A diferencia de lo que muchos creen, Mauricio Serna pisó la Ribera con una pila de partidos encima. No fue una apuesta, ya era una realidad. Había estado presente en el Mundial de Estados Unidos 94 y era número fijo para el de Francia 98. Rozando los 30 años y decidido a cambiar de aire tras su debut profesional en Deportivo Pereira y su extensa estadía en Atlético Nacional de Medellín, con el que fue subcampeón de América de Gremio en el 95, su desembarco estuvo muy cerca de ser 5 kilómetros más al sur, más precisamente en Avellaneda. Pero Mauricio Macri irrumpió en escena y se lo birló a Racing.
Chicho no demoró en hacerse un nombre y ganarse al hincha xeneize. Tal vez por eso sufrió tanto al marcharse a México, destino en el que no la pasó nada bien. Casi tanto como en la Intercontinental perdida ante el Bayern Munich en 2001, duelo en el que fue capitán. El partido del “robo”, según denunció. El plan posterior al Puebla azteca fue retornar a Argentina para mostrar que tenía hilo en el carretel en Chacarita y Talleres de Córdoba, pero su vuelta a Boca se frustró por un extraño ofrecimiento y un choque de intereses que hasta hoy se había callado.
En diálogo con Infobae, Mauricio Alberto Serna Valencia no se guardó nada.
¿Estuviste muy cerca de jugar en Racing antes de Boca?
Estuve a horas de fichar. En diciembre del 97 estaba de luna de miel con mi esposa en la isla de San Andrés, me sonó el teléfono y de Nacional me avisaron que había una posibilidad de venderme a Argentina. Estaba la gente de Gustavo Mascardi, Alejandro Masas y Fernando Hidalgo. Habían ido a buscar a Juan Pablo Ángel para River, Iván Ramiro Córdoba para San Lorenzo y surgió mi nombre. Me llamaron concretamente para Racing, yo les dije que quería cambiar de aire y experimentar en el fútbol argentino. Al día siguiente me llamó Mascardi y me dijo que de Punta del Este iba a Buenos Aires y en el aeropuerto se cruzó con Mauricio Macri, presidente de Boca. Viajaron juntos y ahí Mascardi le contó que iba a cerrar lo mío con Racing. A Boca se le había lesionado Alfredo Berti, un gran tipo a quien recuerdo mucho, había jugado en América de Cali y Newell’s. Le costó recuperarse y Boca, que necesitaba un 5, pensó en mí.
¿Y entonces qué pasó?
Mauricio llamó al Bambino (Veira), él habló con Oscar Córdoba y Bermúdez, que estaban en el plantel, y dieron el visto bueno para que fuera. El Bambino le dijo que me comprara. Mascardi entonces me preguntó si quería ir a Racing o a Boca y yo le dije que no lo dudaba, que me iba a Boca. Fue porque estaban dos colombianos importantes, reconocidos, a los que tenían como ídolos. Indudablemente la adaptación iba a ser mucho más fácil.
¿Cómo te recibió el Bambino Veira?
Me sumé a la pretemporada en Mar del Plata y fue muy sincero y honesto conmigo. Me dijo que era el cuarto extranjero atrás de Córdoba, Bermúdez y Solano (NdR: en esa época solamente se permitían tres extracomunitarios en cancha). Que arrancaba de atrás. Mi situación era difícil pero la acepté, aunque a los 5 meses yo jugaba el Mundial de Francia y necesitaba rodaje. Pacho Maturana me llamó para ir a Millonarios de Bogotá, yo hablé con el Bambino y el club y me dieron el aval. Fue antes de un partido contra Newell’s en Rosario en el que el Patrón Bermúdez no jugaba por suspensión. El Bambino me puso para los titulares en las prácticas y yo le recordé que me iba del club. Aunque no quería jugar ahí, me puso de 8. Yo creía que no tenía la capacidad física para jugar de 8 en el fútbol argentino, donde hay que ir y venir todo el partido. El Bambino me dijo que con Solano de 4 nos íbamos a entender bien e íbamos a ganar el partido por ahí. No le creí mucho pero viajamos, jugué, marqué un gol y fui la figura del partido.
¿Y qué pasó cuando volvieron a Buenos Aires?
