Pepe Basualdo, de Villa Dálmine al llamado de Bilardo: “Boca es más grande que la Selección”

Figura en todos los equipos por los que pasó, el campanense cree que el broche de oro fue la Intercontinental con el equipo de Bianchi. Su relación con Maradona y el bajo perfil como constante

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Por Eduardo Bolaños

Uno se sienta en la butaca del cine. O delante de una pantalla de cualquier dispositivo en estos tiempos. Con la expectativa de ver una película o una serie. Aparecen los títulos y con letras más importantes, los protagonistas destacados. Un rato más tarde, al concluir, uno se da cuenta que el mejor, no estaba allí, sino en el reparto. Como ocurría dentro de la cancha con José “Pepe” Basualdo. Siempre lejos de las estridencias, de las grandes luces, pero destacado, partícipe necesario de inolvidables momentos del fútbol argentino, en Velez, Boca y la Selección.

El amor a la pelota, desde pibe, como tantos. Allá en los potreros de Campana, con sueños terrenales, sin las altas pretensiones del profesionalismo: “Jugaba en los clubes barriales y en un campeonato nocturno me vio la gente de Villa Dálmine y me preguntaron si quería ir. Yo era hincha de Dálmine, pero solo quería jugar. El pase salió cuatro juegos de camisetas y dos bolsas de pelotas (risas) que fueron para mi querido club Naranja Junior. Con 16 años comencé mi historia en el fútbol, en aquellos años ’80 donde había grandes equipos en el ascenso”

“En el ’82 me tocó el servicio militar, en el año de Malvinas. Gracias a un compañero que me recomendó, lo hice en Mercedes. Fue un alivio, porque me había tocado arriba del 900 y era un número con el que me hubiese correspondido ir al Sur, seguro como grupo de apoyo. Seguí jugando al fútbol en la liga de la ciudad, pero atento a lo que pudiera pasar en las Islas. Al año siguiente volví a Villa Dálmine para vivir mi primera gran emoción como jugador que fue lograr el ascenso a la Primera B. Creo que allí se inició realmente mi camino como profesional”

Pepe disputa la pelota con
Pepe disputa la pelota con Pernía de Independiente. Basualdo también pasó por Velez con su protagonismo "bajo perfil".(FotoBaires)

Lentamente su nombre se iba haciendo conocido y saltó a la consideración con mayor relevancia en octubre de 1985, cuando Villa Dálmine derrotó en Campana a Racing por 3-1 y fue la figura de la cancha: “A partir de allí se abrió la puerta para la Selección, porque los comentarios le llegaron a Bilardo, que me mandó a seguir, pese a que yo jugaba en la B. Una vez, Carlos viajó a Rosario a ver un partido de San Lorenzo y se detuvo en Campana solo para observarme un tiempo. Cuando los dirigentes me lo comentaron no lo podía creer. Es una anécdota que corroboré con el tiempo, hablándolo con él”.

El ascenso al Nacional B que no pudo obtener con Dálmine, si se le dio como futbolista, ya que llegó una oferta de Deportivo Mandiyú para disputar el Nacional B 1987/88. Mudanza a Corrientes, una provincia que lo recibió con los brazos abiertos y a la que retribuyó con fútbol de jerarquía: “Enseguida el entrenador, don Juan Manuel Guerra me encontró el lugar y fui titular en los 42 partidos de la inolvidable campaña en donde fuimos campeones. Jamás voy a olvidarme la enorme cantidad de correntinos que nos acompañaban cuando jugábamos en Buenos Aires. Fue un equipo de lujo y que me abrió las puertas de la primera división”.

El mentado sueño del pibe, de codearse con los equipos grandes, ya era una realidad. Sus rendimientos seguían en alza dentro de un equipo que trataba de adaptarse a la nueva realidad. Hasta que llegó el momento más esperado: “Enfrentamos al River de Menotti en el Monumental y empatamos 4-4. Me salieron todas, porque hice dos goles y di los pases para los otros dos. Una noche soñada, pero que se nos escapó porque estuvimos siempre arriba. Al punto que el árbitro, Juan Carlos Biscay, cuando terminó, nos decía: ¡Pero cómo les van a empatar este partido!” (Risas). Creo que le dio un poco de lástima al ver nuestro esfuerzo de jugarles de igual a igual. Al llegar a mi casa, recibí el llamado de Moschella, un empleado de AFA, indicándome que debía presentarme en Ezeiza para entrenar con la Selección.

