Félix Lorenzo Orte reunía todas las condiciones para ser querido y respetado en todos los campos de juego. Buena técnica, pero fundamentalmente alguien considerado con los jóvenes que recién comenzaban en el fútbol profesional. Sin embargo, su vida se apagó el 19 de noviembre de 1989, hace treinta años, cuando fue asesinado en la puerta de su casa de Lomas de Zamora en lo que luego se supo que fue un crimen por encargo, aunque la causa se cerrara sin culpables.
Orte había nacido en la localidad de Catriló, a unos 85 kilómetros de Santa Rosa, la capital de la provincia de La Pampa,. El 2 de junio de 1956 y siendo un niño, se mudó con su familia al sur del Gran Buenos Aires donde comenzó de muy joven a trabajar en una panadería aunque su gran pasión era el fútbol y por eso fue a probarse a varios de los equipos de la zona, como Independiente, Racing, Banfield y Temperley.
Tras varios rechazos, casi todos por cuestiones de cantidad de chicos en las categorías más bajas, Orte fue fichado por Banfield y tras un paso fugaz por la cuarta y la tercera división, se produjo su debut en Primera ante Colón de Santa Fe en el Metropolitano de 1972, con apenas 16 años. “Aquella vez me temblaban las piernas del miedo que tenía”, llegó a reconocer años más tarde. Su entrenador en aquel momento era Héctor D’Ángelo.
Orte era un buen wing derecho, con pique, gambeta y buenos centros y se fue afianzando en la Primera. Para 1976 asumió como entrenador nada menos que Adolfo Pedernera, prócer del fútbol argentino como integrante de la recordada Máquina de River en los años 40 y en el Nacional, que se jugaba en la segunda parte del año, el equipo realizó una gran campaña, llegando hasta los cuartos de final, cuando fue eliminado por el Boca de Juan Carlos Toto Lorenzo, que luego se coronaría bicampeón del año, y que le ganó 2-1 en la cancha de Racing.
Pedernera llegó a adoptar a Orte como si fuera su hijo. Pretendía que dejara su empleo en la panadería para dedicarse sólo al fútbol y lo llevaba a comer a su propia casa. El crecimiento de Orte fue tal que apenas meses más tarde, en 1977, llegó a ser convocado por el DT de la selección argentina, César Luis Menotti, para jugar partidos amistosos con miras al Mundial 1978. Y, aunque no quedó en la lista definitiva, justamente en ese año fue transferido a Rosario Central, justo cuando los Canallas comenzaban a colocarse en la élite. En 1979 llegaron a las semifinales en ambos torneos, aunque en el Metropolitano fueron eliminados por Vélez y en el Nacional, por el River de Labruna que sería bicampeón en esa temporada.
Pero ya en 1980, bajo la conducción de Ángel Tulio Zof, Rosario Central pudo ganar el tercer título de su historia como campeón del Nacional en la final ante Racing de Córdoba con un equipo al que llamaron “La Sinfónica”. El arquero era Daniel Carnevali (titular de la selección en el Mundial 1974), el lateral izquierdo era Jorge García, el volante central era Omar Palma, y Orte podía combinar en el ataque con jugadores de gran técnica como Gaitán o Bacas, un extremo izquierdo como Teglia y un experimentado goleador como Víctor Marchetti. Ese título le dio a Rosario Central la chance de proyectarse a la Copa Libertadores de 1981, pero en ese tiempo sólo se clasificaba un equipo desde la fase de grupos y ni River ni los rosarinos lo consiguieron y el pase quedó en manos del Deportivo Cali en el que brillaba el delantero Willington Ortiz. De nada le sirvió a Orte marcar tres goles en cinco partidos.
Sin su presencia, Bánfield no había podido resistir en la Primera A y descendió a la Primera B, y para el Nacional de 1981, Loma Negra, empresa de Amalia Lacroze de Fortabat, que intentaba una revolución en el fútbol argentino, lo contrató por cien mil dólares, una cifra altísima en ese momento, junto con una serie de cracks. El equipo llegó hasta los cuartos de final del torneo y Orte se quedó y volvió a jugar allí en el Nacional 1983.
Una vez finalizado el Nacional, fue tentado por Racing Club, que se encontraba en una posición desesperada por evitar el descenso, dirigido por Juan José Pizzuti, el mismo que lo sacara campeón de América e Intercontinental en 1967, pero no pudieron evitarlo y el Pampa llegó a estar presente en el césped en la derrota de 4-3 en el Cilindro ante Racing de Córdoba que significó la primera vez que la Academia perdió la categoría ante la reciente implementación de los promedios por parte de la AFA.
Pero Orte no se fue. Se quedó para pelear por el inmediato ascenso a la A, bajo la dirección de Agustín Mario Cejas, un ídolo del club. Llegó a la final, pero fue derrotado por Gimnasia y debió permanecer un segundo año en la B hasta que en 1985 consiguió llevarse el octogonal por el segundo ascenso, ante Atlanta; pero ya con el equipo nuevamente en la principal categoría, el nuevo DT, Rogelio Domínguez, le dijo que no lo tendría en cuenta, y se marchó a préstamo al club de sus amores, Banfield, que estaba en Primera B, para jugar allí en la temporada 1986/87 y donde se reencontró con el entrenador que lo había hecho debutar 14 años antes, Héctor D’Ángelo.
