El escándalo del micro que salió de Jujuy y terminó detenido en la General Paz con 61 pasajeros, 52 de ellos extranjeros, fue la historia del día. Pero detrás de ella había otra, tanto o más apasionante: la odisea de 15 barras de Independiente Medellín, que vinieron al país para alentar a su equipo contra Boca en el partido por Copa Libertadores jugado el 10 de marzo y que terminaron viviendo una odisea que incluyó pasos fronterizos ilegales, alojamiento en un comedor comunitario llamado Disney, amenazas de muerte en medio de un río, noches en plazas y parques, maltrato policial y una doble cuarentena en la Argentina.
La barra de Independiente Medellín se llama Rexixtenxia Norte y está manejada por José David Castrillón. Para aquel ya lejano encuentro de Copa, 250 miembros de la misma habían arribado a Buenos Aires. La mayoría lo hizo en avión y fueron recibidos por la barra brava de Tigre, con la que mantienen buena relación. Pero otro grupo decidió hacer el camino por tierra porque, argumentan, de esa manera se vive más el sabor del fútbol. Y de ellos, hubo 15 que decidieron pasar el mal trago de la derrota por 3 a 0 contra el equipo de Russo, haciendo una semana de turismo en Buenos Aires. Para entonces, cuando decidieron que ya era tiempo de volver a Colombia, el Coronavirus había dejado de ser una amenaza latente para convertirse en realidad. El martes 17 de marzo emprendieron un viaje cuya primera escala era La Quiaca para pasar de allí a Bolivia, de ahí otro micro hacia Perú, un tercero tras cruzar la frontera para atravesar Ecuador y un último hasta llegar a Colombia. Compraron el boleto en Retiro y el miércoles llegaron a La Quiaca. Bajaron en la terminal y decidieron ir caminando las 12 cuadras hasta el paso que comunica la ciudad argentina con Villazón, en Bolivia. Pero a esa altura, si bien Argentina no había cerrado su frontera con el país hermano, sí lo habían hecho ellos. Sólo podían ingresar bolivianos. Y ahí empezó la historia.
“Los argentinos nos miraron rápido los papeles y nos hicieron pasar. Pero del otro lado no nos dejaron entrar y tuvimos que pegar la vuelta. Como era tarde de noche, pensábamos que al otro día de mañana no habría problema, entonces nos fuimos a dormir a la plaza de la ciudad. Ahí apareció la policía local que nos dijo que no nos querían ahí y que al otro día mejor que ya estuviésemos en Bolivia”, cuenta Michael Taborda, vocero de los 15 barras de Independiente Medellín. “Regresamos al mediodía y otra vez la misma historia. Nos rechazaron. Entonces volvimos al pueblo. Apareció la Policía otra vez, explicamos la situación y nos dijeron que nos iban a meter por un paso ilegal, porque en La Quiaca no éramos bienvenidos y que no querían que trajéramos el Coronavirus. Al rato apareció un camión, nos cargaron y nos llevaron hasta un río. Y nos dijeron: ‘Cuando lo terminen de cruzar, están en Bolivia, apenas ingresen se van a la terminal de micros sin pasar por el control de frontera’. Nosotros aceptamos porque lo único que queríamos era volver a nuestro país. Fue un error. Cuando estábamos por la mitad del trayecto con el agua arriba de las rodillas, aparecieron militares bolivianos con armas largas, nos apuntaron y gritaron: ‘Si dan un paso más, disparamos’. Y lo decían en serio. Así que volvimos para atrás”, continúa Michael, contando una historia que sería increíble de no ser cierta.
“Ya se había hecho tarde así que otra vez fuimos a dormir al parque. Encima esa noche hubo tormenta y no teníamos donde guarecernos. Al día siguiente un periodista de una radio local nos entrevistó, hizo conocida nuestra historia en el lugar y se empezó a acercar gente para alimentarnos. Nos trataron de maravillas pero justo volvió la Policía con la orden de llevarnos a cuarentena. Nos pusieron en un comedor escolar llamado Disney y nos hicieron la prueba del Coronavirus y nos dio negativo. Los dos o tres primeros días estuvieron tranquilos pero después fue un desastre: nos pegaban, nos humillaban, dejaban que sólo saliera uno para ir al almacén a comprar algo para todos y nos robaron algunos efectos personales. Fue una pesadilla. Por suerte, el martes pasado nos dijeron que se terminaba el encierro y que como no teníamos la enfermedad nos mandaban a Buenos Aires que ya estaba arreglado nuestro regreso por avión a Colombia con el consulado”. Lo que parecía que iba a ser una anécdota con final feliz, estuvo lejos de tener ese desenlace.
Aunque los barras dicen que fueron maltratados, en los videos que ellos mismos facilitaron a Infobae no se advierte que hayan sido golpeados o desnudados. Esas filmaciones fueron hechas con los celulares que siempre mantuvieron con ellos.
“Entonces nos subieron a un micro junto a otros turistas y nos dijeron que nos estaban esperando en Jujuy Capital para hacer el trasbordo. Una vez que llegamos nos llevaron a una dependencia donde nos desnudaron a todos, nos requisaron como en una comisaría, nos robaron las botellas de fernet que habíamos comprado para darles de probar a nuestros compatriotas a la vuelta y recién después pudimos subir. Había como 40 personas más que jamás habíamos visto en La Quiaca. Preguntamos qué estaba pasando y se nos acercó alguien que dijo ser funcionario asegurando que nos llevaban directo al consulado en Buenos Aires. Pensábamos que era verdad, porque para esa altura toda la barra del DIM que estaba en Medellín se había movido por nosotros. Pero lo que sucedió fue peor. Cuando al micro lo pararon en Buenos Aires, nadie tenía idea de qué hacíamos ahí. Nos decían que éramos ilegales porque habíamos pasado de Bolivia a la Argentina por el paso ilegal del río, pero eso era mentira, la propia Policía nos había dicho de cruzar por ahí para eludir el control de Bolivia. Pero a nadie les importó. Nos tuvieron un par de horas arriba del micro y nos informaron que nos iban a meter otra vez en cuarentena sin importarles que ya teníamos el examen que decía que no teníamos el virus. Tampoco nos dejaron hablar con el consulado, no se acercó nadie de la embajada y vamos a tener que estar encerrados otra vez. ¿Si nos arrepentimos de haber viajado a seguir al equipo viendo todo lo que ocurrió? No. A nosotros nos gusta ser barras. Pero jamás pensamos que siendo latinoamericanos, íbamos a terminar siendo considerados parias en países del propio continente. Y encima, claro, perdimos tres a cero”.
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