Todo fue felicidad, pero a los tres días viajaba a Colombia para firmar en Millonarios. En el regreso hablé con el Bambino y Pedro Pompilio para avisarles que el lunes me iba. Se miraron y me dijeron que el lunes iban a tomar la decisión final. Les respondí que me quedaba si tenía la posibilidad de pelear por un lugar, que si no me iba a Colombia y volvía después del Mundial. Pasó una fecha con Vélez que perdimos y a partir de ahí jugué nueve o diez partidos seguidos. Oscar Córdoba fue al banco de suplentes y atajó el Pato Abbondanzieri. Ahí agarré competencia en el Mundo Boca. Finalmente nos acomodamos con el Flaco Cagna, que hasta ahí jugaba de 5. Él pasó de 8 y yo al medio. Así empezó mi historia en Boca.
¿Cómo arrancó la era de Bianchi?
Fue muy particular. Terminamos el Mundial, llegamos de Francia a Colombia y al otro día ya sonaba el teléfono a la mañana para que viajáramos los tres colombianos a presentarnos con Boca. En el Mundial ya sabíamos que el técnico iba a ser Carlos y en las noticias había rumores de que iba a llevar a (José Luis) Chilavert y el Negro (Marcelo) Gómez, a los que conocía de Vélez. El único que tenía su lugar asegurado era el Patrón. El vuelo se retrasó y llegamos tarde a Buenos Aires, fuimos a Casa Amarilla directamente y la práctica ya había comenzado. Bianchi nos saludó cordialmente y nos dijo que esa fuera la primera y única vez que llegáramos tarde. Y a trabajar, al ruedo, a la cancha.
¿Cómo lo convenciste de que no contratara al Negro Gómez?
A los pocos días hubo un primer amistoso que Boca gana en Rosario y llevaron a Bermúdez. Ni a mí ni a Oscar. Eso aumentó nuestra incertidumbre y el periodismo insistía con Chilavert y Gómez a Boca. Nos quedamos entrenando en Casa Amarilla y sí jugamos un amistoso en Lima contra Universitario. Ahí entré todo el segundo tiempo y entendí que me la tenía que jugar toda, que había llegado el momento de mostrar de qué estaba hecho, qué jugador era, cuál era mi personalidad. Y siento que me fue bien. No sé si me lo gané ahí, pero en los entrenamientos empezamos a demostrarle a Carlos que podía contar con nosotros. Por otro lado las otras negociaciones no se cerraban y en un amistoso de invierno contra Independiente me eligieron jugador del partido. Ahí sentí que me gané el lugar y la confianza de Carlos, porque jugué muy bien, hice todo lo que le correspondía al 5. Cuando terminó el partido me dieron un premio y Carlos Ischia me dijo en joda “sería bueno que recuperes alguna pelota”. Lo miré como diciendo “pero si recuperé mil, qué me está diciendo”. Me duché, Carlos me felicitó y me dijo que a partir de ese momento era el 5 de Boca. Que no prestara atención a los rumores y que trabajara con tranquilidad porque iba a ser el 5. Así lo convencimos los colombianos.
¿De qué forma preparaban los colombianos los Superclásicos?
Siempre concentré con el Patrón, así que hablábamos mucho antes de los partidos. De jugadas específicas, de momentos del partido... Cada vez nos entendíamos más, con una mirada sabíamos lo que quería el otro. Cuando algún rival me quería ganar la espalda escuchaba que me decía “derecha” o “izquierda” y ya sabía qué hacer. Cuando él salía a los costados yo le hacía los relevos como 2 ó 6. El convivir te lleva a conocerte a la perfección. Y teníamos la tranquilidad de saber que atrás estaba Oscar Córdoba. Los tres manejábamos el centro de la cancha, estábamos cerca, nos concíamos mucho y confiábamos el uno en el otro.
¿Tenías alguna licencia para pegar con algún árbitro en particular?
La experiencia es fundamental para cualquier actividad de la vida. Yo llegué al fútbol argentino con una edad importante, dos Mundiales encima, Eliminatorias, subcampeón de Copa Libertadores, protagonista de seis o siete copas, tenía muchos partidos. De joven no pegaba patadas, pero me echaron muchas veces por manotear, discutir y pelearme con los árbitros. En Argentina hice un curso acelerado, rápidamente conocí el mundo de los árbitros y con muchos me había cruzado en Eliminatorias o copas. Adicional a eso tenía lo que nos transmitía Carlos, que me decía que a tal árbitro no le hablara, que con el otro sí dialogara pero no lo manoteara...
¿Cuándo sentiste que te ganaste al hincha de Boca?
