José Luis Villarreal, de campeón a crucificado en Boca: “Un dirigente dijo que si iba a River me iba a hacer pisar por un camión”

El exquisito ex jugador cordobés recordó su paso del Xeneize al Millonario con una escala previa en el Atlético Madrid presidido por el polémico Gil y Gil

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Villarreal y Latorre, dos de los primeros convocados por Basile a la Selección a principios de los 90
Villarreal y Latorre, dos de los primeros convocados por Basile a la Selección a principios de los 90

“Yo pensaba más con el corazón que con la cabeza. Siempre fui medio arrebatado en la vida. La mayoría de los futbolistas venimos de una clase media para abajo, tenemos cero estudios y poca preparación, la vida te va golpeando y vos vas porque la cabeza, el corazón y las piernas te llevan, pero no pensás. Mientras mi esposa hablaba de dólares con el empresario que me iba a llevar a España yo estaba jugando a las maquinitas. Fui un desastre con la plata”. La frase de José Luis Villarreal describe a la perfección los vaivenes, para algunos inexplicables, que tuvo su carrera. Incluido el más resonante, de Boca a River, con escala previa en el Atlético Madrid presidido por el polémico Jesús Gil y Gil.

La historia del chico que con 12 años le prometió a su madre que iba a triunfar en el fútbol profesional se inició en San Lorenzo de barrio Las Flores en Córdoba. Su carrera zigzageó a puro vértigo y él se agarró del volante como pudo. A los 16 años debutó en la Primera de ese humilde club, a los 17 hizo lo propio en General Paz Juniors y a los 18 llegó a Belgrano, que organizó una cena con la que recaudó fondos para comprarle el pase. En apenas cuatro años pasó del amateurismo a jugar en la Bombonera con 50 mil personas en la cancha. Quizás su estado de inconsciencia le permitió brillar.

¿Cómo fue que llegaste a Boca?

Tengo un par de versiones. Una dice que JJ López convenció a Guillermo Coppola, que quería comprar a varios jugadores de Belgrano. La otra es que el Flaco Menotti me recomendó después de un partido de verano en el que salí figura en Belgrano y Milton Melgar en Boca. Me quería un club de Portugal y otro de Brasil, pero yo elegí ir a Boca para cumplirle el sueño a mi viejo (era Xeneize y de General Paz Juniors) y para estar más cerca de Boca.

¿Te costó adaptarte a un club tan grande y la Capital Federal?

Te vas a reír pero yo extrañaba pisar la tierra. Y tenía mucha irresponsabilidad. Jugaba en Boca el domingo a las 4 de la tarde, agarraba el auto y me iba a Córdoba cuando todavía no había autopista y llegaba a las 3 de la mañana. Ahí me quedaba con mi abuelita hasta las 6 ó 7 de la mañana, dormía un poco, me levantaba para boludear un rato en la ciudad y a las 18 ó 19 volvía a Buenos Aires para entrenarme el martes. A los cuatro meses de mi llegada a mi viejo le dio un ataque de presión, un coma 2. Le estalló todo. Pensé en dejar el fútbol si se moría. Me partía el alma verlo así. Me tocó jugar con una carga emocional que la gente nunca vio. Esa es la vida privada del futbolista que muchos no conocen.

Foto para el recuerdo: adentro del vestuario de Boca con la lujosa visita de Diego Armando Maradona
Foto para el recuerdo: adentro del vestuario de Boca con la lujosa visita de Diego Armando Maradona

Te tocó llegar en una época difícil para Boca...

Todo el mundo hablaba de que podía irse a la quiebra y hacía muchos años que no ganaba títulos, el último había sido con Maradona en el 81. Arranqué de titular pero en el 91 empecé con las lesiones. De a poco se fueron yendo todos y pasé a ser el jugador con más antigüedad en el club. En el 92 pensé “si no gano nada ahora, me rajo solo”. Llegó el Maestro Tabárez y pasé a ser una prioridad para él. Me hacía jugar de doble cinco con Blas Giunta. Él cortaba y yo era el volante desobediente que iba para adelante. En esa época fui el primer convocado a la Selección junto con Latorre. Después fue Batistuta. Cuando me rehabilité de la lesión de ligamentos cruzados los dirigentes especularon un poco y no me quisieron firmar la renovación. Yo sentía que había vuelto a mi nivel y le di prioridad a Boca. Settimio Aloisio (representante top de esa época) me quería llevar al Napoli. Salimos campeones del Apertura pero yo me desgarré faltando dos fechas. La número 5 pasó a ser piedra: al partido siguiente se lesionó el uruguayo Rubén Pereira y el Negro Benetti jugó la última fecha con San Martín de Tucumán y terminó haciendo el gol que nos sacó campeón. Increíble las vueltas que da el fútbol.

