“Todas nuestras fábricas tienen su club: Barker, Zapala, Neuquén… Y yo quiero que cada uno de ellos sea manejado por los obreros. En Olavarría siempre tuvimos los mejores jugadores, no se olviden que aquí salieron los hermanos Alves, por ejemplo. A mí el fútbol me gusta de toda la vida y sé bastante. Quizás por eso en enero vino gente de la fábrica a verme, para pedirme colaboración porque querían reforzar un poco el equipo. Y lo hemos hecho a través de la Fundación Fortabat”. Las palabras pertenecen a Amalia Lacroze de Fortabat, la dueña del imperio “Loma Negra”. Las pronunció en agosto de 1981, a escasas horas del debut de su equipo en el torneo Nacional de primera división, donde sería la gran revelación. Era el punto de partida.
Tal como mencionaba Amalita, desde comienzos de año, el plantel había comenzado a reforzarse con buenos elementos de diferentes equipos de primera división. Una de las figuras que sobresalía era Mario Husillos, quien tendría un reenfoque de su carrera tras pasar por el cuadro de Olavarría. Desde Málaga, donde actualmente reside, evoca aquellos momentos:
“Había debutado en la primera de Boca muy joven e hice varios goles. Fui al fútbol español, donde actué en el segundo equipo del Real Madrid y al regreso, estuve nuevamente en el cuadro xeneize, pero sin mayor continuidad. Ir a Loma Negra en 1981 era una apuesta arriesgada, porque si bien había muy buen dinero, en principio era para disputar el Regional con el objetivo de llegar al Nacional. Me animó el hecho que también iban para allá hombres como Carlos Squeo, que había sido compañero mío en Boca, Luis Barbieri y Jorge “Gallego” Vázquez de Atlanta y Ricardo Lazbal de San Lorenzo, entre otros”.
Sin mayores apremios, el anhelo se había alcanzado y Loma Negra sería parte del Nacional 1981, en tiempos de un fútbol argentino de apellidos ilustres, donde la mayoría de las figuras e integrantes de la selección actuaban aquí. Un mes antes, Boca se había consagrado campeón con la estrella fulgurante de Diego Armando Maradona.
“Nos tocó debutar nada menos que contra el Ferro de Griguol -continúa Husillos- que venía de ser subcampeón y era un gran equipo. Yo era el capitán y antes del partido vino ‘Amalita’ a preguntarme qué premio habíamos arreglado. Cuando le dije la cifra, dijo que no, que de ninguna manera. Si ganábamos, teníamos el triple y un mexicano de oro para cada uno. Tuve la suerte de hacer el gol con el que ganamos 1-0 y el Negro Lemme, que había llegado desde Tigre y era un personaje divertido, me consultaba: ‘¿De verdad esto lo pagan Mario?’ (Risas). Por supuesto que al día siguiente cobramos sin inconvenientes. En ese aspecto, era increíble el respeto y el orden. Y la motivación, por supuesto”.
La gran incógnita era saber cómo iba a responder Loma Negra en las grandes ligas. Y estuvo sobradamente a la altura, en una zona compleja, donde no solo estaba Ferro, sino también el nuevo River dirigido por Alfredo Di Stéfano con sus recientes incorporaciones de fuste, como Américo Gallego y Julio Olarticoechea, que se sumaron a la constelación de estrellas que disfrutaba el plantel de Núñez.
El cuadro de Olavarría estuvo desde el inicio en los primeros puestos del grupo, con buenos rendimientos y un destacable invicto en la primera rueda. Llegó a la última fecha un punto por sobre River y el sueño de la clasificación se escapó por poco: “Se había conformado un equipo muy interesante y fuimos una sorpresa. Nos faltó solo la puntada decisiva en la fecha final donde debíamos ganarle a Talleres en casa para avanzar a los cuartos de final y eliminar a River. Empatamos 0-0, ellos ganaron en Junín y luego fueron los campeones, superando en la final a Ferro, el otro equipo de nuestra zona que se clasificó”. Loma Negra había hecho la misma campaña que los “Millonarios”, con 7 victorias, 5 empates y apenas dos derrotas, pero la diferencia de gol (14 contra 5) los postergó. Sin embargo, la huella había quedado firme y el plantel se mantuvo casi en su totalidad.
