“Si a éste le va bien nos vamos a tener que dedicar al buceo”.
Entre jocoso y despectivo, la frase del Beto Pascutti, histórico jugador y DT del Ascenso, entonces entrenador de Almagro, ilustró el impacto de la irrupción de Orestes Katorosz y sus métodos peculiares en el fútbol argentino. “Me ven como a un técnico exótico, pero en realidad yo me defino como estudioso, como con un texto, o en una emisión de TV”, busca corregir la etiqueta, aunque sabe que quedó indeleble.
Su desembarco duró apenas ocho partidos en All Boys, en la temporada 1999/2000 de la Primera B Nacional: cosechó tres triunfos (uno, ante el Tricolor del autor de la frase de bienvenida), tres empates y dos derrotas, “contra Quilmes y Arsenal, los equipos del poder”, según él mismo busca subrayar.
Esa mirada de reojo que lo identifica como paracaidísta dentro de un ambiente complejo como el del fútbol todavía lo acompaña. Tiene que ver con su pasado y con su manual para moverse dentro de un vestuario. Vale la pena dibujar un perfil para los que no recuerdan o no vivieron aquellas semanas en las que se transformó en el personaje estelar de los medios, a los que vuelve de tanto en tanto, sobre todo cuando Independiente se queda sin técnico y él, carta mediante, ofrece sus servicios.
Orestes fue periodista, gráfico y televisivo, en Argentina y en el exterior. Ecléctico, capaz de transformarse en corresponsal de guerra, de entrevistar a Bill Clinton vestido como Cristobal Colón, de entablar una relación con Juan Domingo Perón o Jorge Luis Borges; o de mezclarse en la farándula de Hollywood y tratar de tú a tú a Frank Sinatra, al punto de que lo invitara “a subir a su limusina”.
Orestes fue actor, modelo de publicidades. También le adosaron la fama de Playboy, de “Isidoro Cañones”, alentada por su desparpajo: supo, por ejemplo, presentarse ante Cindy Crawford como “embajador del hombre argentino” y le pidió un beso. Uno de los acompañantes de la célebre modelo sólo escuchó el término “embajador”. Y logró su cometido.
Orestes fue bombero en Nueva York “para vivir la sensación de apagar un incendio en un rascacielos”. Y fue futbolista amateur en Estados Unidos, un N° 9 no tan técnico pero se destacó lo suficiente como para acceder a una prueba en el mítico Cosmos de Pelé y Franz Beckenbauer, con quien entabló una relación más cercana.
Orestes fue todo eso, pero desde hace tres décadas abrazó la dirección técnica desde su ángulo particular, aunque su currículum más allá del fútbol, de alguna manera, lo condiciona en una entrevista de trabajo. Y también en cuanto a la mirada del medio. “No me arrepiento de nada de lo que hice, sé que hay cosas que no puedo manejar. Soy una criatura de los medios, tengo un pasado al que le van a encontrar historias graciosas. No reniego de mi vida, no me convierte en un personaje feo, en tal caso exótico. En el fútbol, cuando sos demasiado criatura de los medios, da para cualquier cosa. El que me conoció con Perón, o el que me vio entrar a la Casa Blanca saludando a Ronald Reagan... Cada cual cuenta lo suyo. Por ahí dicen: 'Este Orestes, ¡qué divertido que era! El personaje ese no lo podés dominar, salvo que tengas un trabajo estable. De haber seguido en All Boys, hubiera concentrado la atención en el fútbol”, asegura Orestes, en diálogo con Infobae.
Desde que dejó Floresta, Katorosz continuó ligado al fútbol, “más en el mundo amateur, dirigí en campeonatos juveniles, a equipos amateurs; salimos campeones dos años con el equipo de La Red. También hice algunos trabajos para gente que me pidió opiniones sobre algunos jugadores. Estuve cerca de dirigir a la selección de Vietnam, pero no llegamos a un acuerdo”. No piensa claudicar en su idea de volver a sentarse en un banco de suplentes.
