-¿Cómo lleva la cuarentena Hernán Crespo al vivir solo en la Argentina?
-Ya no estoy tan solo, ja. Primero me quedé en casa. Pero desde ya hace varios días saqué el permiso para venir de mis viejos. Andan tecleando. Se sienten bien, gracias a Dios. Pero mi viejo viene de salvarse de una pesada. Hace tres años estuvo tres meses en coma. En esos días, la verdad, viajé desde Italia para velarlo. Y siguió... Y siguió.... Y se salvó. Hablé con los doctores y les pregunté: “¿Cómo fue?”. Y me dijeron: “Tu papá no se quiso morir”. Hizo la recuperación y acá está. Ellos hace tres años que viven en una eterna cuarentena. No salen de casa. No se puede agarrar ni un resfrío que ya es un quilombo. Ahora les llama la atención que todos estén en la misma... El tema es que había una empleada que los ayudaba para cocinar, para limpiar. Y ahora lógicamente no puede ir. Como yo estoy en el país pedí poder trasladarme. Así les cocino, los cuido. Agarré un poco de ropa, armé la valija y salí. Me quedaré todo el tiempo que sea necesario.
-Un lindo momento dentro de una situación horrible.
-Es raro. Yo me fui a los 21 años de mi casa. Ahora vuelvo a ser hijo. Mi viejo cumple 78 en diciembre. Mi vieja, 76. Cuando estás solo te ponés música, te cocinás, leés. Todo a tu ritmo. Ahora es distinto. Yo digo que ante la cosas negativas hay que encontrar la parte positiva. Nunca pensé en volver a convivir con mis viejos después de tantos años... Cuando les dije "estoy organizando para ir, así que el sábado al mediodía comemos juntos" fue una fiesta para ellos... Y yo lo estoy disfrutando también. En Florida, en la casa de siempre. No se puede recorrer mucho el barrio. Pero sí hacer las compras, o ir a la farmacia, donde iba cuando era chico. Cuando me mandaban mi papá y mi mamá. Me dejan la lista de cosas para hacer y arranco. Ir al Súper. Pagar el seguro del auto. De todo, ja.
-¿Cómo hacés con tus tres hijas? Ellas están lejos. En Italia.
-Yo arranqué hace tiempo. Cuando acá a todos les agarró el bajón del encierro yo venía desde hacía un mes. Las nenas están en Italia, con la madre. Y me preocupaba muchísimo. Sé que ahora andan bien. Hablo todos los días con ellas. La casa es grande así que la viven bien. Están en Parma. En el Norte. O en otras palabras, en el medio del quilombo. A 100 kilómetros de Milano. Pegado a la Lombardía, los dos sectores donde arrancó todo en Italia. Parma, además, de por sí es una ciudad de gente grande. Con lo cual el coronavirus pega fuerte. Me asustó mal al principio. En febrero. Cuando llegó a la Argentina yo estaba más curtido. Saber que las nenas ya hacían el colegio en casa me da tranquilidad. Entonces tuve que apuntar a los viejos. Una vez que me vine con ellos, quedé yo solo. Y cuando soy yo solo, ya está.
-Ya de por sí es difícil vivir con tus hijas a más de 11.000 kilómetros de distancia. Más aún en días sensibles.
-Lo peor es el dolor de no saber cuándo voy a volver a ver mis hijas. Hoy convivo con eso. Además de la angustia de estar lejos. Ese es un tema que hablamos mucho con ellas, que tienen 15 (Nicole), 13 (Sofía) y 5 años (Martina). Uno tiene que vivir con las propias cicatrices por lo que eligió. Por lo que le gusta. Pero hoy me genera más dolor no saber cuándo será el reencuentro. Quizá puede pasar un año más sin que las vea. No sé... Porque de repente se empieza a trabajar, gracias a Dios. ¿Y el espacio aéreo? ¿Cuándo podré ir a Italia? No es que irías a cualquier lugar sino a un foco grande de la enfermedad... No sé cuánto tiempo me llevará para que volvamos a ser libres como antes.
-Será empezar a caminar de nuevo.
-Ese es el tema. Tratás de sobrellevarlo. De vivir. De entender que es así. De aportar pidiendo que todos se queden en casa. Así se trata lentamente de volver a ser lo más normal posible. Y ahí llegar al máximo, que será tomarme una avión e ir a ver a mis hijas. Yo ya había hablado con Lemme, el presidente de Defensa y Justicia, para irme en la fecha FIFA de marzo tres días a Italia. Ahora ya no sé cuándo...