El equipo de la final
El equipo de la final Intercontinental del 2000. Basualdo es el último de la fila de hincados, al lado del Chelo Delgado.(Grosby)

Debuté contra Colombia en Barranquilla, la noche que volvía Valderrama a su selección. Fue derrota 1-0 pero me quedó una gran satisfacción, porque consultado por la revista El Gráfico, Bilardo declaró: ‘Perdí, pero lo bueno es que encontré al Negro Basualdo’. Arranqué con el pie derecho mi periplo con la celeste y blanca. En el plantel éramos varios chicos que recién empezábamos y teníamos un enorme respeto por los campeones del ’86. Eran situaciones que me impactaban, pero como fui siempre de la misma manera, de mantener mi pueblo encima, las disfrutaba a mi modo, con tranquilidad, igual que los pibes que venían de Rosario, como Abel Balbo, Roberto Sensini o Hernán Díaz. Bilardo hizo muy bien esa integración, más allá de sus cosas clásicas, como no querer que en los entrenamientos tuviésemos las manos en la cintura o mandar a cortar las capuchas de los buzos. Una tarde se largó a llover con todo y ahí nos dimos cuenta. Nos empapamos (risas). O te obligaba a conocer el reglamento. De golpe te podía preguntar: ¿Qué pasa si la pelota se pincha y queda en el travesaño? Un loco lindo que me enseñó muchísimas cosas”.

Los cimientos emocionales de “Pepe” ya estaban movidos y conmovidos. Aún faltaba el momento más extraordinario. “En julio de 1989 estábamos en Brasil para disputar la Copa América. Bilardo vino y me preguntó si conocía a Maradona, a lo que le respondí que no, que solo por la televisión. Al rato apareció en la concentración, recién llegado de Italia, saludando a su estilo, que nunca pasa desapercibido. Se fue a sentar a la mesa de los campeones del ’86. Carlos agarró una silla y me llevó al lado de Diego, que al verme se levantó, me dio un gran abrazo y me dijo: “Sos el ídolo de mi mamá. Te felicito”. Me quedé sorprendido y le respondí: “Gracias Diego, pero el ídolo sos vos”. Me miró a los ojos: “De ninguna manera. Mi vieja es correntina y como saliste campeón con Mandiyú, sos vos”. No lo podía creer. Me quedé junto a él todo el resto de la noche. Al llegar a la habitación, tomé conciencia de lo que había vivido. Desde allí se armó una amistad muy grande”.

 Basualdo tiene un enorme
Basualdo tiene un enorme agradecimiento y admiración por Bilardo, quien ya lo venía siguiendo desde el Ascenso para la Selección: "Te obligaba a conocer el reglamento. De golpe te podía preguntar: ¿Qué pasa si la pelota se pincha y queda en el travesaño? Un loco lindo que me enseñó muchísimas cosas"

A medida que se acercaba el inicio del Mundial 1990, Bilardo mostraba su faceta más extrema. Sabía que el equipo no aparecía y varios de sus jugadores favoritos, lejos estaban del mejor nivel. Sin embargo, cada vez que se refería a Basualdo, repetía que lo tranquilizaba. Pepe había sido transferido al Stuttgart. “Me adapté bien a cada función que me pidió el Narigón, siempre con una consigna y una explicación. Creo que estuve a la altura. En el famoso partido contra Brasil actué de lateral volante por la derecha para marcar a Branco. Fue increíble lo de esa tarde, porque ellos eran un equipazo y grandes candidatos. Fue atípico desde el arranque, porque al arribar al estadio de Turín, ya estaban armados los escenarios para los festejos posteriores… Las tribunas eran todas amarillas y en el primer tiempo casi no tocamos la pelota. En el segundo la cosa fue cambiando de a poco y gracias a la magia de Diego y la definición fantástica de Claudio pudimos sacar adelante un partido que en los papeles no se podía ganar nunca. Argentina es Argentina y el as de espadas sale en los momentos cruciales”.

El milagro de Turín se festejó como un título en nuestro país y un equipo que para la mayoría ya estaba haciendo las valijas para el regreso, empacó rumbó a la gloria: “Durante el Mundial estuve en varias posiciones. Contra Rusia fui por izquierda, porque había uno de ellos que actuaba en Alemania y Bilardo sabía que yo lo conocía. En la semi con Italia actué a la derecha para controlar a Donadoni y en la final con Alemania como volante central, porque entre suspendidos y lesionados, no teníamos a nadie en ese lugar. En la previa, Bilardo dijo unas palabras que me quedaron: “Son solo 22 jugadores cada cuatro años los privilegiados”. Más allá de la derrota, me siento un agradecido eterno por aquello y por el recibimiento. Es algo que perduró en la gente. Al día de hoy se sigue mirando más Italia ’90 que México ’86 y no sé por qué. Quizás por lo que pasó con el himno, por Diego que jugó lesionado, porque nos enfrentamos a toda Italia. Estuve en los siete partidos y es un orgullo latente”.