“Los últimos dineros que me entraron fueron con la publicidad, pero me defino como un director técnico con tendencias innovadoras. La profesión de periodista me formó como hombre, es una identidad que no puedo dejar de lado, pero ya no estoy para meterme en eso. Tengo mis amigos que dicen: ‘Estás perdiendo el tiempo’, más con el currículum que tengo, pero me interesa lo otro. Quiero que crezca el director técnico, yo vivo para eso”, martilla el concepto.
Claro que aún en los tiempos de la tecnología aplicada al fútbol, de los drones y los GPS para medir los kilómetros recorridos por los futbolistas en el campo de juego, de la neurociencia y la psicología como aliados y no como intrusos en los vestuarios; los métodos de Orestes siguen siendo extravagantes. ¿Yoga en la mitad de la cancha? ¿Filosofía en las charlas técnicas? ¿Música clásica en el vestuario? ¿Cambios de números en las camisetas para desorientar adversarios? “Alemania fue campeón del mundo en 2014 con muchas de las ideas que pregonábamos. En ese sentido, estuvimos 20 años adelantados”, se ufana.
EN SU CABEZA HABÍA UN GOAL
La llegada al fútbol de Orestes tuvo mucha incidencia del azar. O del destino “Yo cubrí la guerra de Malvinas. Cuando terminó, vi a los soldados llegar a Puerto Madryn; con esa sensación lúgubre, vestidos con las ropas grises, derrotados, y me quebré. Decidí instalarme en Nueva York, Estados Unidos, en una zona muy exclusiva, en la Quinta avenida, Central Park, buena vida; todo bárbaro, tenía como vecinos a Woody Allen, al director de cine Franco Zefirelli y al magnate de medios Rupert Murdoch, entre otros. Y buscaba potreros, y siempre había latinos jugando al fútbol. Me metía a jugar, y así participé en equipos de fútbol amateur, eran grupos multiétnicos, había árabes, ingleses, mexicanos, colombianos, brasileños. Había clubes más formales y en otros había una especie de patrón, que te pagaba 50 ó 100 dólares por partido”, detalla. “Me fueron llevando, me fueron llevando y me sugirieron la prueba en el Cosmos”, se le abrió una oportunidad impensada.
Estados Unidos había invertido fuerte en el fútbol y el New York Cosmos se había transformado en la franquicia más emblemática en los 70 y principios de los 80. Por allí pasaron Pelé (al que Orestes conoció en las oficinas de la Warner), el holandés Johan Neeskens, el paraguayo Julio César Romero y el alemán Franz Beckenbauer, quien era una de las caras del plantel cuando Katorosz soñaba en jugar oficialmente a su lado.
“Luis Artime padre era mi ídolo, porque hacía goles. Y un día vi que fue a Independiente, me encantó esa noticia, fue goleador en Nacional de Uruguay, en Brasil. En el fútbol nunca supe ser un volante creativo, y notaba el valor del gol; para eso era bueno”, ofrece una autoradiografía.
Claro que no acompañaba su deseo con un comportamiento del todo profesional. Había un Orestes de día y otro de noche. “Era otra vida, no era un modelo, un ejemplo a seguir. Estaba viviendo una aventura completa, total. Tenía amigos, fiestas, champagne hasta las 5... Después duchita, a cambiarse, a agarrar el bolsito, y a New Jersey a entrenarme, hasta el estadio de los Gigantes. Sin dormir, sin prepararme, sin nada”, reconoce.
En una de las prácticas, no pudo hacer el gol, llegó sin piernas al arco rival, en lo que fue un contragolpe trunco, ante una oportunidad inmejorable, que terminó dando por tierra su oportunidad. “Lo que yo hacía era todo lo contrario a lo que le recomendaría a un jugador hoy. Era eso, empezar a vivir otra aventura, en tres meses estar con Sinatra en la sala de conciertos Carneghie Hall y que me invitara a su limusina”, explica.
Pero el Cosmos dejó su huella. “Con Beckenbauer llegué a compartir equipo en las prácticas. Era un modelo en muchos sentidos. Como futbolista, como caballero, con coraje, huevos, inteligencia. Se generó una buena relación, lo volví a ver cuando estuvo en Argentina. Dócil, agradable, inteligente”, amplía su admiración.
