En el mapa de la geografía de nuestro fútbol siempre hubo provincias recortadas por sobre otras. Aquellas que si se pudiesen observar con la lupa especial de la número 5, tenían una tonalidad diferente. Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Tucumán son mojones insoslayables. El resto adquirió ciertos momentos de relevancia en los torneos nacionales, pero en casos esporádicos. Con la creación del Nacional B en la temporada 1986/87 se abría nuevamente una posibilidad de federalización. Y Deportivo Mandiyú la aprovechó y colocó a Corrientes en lo más alto, con un equipo inolvidable, que logró un memorable ascenso y la posterior permanencia de siete temporadas en la máxima categoría.
Amarillentas ya las hojas que contaban de su efímero paso por la primera división en 1974, como lo evoca Marcelo Pipo Romero, historiador de la institución: “Lo fundamental que se hizo para el Nacional B 86/87 fue no repetir el mismo error del ’74, donde se conformó el plantel con empleados de la empresa Tipoití, todos amateurs. Para el torneo del 86 estaba Juan Manuel Guerra como entrenador y fue decisivo, porque cambió muchas cosas. Por ejemplo, no quiso que ningún futbolista tuviera que tener un trabajo adicional. Y mejoró las condiciones en general. Antes el traslado se hacía en camiones desde la empresa hasta el predio de entrenamiento, distante 15 kilómetros. Allí llegaron los primeros refuerzos de calidad que fueron Zielinski y Fossati”.
El actual y exitoso DT de Atlético Tucumán, Ricardo Zielinski, era un cinco metedor y de gran despliegue, de esos muy necesarios en la categoría. Ascendió con Chacarita en 1983 y jugó en primera para los funebreros hasta mediados de 1986 cuando se sumó al cuadro correntino. Jorge Fossati traía consigo el linaje de arquero experimentado en las vallas de Peñarol, Independiente y Rosario Central, club con el que había sido campeón de la primera B en 1985. Dos refuerzos de calidad que comenzaban a darle forma a un plantel que soñaba con la pelea grande.
En el iniciático Nacional B, Deportivo Mandiyú tuvo una tarea de bastante regularidad, que le permitió finalizar en el séptimo puesto entre 22 equipos y clasificarse para el torneo reducido por el segundo ascenso. Allí quedó eliminado por Huracán, pero se notaba que había una base importante: “También los dirigentes se fueron haciendo más profesionales y enseguida detectaron que había buen material y que con un par de retoques, iba a poder funcionar más. Llegaron Pedro Barrios, Horacio Attadía, José Pepe Basualdo, Adolfino Cañete (que un año antes había disputado el Mundial de México para Paraguay) y Daniel Coquito Rodríguez, un crack uruguayo, que había padecido algunas lesiones, pero que era un lujo”.
El equipo estaba listo para afrontar el torneo y había una inmensa expectativa en la provincia, sin embargo, el comienzo estuvo lejos de lo esperado: “Al comienzo costó que se dieran los resultados, pero los éxitos llegaron a medida que los refuerzos se afirmaron, con la mano de Don Juan Manuel Guerra”.
Al finalizar la primera rueda se encontraba en el segundo puesto, apenas dos puntos por debajo del sorprendente Cipolletti de Río Negro y superando por escaso margen a tres pesos pesados como Belgrano, Quilmes y Huracán. En la recta final, el Globo se fue desinflando y surgió Quilmes como el perseguidor. Y ante ellos como visitante, el sueño se hizo realidad el sábado 21 de mayo, con la chance de ascender con solo empatar. Cuenta el historiador Romero: “Lo seguí por radio desde Itatí, mi pueblo distante a unos kilómetros de Corrientes capital. Fue una tarde gris, más de invierno que de otoño y toda la provincia se paralizó. El festejo fue una locura en cada uno de los pueblos de nuestra geografía, con una enorme emoción por relato de José Antonio Barreto, que en los minutos finales transmitió casi llorando ante la inminencia del título. Acá somos muy orgullosos de lo nuestro y nos vimos representados por Mandiyú”.
Las reglamentaciones, siempre tan volátiles y cambiantes en el fútbol argentino, determinaban que el campeón del Nacional B tomara parte de la liguilla junto a siete equipos de primera división (los que seguían en la tabla al campeón, Newell´s en esa oportunidad). El premio para el vencedor era disputar la Copa Libertadores. Y Deportivo Mandiyú estuvo a la altura: “Fue una locura la provincia cuando vino San Lorenzo. El estadio de Huracán Corrientes, donde hacía de local, no daba abasto. Los dos partidos terminaron 1-1 y ellos avanzaron por ventaja deportiva, pero no haber perdido con el “Ciclón”, fue una sensación buenísima. El equipo estaba consolidado para pelear con los mejores, porque no se desarmó”.
