Cambiaron los hábitos en el hogar de Claudio Úbeda. El referente y capitán del Racing que cortó con la sequía de los 35 años sin títulos locales se ampara en su familia para cumplir con el aislamiento social, preventivo y obligatorio que dispuso el Gobierno Nacional, debido a la pandemia de coronavirus.
Sus jornadas se extienden en las noches para compartir con su esposa y sus hijas algunas películas, lo que hace que el despertador suene más tarde al otro día. “La última la eligió mi señora en Netflix y fue malísima”, le dijo a Infobae entre risas del otro lado de la línea telefónica. Sin la posibilidad de ir al predio Tita Mattiussi, donde trabaja con las divisiones juveniles de la Academia, el Sifón adoptó un nuevo rol en el hogar. “Antes estábamos acostumbrados al ritmo de la escuela de mis hijas, a mi trabajo en Racing y a los negocios familiares, pero con la cuarentena se modificó todo”, explicó.
Ahora el ex central ayuda con las tareas que le envía el colegio a sus hijas más chicas, y también se anima a intercambiar ideas con la más grande, quien comenzó la universidad. “Estamos atentos a los deberes que les mandan del primario y secundario, como a las clases interactivas que tienen en Zoom; pero también fui aprendiendo a cocinar un poco más. Me gusta la parrilla y a la nochecita siempre intentamos prender un fuego para hacer algo distinto”, detalló.
A pesar del distanciamiento, Claudio Úbeda se mantiene activo con su faceta laboral, ya que realiza videollamadas con los jugadores, planifica rutinas de entrenamiento junto a los preparadores físicos y selecciona material audiovisual para que los juveniles también analicen situaciones de juego. “El club tiene asistentes sociales y psicólogas, porque muchos chicos se amparan en la institución como sostén. Hay casos en los que nosotros les damos viáticos a algunos chicos (a través de una carga de la Sube) para que puedan venir a los entrenamientos y ahora, con este tema del aislamiento, el club nos pidió a los coordinadores que hagamos un diagnóstico de los planteles para individualizar a quienes tenían necesidades extremas. De este modo, pasamos una lista con las familias que había que ayudar en cada categoría y el club les acercó una suma de dinero para contribuir en este momento. La idea es que sientan que el club está cerca y los contiene”, aclaró.
Además de su faceta gastronómica, de la docencia improvisada que aplica con sus hijas y de los constantes análisis que realiza de los partidos que protagonizaron los juveniles de Racing, el Sifón también aprovecha la cuarentena para recordar sus mejores días en su época de defensor. Si bien reconoció que no estuvo muy atento a los partidos de archivo que mostraron las señales deportivas, advirtió que hubo un encuentro que lo marcó para siempre. “En un grupo de WhatsApp que tenemos entre muchos de los que trabajamos en Racing pusieron el partido contra River de la Copa Libertadores de 1997. El que se jugó en el Cilindro. Lo vi de nuevo y se lo mostré a mis hijas más chiquitas, porque justo en ese partido metí dos goles”.
Aquella noche la Academia formó con Nacho González, Mauro Navas, Galván, Úbeda y el Colorado Mac Allister; Netto, Michelini, Gastón Córdoba, el Mago Capria; Martín Vilallonga y el Chelo Delgado.
Del otro lado también había figuras de notable jerarquía: Bonano, Hernán Díaz, Celso Ayala, el Toto Berizzo y Juampi Sorín; el Diablo Monserrat, Leo Astrada, la Bruja Berti y el Muñeco Gallardo; Francescoli y Julio Cruz.
“De local habíamos terminado 3 a 3 y después fuimos a River, donde pasamos por penales (1 a 1). Me acuerdo que en la revancha también metí un gol de cabeza. Eso te da la pauta de la importancia de tener buenos ejecutantes. Para nosotros contar con Rubén Capria era una ventaja, porque ya teníamos la medida perfecta de dónde iba a caer la pelota. En Rosario Central me pasó lo mismo con David Bisconti. En mi primer Apertura metí 5 goles y todos fueron gracias a él”, analizó.
Fue la última vez que Racing estuvo cerca de quedarse con la Libertadores. Tras eliminar al Millonario, la Academia del Coco Basile dejó en el camino a Peñarol (también por penales) y llegó a las semifinales, donde se enfrentó al Sporting Cristal. “Lo recuerdo con mucho cariño, porque creo que fue mi mejor año en el club. Estábamos para ganar la Copa, pero se nos escapó en el partido de ida con el Sporting Cristal, porque íbamos ganando 3 a 1, se pusieron 3-2 y nos golpeó mucho. Todavía me acuerdo del Pelado Bonnet, que cabeceó después de un desborde de Juninho. Ese gol nos pegó duro, porque no era lo mismo ir a Lima con una diferencia de dos goles”.
