A casi ocho años del mayor logro del Taekwondo nacional, Sebastián Crismanich pasó por los micrófonos de Super Deportivo Radio de Villa Trinidad y compartió algunas historias de aquellos Juegos Olímpicos de Londres 2012 que lo consagraron.
Previo al viaje a suelo británico tenía la idea de pedirle una foto a Emanuel Ginóbili si se lo cruzaba por la Villa Olímpica en algún momento. Después de lograr su cometido batalló y se subió a lo más alto del podio. Retornó tarde por los festejos, la espera en el sector de control de dopaje y la conferencia de prensa y arribó de madrugada. Al día siguiente se topó con Manu en la puerta del comedor.
“Me crucé a él y toda la banda. Me alzó y dijo ‘¿Flaco, dónde carajo estabas? Te esperamos toda la noche para cenar juntos y felicitarte por lo que hiciste para el país, sos un guerrero’. Yo desde arriba pensaba si era parte de un sueño y en algún momento me iba a sonar la alarma para levantarme y tener que ir a entrenar”, recordó. El encuentro terminó con una nueva foto y Crisma pensó: “Si supiera que hace algunos días le había pedido una foto a él y ahora este loco me está pidiendo una foto a mí. No lo podía creer”.
El correntino de 33 años contó también dónde guarda la medalla dorada y con qué frecuencia la vuelve a ver: “Me pasa lo contrario a los atletas que la tienen en su mesita de luz o a simple vista en la casa. Yo evito verla. No la saco salvo que venga algún amigo o pariente del exterior. La veo una vez por año. Nos ha costado tanto que cada vez que la vemos nos emociona muchísimo. Así que tratamos de que esté bien guardada”. Y agregó: “No tengo una gran relación con la medalla de metal en sí, pero cuando uno flaquea o está medio bajón me aferro a lo conseguido y me pongo a pensar lo que logré en mi vida. Eso me retoma la confianza pero sin ir a ver la medalla. Prefiero recordarlo a ir a verlo”.
Crismanich, que obtuvo el oro en sus primeros Juegos disputados y cortó una sequía de 64 años en competiciones individuales para Argentina, confesó también que su familia le ocultó el fallecimiento de su abuelo 10 días antes de la competencia para que no perdiera la concentración, decisión que según él fue acertada. También rememoró que antes de competir tuvo un nítido sueño en el que hacía izar la bandera albiceleste a lo más alto.
Tras la gloria intentó mantener los pies sobre la tierra: “Me convertí en una figura nacional para el deporte sin estar preparado con todo lo que eso acarrea, cruzarme con gente muy buena y muy mala. Hubo cosas que no me gustaron, me encontré con gente e instituciones que quisieron sacar ventaja y no aprovecharon para bien el momento que estaba pasando. Me desilusioné mucho. Hoy lo manejó con más tranquilidad y decido quién puede acceder a mí y quién no”.
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