Boca cuenta con una cúpula directiva de vasta experiencia. Desde el presidente Jorge Amor Ameal (71 años) hasta sus vices Mario Pergolini (55) y Juan Román Riquelme (41). Pero el más longevo de esta línea y quien vivió en carne propia los múltiples estados de la institución en diferentes décadas es Roberto Secundino Digón (84), vicepresidente tercero.
Con memoria fotográfica de cada suceso vivido, recuerda las anécdotas que le dejaron sus años en el club y a la vez los momentos no tan gratos en su carrera política. En diálogo con Infobae repasó sus inicios como gremialista en la industria tabacalera y continuó trazando una línea de tiempo hasta su entrada a la institución de la Ribera como dirigente, con una interrupción por su pelea con Mauricio Macri y su reincorporación a fines del año pasado.
-¿Cómo llegó a ser Secretario General del sindicato de empleados del tabaco?
-Entré a la fábrica de cigarrillos en los 60, cuando tenía 18 años. Comencé como delegado gremial de oficina y luego delegado general entre 1.100 compañeros. En el 70 presentaron la lista conmigo de Secretario General. Las fábricas de cigarrillo eran muy importantes por la cantidad de gente que tenían, desde 500 hasta 2.000 trabajadores. Los impuestos internos al cigarrillo llegaron a representar el 8% del presupuesto nacional, eran ingresos muy importantes para el fisco. Todo se resolvía por asambleas, un peronismo combativo íntegro. Después la CGT quedó dividida y nosotros éramos los sindicatos más de izquierda dentro del peronismo. Y llegó el golpe militar del 76...
-¿Cuál fue su experiencia durante la dictadura?
-Se formalizaron las intervenciones de los sindicatos más grandes. Yo era Secretario General de Empleados de Tabaco (SUETRA). Teníamos que hacer reuniones clandestinas porque todo estaba prohibido. Formamos la “Comisión de los 25”, llamada así porque al principio eran 25 gremios sobre más de 100. Fuimos los que empezamos a combatir la dictadura y eso nos llevó a tener varios problemas. A varios nos secuestraron, yo fui uno de los primeros. Fue tanto el escándalo en el grupo gremial y el sindicalismo internacional que aparecí. Me blanquearon cuando mi físico se mejoró después de las torturas.
-Lo dice con total naturalidad, pero es muy fuerte lo que cuenta sobre las torturas...
-Después del 24 de marzo todos andábamos con miedo. Secuestraron primero a mi hermano y a la mujer, que dijo dónde vivíamos con mi esposa, de quien creyeron que era jefa montonera. La primera vez que vinieron a secuestrarme no estaba en mi departamento de Palermo (Bulnes y Cabrera) porque había ido a la Bombonera a ver al Boca de Lorenzo en un partido con Gimnasia. El 29 de septiembre entraron a mi casa 20 tipos de la Policía Federal y del Primer Cuerpo del Ejército con pelucas y pasamontañas. A nosotros los peronistas nos manejaban la ESMA y la Marina. Antes de que me tiraran la puerta abajo llegué a avisarle a mi secretaria adjunta que me estaban secuestrando. Pude escuchar que nos llevaron a la Comisaría 6ta de Sarandí y Venezuela porque estábamos encapuchados y esposados. A mi hermano y a mi cuñada los torturaron en la 8va frente al Hospital Ramos Mejía. Como llegué a avisar en el sindicato y teníamos una pequeña organización que denunciaba en las embajadas si había algún secuestro, el tema trascendió.
-¿Qué recuerda de las torturas que sufrieron?
-Ya en las requisas te daban patadas y trompadas, era algo habitual. Perdés la noción del tiempo, te acelerás. Cada día lo multiplicás por dos cuando estás encapuchado. Creés que pasa mucho más de tiempo del que pasa en realidad. Nos mojaban y nos daban con la picana eléctrica. El escándalo tomó tanta repercusión que a los cinco días dejaron de torturarnos y después nos largaron. Los secretarios generales de varios gremios que habían sido secuestrados no fueron encontrados nunca más. A mí me largaron y a partir de ahí empecé a tener mucha trascendencia.
-¿Cómo siguió su vida política una vez que recuperó la libertad?