El fútbol pasó a regir su vida, más allá de que continuó desempeñándose como periodista o trabajando en publicidad. En 1992, por caso, “colaboré con Eddie Thomson, el escocés que dirigía a la selección de Australia”. De hecho estuvo presente durante el repechaje con Argentina para ingresar al Mundial de Estados Unidos 1994. Cerca de los oceánicos, sí, pero también haciendo cobertura para la TV de nuestro país. En consecuencia, hay registro fotógráfico de Orestes con indumentaria de la Albiceleste en los entrenamientos. ¿Choque de intereses? “Para nada, no era un doble agente, eh”, aclara.
REVOLUCIÓN EN FLORESTA
All Boys pasaba un momento difícil desde lo económico. Un grupo empresario le ofreció a la dirigencia acercar un cuerpo técnico y desembolsar 40.000 pesos por mes, que para la época representaba un monto más que interesante. Ahí llegó Katorosz, con su libro inédito para el manejo de un plantel y un perfil que resultó un imán para los medios, que él conocía desde sus entrañas.
El proyecto podía resumirse en una declamación, que luego también utilizó para ofrecer sus servicios en Independiente, el club de sus amores.
Preparación: Excelencia en la preparación física y mental utilizando tanto métodos clásicos como así también técnicas no convencionales. Trabajo especial en prevención de lesiones. Orden de prioridades: 1) Todos atacan, todos defienden. 2) Lo supremo en nuestro juego es la fuerte determinación de salir a hacer goles; respaldados en el desarrollo del arte de la defensa 3) Cumplir, con orden y concentración, el plan táctico previo. 4) Poner la estética al servicio de la eficiencia. Es decir, jugar bien, hacia adelante, y al mismo tiempo lindo. 5) Trabajar para que triunfe todo el plantel de trabajo y no sólo el equipo que entra al campo de juego.
Sus mandamientos y formas sorprendieron a los jugadores y al mundo del fútbol. Trabajos en piscina y yoga, en el centro del campo, ante las cámaras. Jugadores descalzos sobre el césped. Dieta con base en cereales y soja. Algunos de sus métodos, es verdad, hoy los aplican en muchos planteles. Pero en aquel momento resultaban una extravagancia.
“Cuando estudié cómo se preparan los equipos, hubo cosas que uno, si es un alumno inquieto, perspicaz, se puede cuestionar. Había muchos ángulos que no se abordaban, y apoyé una línea. Yo veía que había muchas lesiones musculares. Con esa política para evitar lesiones, hacíamos yoga. No íbamos a hacerlos correr 12 kilómetros a los jugadores en Tandil para lograr capacidad aeróbica, esolo lográbamos con la natación. Mi idea siempre fue mezclar la corriente convencional y la propia. Los alemanes lo hicieron en 2014, Joachim Löw aplicaba yoga y trabajos en pileta, y a nadie le pareció raro. Por ahí el hincha no lo entendía”, contrarresta a quienes lo tildan de excéntrico.
Más del método Katorosz. Ningún futbolista salía con el mismo número de camiseta de un partido al otro. El delantero podía usar la 1. El arquero, la 10. “Era un ardid para confundir al adversario. Por ahí le gritaban a un adversario ”¡marcá al 8!, y no sabían a quién marcar, si al volante por derecha o al que llevaba la camiseta 8. En la élite es más fácil porque todos conocen las caras, pero en esa circunstancia sirvió. Y fue divertido”, busca convencer.
Con la táctica no se complicaba. “Mi esquema preferido es el 4-4-2 clásico. Me gusta el fútbol total de la Holanda del 74, pero el 4-4-2 de Inglaterra en el 66 era muy dinámico”, compara. Sin embargo, algunas decisiones en la conformación del equipo generaron polémica. Por ejemplo, cuando decidió desde antes del inicio de un encuentro que dos jugadores se iban a repartir los minutos. “Eso fue una sola vez. Tenía dos jugadores on fire para el mismo puesto. Y les dije: ‘No tengo 180 minutos, así que juega mitad de partido uno, y la otra mitad, el otro’”, se excusa.
Otra particularidad de la fórmula de Katorosz fueron sus charlas técnicas. Que podían incluir una cita filosófica o una historia del técnico de su época de corresponsal de guerra, llevándola a un plano de comparación con lo que puede suceder en un partido de fútbol.
