambiente del fútbol hoy en día?
— Veo cosas que se pueden mejorar, como por ejemplo en la educación. Por momentos nosotros podemos ser ejemplo, tenemos que tener mucho cuidado con lo que hacemos o lo que decimos; y para eso hay que prepararse. Nada mejor que la educación. Ese es un lugar donde se podría mejorar muchísimo. Veo que no se da porque lamentablemente el fútbol es una empresa que últimamente opta por los resultados y, mientras se den los resultados, lo demás se va a dejar de lado, pero lo que yo veo es que no tienen por qué ir por caminos separados. Se puede congeniar a la perfección. Se pueden obtener resultados y además exigir o apoyar o dedicarle una parte importante a los jugadores en cuanto a la educación.
— ¿Y por qué no se hace?
— Porque la vorágine del fútbol lleva a que el rendimiento del jugador sea el todo. Entonces si el jugador rinde bien, no importa más nada. ¿Qué más le vamos a agregar si la cosa va bien y está rindiendo bien? Últimamente veo una oleada o una mirada en ese sentido de algunos clubes. Creo que en el corto plazo puede llevarse a cabo.
— Hay algunos temas de los cuales me interesa conocer la mirada de futbolistas que viven el deporte desde otro lado. ¿Cómo ves el tabú de la homosexualidad en el fútbol?
— Nunca tuve un compañero homosexual, o por lo menos nunca lo supe. Eso es muy particular de la persona que lo sea. El juzgamiento por lo pronto a nivel personal no me interesa, nunca me interesó. Yo te hablo desde esa posición: como a mí no me importa el qué dirán, entonces yo soy transparente y sincero. Si me tocara a mí, que no me toca, pero si así fuere, lo haría sin ningún tipo de problema por más que digan lo que digan y por más tabú que sea. No me importa la mirada del resto porque si yo soy feliz así, ¿porque voy a tener que no serlo? No quiero poner mi felicidad en manos del qué dirán o el prejuicio. Yo no soy así. Si tengo que dar un consejo a alguien, a mí este me sirve, ponerlo en práctica o probarlo, en el último de los casos. No te voy a decir que el mío es el acertado o el que va, pero por lo pronto es una experiencia como para aconsejar.
— De política o de la situación social, ¿por qué casi no habla el futbolista? ¿porque no le preguntan o porque es mejor no meterse en líos?
— Por las dos cosas y le agregaría una más: también por falta de conocimiento. No es algo que se tenga muy en cuenta o sea un tema de conversación por lo pronto en el fútbol. Hasta te diría que no sé si es mejor, hoy en día no sabes qué es mejor. A mí me parecería interesante que pase, sumamente positivo que se tenga noción y conocimiento de lo que pasa en el país, de las corrientes políticas que hay. Más que nada porque a la hora de votar tenés que votar con conocimiento, postura y una ideología clara, no ir a votar por lo que escuchás o porque viste una publicidad que te resultó graciosa y terminás inclinando tu voto para eso. Estaría bueno que eso forme parte de la educación que veníamos hablando antes en cuanto a lo que se pueda sumar o pueda ser positivo para los jugadores.
— ¿Tenés opinión formada sobre la regulación del consumo de marihuana?
— Mirá, yo estuve en Uruguay, allá es legal y no veo que esté mal. Por lo menos por lo que yo vi allá. Pero bueno, eso es muy particular de cada lugar y para eso siempre recurrimos a la misma palabra, que es la sociedad. Hay que ver si la sociedad está preparada para eso. Y ahí no sé, no sé si la sociedad estaría preparada como para que eso pase.
Mientras recomienda libros de Grishman o de Katzenbach, Angeleri se reconoce como un “estereotipo del jugador de fútbol” diferente. Tras su salida de Argentinos Juniors, y aunque todavía no tiene nada definido, el retiro aparece como una opción apetecible, pero por una motivación diferente: a los 37 años, necesita tiempo para sus proyectos fuera del fútbol. “Seguramente seguiré ligado al fútbol, pero no decido en qué área, en cuál encajo y en cuál estoy capacitado. Siempre estuve esperando dejar el fútbol para dedicarme a cosas que hoy no puedo hacer, como proyectos personales o inversiones. El fútbol lleva mucho tiempo. Voy a seguir ligado al fútbol, pero si se me abren puertas y siempre que no me demande el tiempo que me llevó como jugador, porque tendría que seguir dejando de lado mis proyectos personales”.
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