-Seguimos armando el movimiento obrero para negociar con los militares y detener las torturas y secuestros. A algunos delegados de fábricas se los llevaban como si fueran fruta. Fue una época nefasta. La primera huelga fue el 27 de abril del 79. A más de 30 dirigentes nos habían detenido y fueron largando a los que tenían mayor vinculación con los militares. Los seis que nos hicimos cargo de la huelga quedamos 9 meses detenidos... y eso que teníamos un gran aparato internacional atrás. Yo renuncié a la secretaría general y los compañeros se hicieron cargo del sindicato aunque me reconocían como secretario general. Recién volví en el 84, con Raúl Alfonsín. Me habían detenido por última vez el 30 de marzo del 82, justo antes de la Guerra de Malvinas. Hicimos una gran movilización en el centro con el movimiento obrero y la ayuda de la gente. Una pelea descomunal, a los policías les tiraban macetas y piedras desde los edificios. Los militares ya estaban muy encerrados. Malvinas fue un manotazo de ahogado para tratar de ganar aceptación en la sociedad pero el gobierno militar no resistía más.
-¿Por esa época se metió de lleno en el Mundo Boca?
-En el 84 todos los gremios empezamos a hacer elecciones y volví como Secretario General. Al año siguiente me propusieron como Diputado Nacional de la renovación del peronismo. Ahí Antonio Alegre me ofreció ser secretario general del club, pero yo quería dedicarme a la política y si aceptaba no iba a poder ayudarlos como querían. Fui miembro del Tribunal de Disciplina con Alegre y Heller en los primeros tiempos. Boca no estaba para nada bien.
-Arrancó con Alegre y 10 años más tarde terminó en la lista de Mauricio Macri, ¿verdad?
-Heller cometió el error de querer coparle la parada a Grondona en la AFA como Angelici hizo con Alejandro Domínguez en la Conmebol. Se terminó distanciando de Alegre por eso. Le hizo la guerra a Grondona y los arbitrajes en contra de Boca empezaron a ser muy alevosos. Según las encuestas Macri iba a perder la elección 40-60. Yo ayudé a hacer la campaña y lo dio vuelta 60-40.
-Usted fue uno de los que estuvo a cargo del fútbol profesional y desde ese momento se manejaron nombres importantes como candidatos a entrenadores... ¿Cómo definían eso?
-Había encuestas entre los socios y en la primera que hicimos Bilardo le ganó a Veira. En ese momento trajimos veintipico de jugadores: ahí erramos. Después Veira fue elegido del mismo modo. Y luego de García Cambón se barajaron tres nombres: Daniel Passarella, que tenía más del 50% de los votos; Carlos Bianchi, con más del 30% y Miguel Brindisi.
-¿Es cierto que el favorito de Macri era Passarella?
-A Macri le importaba ganar, era un pragmático. No es que él quería a Passarella. Recuerdo que Pompilio tuvo una reunión con Passarella, supuestamente mandado por Macri, aunque luego lo negó. Pero después se reunieron con Bianchi y los embelesó a todos. Carlos nos dijo que su arquero era Chilavert, al que conocía de Vélez, y yo me planté: “¡Acá no viene!”. Creo que con ese comentario le llamé la atención. También nos dijo que quería que Caniggia se quedara, pero se fue afuera, quiso volver a los 6 meses y ahí se le cerraron las puertas.
-¿Por qué dejaron ir a Bianchi cuando había ganado todo con el club?
-Se fue por algunas diferencias. Él planteaba que a algunos jugadores había que tratar de retenerlos en el club y a Mauricio en ese momento ya le importaba vender a los jugadores y hacer negocios. Vino el Maestro Tabárez en 2002 y a mí me delegaron hablar con Bianchi durante todo el año para que volviera. En 2003 volvió, ganamos la Libertadores y la Intercontinental. Pero en 2004, después de perder la final de la Copa con Once Caldas, y viendo que le volvían a vender a todos los jugadores, tomó la decisión de irse definitivamente.
-¿Por qué se rompió su relación con Macri y cuándo tomó la decisión de irse de Boca?
-Mauricio me reprochó que no lo acompañara en su candidatura como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en 2003 y tuvimos una discusión muy fuerte. Ahí fue cuando estalló todo y se rompió la relación con él y otros miembros de la comisión directiva a los que consideraba amigos. Me fui en 2004 cuando se fue Bianchi. Mauricio nos dijo a varios que directamente no nos quería más en la lista, fue imposible seguir juntos. Tras esa discusión empezamos a armar una lista en su contra.