-Vos seguís tu vocación. Tenés casi 45 años... ¿Las nenas lo entienden?
-Yo acostumbré a las chicas a que abran la cabeza. Siempre hubo mucho de viaje y de entender que la vida no es sólo el vecino. Que el mundo es variado. Estudiaron idiomas... Y siempre supieron que mi pasión es el fútbol. No sólo las dos más grandes, que vivieron la última parte de jugador. La más chica me vio viajar mucho también. Saben que soy argentino. Así que entienden que el papá así es feliz. De hecho, cuando fui a fin de año para allá me las llevé a Londres. Nos fuimos los cuatro. Era fin de año y no me importaba nada. Me paseaba entre la gente. Me saludaban y seguía. Sofía, la nena del medio, en un momento me miró y me dijo: “Papá, hace mucho tiempo que no te veía así de feliz”. Eso pagó todo. Se entendió el mensaje. Y eso que yo soy muy físico. Muy de los abrazos. Soy argento. No es joda eso. O sea, es dolorosa la situación, pero entiendo que también puede ser un ejemplo para ellas. Que si el laburo no está al lado de tu casa, andá a buscarlo adonde sea. Que si seguís una pasión y sos feliz con eso, ya está bien. Por ahí pasa la vida.
-Una vez dijiste que aprendiste a vivir después del fútbol. ¿Londres te ratificó esa idea?
-Exacto. Yo en ese viaje me prohibí tomar un taxi. Hice Londres todo por tren, por subte. Subir, bajar. “Dale, vamos”, les decía a las chicas. Londres además me lo permite a nivel popular. La gente te deja vivir.
-¿Fue de las pocas veces que fuiste un tipo común?
-Yo siempre intenté ser un tipo común. Dentro del límite posible. Muchas veces no se puede. Pero intento darle la mayor normalidad posible a mi vida. La elección de vivir en Parma fue eso. Yo me acuerdo cuando la nena más grande empezó primer grado. Para uno vivir ese momento como padre es espectacular. Allá lo entendieron y me lo dejaron vivir como uno más. Terminé el acto, la acompañé adentro del aula... Y recién cuando me acerqué al auto me pidieron la foto y la firma. Se respetó el Crespo papá. Parma me permitió vivir mi popularidad de una manera natural. Ir a un supermercado, a un shopping, caminar por la ciudad. Te saludan, te quieren, te respetan. Pero como es una ciudad chica se acostumbraron a verme. Viví como cualquiera. Después varió mi relación con la madre. Y con lo que yo sentía. Quería dirigir y no podía. No era completamente feliz.
-¿Es cierto que sos de llorar mucho?
-Y... Soy de cáncer. Soy medio llorón. Nostálgico. La verdad es que duele la situación. Pero la decisión tuvo que ver con el cansancio. Hacía varios años que la relación con mi ex mujer no era la mejor. Era muy difícil para un tipo que nació con la familia Ingalls. Todos juntos. Intentamos mucho pero hay veces que no se puede. Igual llegar a la separación es fuertísimo. Más cuando tenés hijos. Eso es lo más duro. "¿No voy a tener otra vez el trato de todos los días con ellos? "Puta, me tengo que ir", te decís ahí.
Hay otro Crespo detrás del que se ve por televisión en los partidos que dirige. O en los partidos históricos que se repiten en cuarentena. Uno que vive con emociones mezcladas. Que más de una vez lloró en silencio. El que disfruta de volver a ser hijo pero padece profundamente no saber cuándo podrá abrazar como padre. Usa como escudo la pelota. Lo alejó de sus hijas, pero lo acerca al placer. Ese gusto ahora no pasa por hacer goles. Hoy mira de costado los pósters con las chapas largas y las camisetas de Argentina, River, Parma, Lazio, Inter, Chelsea. Hernán, cuenta en una extensa entrevista con Infobae, trabaja para volver a los equipos de las grandes luces. Sin dejar de valorar que juega Copa Libertadores con Defensa y Justicia, el que estuvo en boca de todos por desestabilizar al River de Gallardo en el Monumental. Se podría hablar de sus nuevos sueños. Ahí Crespo corrige rápido con una frase que se hizo un patrón de conducta para él. “Luis Scola, el basquetbolista, dice algo que es genial: ‘Dejá de soñar. Trabajá’. Te tenés despertar y meterle para adelante. Si soñás quiere decir que estás durmiendo”, se motiva a él mismo.
