Estaba en Gibraltar, dirigiendo al Mons Calpe de aquel país, cuando comenzó con fiebre. “Habíamos licenciado el equipo. Yo vivo en Málaga, pero trabajo en Gibraltar; ningún jugador tuvo COVID, tampoco dirigentes ni integrantes del cuerpo técnico. No sé cómo me contagié, sólo fui dos veces al supermercado. Me llevaron al hospital Costa del Sol, me subieron a la terapia y entré en coma, donde estuve seis días”, contó el inicio de su calvario Luis Manuel Blanco, histórico entrenador del Ascenso de Argentina, quien logró superar el coronavirus, pero luego de una batalla que lo tuvo al borde de la muerte.
En diálogo con el programa “Cortá por Lozano”, de Telefe, el ex DT de Platense, Belgrano, Deportivo Español, Huracán de Tres Arroyos, Gimnasia de Jujuy, Independiente Rivadavia, Godoy Cruz, San Martín de Mendoza y Luján de Cuyo, entre otros, ofreció un relato crudo de todo lo que debió afrontar para reponerse. “Quiero dejar en claro que no hay medicamento, no hay vacuna, no hay nada. Te preparan para que el cuerpo luche contra el virus. Me entubaron, me pusieron cateters, y me dijeron: ‘Ahora estás para luchar, luchá’”, prologó su dura historia.
“Me desperté después de seis días. Lo primero que hice fue mirarme y vi la carne que me colgaba, cuando yo tengo buena masa muscular. Me puse a llorar. Apenas desperté había seis enfermeras que se pusieron a bailar flamenco para demostrarme que había despertado”, describió.
“Lo único que me guiaba con las personas durante 35 días fueron los zapatos, por todo el traje que se ponen. La doctora, por ejemplo, llevaba unas botas negras. Sí lo que vi y lloré mucho fue cuando levanté la cabeza y en un día vi que llevaban entre 15, 16, 17 personas muertas. Yo quería salir de ahí, rogaba salir. Movía los brazos para que me vieran que estaba bien, que quería salir. Era la desesperación que tenía porque de ahí vas al crematorio”, dijo, en el tramo más áspero del testimonio.
¿Cómo era el espacio donde estuvo, para poder haber visto tan doloroso espectáculo? “Son gabinetes todos de vidrio, ahí están los aislados, los médicos están en el medio y controlan todo. A los pacientes los tapaban; llegaban y por ahí duraban cuatro horas. Es tu cuerpo, si vos tenés 25, 30 kilos de más, fumaste mucho, tomaste mucho, seguramente te va a costar mucho más pelear contra el virus. Es muy fuerte. Hoy calculo que debo tener tres o cuatro kilos más, pero nunca me vi tan delgado”, dijo.
La primera luz surgió con la reaparición de la médica de las botas, pero con otro look. “A los 35 días viene la doctora y le veo la sonrisa por primera vez. Miré hacia abajo, las botas y era ella. Ahí le conocí la cara. Y me dice: ‘Mirá cómo vengo, sin mascarilla’. Le digo: ‘Usted es la doctora’. ‘De mil casos, dos mil, 3000, hay uno o dos que salen: tocaste fondo, pero quedaste inmune’, me informó”, comentó.
Claro que luego la puesta a punto no estuvo tapizada por pétalos: “Me llevaron a terapia intermedia y entre dos fisioterapeutas me ayudaron a que diera pasitos, no me podía mantener parado, no podía hablar, no me acordaba cómo, no sentía nada dulce; era como un bebé al que lo tenés que guiar”.
Por lo menos, a la distancia, en ese momento pudo reencontrarse con sus seres queridos: “Después me empecé a recuperar, siempre aislado, en una habitación solo, hasta que una doctora me trajo una tablet para que viera a mi familia; no hablar, porque no podía, pero verla. Ellos me daban fuerzas a mí”.
En su tránsito en estado de coma, vivió cosas que al evocarlas lo sensibilizan de manera especial. “Vi mucha gente de color que me llamaba, o gente de mucha edad, que me quería agarrar de la muñeca, como que la mano traspasaba, me querían llamar a algún lado y yo decía: ‘Ésta es la muerte’. Hasta que abrí los ojos”, confesó.
Para el final, dejó un mensaje en medio de la pandemia: “Que la gente no le tenga miedo, pero sí mucho respeto. El barbijo es para cuidar al otro, aparte de para cuidarse uno. Es una guerra sin balas y no ves al enemigo. Quedate en tu casa, es la única manera de vencer a este virus”.
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