Abril de 1982 es un mes marcado con dolor en el almanaque de los argentinos. En medio de las noticias lacerantes que llegaban desde Malvinas, tanto Olavarría como el fútbol argentino tuvieron un remanso en el mediodía del sábado 17 de abril, cuando la poderosa selección de la Unión Soviética, en plena preparación para el Mundial, visitó la ciudad para caer derrotada ante Loma Negra. Ostentaban un extenso record invicto, ya que no perdían desde 1979. En ese lapso habían logrado empatar con Argentina en Mar del Plata a fines de de 1980, vencer a Francia en Moscú y a Brasil en el Maracaná. El cachet que obtuvieron fue de 30.000 dólares para un encuentro disputado en horas de la mañana/mediodía, con televisación en directo de canal 11 hacia todo el país. Unos días antes se había presentado en el estadio Monumental dejando una grata impresión.
“Llegaron con mucho ruido, luego empatar 1-1 con Argentina en la cancha de River, partido al que fuimos para poder verlos. Olavarría fue una locura en esas horas y más aún cuando terminó con la victoria nuestra por 1-0, hecho que es recordado hasta nuestros días como algo histórico y considerado como el momento cumbre del deporte para la ciudad”, evoca Husillos, autor del único gol.
En el transcurso de ese año, Loma Negra volvió a competir en el torneo Regional y consiguió la clasificación para el Nacional de 1983. Casi no había habido bajas en el plantel y si varios refuerzos como recuerda Husillos: “En 1983, a esa muy buena base, se agregaron excelentes futbolistas como José Luis Gaitán, Pedro Magallanes, Luis Galván y la “Pepona” Reinaldi. Era un cuadro realmente poderoso”.
En la misma sintonía se estacionan las evocaciones de la Pepona Reinaldi, que venía de Talleres de Córdoba: “Fue muy lindo jugar allí. En el plantel éramos 23 futbolistas de los cuales 22 veníamos de afuera y solo uno pertenecía al club, algo bastante particular. Era una ciudad chica y debíamos trasladarnos varios kilómetros para entrenar. De la mitad de cancha en adelante, compartí con muy buenos compañeros como Orte, Husillos y Magallanes. Teníamos todas las comodidades imaginables y jamás un problema para cobrar ni premios ni sueldos. El día 30 siempre estaba (risas)”.
Una caída tan temprana como inesperada, con Racing en los octavos de final, marcó el comienzo del fin, como cita Reinaldi: “Al quedar eliminados, el plantel se fue disolviendo: Osvaldo Rinaldi, Pedro Magallanes y Félix Orte se fueron a Racing, Mario Husillos a San Lorenzo, Jorge Pellegrini y Carlos Squeo a Instituto y yo a Rosario Central. En lo personal me fue bárbaro y el único problema fue no haber podido llegar a las finales”
También se había dado un salto de calidad en cuanto a la dirección técnica, donde asumió Roberto Marcos Saporiti, entrenador del excelente equipo de Talleres de fines de los 70, colaborador de César Menotti en la selección campeona del Mundo y que un año más tarde daría la vuelta olímpica como DT de Argentinos Juniors: “Loma Negra fue una experiencia extraordinaria. Me encontré con una gran organización que había dejado don Valentín Suárez. El contacto me lo había hecho el Coronel Luis Prémoli, que era la mano derecha de Amalita. Tras la charla con él, quedamos de acuerdo y me dijo: ‘Mañana va a conocer a la Señora’. Así fue, al día siguiente fui a las oficinas en Diagonal Norte, porque ella quería saber cómo era yo en la faz personal. Una mujer increíble, muy culta, con mucho mundo. Otro nivel”.