-¿Y es verdad que cuando eras pibe comprabas el diario sólo cuando hacías goles?
-No de pibe. Siempre. Hasta el último de mis días de jugador. Toda mi carrera fue igual. Cuando hacía goles compraba todos los diarios. Leía todo lo que podía. Alimentaba el ego. Pero cuando no la metía no pasaba ni cerca del puesto de diarios, ja.
-¿Y de técnico?
-No. De técnico miro mucho menos.
-Después del empate-triunfo de tu Defensa y Justicia contra River era para comprar en cantidad.
-No. Porque ahora pasa por otro lado. Siempre dicen que el fútbol es un estado de ánimo. Más en la posición que jugaba yo. El goleador tiene que creérsela un poco. Tenés que estar muy arriba desde lo mental. Desde lo emocional. Yo así siempre traté de alimentar el ego. El bueno. La confianza. Como entrenador soy más tranquilo. Lo veo desde otro lugar. Me gusta leer mucho. Y no sólo a los que piensan parecido a mí. Me enriquece estudiar la parte con la cual no me identifico. Pero en el rol de DT me mantengo distante del elogio.
-¿Por lo menos volviste a ver el partido con River por televisión?
-En su momento sí. Pero nunca lo vi completo. Sólo algunas partes. Después enfrentamos a Santos por la Copa. No tuve mucho tiempo.
-¿Sentís que te anotaste en la carrera por ser el sucesor de Gallardo en su momento?
-El tiempo me va a poner en algún lugar. No sé cuál. Yo voy a hacer las cosas bien para empujar. Para crecer. Lógico, si uno piensa en el fútbol argentino el lugar es River. Hace años que tiene un entrenador extraordinario. Ojalá que Gallardo se quede hasta que se canse, ja. Que se quede a vivir en River. Es gente que quiere bien al club y lo ha demostrado. Como Enzo, como Buján, Biscay... Después, me gustaría repetir lo que hice con mi carrera como jugador.
-Por el recambio generacional, porque llegabas como DT rival en una definición, ¿imaginaste semejante recibimiento en el Monumental?
-No sé si lo imaginé. Pero eso sí fue soñado. Han pasado muchas cosas entre los hinchas de River y yo. Y se han dicho muchas cosas. Que no quise volver... Pero fue por falta de comunicación. No se supo del todo la verdad. Igual al final, como dice la canción, el amor es más fuerte. Te ves cara a cara y sale todo... Yo miraba y me decía “yo hice dos goles en una final de Libertadores ahí adentro. Es un elefante enorme”. Cuando jugás no sé si sos tan consciente. O te ponés así de más viejo. Es lindo. Al final de cuentas, ser reconocido así no es fácil. Yo quería abrazar a todos los hinchas. Siempre digo que el primer gol en la final de la Copa contra el América me lo hizo hacer la gente. Bermúdez y Córdoba no ven la pelota por los papelitos. La pelota Penalty era blanca y negra. Se escondió. Yo, conociéndolo a Ariel (Ortega), pensé “más o menos la va a tirar por acá” y ahí la fui a buscar. En el segundo no podía creer cuando venían mis compañeros a festejar.
-¿Cómo era Gallardo de compañero? ¿Podían olfatear a este entrenador?
-Es muy difícil. Eramos chicos. La última vez que compartimos con Marce fue el Mundial 2002. Yo tenía 27 años. Él es un año más chico. Siempre fue un estratega para lo que sea. De ahí a pensar todos los logros que tuvo es difícil. Imaginás gente que puede ser técnico, ves su manera. Pero es imposible imaginar los éxitos. Eso sí: es difícil que el tipo que llega a jugar a gran nivel no entienda el juego.
-Pasa que hay muchos que después no lo saben explicar.
-Exacto. Hay muchas cosas que hay que explicar. Uno dice "voy a ver el entrenamiento de tal". En realidad la diferencia no son los ejercicios. Quien más, quien menos, todos hacemos más o menos lo mismo de acuerdo a nuestra filosofía de juego. La clave tiene que ver con las relaciones humanas. Con que no te tiemble el pulso en la conducción. Y al final del día, necesitás lógicamente de tus jugadores y de una dosis de suerte que no todos la tienen. Que hace que vos seas mejor o peor. Así de simple. La parte que está en los entrenadores es lo que nos enseñó Bielsa: tratar de reducir la dosis que queda en la fortuna.