¿Cómo fue tu salida de Boca?

Me fui casi libre. Hacía un año y ocho meses que estaba jugando por el 20 por ciento (en ese entonces se cobraba la quinta parte del sueldo si no se arreglaba contrato). Me enfrenté con los dirigentes y ahí el Maestro Tabárez alzó la voz: “Mientras Villarreal esté en el equipo es titular, a mí no me importan los problemas contractuales”. Me comparaba con el holandés Rijkaard, fue un maestro realmente, el mejor entrenador que tuve. Los primeros seis meses que trabajó con el Profe Herrera no repitió un solo trabajo. Era todo impecable, no te tuteaba, te decía “usted, Villa”. Generaba un compromiso. Trataba de tener contento al que no jugaba, estaba encima del que no era titular.

Pero finalmente te terminaste yendo al Atlético Madrid...

Pagaron 250 mil dólares por un préstamo y yo pensaba por qué se tenía que quedar la plata Boca si yo había cobrado monedas el último tiempo. Mi experiencia en el Atlético no fue buena. Gil y Gil era muy complicado. Me acuerdo que el Flaco Menotti me invitó a cenar en Madrid y a mí se me caían las babas. Me dijo “mirá Villita, llegaste a un club muy paticular. Yo fui el primer técnico argentino al que echó Gil y Gil. Mi consejo es que tires caños, sombreros y hagas lo que a vos te gusta. Divertite porque si te va mal lo peor que te puede pasar es volver a Boca. Y todos quieren jugar en Boca y River. Morí con la tuya”.

¿Tuviste algún encontronazo con Gil y Gil?

Era una invitación a la pelea, una provocación permanente. Mi experiencia no fue buena en general. A mí me llevó el Pato Pastoriza y de un día para el otro el presidente lo echó. Ahí me imaginé que la próxima víctima iba a ser yo. Un día en el vestuario casi le parto una balanza en la cabeza porque me había faltado el respeto.

Gregorio Jesús Gil y Gil fue presidente del Atlético Madrid entre el 87 y 2003 (falleció en 2004)
Gregorio Jesús Gil y Gil fue presidente del Atlético Madrid entre el 87 y 2003 (falleció en 2004)

¿Cómo fue eso?

Habíamos perdido 2-1 en cancha de Albacete y entró con tres guardaespaldas al vestuario gritando: “Me cago en la hostia, me cago en Dios. Pero qué jugadores de mierda tengo”. Todo el mundo se quedaba callado pero yo no le tenía miedo. Me enojé y agarré una balanza para pelearme. Él ya me había atacado después de un partido y un periodista de la Cadena Ser de España le pidió si podía increparme otra vez porque tenía el micrófono apagado y quería la pelea en vivo. Él aceptó sin dudarlo, se me vino encima y yo le di la espalda. Le gustaba el show. Él fue el mismo que dijo que el Tren Valencia era un negro de mierda. Decía que había jugadores que habíamos ido a bailar la samba.

¿Cómo terminó tu historia en el Atlético?

Mi último partido fue con el Rayo Vallecano en el Vicente Calderón. Pastoriza ya estaba afuera del club y pusieron al cordobés Cacho Heredia. Antes de jugar le pedí que me pusiera de 5 porque ahí le iba a rendir más. Yo sabía que el presidente decidía todo. Cacho me dijo que me quedara tranquilo que me iba a poner en el medio. Al otro día da la charla técnica: Villarreal de 8 y Schuster de 5. Pensé ¿lo mando a la mierda ahora o después del partido? Lo hice en el entretiempo. Me saqué la camiseta y se la tiré. Después di una entrevista en Argentina y tiré mierda para todos lados, declaré que Gil y Gil se quería llevar el mundo por delante por el hecho de tener dinero. La nota se publicó justo después de que yo hiciera las paces con él. Ahí me dijo que quería que cumpliera el contrato. Pero cuando faxearon la entrevista a Madrid... Gil y Gil gritaba “que devuelva el coche que le hemos dado, que no le quiero ver más”. Y yo también le contesté: “andate a la mierda gordo hijo de puta”. Tuve una conversación para ir al Tenerife porque Redondo se iba al Real Madrid pero fue tan mala la experiencia que me quería volver a Buenos Aires.