-¿Le costó estar tanto tiempo alejado de Boca?
-Extrañé, pero me fui acostumbrando, terminé siendo un opositor crónico. En 2006 me suspendieron un año. Algunos que pensé que eran amigos votaron por mi suspensión. En un partido de Boca con Banfield en la Bombonera vino un comisario con 17 policías a sacarme de mi platea, fue un escándalo. Hasta que habló un juez y dio la orden de dejarme. Después de eso mi asiento quedó anulado, le pusieron una faja de clausura para que nadie se pudiera sentar ahí. En 2007 hicimos una lista e impugnamos las elecciones porque los avales de los que tanto hablaba Macri habían sido fraguados, algo comprobado por la IGJ. Las elecciones fueron recién al año siguiente. Había 12 en total y fueron 11 contra nuestra agrupación. Le sacamos la minoría.
-Desde que asumió Angelici se mantuvo en la vereda opuesta...
-Desde el año 61 que soy socio de Boca. A los que cumplen 50 años les entregan un carnet especial. Yo pasé los 25 años de vitalicio pero la dirigencia de Angelici nunca me reconoció. Se lo entregaron a la gente que cumplió como yo, pero a mí jamás. Ni me llamaron. En 2011 fui en la lista con Ameal y nos ganó Angelici. En 2015 Ameal quiso ir solo y cometimos un error porque, si nos hubiéramos unido, hubiéramos ganado. En la última, bueno, ganamos por paliza.
Digón cuenta con una extensa historia en su espalda pero también es una de las caras del presente institucional de Boca. Y aunque quizás no tenga tanta injerencia en el manejo del fútbol profesional como antes (área que es liderada por Juan Román Riquelme) o no se enfoque en estrategias tecnológicas como Pergolini, es mano derecha y oído de consulta de Ameal.
A los temas que conciernen a la extraña actualidad que plantea la pandemia del coronavirus no los esquiva.
-¿Qué opina de la denuncia de género contra Sebastián Villa?
-Coincido con lo que dijo Ameal y pensamos todos. Una cosa es lo que nos dice a nosotros y otra es lo que piensa la Justicia. Esperaremos a ver qué pasa. Uno desde afuera tomó con sorpresa esta situación.
-¿Cómo están las tratativas por Tevez y los otros jugadores a los que pretenden renovarles el contrato?
-Tengo mucho cuidado con los jugadores que llegan a cierta etapa de su vida. Pueden haber sido muy buenos jugadores y tener claridad pero con la edad vienen las complicaciones, el cerebro dice una cosa y el cuerpo hace otra. El caso Tevez es el del resurgir, con continuidad pudo mejorar mucho aunque ya no sea el Tevez explosivo de antes y tuvo la ayuda de Soldano, que le abrió el camino. Las renovaciones no son un tema para esperar, sino para hablar. Cuesta un poco ubicarse dentro de este panorama. El fútbol va a quedar con problemas económicos y financieros graves. No sabemos cuándo terminará la cuarentena. Hay que ver como serán los ingresos a partir de acá también.
-¿Boca necesitará realizar alguna transferencia en este mercado para equilibrar los números?
-Europa no va a pagar los mismos precios y no van a ser fáciles las transferencias. Todo se va a ir achicando un poco. Son presunciones que hacemos los dirigentes. Esta situación no se planteó nunca desde la Gripe Española en 1918. La idea es no vender a ningún jugador, pero si llega una oferta muy importante o el mismo jugador pide irse y que no le cortemos la carrera, ¿qué hacemos? Por ejemplo, Andrada tiene 30 años (NdR: tiene 29), si viene una oferta de 30 millones de dólares, ¿qué hacemos? Ninguno lo quiere vender, pero hay una realidad. Como hincha uno piensa “esto no lo puedo hacer”, pero después...
-De refuerzos suenan algunos nombres extravagantes como Cavani, Dani Alves y Podolski. ¿Son posibles para Boca?
-Siempre hay ofrecimientos y esas cosas pero nuestra idea es no mezclarnos en ningún negocio hasta no analizar bien todo. Boca tiene un cuadro que viene de ser campeón y concatenó todo con un técnico que le encontró la vuelta. Hay que seguir en ese canal.
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