-Nombraste a Bielsa. ¿El es la tercera corriente después de Menotti y Bilardo? Parece ser el que más herederos tiene.
-Es muy difícil... Lo de Menotti y Bilardo fue muy marcado. Son los campeones del mundo. El otro día estaba leyendo algo que nos iba a generar un dilema a todos. Lo dijo Gugnali o Julián Camino, uno de los ayudantes de Alejandro. "Si hubiera ganado Sabella habría marcado el camino del resto". ¿Y dónde lo hubiéramos puesto? Los estilos se van acomodando. No sé si está tan bueno encasillar... Marcelo marcó algo diferente. No sé cuánto de rígido fue Bilardo y cuánto de rígido era Menotti. Lo bueno y lo malo de Marcelo fue esa rigidez. Hay otra corriente donde todo es más elástico. Y hay mayor información en el jugador. Antes dependías mucho de la inspiración del futbolista.
-Hablás de la rigidez de Bielsa. ¿Vos creés que hoy, 18 años después del Mundial 2002, para Bielsa siguen sin poder jugar juntos Batistuta y Crespo?
-No lo sé. Porque no volví a hablar con él. Es cierto que se puede cambiar. Pero no sé cómo piensa hoy. Quizá dice "para mí no es un error". Yo nunca había vuelto a ver los partidos del Mundial... Si bien es un orgullo haber jugado tres Mundiales, no ser campeón del mundo fue muy doloroso. Entonces no quiero ver cosas que me generen dolor. Pero en esta cuarentena se está dando algo muy loco. De a poco empecé a mirar. Primero vi el partido del 98 con Inglaterra. Yo me fui muy mal ese partido. Pensaba que no la había tocado ni con la mano. Y no. Me cobraron dos offsides que no fueron. No la rompí, eh. Pero me apoyé bien. Marqué pases. Aunque ganamos me fui muy triste por el penal errado. Volviendo a lo de Bielsa... Ahora lo vi y me di cuenta de que el cambio que él hace (sale Bati y entro yo), con la necesidad de hacer un gol contra Suecia, ya lo había hecho contra Inglaterra el partido anterior. No fue una vez sola.
-Pero en el último partido te quedabas afuera del Mundial. Uno a a veces cambia en el momento extremo. ¿No creés?
-Lo que quiero decir es que en su momento tuvo tiempo de repensarlo entre partido y partido. Y vuelve a hacer lo mismo ante la necesidad de hacer un gol. Casi 20 años después lo descubrí. Porque me preguntás y quizá no me acuerdo ni cómo era el plantel. De México 86 o de Italia 90 te digo todos los jugadores. Era mi época de hincha. Pero donde estuve yo no me acuerdo porque no lo vi más.
-¿Qué otros partidos de Mundiales miraste?
-El otro día vi algo del 2006. El partido contra Costa de Marfil. Y contra Serbia y Montenegro. Después ya no quise ver más. Paro ahí. No logro ver cuando somos eliminados. Esos partidos todavía no los acepto. No sé ni dónde pateamos los penales contra Alemania. Con Holanda en Francia 98 tampoco no lo veo. No puedo.
¿La Selección es el único dolor que supera a meter dos goles en una final de Champions y perderla? Con el Milan de Maldini, Pirlo, Cafú, Gattuso, Kaká, ganaban 3-0 con doblete tuyo. Liverpool les empató y perdieron por penales.
-Argentina está en otra dimensión. Conjuga lo deportivo con lo sentimental. Desde que tengo uso de razón que yo hincho por la Selección. De la Champions me enamoré de grande. De chico me gustaba la Copa UEFA porque la había ganado Maradona con el Napoli. La otra la ganaba el Milan, ja. No había un argentino ahí. Yo no la deseaba. No había un sueño. Quizá para un chico de hoy la Champions es más normal. Para mi generación no. Por eso el Mundial es mucho más grande que todo lo que te pueda pasar.
-¿En el 2006, en el partido clave con Alemania, ustedes se preguntaban por qué no entraba Messi?
-No. Que Lionel era bueno ya no había ninguna duda. Venía de ser campeón del mundo en el Sub 20 un año antes. Era la primera temporada que había empezado a jugar más partidos de titular en el Barcelona. O sea, era un potencial crack, pero todavía no era Messi. Sí teníamos la sensación de que él podía definir en los últimos 15/20 minutos de un partido. Decíamos “éste se ilumina y lo gana”.