Cuando empecé a jugar en el 98 el equipo no rendía, pero mi forma de jugar fue siempre del estilo de entregarlo todo, correr hasta el último minuto, tirarme al piso las veces que me tuviese que tirar y, cuando tenía la pelota, dársela a un compañero. Poco a poco se fue dando y gracias a una constancia, trabajo, regularidad, la mano de Bianchi, que Riquelme empezó a ser Riquelme, que el Pato (Abbondanzieri) ponía condiciones, el Negro Ibarra metía velocidad y ataques, la tranquilidad del Pepe (Basualdo), que Cagna rendía en todos lados y que Guillermo y Palermo eran los delanteros que necesitábamos. Fue una sumatoria de muchas cosas que empezaron a calificar las cualidades de cada uno de nosotros.
¿Sufriste mucho la lesión que te sacó de competencia a principios del 2000?
A los tres días de empezar la pretemporada jugamos un Superclásico amistoso. En una pelota por arriba salté con el Pipa Gancedo, me chocó en el aire, caí y me golpeé la rodilla. Fue una jugada normal y no parecía nada grave, pero terminó siendo delicada y me costó muchísimo recuperarme. Igualmente me sentí parte de esa Libertadores del 2000 porque cuando estábamos recuperándonos de nuestras lesiones con Martín (Palermo), Carlos nos inscribió. En la ida de los cuartos contra River (1-2 en el Monumental) tuve chances de jugar, me habían dado el alta hacía 10 días. Carlos dudó en ponerme pero finalmente me dijo que me entrenara en Casa Amarilla para ser titular el fin de semana contra Rosario Central y así estar apto para la revancha con River. En esa práctica me desgarré la otra pierna. Con el desgarro descuidé el fortalecimiento de la pierna operada y tuve una tendinitis, no pude jugar hasta agosto. El grupo igualmente siempre me hizo ser parte. Estar afuera fue difícil, se sufre demasiado.
Te diste el gusto de jugar la Intercontinental contra Real Madrid... ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza de ese partido?
La primera imagen son los dos goles tempraneros de Martín y después cuando estoy sentado en la portería con la copa y la bandera de Colombia. Imposible olvidarme de eso, quedó para la eternidad.
¿Es verdad que el plantel estaba algo dividido antes de la final?
Yo era el subcapitán de ese plantel y si le preguntabas a cualquiera de los 25 que viajamos a Japón ninguno te iba a decir que no quería jugar. Carlos sabía lo que tenía que hacer y para mí fue más sorpresa que jugara Aníbal Matellán y no Fagiani, a que pusiera al Chelo Delgado y no a Guillermo. El Chelo había hecho un gran campeonato, sabíamos lo que podía dar. Si Carlos tomó esa decisión fue porque lo tenía claro y estaba muy convencido.
¿En qué momento se dieron cuenta de que podían ganarle al Real Madrid?
Siempre estuve convencido de que podíamos porque ese grupo era capaz de lo imposible, de ir al frente y pelearse frente al que fuera. Ese grupo tiraba para el mismo lado, en la cancha éramos uno solo. Había grandes jugadores y muchísima experiencia. Se decía mucho en la previa que al Real no le interesaba mucho esa copa, pero al final del partido los vi reclamando y llorando, entonces no sé qué tan cierto era eso. Lo más importante es que nosotros nunca pensamos que teníamos galácticos enfrente, salimos convencidos de que íbamos a ganar. Con Carlos a la cabeza.
¿Sentiste que fueron perjudicados en la final con Bayern Munich?
Nos robaron, no nos perjudicaron. Nos robaron la final. Desde que empezó el partido. Nos podemos sentar a verlo de nuevo y nos damos cuenta que nunca fuimos tan superados a pesar de que rápido nos quedamos con uno menos. Tuvimos opciones claras de gol pero el árbitro (Kim Nielsen) nunca sancionó aquellos puños, codazos y patadas que le pegaron a Román. Era demasiado evidente frente al árbitro. Yo fui el capitán ese partido y lo que yo peleé con ese árbitro que además no me entendía nada... Un danés que medía alrededor de 2 metros, yo con mi 1,68 gritándole con esta voz tan particular, puteándolo, diciéndole de todo. Y él respondiéndome en su idioma. Él puede estar contando que me trató mal a mí, porque yo no le entendía nada. Indudablemente fue un robo, si algún partido sentí que me lo robaron fue ese.
¿Por qué te fuiste de Boca si estabas tan a gusto?