En el primer cruce frente a los incaicos Avellaneda vivió una fiesta. “Esa noche fue tremenda en el Cilindro. Lo de la gente no se podía creer. Recién le mostré a las nenas y se veía que la cancha explotaba de gente. Fue algo increíble”.
Sin embargo, el triunfo de local no alcanzó y en la vuelta los peruanos se quedaron con la serie con un categórico 4 a 1. “Me cuesta encontrar una buena razón de por qué no ganamos esa Copa. Tal vez fue por el parate que se produjo antes de ir a jugar a Perú, porque el torneo cortó y la Libertadores estuvo sin jugarse como un mes. Creo que nos preparamos pura y exclusivamente para ese partido, porque físicamente estábamos bien, pero ellos volaban. Parecía que jugaban en un Fórmula 1. Igualmente, si pasábamos esa instancia teníamos que jugar con Cruzeiro, pero estoy convencido de que teníamos todo para llegar a la final”, reflexionó.
Tras las últimas incursiones internacionales de la Academia cuando Diego Cocca y Eduardo Coudet estaban al frente del equipo, en la presente edición el elenco de Sebastián Beccacece tuvo un comienzo prometedor con dos victorias ante Estudiantes de Mérida y Alianza Lima; resultados que encendieron el sueño albiceleste. “El hincha de Racing es así. Le dan un pequeño estímulo de ilusión y ya está trepado en el sueño. La gente entiende de la dificultad que representa la Copa Libertadores por la jerarquía de los rivales. Muchos equipos tienen jugadores de nivel europeo, pero Racing tiene un gran plantel, homogéneo, con una identidad de juego bien clara que permite ilusionar”, aseguró el Sifón con un argumento basado en el pasado reciente: “En los últimos años Racing generó un aura gracias a la conformación de muy buenos planteles, la selección correcta de los cuerpos técnicos y la buena gestión deportiva y dirigencial que permite que todos los que conformamos la estructura estemos subidos a un barco tirando para el mismo lado. Eso se transmite”.
Lo llamativo fue que en el diálogo que mantuvo con Infobae, el ex central optó por quedarse con el recuerdo del ‘97 y no con el que terminó con la sequía de 35 años sin títulos locales en 2001, cuando el combinado de Mostaza Merlo se coronó en la cancha de Vélez. “Tuvimos planteles más vistosos y con jugadores de mayor jerarquía. El equipo que armamos en 2001 fue para ganar un colchón de puntos y esquivar el descenso, pero después del primer partido con Argentinos el hincha se empezó a ilusionar. Conseguimos un empate muy importante con el gol sobre el final del Flaco Loeschbor contra Independiente y empezamos a ganar en confianza".
Con el temor de los promedios, la Academia conformó un equipo completamente renovado. “Llegaron jugadores con ganas de ganar cosas, como Campagnuolo, Maciel, Barros Schelotto, Maceratesi y muchos chicos que fueron muy positivos para terminar de conformar un plantel que sea muy competitivo”, aseguró Úbeda.
Naturalmente, la pelea que protagonizaron José Chatruc y Adrián Bastía, cuando la gloria estaba a punto de concretarse, también fue un episodio que recordó el capitán. “No se había enterado nadie de eso. Después de varios años lo contó José en un programa de ESPN. Eso hablaba de cómo cuidábamos el plantel, que era lo que más nos pedía Mostaza. Normalmente los periodistas se enteran de inmediato, pero esa información no se filtró para nada. Fue una muestra de las ganas que teníamos de cumplir el objetivo. Además, estaba la gente haciendo la cola para sacar las entradas para el domingo y no se enteraron. Fue una locura”.
Úbeda fue uno de los que tuvo que intervenir para calmar el combate. Si algo le faltaba a la esencia del Racing campeón, era el conflicto interno entre sus jugadores. El país atravesaba una de sus peores crisis, el fútbol se paralizaba, pero la Academia tenía que ganar el Apertura.
A pesar de las diferencias, en la actualidad también se respira incertidumbre con la propagación de la pandemia del coronavirus. Si bien se trata de un fenómeno global que afecta al planeta, en Racing también se percibe un clima de preocupación. ”A los poquitos días de empezar la cuarentena nos comunicaron que nos quedemos tranquilos, porque el club tenía asegurado el pago de los sueldos para todos los empleados. Si uno mira alrededor y habla con la gente del resto de los clubes, son pocas las entidades que están al día y ordenadas. Eso es una tranquilidad para los que estamos dentro del sistema”, reconoció el Sifón, sin dejar de destacar la iniciativa que tuvo el plantel profesional, al reducirse el 30% del salario: “Fue un gesto muy bueno. Escuché a Licha (López), Cvitanich y a Diego (Milito) como coordinador general del club y demostraron la actitud noble que tuvieron”. Antiguamente había una canción que aseguraba que a Racing lo hace grande su gente. Y cuando los jugadores, entrenadores, dirigentes y empleados tienen un gran sentido de pertenencia suceden ese tipo de acciones.
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