¿Ahí entonces te quedaste sin club pese a que eras jugador de Selección?

El Coco Basile había pasado por Madrid y me había dicho que me iba a citar pero que no podía hacerlo si yo estaba libre. Me pidió que dejara de pelearme con este tipo pero era imposible. Después se dio que el Coco dirigió al Atlético Madrid y también lo echó.

Villita fue campeón con la selección argentina de Basile en la Copa Rey Fahd del 92
Villita fue campeón con la selección argentina de Basile en la Copa Rey Fahd del 92

¿Qué recuerdo tenés de tu paso por la selección argentina?

Jugué once partidos de titular y dos en el banco. Ganamos la Copa Confederaciones en Arabia Saudita en el 92 y fui titular en la final. Tenía a Redondo de 5 y al Cholito Simeone por izquierda. Leo Rodríguez era el enganche y Batistuta jugaba con Caniggia arriba. Yo solamente le tenía que tirar larga la pelota a Cani para que le sacara dos o tres metros de ventaja a su marcador. Yo había formado parte de todo el proceso, el 91, 92 y parte del 93. Cuando Argentina gana la Copa América en Chile se lesionó Darío Franco y yo pensé que era número puesto, pero el Coco citó a Pepe Basualdo. Ese fue un mazazo en mi vida. Sentí una desilusión con él, pero fue su decisión. Una de las tristezas más grandes que me dio el fútbol fue no jugar el Mundial 94. Hasta me hicieron llegar una medalla de campeón de América del 93, cosa que valoré, pero lo del Mundial me lo voy a llevar a la tumba porque fue el único sueño que me faltó cumplir como futbolista. Con Passarella después no tuve chances.

Pero fue Passarella el que te llamó para llevarte a River después de Atlético Madrid, ¿no?

Me salió una posibilidad para ir a Grecia y también el San Pablo. Yo no quería saber nada, quería estar con mis viejos en Buenos Aires y me volví. Hablé con Carlos Heller y me dijo que habían comprado a Mancuso, que si quería entrenarme en Boca lo iba a tener que hacer en La Candela con los juveniles. Que si entrenaba con el plantel profesional la gente iba a querer que jugara yo. Fue un pase de factura, como no arreglé el contrato antes de irme, me mandaron a La Candela. Basile ahí me citó como jugador libre y yo me entrenaba de forma particular con el Profe Echeverría. A las semanas sonó el teléfono y le conocí la voz a Daniel, que era técnico de River.

¿Qué te dijo para convencerte de firmar en River?

Yo lo había enfrentado en el final de su carrera. Me invitó a tomar un café. Me acuerdo que antes de que surgiera el interés de River un dirigente de Boca me advirtió que si iba a River me iba a hacer pisar por un camión. Passarella me invitó a tomar un café y le dije que sí. Me dijo que le encantaría que jugara ahí, que se iba a divertir conmigo, pero que estaba muy identificado con Boca y la decisión era mía. La verdad es que no me consideraba un tipo importante dentro de la estructura de Boca ni dentro del equipo. La cuestión es que mientras estábamos tomando el café con Passarella entró Carlín Calvo, fanático de Boca, que estaba siendo furor en Amigos son los amigos.

¿Y ahí que pasó?

Me saludó y cuando vio a Passarella me pidió por favor que no le hiciera eso a Boca. Después lo atacó a Passarella: “vos sos un hijo de puta”. Daniel, calentón, le contestó que no le faltara el respeto porque se levantaba y lo cagaba a trompadas. Yo traté de calmarlos. Así empezó todo. Esa semana fui a la casa de Passarella y cononcí a Alfredo Davicce, presidente de River.

El cordobés de 54 años actualmente dirige al Miami FC de las ligas menores de Estados Unidos
El cordobés de 54 años actualmente dirige al Miami FC de las ligas menores de Estados Unidos

Imagino que Carlín Calvo no fue el único hincha de Boca que te apuntó...

Me cruzaban los colectivos en la calle, me escupían el auto, me llamaban para amenazarme. Y ojo que en River el recibimiento no fue hermoso... Me decían “a este ngro hay que bañarlo con Creolina (un desinfectante)” o “este negro tiene olor a bosta”. Al final me los gané con actitud pero no fue fácil. Yo me reunía con Navarro Montoya, Musladini, Soñora y Pico, pero un día le propuse al Mono no hacernos ver más públicamente para cuidarnos. Sufrí muchísimo y con el tiempo el hincha de Boca me lo hizo sentir mucho más.