En silencio y lentamente, una figura del equipo comenzaba a ser observado con detenimiento. Era un mediocampista que parecía tener la cancha en la cabeza, porque tomaba las decisiones correctas. Corría lo justo con enorme dinámica. Jugaba y hacía jugar. Luego sería figura al punto de disputar dos mundiales y ganar todo con Velez y Boca, José Pepe Basualdo: “Mi arribo a Mandiyú se dio gracias a Roberto Resquín, el entrenador que tenía en Villa Dálmine. Él quería que estuviera en un equipo de mayor trascendencia y lo intentó con San Lorenzo, pero le respondieron que en ese momento no estaban mirando futbolistas del ascenso. Don Juan Manuel Guerra dio la aprobación y con Eduardo Seferian, que era el presidente, se acordó el préstamo de un año. Era la primera vez que salía de Campana como profesional".
"Ambos me fueron a esperar al aeropuerto -cuenta Basualdo- y el Viejo Guerra fue simple y directo, diciéndome que todas las buenas referencias que tenía de mi las llevara a la cancha, a lo que le respondí que iba a tratar de no fallarle a nadie. En los primeros amistosos estaba de suplente, hasta que me conoció, me dio la titularidad y no salí más. Jugué los 42 partidos de la campaña. Fue una experiencia espectacular. Ese ascenso me abrió las puertas de lo bueno que vino luego en mi carrera y fue salir del fútbol de los sábados para no volver más”.
Deportivo Mandiyú había sido animador del primer Nacional B, pero no era considerado como uno de los grandes candidatos al comenzar la temporada 1987/88. Así evoca Basualdo aquellos días: “Los partidos de local eran a estadio lleno, porque a medida que íbamos consiguiendo resultados, la gente acompañaba. Nos íbamos afianzando dentro de un lote de equipos muy importantes como Quilmes, Huracán, Chaco For Ever, Cipolletti, que estaban muy preparados y con el objetivo de ascender. Pero lo que más me impactaba era ver la cantidad de correntinos que aparecían cada vez que nos presentábamos en Buenos Aires. Llegar a primera era el sueño de todos y haberlo logrado con Mandiyú fue fantástico. Cuando arribamos a la provincia tras el título logrado en cancha de Quilmes fue emocionante”.
El equipo en general y Basualdo en particular, no tuvieron problemas en la adaptación a la categoría superior. Las destacadas actuaciones del Pepe en cada fin de semana, llevaron a que muchos le prestaran atención. Entre ellos, Carlos Salvador Bilardo: “Estando en Mandiyú me comentaron que él me venía siguiendo desde la época de Villa Dálmine. Incluso una vez que Carlos viajó a Rosario para ver un sábado un encuentro de San Lorenzo contra Central, pasó por Campana para mirarme solo un tiempo del partido que estaba disputando por el torneo de la B. Los dirigentes de Villa Dálmine me lo comentaron en el entretiempo y no lo podía creer. Y llegó el llamado para ir a entrenar con la Selección, que es lo más emocionante que puede vivir un jugador. Mi debut con la celeste y blanca fue en marzo de 1989 contra Colombia, perteneciendo a Mandiyú. Perdimos 1-0 y en la revista El Gráfico, Bilardo dijo: ‘No importa que perdí, porque encontré a Basualdo’. Iba todo muy rápido para mí”.
El paso del cuadro correntino en la primera división se extendió desde mitad de 1988 hasta la misma época de 1995. Fueron siete años con altibajos. Y también con un símbolo: Pablo Sixto Suárez, oriundo de la provincia y el único futbolista que actuó en todas esas temporadas: “Hice muchos esfuerzos para llegar a la primera de Mandiyú, porque era el único correntino y los titulares eran casi siempre los que venían de afuera”
En la campaña del ascenso, apenas jugó un partido. En la temporada 1988/89 en primera división no había participado hasta que llegó la 26° fecha el domingo 12 de marzo: “Un día antes el técnico Juan Manuel Guerra me llamó aparte para saber cómo estaba desde lo físico y desde lo mental. Como le respondí que estaba listo, me confirmó que iba a debutar contra San Lorenzo. Me tenía mucha confianza y pude aprovechar esa oportunidad. Ganamos como locales 2-1 con un golazo olímpico de Basualdo. A partir de allí, estuvimos como 10 fechas sin perder y nos salvamos del descenso”.