-¿En el 98 sentías que a Passarella le gustabas más vos que Batistuta? Era la información que teníamos afuera.
-Sí. Pero igual se desmoró todo un mes antes. Yo me desgarro en Lecce y pasó de ser un potencial titular a entrar por la ventana en la lista. Fue medio raro. Ese Mundial lo sufrí desde lo físico. En el 2002 el dolor fue enorme porque teníamos un equipazo.
-¿Qué era la cámara de gas en el primer River de Passarella?
-Yo tuve muchos maestros. Y en distintas facetas. Tuve suerte. Mi técnico Reserva era Alejandro Sabella. Llego a Primera y estaban Passarella y el Tolo Gallego. Daniel me enseñó no sólo en cuestiones futbolísticas sino también cómo comportarse afuera. Era famosa "la cámara de gas". Te agarraban ahí y no salías vivo, ja. Era un cuartito, en Villa Martelli. El lugar donde nos entrenábamos. Te agarraban Passarella, el Tolo, el Profe Pizzarotti... Cuando entrabas ahí era porque una macana habías hecho. Una declaración, un comentario fuera de lugar... Hoy sería más difícil porque hay muchos periodistas. Pero te tiraban de la oreja y aprendías. He pasado varias veces por ahí.
-¿Qué hiciste?
-Una vez, después de un partido con Racing. Hice dos goles. Fui tapa de El Gráfico. Todo fue por una declaración... Daniel me había sacado. El Monumental explotaba. Ahí me preguntan "¿vos creés que te sacaron para la ovación?". Y yo respondí "sí". Tenía 18 años, no sabía... Cuando llegué el martes al vestuario. Para qué... Estaba el Negro Altamirano. Me mira y de pronto me dice: "Nene, bajate del escenario". Ahí pasa Hernán Díaz y me tira "bien, eh". Entonces me voy al fondo, donde yo me cambiaba. "Nene, vení para acá", me grita el Tolo. ¿Sabés lo que es pasar por ese pasillo? Me miraba el Mencho Medina Bello, todos... Ahí me llevan al cuartito. "Sentate acá", me piden. Daniel estaba con todos los diarios. "Acá dice que te saqué para los aplausos. Nene, ¿sabés a cuánta gente saqué yo?", me pregunta. "Es una forma de decir, Daniel", le respondí. No puedo decir qué me dijo él ahí... Con otras palabras fue un "callate la boca y andá a laburar". Te bajaban línea como loco. Aprendés. ¿Alguna vez me viste meterme en una polémica?
-¿Naciste diez años antes? Más allá de tu carrerón, sin Batistuta hubieras jugado siempre vos.
-Nunca lo pensé así. Lo único que dije alguna vez fue "qué lástima, llegué a la Selección justo después de Maradona y me estoy retirando casi antes de Messi". No pude disfrutar de Diego y de Leo en su máximo esplendor. Agarré el final de uno y el comienzo de otro. Me lamenté más por eso que por una disputa mano a mano. Para mí además es difícil hablar del Crespo jugador porque es parte del pasado. Lo disfruté muchísimo. Pero no tiene nada que ver con lo mío hoy. Hoy es el Crespo entrenador. El otro día, en la tele, en una repetición de 90 Minutos, escuchaba a Bati diciendo "la verdad que me jodió que Messi me sacara el récord en la Selección". Y yo me enteré de algunos récords en Europa por Messi. Ni sabía. El jugador ya está. Agradezco a Dios haber pasado por lo que pasé. Pero se terminó.
-Pero si vas a jugar un picado no lo dirigís. Te ponés de 9. ¿O no?
-No. Disfruto mucho más estando afuera que jugando. Hoy no me gusta jugar al fútbol porque no descargo. No puedo dar el 100 de lo que tengo. Juego con el freno de mano. Me divierte mucho más el tenis, el básquet, el paddle. Porque doy todo y no me alcanza. Me ganan. No me da hacerle un gol a un contador. O gambetear a un periodista, ja. Sí me da placer darle un pase y dejar a un Roberto Leto mano a mano y que haga el gol. Que después lo cargue al arquero. En el vestuario me cago de risa. Por eso me divierte cuando los veo jugar a ustedes... No es de canchero, que se entienda. Ahora ya no puedo jugar en serio. De hecho cuando me invitan a jugar no voy más adelante para hacer goles. “Andá a patear, Hernán”, me dicen. “No, ni en pedo”, respondo. Yo ahora juego de central. De 9 me cansé.