Si puertas adentro desempolvaba el inflador anímico, ante el rival apelaba a la “guerra psicológica”. Orestes les hablaba a los adversarios de cara a las cámaras. “Era simplemente mostrar confianza para afuera. Yo agarré un equipo ultimo en la tabla; era para decir ‘esto es All Boys, es Floresta, es un club con tradición, una marca fuerte’”.
Para los medios, su presencia era un banquete. “La frase que me recuerdan siempre es la que dije cuando me preguntaron cómo me gusta jugar Dije: ‘Con dos puntas, como los pechos de la mujer, con tres me impresiona, ja’”.
La aventura terminó a los ocho partidos. “Hubo un conflicto interno, si no se ventiló entonces, no vale la pena hacerlo ahora. No es un código mafioso, si se supieran algunas cosas que pasaron me favorecería, quedaría mucho mejor ante la gente. El club estaba en una crisis total. En un momento nos clausuraron la cancha e íbamos a entrenar a Lamadrid, con dos pelotas que nos prestaban. O terminábamos en los Bosques de Palermo”, contextualiza.
“Hubo una división entre mis colaboradores, me obligaron a tomar una posición. Y terminó el ciclo. Y se perdió un proyecto buenísimo, más allá de que es contrafáctico decir qué hubiera pasado con el equipo”, se lamenta.
El jugador más experimentado de aquel Albo era Fernando Batista, actual director técnico de las Selecciones Sub 20 y Sub 23. El propio Bocha dio su opinión sobre la experiencia Katorosz en una entrevista con el programa Arroban. “El primer partido debuté con la 11, era al más viejo en ese equipo, Orestes se apoyaba mucho en mí. En una charla técnica, me preguntó: ‘Cómo le jugarías a Tigre’, di mi opinión y dijo: ‘¿Lo escucharon al Bocha? Jugamos así’. Orestes fue una experiencia extraña, como la de Japón (donde jugó). Siempre digo, aprendí a nadar y a hacer yoga a los 32 años. Es para escribir un libro”, recordó el hermano del Checho.
“Al Bocha lo designé capitán, tuvimos una excelente relación, chequeé su liderazgo, hice una especie de encuesta. Pregunté: ‘¿Quién puede ser el capitán?’ Tuve un buen trato. Me respondió. Pero no es que yo le pedí que hiciera la charla técnica contra Tigre. Yo les preguntaba a todos cómo jugar. Ponía el pizarrón y hacía pasar a los jugadores para que explicaran, cómo va a formar la defensa, el medio. Al arquero le decía: ‘¿Qué le va a decir a los defensores?’”, rememora.
Después apuntó al sueño. “Me jugué mal estratégicamente, quise ir a Independiente, a hacer la escuela. Y no me salió. Probé de todas maneras. Usando los medios, intenté llegar al club; yo siento que me escucharon. Cuando Santoro estaba mal, un dirigente me llamó y me dijo ‘Andá a verlo y ayudarlo a Pepé, presentate mañana'. Fui, y fue una frustración, se metieron en el medio un preparador físico, un dirigente de segunda, obstaculizaron esa llegada. Yo fui con el bolso y todo, al predio de Domínico, entré al campo de juego, y no pude llegar a Santoro. Tiempo después Cantero le habló al Tolo Gallego y le dijo que mi función podía ser la de asistente, y Gallego dijo no”, relata.
“Me animaría otra vez a trabajar en el Ascenso de Argentina, me ha pasado que voy y hablo con alguien, se impresionan por el proyecto, pero, al día siguiente van a Google, y lo primero que sale es ‘Orestes el playboy argentino, el Isidoro Cañones argentino’... Y cuando me ven la segunda vez, me dicen que hicieron un estudio de campo, que no soy el indicado”, semblantea las dificultades que afronta para volver a aplicar su método.
“Pero en All Boys saqué el 56% de los puntos”, advierte. Porque si se animó a actuar con Robert Duvall o a apagar incendios en rascacielos de la Gran Manzana, o a intentar seducir a Ursula Andress, cómo no va a apostar a domar nuevamente un banco de suplentes del Ascenso argentino...
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