Pasados los sinuosos momentos de zozobra y con la continuidad asegurada en primera, era la hora de hacer un salto de calidad en el equipo: “Con Chiche Sosa como entrenador estuvimos varios meses sin perder como locales, porque supimos sacar ventajas de las reducidas dimensiones de nuestra cancha. En ese plantel del torneo 1989/90 llegó Carlos Tapia, un excelente jugador que colaboró para el buen rendimiento que tuvimos. En el Clausura 1991 hicimos una gran campaña donde terminamos terceros y clasificamos para la liguilla. Ahí estaban el Vasco Olarticoechea, Pedro Barrios, Rubén Cousillas, Alfredo Mendoza, Félix Torres y Dante Unali, entre otros”.
Los marcadores laterales suelen estar moldeados de dos maneras distintas. Los ofensivos, de buena proyección y los que son más férreos en la marca y clausuran su costado. A esta última familia pertenecía Pablo Sixto Suárez, quien solo marcó un gol oficial, pero quedó en el recuerdo: “Enfrentábamos un sábado por la noche en Corrientes al Velez de Bianchi, que venía de ganar el torneo local y en ese 1994 iba a ser campeón de todo. El Indio Morán hizo un tiro libre desde la derecha, fui al rebote como para tirar un centro, pero me habilitó muy bien, vi venir la pelota a ras del piso y no dudé. Le pegué fuete y salió un tiro tremendo que se le clavó a Chilavert contra el travesaño. Ganamos 1-0 y nos sirvió en la pelea que teníamos para seguir en primera. Fue un orgullo hacer ese gol que se recuerda aún hoy en toda la provincia”.
A mediados de ese año, Mandiyú zafó por poco del descenso, por lo que la temporada 1994/95 se presentaba cuesta arriba y con la necesidad de sacar puntos. El inicio fue sin triunfos en las primeras cinco fechas y allí, para sorpresa de todos, arribó Diego Maradona a la dirección técnica, en dupla con Carlos Fren. Así lo recuerda Romero: “Es un tema muy controversial en la provincia, porque el 99,9% de la gente cree que Maradona fundió al club. Es lo que quedó en el hincha común y se fue pasando entre las generaciones. Pero no es así. Fue un entrenador que estuvo poco más de diez partidos y que se encontró con un plantel que había sido renovado casi en su totalidad por Roberto Cruz, el presidente que había llegado y que nunca le pagó nada a Seferian. Hay que decir que Diego tuvo mala suerte también, porque mereció un poco más en algunos partidos, pero la institución era un desastre, no le pagaban a nadie, ni los hoteles para las concentraciones, ni a los jugadores y Maradona puso plata de su bolsillo. Hay muchas cuestiones que la gente no sabe, pero esa es la verdad”.
Pablo Suárez no lo tuvo como entrenador, ya que estaba a préstamo en Libertado de Paraguay por seis meses. Cuando regresó, a comienzos de 1995, ya Diego había partido y en su lugar estaba Chiche Sosa, quien sacó muchos puntos, pero la situación era terminal: “Se veía venir por todos los problemas que teníamos y el cambio dirigencial. Yo llevaba muchos años en el club y me daba cuenta que en lugar de sumar, restaban. Era imposible mantener la categoría con tantas dificultades, como el hecho de estar varios meses sin cobrar. Fue una desazón enorme porque nosotros teníamos que dar la cara adentro de la cancha, bajo una dirigencia que solo vino a hacer cosas raras a Corrientes. Y llegó el descenso tan anunciado al empatar en nuestra cancha con Deportivo Español. Una semana más tarde nos despedimos de la primera contra Platense en Vicente López”.
El hecho de recordar esos momentos, de remontarse a instantes de tanta angustia, llenan de emoción con alguna lágrima el testimonio de Suárez: “Mandiyú fue todo para mí. Soy lo que soy gracias a Mandiyú, el más grande del Nordeste. Estoy más que orgulloso de haber defendido esa camiseta…”. La voz se quiebra. Un silencio que pinta lo que puede ser el fútbol para cualquiera que tuvo la suerte de jugarlo. “Puedo andar tranquilo por las calles de mi provincia, porque dejé el corazón cada vez que me puse la camiseta. Se me pone la piel de gallina cada vez que hablo del club”.
El equipo quedó en la historia y su leyenda fue germinando de generación en generación. En la imaginaria clase de geografía argentina, el profesor habla de las provincias señalándolas en el mapa. Cuando menciona a Corrientes, los alumnos futboleros de todas las edades levantan la mano sin dudar y dicen: Mandiyú
Especial agradecimiento a Marcelo “Pipo” Romero por el material fotográfico.