Precisamente con ella, se produjo una anécdota muy particular: “Solía ir a ver las prácticas y llegaba en helicóptero, que lo aterrizaban en medio de la cancha donde estábamos entrenando. Algo poco habitual y que no me simpatizaba demasiado. Me contaron que el Coronel Prémoli una vez le dijo: ‘Mire que eso a Saporiti no lo gusta demasiado’. Y la señora respondió: ‘Entonces está perfecto, hagamos como dice él, que me cae bien y además, habla francés (risas). Con Amalita solo hablábamos en ese idioma’. El tema es que a la vez siguiente, la nave bajó, pero en la cancha de al lado. Ella se quedó mirando desde atrás del alambrado. Yo hice lo que correspondía. Paré y les dije a los muchachos que vayan a saludarla. Ella nos seguía desde donde estuviese. Si de casualidad se encontraba en Europa, buscaba la manera que le hagan llegar la transmisión de radio para escucharla”.
“En el torneo del ’83 debutamos contra River en el Monumental y después del partido nos invitó a todos a uno de sus departamentos sobre Avenida del Libertador. Increíble lugar, parecía un museo. No vivía allí, sino que lo tenía para recibir gente. La relación con ella fue extraordinaria. Creo que el proyecto terminó porque se había cansado un poco del tema fútbol, pero si ese equipo duraba un año más y con tres incorporaciones, estoy convencido que podíamos pelear el título en cualquier campeonato argentino”, remata Saporiti.
El equipo era gran candidato en ese Nacional, donde transcurrió a paso firme la primera fase de grupos, donde fue el vencedor, dejando en el segundo puesto a River Plate y lo mismo aconteció en la segunda. Allí ganó invicto su zona, con tres puntos de ventaja sobre Argentinos Juniors. Los octavos de final marcaban el inicio de los encuentros a partido y revancha y en la previa, Racing no se asomaba como un rival demasiado complicado. En Olavarría lo superó 2-1 con gol de Varales sobre la hora y pocos días más tarde llegó la eliminación, con estruendo de catástrofe, al ser goleado por 4-0 en cancha de Huracán.
Para Mario Husillos, a la hora del balance de dos años y medio vistiendo esos colores, el resultado no puede ser más satisfactorio: “Haber ido allá fue espectacular, fue un paso sensacional en mi vida. La estancia en la ciudad fue extraordinaria, porque nos acogieron de manera increíble. Ni hablar del plano económico, porque Loma Negra estaba mejor que muchos clubes grandes. En lo deportivo, mejor imposible para mí, porque a mediados de 1983 fui transferido a San Lorenzo y de allí nuevamente a Europa. En el Nacional de ese año, me consagré como el goleador del campeonato”.
Sobre el cierre de la charla, Husillos deja una reflexión que puede ayudar a comprender el final: “El gran objetivo de la señora de Fortabat era que Loma Negra sea un habitué de los campeonatos de Primera, del viejo Metropolitano y no solo del Nacional. Creo que hubo alguna promesa al respecto que finalmente no se concretó. El único dirigente real de fútbol que tuvimos fue Valentín Suárez, que había sido Presidente de AFA. Él hizo las gestiones para lograr aquello, pero por algún tema político no pudo ser y por ello el plantel se desmembró. No tenía sentido mantenerlo para solo disputar el Regional y el certamen local de Olavarría”.
Y en la medianoche del 19 de mayo de 1983, como si fuera una cenicienta futbolera, el encanto de Loma Negra quedó allí, perdido en las misteriosas calles de Parque Patricios. Un sueño que tuvo un origen de cemento, un sustento de dinero y un imborrable recuerdo de tardes con sabor a hazañas y a buen fútbol.
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