En diálogo con Carlos Bianchi,
En diálogo con Carlos Bianchi, en una práctica del Boca que quedó para la historia. (FotoBaires)

Continuó en Alemania y un par de años más tarde, nuevamente apareció Bilardo en su vida: “Carlos me recomendó a Eduardo Manera, que estaba en Velez. Ellos me repatriaron. Llegué un jueves y el sábado fui al banco porque estaban urgidos de resultados. Lamentablemente Eduardo se tuvo que ir y a comienzos de 1993 asumió Bianchi, que en un principio no pensaba que podíamos pelear el título, pero al tercer partido, al ver nuestra actitud, cambió su opinión. Planteó los partidos de otra manera, se dio cuenta que estábamos para cosas importante y salimos campeones en su primer torneo como DT. Acomodó algunas piezas (enroque entre Trotta y Almandoz en la parte derecha de la defensa). No tenía mucho diálogo con Carlos, pero con solo mirarnos nos alcanzaba. Conmigo ni hablaba y yo me enteraba que era titular al ver el equipo en el pizarrón. Parecía que nos conocíamos de otra vida…”

Se había construido una simbiosis maravillosa entre Basualdo, Bianchi y Velez: “El envión de haber ganado el torneo local siguió hasta ser campeones de la Libertadores y la Intercontinental. Éramos un equipo humilde que luchó y venció a los poderosos como Palmeiras, Boca, Sao Paulo y el Milan. Cada vez que entró al club, veo el poster y allí estoy”.

El fútbol tiene cosas inesperadas. Y una de ellas, fue su regreso a la selección en 1993: “Fue una grata sorpresa que Basile me convocara para la Copa América, aunque dolorosa por la lesión de Darío Franco. Coco era muy buen entrenador y fue directo. Enseguida me dijo que iba a seguir hasta el Mundial y así fue. Salimos campeones de ese torneo en Ecuador y estuve la Copa del Mundo, la segunda de mi carrera, aunque diferente a la anterior, por la pronta eliminación y lo que pasó con Diego”.

Los meses finales de 1995 fueron febriles en el fútbol argentino. Maradona había regresado a Boca y había sacado una ventaja de seis puntos que parecía definitoria. Sin embargo, Velez no le perdió pisada, aprovechó algunas derrotas y se consagró campeón con Basualdo entre sus figuras. Bilardo asumió como DT Xeneize y comenzó a pedirlo: “Carlos me llamaba todos los días (risas). Y si no era él, era el Tata Brown o Nery Pumpido que eran sus ayudantes, o el mismo Diego. Me insistían en que me necesitaban, que era un club para mí, etc, etc. Velez no me quería vender por pedido de Bianchi, hasta que finalmente, se hizo el pase. Apenas llegué, Bilardo me dijo: ‘Bienvenido. Ahora vas a ver lo que es Boca’. Y tuvo razón. Enseguida comprendí su grandeza, es otra cosa, más que la Selección. Discutimos mucho en ese tiempo con el Narigón, porque sostenía que yo, como jugador de Selección, debía arreglar todos los problemas dentro de la cancha. Le respondía que yo ya estaba grande y que cada uno debía hacerse responsable de lo suyo. Terminamos mal y emigré a España para actuar en Extremadura. Luego fui a Deportivo Español y más tarde al Jaén. Siempre a préstamo, hasta que me cansé y se lo planteé al presidente Mauricio Macri. Fue una larga charla, donde entendió mis razones y me dejó tener mi segunda oportunidad en el club. Hice la mejor pretemporada de mi vida, me reencontré con Bianchi y fui parte de aquel equipo que salía de memoria, integrando un medio muy compensado con Cagna, Serna y Riquelme”.

Como en un calco de lo ocurrido cinco años antes, fue campeón en el primer torneo dirigido por Bianchi, para luego alzar juntos, nuevamente, los dos máximos trofeos a nivel de clubes: “La final de la Libertadores con Boca fue como un Deja vu de lo que había vivido con Velez. Tenía un poco de bronca porque no había sido titular en la ida, pero estaba claro que el Pelado tenía claro que yo sería más importante para la revancha con Palmeiras y así fue. Se sufrió y se ganó por penales. Unos meses más tarde, nos dimos el gusto de ser campeones del mundo contra un Real Madrid espectacular. En ambos casos pude apreciar la diferencia del entorno. Cuando fuimos a Tokio con Velez vino el Petiso Guinzburg, algunos directivos y nadie más. Con Boca era media cancha llena de azul y amarillo. Fue como un broche a mi carrera”.

El fútbol siguió adherido a su vida, como ocurrió desde aquel primer contacto con la número 5 en los picados de Campana. “En la actualidad sigo dirigiendo. Hasta el año pasado lo hice en Capiatá de Paraguay y esperando la chance de hacerlo en mi país. Quedé ligado a Boca por siempre y allí estoy cuando hay que dar una charla o ir a una peña, aunque ahora un poco menos, ya que hay una nueva administración. Soy respetuoso de quienes ganaron y Román sabe, por nuestra relación, que si me necesita, me puede llamar. La amistad está por sobre cualquier cosa. Lo único importante es que le vaya bien a Boca”.

La lealtad y la amistad por sobre todas las cosas. Ese espíritu solidario que mostraba en la cancha, también está en la vida. Marcas registradas del Pepe Basualdo. Por eso, si jugamos un picado, ojalá en el reparto, nos toque un actor de reparto así.

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