Mi último partido oficial fue la ida de los cuartos de final de la Libertadores 2002 contra Olimpia, me lesioné a los 5 minutos. Nunca tuve la intención de irme pero ya terminaba mi contrato y Mauricio estaba demasiado difícil para renovarme. Estoy convencido de que no era por la cantidad de plata que pidiera, no era mi prioridad hacer una gran diferencia para quedarme, quería seguir siendo feliz en Boca. Dos meses antes me empezaron a llamar de México (Puebla), que estaban desesperados en contratarme y de alguna manera me fueron empujando a tomar la decisión. Boca no cedía en nada, no mostraba interés en renovarme y de México me quemaban el teléfono y la oreja. Yo siempre les manifesté que no iba a irme de Boca hasta que un día les pedí (dinero) como para que me dijeran que no; no les terminé de dar la cifra que ya me habían mandado el pasaje para viajar. Fue la peor decisión que tomé en mi vida en cuanto al fútbol, nunca debí haberme ido.
¿Cómo fue tu experiencia en el Puebla?
Uno de los grandes culpables de que haya ido fue Roberto Trotta, que estaba ahí y me recomendó. Lo gracioso es que nunca habíamos tenido feeling, desde que él jugaba en Unión de Santa Fe. Siempre nos peleábamos aunque estábamos lejos en la cancha. En los clásicos discutíamos e incluso en una noche de boliche nos cruzamos, nos miramos feo y a la salida casi nos peleamos, pero al final ninguno dio el paso al frente. Yo viajé a México y no sabía que estaba él, cuando llegué al hotel de la pretemporada en Acapulco me entregaron las llaves, abro la puerta y lo primero que veo es a Roberto Trotta cocinando. Ahí nos hicimos amigos. Hasta hoy tengo relación y nos escribimos. En México jugué 38 partidos, pero los extranjeros y el equipo no funcionaban. Me llevé un preparador físico particular a mis vacaciones porque quería volver a Argentina. Mi mujer lo quería matar. Asados, tequilas, whisky, rumba, todos de vacaciones menos Chicho Serna, que estaba de pretemporada.
Volviste a Argentina y firmaste en Chacarita pero ¿pensabas en volver a Boca?
Sí, lo hice pensando eso. Le agradezco mucho a Luis Barrionuevo porque él hizo todo para que estuviera ahí. Necesitaba tiempo para adaptarme y empecé a entrenar en un equipo con mucha experiencia con Tito Pompei, el Mono Navarro Montoya, Claudio Arzeno, Claudio Graf, Carucha Muller, el Gato Mignini... Era un equipo interesante y el técnico era Craviotto. Cuando llegué le advertí que no estaba en condiciones de jugar, que necesitaba dos semanas para ponerme bien físicamente. Pero en las prácticas ya le vi la intención de ponerme el primer partido contra San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro. Yo no quería y al final me llevó de suplente. Ganábamos 2-0 y me metió en la cancha: hagan de cuenta que me metieron a jugar baseball, no sabía dónde estaba, no entendía nada, físicamente no estaba. Al siguiente partido le dije que no, me llevó de suplente y a la tercera fecha ya jugué de titular. No me sentía cómodo y empecé a entrenar por las tardes con mi preprador físico, casi todos los días hacía doble turno. Hasta que hablé con el técnico, le dije que no me sentía bien y decidió que no jugara más.
Y de ahí te fuiste a Talleres de Córdoba...
Lo que (Craviotto) pretendía no era mi forma de jugar y rescindí mi contrato. Apareció Talleres y todo el sacrificio que había hecho en esa pretemporada y meses en Chacarita me sirvieron para romperla en Córdoba. Ahí me sentí feliz, fui el Chicho Serna que estaba convencido que podía ser. Hicimos una gran campaña para clasificar a las copas, pero descendimos. En Talleres volví a sentir la felicidad del fútbol, los entrenamientos, los partidos, las concentraciones, estar con el grupo. Fui nombrado el mejor jugador del campeonato y en la cabeza queda el recuerdo de un equipo que jugaba bien al fútbol, que no merecía descender, pero que por el promedio le pasó.
¿Pensas que Boca te iba a llamar en ese momento?
Sí, por lo que había hecho en Talleres estaba convencido de que podía volver a ser el 5 de Boca. Que le podía pelear el lugar al que fuera aunque mi lugar estaba muy bien cubierto.
¿Nadie te llamó?