¿Pasaste algún episodio violento más?

Fui a la despedida de Ángel Clemente Rojas en la Bombonera y jugué en contra. Apenas llegué me tildaban de traidor, decían que había entrado en la galería de los hijos de puta. Que con Ruggeri y Gareca (otros que pasaron de Boca a River) éramos los peores y no nos querían ni ver. Inventaron una canción: “Villa, Villa compadre, la concha de tu madre. Parecés una puta de la calle Florida, por un poco de plata, vos te hiciste Gallina...”. Perfumo dirigía y me dijo que me iba a sacar porque la gente me puteaba a mí en vez de corear a Rojitas. Por los altoparlantes anunciaron que con la 7 iba Houseman, con la 10 Bochini y con la 5 nadie. ¡Nadie! Eso hicieron para no nombrarme. El Loco Houseman me consoló y me dijo que si me trataban así es porque alguna huella había dejado. Recién ahí me di cuenta de que la gente me había querido y entendí que ellos consideraban lo mío como una traición.

¿Te arrepentiste de haber ido a River en ese momento?

No sentí arrepentimiento, mi camino se fue dando así. No me gusta mirar para atrás ni pensar “qué hubiera pasado si”. Nunca pensé que mi paso por River iba a tener tanta repercusión. En el primer partido que jugamos contra Boca en la Bombonera Passarella en la charla técnica dijo “muchachos, hoy tranquilos que lo van a putear todos a Villita”. Y así fue, la barra del Abuelo cantaba “a todos los traidores lo vamos a matar” y “el que no quiere a Boca no quiere a su mamá”.

¿Y de tu paso en River qué recuerdo tenés?

Passarella me quería. Hasta en un momento terminó jugando Astrada de 6 y yo de 5. Me rompí la rodilla otra vez en un partido con Vélez y estuve otro año parado. Ahí quise dejar el fútbol pero me apoyé mucho en mi familia. En el medio Daniel se fue a la Selección y me dijo que el segundo año me iba a quedar en River porque quería y que si me recuperaba rápido quizás nos veíamos pronto. Ahí agarró el Tolo Gallego y en el único partido que jugué le hice un gol a Independiente. Después llegó Babington: si no me hubiera enfrentado con él me hubiera quedado en el club.

La tapa de El Gráfico después del gol que le convirtió a Independiente
La tapa de El Gráfico después del gol que le convirtió a Independiente

¿Cómo fue tu pelea con Babington?

Traumática. Se llenaba la boca hablando de mis condiciones pero yo siempre era el primer cambio. Era casi una cábala, algo que me había pasado con Basile en la Selección. Salíamos siempre Leo Rodríguez y yo y entraban Gorosito y el Beto Acosta. En un partido por Copa Libertadores en Uruguay exploté: me sacó y lo re puteé. El Huevo Toresani me hacía señas para que me callara porque la cámara me apuntaba. Ahí otra vez hice declaraciones. Mi mujer dice que si hubiera nacido mudo seríamos millonarios, ja. Declaré que Babington había sido un desastre como técnico porque al River que fue campeón con Passarella y el Tolo Gallego él lo había dejado de mitad de tabla para abajo. Dije que había sido el peor entrenador que había estado en River. Al otro día me esperó con un dirigente para ver si era verdad que había dicho eso. Y se lo confirmé. Ahí me comunicó que estaba separado del plantel. Me quedaba un mes de contrato y rescindí.

No hay mal que por bien no venga. De River volviste a Europa.

Apareció el Montpellier. En realidad yo empecé la pretemporada con el Bastia. Un lugar espectacular pero hacían tres turnos por día, el francés Bruno Rodríguez me contó que era el equipo que más corría y metía. Y encima estaba en la Isla de Córcega, donde había habido un par de atentados. Le dije a mi representante que no me quedaba y de camino a Toulouse paramos en Montpellier. Jugué un amistoso contra la selección de Túnez y otro contra el Marsella. Tiré un caño, un sombrero y la gente se asombró. Yo dije “mierda, qué fácil es el fútbol acá”. Me firmaron dos años de contrato. En Francia jugué todo lo que no pude en River. En 30 partidos hice tres goles. Enfrenté a todos los jugadores que fueron campeones del mundo en el 98, en el Bordeaux jugaba Lizarazu, Dugarry, Papin y Zidane con pelo. En el Mónaco estaban Barthez, Petit y Thierry Henry que era jovencito. Estaba seguro de que Francia iba a salir campeón del mundo. Zidane ya tenía cosas de crack, una calidad... Lo sufrí pero no me tocó marcarlo tanto porque yo jugaba más suelto.

