Hace más de 15 años que Roberto Galarza dejó el fútbol. Ya no se concentra para partidos profesionales ni se entusiasma con salir al Cilindro para vestir la camiseta de la Academia. Sus goles forman parte de un pasado, pero en su memoria aún están presentes. “Los hinchas de Racing todavía se acuerdan del gol que le hice a Boca en La Bombonera que sirvió para cortar una racha negativa de 20 años. Hay muchos pasajeros que son futboleros, y cuando me reconocen me piden fotos”, asegura en diálogo con Infobae.
Ahora vive una realidad ajena a la de su etapa como jugador. Casi todos los días sale de su casa y parte rumbo a la terminal para manejar el 148, el Nuevo Halcón que pasa por Florencio Varela, Berazategui y Constitución. “La mayoría de los pasajeros son trabajadores de sanidad que van a Capital. Casi todos tienen los permisos para circular, pero la semana pasada me bajaron a dos en el Puente Pueyrredón porque no tenían la autorización. Los retuvieron y les labraron un acta”, explica el ex volante ofensivo sobre su nuevo rol en medio de la cuarentena obligatoria.
Hace una década que Galarza se convirtió en colectivero. Cansado del deporte que lo llevó a la fama, el Kiki colgó los botines y optó por el anonimato del laburante común. “Hay mucha mano rápida en el fútbol. Mucha mierda. Por eso me retiré a los 28 años. Renegaba porque sentía que me cambiaban los contratos todo el tiempo. Era raro. Igualmente, cumplí con la promesa que le había hecho a mi viejo: la de debutar en Primera a los 18”.
El sueño del pibe lo concretó en 1993, cuando la Academia enfrentó a Ferro por la fecha 16 del Apertura. Por ese entonces el técnico era Carlos Babington y la preocupación del Inglés se basaba en que no podía contar con Adrián De Vicente porque no había llegado el transfer del Grasshoppers de Suiza. “Galarza, prepárese que va a debutar el fin de semana”, le había anticipado el entrenador, quien el día del partido, minutos antes de que los protagonistas salieran a la cancha, volvió a dirigirse al joven atacante para decirle una frase que lo marcó para siempre: “Dale nene, que hoy vas a hacer dos goles”.
“¡Podés creer que hice los dos goles! El más lindo fue el primero, que eludí al Ratón Ayala y definí ante el Mono Burgos. Eran dos monstruos que jugaron ese partido”, recuerda a la distancia de aquel 2 a 2 en Avellaneda.
Durante su carrera jugó 230 partidos y convirtió 24 goles en 5 categorías diferentes. Quilmes, Olimpo, Almirante Brown de Arrecifes, Ferro, Colegiales y Sportivo Las Parejas fueron otros equipos que integró. También tuvo una experiencia en el exterior cuando partió rumbo a Costa Rica, pero su mejor etapa la vivió en Racing. “Tenía como compañeros al Piojo López, Gustavo Costas, el Turco García, el Negro Clausen... Era un grupo bárbaro. Me acuerdo que el día que le ganamos a Boca en La Bombonera el vestuario fue una fiesta, porque veníamos de una mala racha y le arruinamos el campeonato”.
“El más jodón era el Turco (García). Parecía un chico. Estaba en todos los quilombos, pero siempre con buen humor. La primera vez que me mandaron a concentrar con la Primera, Babington decidió que fuera a la habitación de él. Estaba con los hijos, los mellizos, que eran peores que el nene de Mi pobre Angelito”, recuerda entre risas.
En sus visitas esporádicas al predio Tita Mattiussi, el Kiki Galarza vuelve a compartir las anécdotas con las personas que hoy están a cargo de las divisiones infantiles de la Academia. Sus reuniones con el Lagarto Fleita o el propio Turco García le permiten revivir sus días de gloria. Además, aprovecha los encuentros para acercar a algunos chicos “que andan bien” para que se prueben en las canteras del club. “Los jugadores nacen de chicos. En los últimos tiempos Racing sacó una cantidad de pibes impresionante. Los ves a los 6 ó 7 años entrenando como si estuvieran en Primera y después se ven los resultados”, remarca.
Lo llamativo es que Galarza asegura que prefiere manejar el colectivo antes que seguir ligado al fútbol. Incluso tuvo la oportunidad de dirigir en las juveniles de Quilmes, pero se negó ante el ofrecimiento de su amigo personal Aníbal Fernández.
El encuentro que se dio entre el ex futbolista y el ex Jefe de Gabinete en 2010 grafica a la perfección los sentimientos del Kiki.
Era una mañana común y corriente para el funcionario. Sus discusiones telefónicas con Magdalena Ruiz Guiñazú en el programa radial habían terminado y se encaminaba hacia una de las tantas reuniones que le demandaba su trabajo. Cuando llegó al estacionamiento notó que el personal de seguridad hablaba con un hombre de mirada tímida y actitud retraída. Se sentó en su vehículo y antes de arrancar pensó en la cara familiar del muchacho al que le estaban pidiendo el documento. Se sacó el saco, salió del auto y sin dar ningún aviso abrazó al Kiki para sorpresa de todos los presentes.
—¿Qué hacés acá? Hace más de 15 años que no te veía— le dijo Aníbal a Galarza.
—Te vine a ver porque necesito trabajar— le respondió el ex futbolista después del inesperado abrazo, porque creía que su amigo se había olvidado de él.
—Venite a Quilmes. Seguro que podés entrenar a una de las categorías de las inferiores— le soltó de inmediato el Jefe de Gabinete.
—No, Aníbal, muchas gracias pero no quiero saber nada con el fútbol. Me retiré joven porque me quería desligar. Además, el tema de los contratos es muy complicado. Vos te acordás que cuando me fui de Racing jugué en el Ascenso y en Costa Rica, pero estuve varado mucho tiempo sin cobrar.
—¿Y qué querés hacer?
—Quiero ser colectivero. Tengo la licencia profesional y creo que va a ser lo mejor para mí.
—¿Vas a manejar un colectivo? ¿Estás seguro?
—Sí.
El breve e improvisado encuentro le permitió a Galarza conseguir trabajo. Por recomendación de Aníbal Fernández el ex volante comenzó a trabajar en la línea 148 y lleva más de 10 años conduciendo el bondi.
“Hacía mucho tiempo que no lo veía y le voy a estar agradecido toda la vida. Es un hombre sencillo. La amistad surgió cuando él era intendente de Quilmes y yo estaba en Racing. Me acuerdo que me vino a buscar Meiszner y después vino él personalmente para que me sumara al Cervecero. Así como me ayudó a mí, ayuda a un montón de gente”, resume el Kiki en diálogo con Infobae.
Actualmente el ex volante traslada a cientos de trabajadores que circulan en medio de la cuarentena obligatoria. Asegura que la mayoría de los controles policiales están en la mano hacia provincia del Puente Pueyrredón. Pero sus días como futbolista vuelven esporádicamente por la memoria de sus pasajeros. “Hay algunos hinchas de Boca que me reconocen y me cargan. Me dicen que fui el que les arruinó el campeonato en el 95”, dice entre risas con la humildad que lo caracteriza. Sin embargo, el que podría burlarse de los fanáticos xeneizes es él, porque además de aquella conquista en La Bombonera, cada tanto se suma al equipo Senior de Racing para repetir los clásicos. Y la mayoría terminan con triunfos académicos, como el último que fue 2 a 0 y su víctima volvió a ser el Mono Navarro Montoya.
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