La misma persona que me había llevado a México un día se sentó en Aeroparque y me planteó la posibilidad de volver a Boca. Pero quería que yo tomara una decisión frente a un jugador: Amaranto Perea. Yo era su tutor, el que lo acompañaba y ayudaba a tomar decisiones y le había llegado la posibilidad del Atlético Madrid. Me pidieron que me hiciera a un lado de ese negocio para llegar a Boca porque Boca me quería. Yo le dije que volvía a Boca pero que una cosa no tenía que ver con la otra. Y que si no puedo volver a Boca porque no renunciaba a eso, pues no volvía. Y fue así. No pude volver, nunca se dio. No me arrepiento de no haber vuelto, sino de haberme ido. Seguramente esto ni Carlos lo supo, queda ahí guardado, por eso no doy nombres ni viene al caso, pero siempre quise retirarme con la camiseta de Boca. Apareció ahí Nacional de Medellín, club que amo y soy hincha y me volví a Colombia para jugar mis últimos dos años.
¿Cómo fue tu retiro en Colombia?
A mitad de 2005 salimos campeones y dije chau, no juego más. Pero el presidente y el dueño del club me convencieron de jugar otro año. Ese año se convirtió en cuatro meses porque el que me estaba rogando que me quedara me echó (el técnico Santiago Escobar). Pensó que yo quería quedarme con su puesto, cosa que tranquilamente podría haber hecho porque el plantel me valoraba mucho como capitán. Me dijo que me quería proteger, que no me veía bien físicamente y que no quería que me putearan los hinchas. Jamás le exigí titularidad, yo sabía hasta dónde podía dar físicamente. Le dije que me quedaban 7 meses de contrato, que seguía entrenando y no pasaba nada. Me respondió que no le iba a hacer bien al grupo. Entonces les pedí que me pagaran el contrato completo, que yo cumplía asistiendo a los entrenamientos y si no querían verme, me iba. En una de esas discusiones me dijo que estaba preparando el equipo para jugar la Copa de 2006, que él sabía cómo se jugaba y que no me veía para la Copa. ¡Ahí se me salió el verdadero Chicho Serna! Le dije “no, no, no, el que sabe cómo se juega la copa soy yo, que la gané con Boca, que la jugué 7 u 8 veces, que fui subcampeón con Nacional”. Había muchas diferencias y fue irreparable. Al final en el club para no verme más me pagaron todo el contrato.
¿Nunca pensaste en ser entrenador?
Estudié parte en Argentina y quiero continuar porque me parece que por el nivel del fútbol actual hay que estar bien preparado. Sería un lindo reto para mí, no sé para cuándo pero me van llegando los días porque ya tengo muchos años (52).
¿Cómo está tu relación con Riquelme después de que apoyaras a otro candidato en las últimas elecciones de Boca?
Somos muy amigos, hablamos mucho más de lo que la gente se imagina. Comemos asados, jugamos nuestros picados. Yo venía participando de la otra lista desde el año previo, manejaba el fútbol senior. Si cuando Román tomó la decisión de vincularse a la política del club me hubiera retirado de la lista de Gribaudo hubiera sido peor. Ese no soy yo. Creo que Román es tan inteligente que lo entendió. Lo felicité el día que nos ganó. Yo no soy amigo de Román por un puesto en Boca, eso lo tiene muy claro. Soy amigo porque la vida nos puso en un mismo club, nos dio la posibilidad de conocernos y vivir cosas muy lindas.
¿Pensás que te puede llegar a convocar para trabajar con él en el futuro?
En ningún momento ejercería presión. Si algún día puedo ser útil y servir, bienvenido sea, pero si no fuera así, Román, el Chelo, Raúl y el Patrón seguirán siendo mis amigos. Y yo para mis amigos siempre quiero lo mejor de corazón. Ojalá el tiempo disponga el momento preciso para que yo vuelva al club y, si no, seguiré amando a Boca, que está por encima de Chicho Serna y la amistad con Román.
¿Cómo lo viste en sus primeros meses como dirigente?
Me da mucha felicidad que un hombre con la inteligencia que tiene Román esté al frente del club y ojalá que esto que hoy empezó como una nueva carrera y etapa de su vida en poco tiempo lo lleve a ser presidente de Boca y maneje absolutamente todo porque se lo merece, es el mayor referente y mayor ídolo de todos. Tiene capacidad y condiciones para hacerlo.
¿Seguís entrenándote para su partido despedida?
No se dio pero estaba invitado y seguramente seguiré estándolo. En estos días de concentración, como le llamo a la cuarentena, también aprovecho para hacer ejercicio y no para recuperar totalmente la forma porque sería imposible pero sí para estar mejor y acompañar en esa linda fiesta a uno de mis mejores amigos como es Román.
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