El Taladro terminó haciendo uso de la opción y le pagó a Racing 10.000 australes por el pase definitivo luego de que para muchos, ese fue, acaso el mejor año del Pampa como jugador, con partidos para el recuerdo y el ascenso final a Primera A, al vencer a Belgrano de Córdoba en el partido decisivo y, con esto, también el derecho a jugar por la Liguilla Pre-Libertadores hasta que fue eliminado por Independiente (luego campeón) por diferencia de gol. Orte se dio el lujo de marcar en el triunfo de la ida 1-0 en cancha de Huracán al aprovechar un buen centro de Robinson Hernández para superar al arquero Luis Islas.
Ya no era aquél Orte del inicio. Más veterano, había dejado la punta para jugar de centrodelantero y tuvo algunas participaciones notables como el triplete a Tigre en el 5-0 como visitante en Victoria, o el doblete a Los Andes en el triunfo en el clásico por 7-1 o sus tres goles para dar vuelta un marcador que estaba 0-2 ante Guaraní Antonio Franco de Misiones.
En la temporada 1987/88, ya en la Primera A, dirigido por un joven Ángel Cappa, Orte llegó a convertirle un memorable gol a Boca en la victoria del Taladro por 3-1 en el estadio Florencio Sola. Partió desde su propio campo, se internó en el del Xeneize de manera punzante, y cuando Hugo Gatti salió a marcarlo, lo eliminó tocando la pelota por un costado para irla a buscar por el otro y, ya sin obstáculos y con el arco vacío, la empujó con un leve toque.
Sin embargo, al terminar el torneo Banfield volvió a descender al Nacional B y ya en la temporada 1988/89 tuvo que compartir su condición de jugador con la de director técnico del equipo junto a Porcel, el DT de las divisiones inferiores, hasta que ya en el final, en la fecha 32, volvió a jugar y dejó el buzo a Juan Carlos Zerillo. Su último partido con la camiseta verdiblanca fue en la fecha 37 ante Deportivo Maipú de Mendoza (0-0), cuando ingresó en el segundo tiempo.
Al terminar esa temporada pasó a El Porvenir, pero un desgarro lo dejó sin jugar casi nada. Habían transcurrido tres meses desde su pase cuando una madrugada regresaba a su casa en la intersección de las calles Portela y Croce, en Lomas de Zamora, luego de una fiesta de quince años junto con su mujer. Ella se quedó amamantando a su hija menor, mientras él dijo que salía a la calle a “matar babosas”, pero en ese momento fue asesinado por un solo disparo que partió desde un desconocido que bajó desde un Peugeot y le disparó, y luego se fugó. La bala le había entrado por el pómulo izquierdo y quedó alojada en la nuca. En la causa se descartó que se tratara de un asalto porque Orte permaneció de cara al suelo, en la vereda, con una cadena con una cruz y con sus anillos de oro.
Hubo un detenido por el parecido al identikit del asesino que hizo su mujer que alcanzó a ver el disparo de alguien que se subió a un auto terracota estacionado en la esquina, y hasta se llegó a detener a un sospechoso, que fue liberado pocos días más tarde hasta que la causa se cerró por falta de pruebas aunque se determinó que se trató de “un crimen por encargo”, pero se desconocen las causas y a juzgar por los raspones en sus rodillas, se cree que el ex jugador murió de pie y llegó a mirar a su asesino.
La carrera de Orte finalizó con 116 goles y una buena cantidad de asistencias en los 465 partidos que jugó.
Los que lo conocieron como compañeros o rivales destacan que se trataba de un personaje extravagante, divertido, capaz de algunas locuras que no dañaban a nadie, como también de una gran solidaridad y humildad, de concurrir a toda comida a la que era invitado y solía prestar especial atención a los jóvenes que recién comenzaban y, si provenían de familias con escasos recursos, les regalaba ropa y calzado.
Un ex compañero contó que llegó a un entrenamiento en un auto descapotable y colorido, y que otra vez desapareció de una práctica para ingresar en el vestuario vestido como La Momia de “Titanes en el Ring”, envuelto en papel higiénico como si fuera un vendaje. “Nunca lo vi triste”, cuenta su ex compañero en Racing, el ex extremo izquierdo Walter Fernández.
El ex lateral izquierdo de Racing Néstor Sicher, recuerda que jugando en Primera B lo fue a buscar a su casa para ir juntos a la concentración, pero que Orte no quería salir de su casa y quería cenar con su familia, por lo que le pidió que llamara a Cejas, el entrenador, para decirle que en el sur había una gran tormenta que les impedía moverse. Un rato más tarde, luego de cenar, Sicher lo convenció de viajar hasta la concentración y al llegar estaba servida la comida. “Tuvimos que cenar otra vez y luego no sabíamos qué más hacer para movernos para que nos bajara todo porque teníamos que jugar al otro día”
Su hija llegó a recoger, emocionada, los homenajes que le hicieron a su padre en Banfield y en Rosario Central, y en su epitafio dice, con sencillez y acaso un buen resumen,“Félix Orte, 1956-1989, goles y carisma”.
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