Si estabas tan bien en Francia, ¿por qué te fuiste a México?

Francia me encantó, me fascinó. No me preguntes por qué me fui, hubiera tenido mis hijos franceses. Soy inestable y nómade, tengo fecha de vencimiento. Le pedí al club que me pagara los impuestos y me dijeron que no podían. Apareció el Pachuca, saqué pasajes para el DF, en el Montpellier dije que me iba a hacer trámites a Argentina e hice una semana de pretemporada en México. Volví a Francia para buscar el pase y me hicieron firmar una cláusula para dejarme ir: tenía que jugar sí o sí en Argentina. Cuando terminé la temporada en México me inhibió la FIFA y tuve que pagar 500 mil francos (unos 125 mil dólares). En México fue todo muy raro, nos fuimos al descenso por dos o tres puntos. Lo que hice fue netamente económico. A pesar del descenso la gente nos pedía autógrafos, yo no entendía nada.

Villarreal marca a un joven Pipi Romagnoli en el Nuevo Gasómetro: fue durante su segundo ciclo en Belgrano de Córdoba (Foto Baires)
Villarreal marca a un joven Pipi Romagnoli en el Nuevo Gasómetro: fue durante su segundo ciclo en Belgrano de Córdoba (Foto Baires)

Y ahí arreglaste con Estudiantes de La Plata...

En realidad empecé a entrenar con un equipo de libres que manejaba Daniel Zorzoli, dueño de la reconocida cantina Mis Amigos de Villa Crespo. Empatamos con el San Lorenzo de Gorosito y después con Estudiantes en City Bell. El Profe Córdoba pidió hablar conmigo y me dijo que le encantaría que jugara un año ahí, que no había mucha plata y que el club no era Boca ni River pero iba a jugar la Supercopa. Eso me motivó porque quería mantener el nivel alto. Algunos dirigentes se oponían a mi contratación, decían que era complicado. A mí en realidad me enfermaban las injusticias. Cuando me fui me debían 60 mil dólares y el presidente Edgardo Valente me pidió si lo podían pagar en 6 cuotas. Le dije que lo pagara en 12 para demostrarles que se habían equivocado conmigo.

¿Te imaginabas tener dos ciclos más en Belgrano de Córdoba?

Volví y fuimos el karma de Quilmes en las promociones. Y después tuve un paso por All Boys con el Palomo Usuriaga, el Bocha Batista, Sandro Guzmán y otros jugadores grandes. Tenía 34 años y la cabeza me hizo un clic. No tenía más ganas de jugar al fútbol. Yo vivía en el gimnasio, metía doble turno, hacía musculación en River. Llamé a Roberto Bugallo y le avisé que no jugaba más. Como al año y medio me habló Norberto Castaño, nuevo presidente de Belgrano, para proponerme dirigir las inferiores. Le respondí que no y se me escapó ofrecerme para jugar porque uno de mis sueños era que mis hijos me vieran. Me dijo que sí, que me pusiera a entrenar. Corté el teléfono, me puse un pantalón corto y empecé a correr como Forest Gump. Volví después de casi dos años con 36 para jugar en la B Nacional.

¿Estabas preparado psicológicamente para el retiro?

Me retiré dos veces al final. Puse un restobar temático y me fundí, perdí plata porque no entendía nada. Los Nocheros, antes de separarse, me quisieron hacer un partido despedida y les dije que no. Siempre tuve miedo a que fuera poca gente a la cancha. Pensaba “mirá si hago un partido homenaje y van 2.000 personas, salgo y me mato”. Incluso hablé con el papá de Messi para ver si podía estar presente en caso de hacerlo pero al final no se dio. Ni con Messi me animé a pensar en un partido despedida.

Hoy Villita es entrenador del Miami FC, equipo de Estados Unidos que milita en las ligas menores de aquel país. Arrancó el torneo con un triunfo pero el parate por el coronavirus frustró el motivador comienzo. Se mantiene a la expectativa de los movimientos de los inversores italianos que confiaron en sus cualidades como estratega. Y proyecta. Sueña. Quizás algún día se dé el gusto de sentarse en el banco de suplentes para dirigir al Pirata cordobés.

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