A los 19 años, Ezequiel Ávila había colgado los botines, había sido papá, trabajaba como albañil luego de haber tenido que ganarse la vida cartoneando y era investigado por robo a mano armada en el club al que había pertenecido. Hoy es figura del fútbol español, Sergio Ramos y Roberto Carlos, entre otros, lo llamaron para respaldarlo cuando se lesionó, y lo buscó el Barcelona.
Un cambio de vida de 180 grados, a partir de la prueba a la que accedió en San Lorenzo cuando tenía 20 años. En diálogo con Fox Sports Radio, el delantero, de 26 años, recordó el paso a paso de su conmovedora historia.
“Debuto a los 15 años en el Nacional B, me pone Tito Rebottaro, después tuve un incidente con Tiro a los 18, que me deja afuera del fútbol hasta los 20. A San Lorenzo volví con 10 kilos de más. Con los asados en las obras...”, se tomó con humor ese tránsito. “Mi sueño era no trabajar más 12 horas, 24 horas. Yo miro para atrás y miro la vida pasada que tuve, para no volver más a eso”, subrayó.
El Chimy debió afrontar dificultades desde pequeño: “Nosotros éramos 9 hermanos. A mi padre, cuando se separa de mi madre, le pegó fuerte la separación y se tiró al alcohol y las drogas. Lo poco que teníamos, cuando venía tomado o pasado de sustancias, nos lo rompía; la tele, la heladera...”.
“Tuve este incidente me acusan de robo calificado y tentativa de homicidio, hace poco se resolvió que soy inocente. Las pruebas eran falsas y perdí dos años de mi carrera. Me acusaron de robo, de haber querido matar al presidente del club”, prologó un momento complicado de su historia.
¿Cómo fue el hecho? Ávila dio su versión de los hechos, que sucedieron tiempo después de que Tiro Federal de Rosario lo enviara a una prueba al Espanyol de Barcelona: “El sereno del club, que salía con mi prima, llevaba mujeres a comer asado en el predio nuevo del club, que tenía como una pensión en la que no vivía nadie. Y me invitó: ‘Esta noche la tiramos para arriba’. Yo entro con mi motito, me empujan y me ponen una pistola en el oído. Apenas levanto la vista y veo a toda la policía enmascarada y digo: ‘¿Qué pasó acá, agarraron al Chapo Guzmán?’. Me detienen, me esposan, me pegan un par de coscorrones, y el presidente me acusa de que yo me estaba yendo del predio con 20 LCD, 20 pelotas, los botines de todos los chicos en una bolsa. La jueza le preguntó cómo hice para llevarme todo eso en una moto, con una bolsa. Las cámaras de un supermercado cercano mostraron que entré, pero no salí”.
El episodio tuvo consecuencias traumáticas para su vida. Y puso en el freezer sus sueños de futbolista. “Me llevan detenido, me tuvieron un año y medio con policía en la puerta de casa, sólo podía salir a trabajar... Tenía 19 años y, como no conseguía trabajo, le dije a mi primo: ‘Prestame el carro y el caballo’. Mi mujer estaba embarazada, pasaba desde las 6 de la mañana a las 7 de la tarde, cirujeando, hasta que conseguí trabajo de albañil en una demoledora, había que tirar las casas abajo para que trabajaran los arquitectos”, describió.
Pero detrás de la discriminación de los prejuicios, apareció la luz. “En el barrio me decían rata, chorro, fui muy juzgado. Hasta que nació la nena, conocí a mis representantes y me daban 600 pesos por sábado para que sólo me dedicara entrenar, aunque en realidad trabajaba a la mañana y entrenaba a la tarde”, narró.
Y surgió la prueba en San Lorenzo, el debut con el Patón Bauza como técnico, el salto a Europa, primero más humilde, en el ascenso de España con el Huesca, luego con mayor fuerza en el Osasuna, que le puso una cláusula de salida de 25 millones de euros. Hasta que sufrió la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda, aparecía como una de las figuras de la Liga, al punto de que estuvo a punto de pasar al Barcelona.
“La única forma de que se diera era que se fuera un jugador de ellos o por lesión, y no va que me lesiono yo y se lesiona Dembelé. Le entraba como el chancho a la batata al Barcelona, pero yo no le daba importancia, yo lo que quería era jugar. Mucha gente me decía: ‘No jugués’, pero el que le está pagando la comida a mi hija era el Osasuna, no me salía del alma hacerme el lesionado”, señaló.
No es la primera vez que Ávila cuenta lo que vivió hasta que el fútbol le dio la gran oportunidad. “Mis amigos de la infancia están en la cárcel o en el cementerio. La vida es tan complicada que en el barrio yo ya me estaba tirando para la opción A, que era la más fácil: la delincuencia y la mala vida. Eso, quizás, te daba los mejores lujos, pero no dormía tranquilo”, contó este año en una entrevista con el canal Movistar+.
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