Es agónico y emocionante el ejercicio de morir y renacer.
Tras la consagración de Boca como nuevo y sorprendente campeón de la Superliga (en extinción), Marcelo Gallardo acentúo una insatisfacción manifestada públicamente después del empate 1 a 1 ante Defensa y Justicia. Fue en aquella oportunidad – el sábado 29 de febrero- cuando elevando la mirada al público que se hallaba en el Monumental pareció reprochar con inocultable decepción: “Muchachos despierten, apoyen, alienten, parecen derrotados, muertos, vamos, arriba que todavía dependemos de nosotros…”. Por cierto restaba aún el partido contra Atlético en Tucumán que resultaría la puñalada final de tan inesperada frustración.
Sobre las espaldas de Gallardo los hinchas de River depositan sus esperanzas y consuelan sus penas.
Es ésta la razón por la cual su presencia ha invertido la ecuación elemental a la que arriba cualquier tribuna de otro equipo: “La culpa por no haber podido ganar podría ser de cualquiera de los actores pero jamás de nuestro técnico“. Este axioma ha convertido a Gallardo en una parte de su patrimonio; está ligado a lo institucional como su presidente D’Onofrio o el manager Francescoli, no se discuten, son simbióticos pues los éxitos -que son muchos más- alternan dinámicamente con tristes frustraciones pero sosteniendo siempre la llama de esperanzas renovadas.
Después del impacto que significó el campeonato ganado por Boca – que no es lo mismo que por cualquier otro competidor- afloraron dudas respecto de la voluntad de Gallardo por continuar siendo el técnico de River.
El reconocimiento oficial que el club le tributó a Hernán Crespo antes del inicio del partido frente a Defensa y Justicia pareció un hecho justo y agradable. Siempre es bueno que las instituciones acaricien a quienes dejaron un buen recuerdo. No obstante y al mismo tiempo tal evento pudo haber resultado un oportuno test – azaroso o direccionado- para encuestar ante los hinchas a potenciales sucesores del Muñeco.
La última vez que Gallardo sembró dudas respecto de su voluntad por continuar dirigiendo a River fue después de lograr la Copa Argentina ante Rosario Central por 4 á 3 en Córdoba, el 15 de diciembre de 2016. O sea que el punto de iniciación para continuar siempre dependerá de su voluntad.
Es por ello que en cada enero y una vez tomada su decisión por continuar siendo el Director Técnico Jefe del plantel de River se reunirá con el presidente D’Onofrio para consensuar el futuro, evaluar al plantel, gestionar las altas, las bajas y las diferentes alternativas del mercado de pases.
Las señales percibidas en los “mentideros” riverplatenses indican que hoy Gallardo piensa en junio de este año y no se proyecta hasta diciembre del 2021, fecha en la cual finalizará su mandato Rodolfo D’Onofrio, su soporte fundamental.
Para Gallardo hay dos jugadores imprescindibles y otro necesario. Los imprescindibles son Enzo Pérez y Nacho Fernández, quienes renovaron sus contratos hasta el 2023 -luego de asegurarse en charla con Gallardo que éste continuaría- y el jugador necesario es Franco Armani.
Al mismo tiempo sabe Marcelo que deberá aceptar como regla consensuada que los demás jugadores del plantel resultaran negociables siempre que tales transacciones constituyan ingresos por venta o disminución del presupuesto por acuerdos de salida.
En tal sentido Borré, Martínez Quarta y Montiel –por citar sólo tres ejemplos- podrían ser vendidos siempre que la oferta lo justifique. Y esta circunstancia que hasta hace unos pocos meses era de enorme factibilidad hoy navega en la incertidumbre de un nuevo e incierto orden económico y deportivo que dejará la dramática pandemia del coronavirus, una vez que ésta haya sido superada.
Diferentes serán para Gallardo otros casos a resolver como los de Juanfer Quintero, Lucas Pratto, Javier Pinola o Leo Ponzio quienes demandaran de un exigente acomodamiento físico para no ser actores del banco y reprisar como titulares.
Ignacio Scocco, por su parte, deberá resolver una disyuntiva muy personal ya que se ha propuesto retirarse del fútbol jugando para Newells Old Boys, su amado club de pertenencia. Si Scocco cree que podría jugar dos años más los dividirá actuando uno en River – éste que transcurre- y el último – 2021- en Newells. Si en cambio el jugador estima que está sólo para un año más, Gallardo ya sabe que no podrá contar con él a partir del próximo junio.
Tras el colapso que significó perder cuatro puntos sobre los seis en disputa de las últimas dos fechas y muy especialmente el encuentro frente a Defensa y Justicia en casa, no faltaron los primeros cuestionamientos a Marcelo Gallardo por “la línea de tres o los cambios tardíos o no haber resuelto nunca la ausencia de Exequiel Palacios tras su venta al Leverkusen o las diferencias funcionales entre el sancionado Borré y Nacho Scocco en Tucuman o…”.
Todos son hechos menores frente al significante Gallardo como líder, una virtud más ponderable que la del técnico en el campo de juego por cuanto todos los técnicos pueden teorizar con indiscutible conocimiento respecto de tácticas y estrategias, pero muy pocos pueden conducir grupos de alta competencia con resultados exigibles tan positivos.
Es Gallardo, en tal sentido, el mejor de todos. No sólo por los conocimientos que explica, sino por los ejemplos que enseña. Y éstos tienen la virtud de ser silenciosos y discretos como por ejemplo ayudar a algunos curas villeros llevándoles ropa, comida y apoyo. Es éste un factor fundamental para mostrar su espíritu solidario al grupo liderado. Ese conjunto de jugadores sabe y ve cómo cada sábado su conductor no deja de ir a ver a las divisiones inferiores, como consolida a su grupo de trabajo, le dedica mucho tiempo a estudiar todos los detalles, nunca deja de aprender y ha encontrado la fórmula para saber decir que sí y para saber decir que no a quien fuere. Los dirigidos valoran estos elementos y profundizan aún más su respeto cuando el líder es capaz de separar de su grupo de trabajo a un amigo de muchos años por haberse extralimitado en sus atribuciones.
Hay otros indicadores sobre el respeto y la admiración de sus discípulos. Por ejemplo desde que el Muñeco es el técnico, River ha negociado unos sesenta jugadores entre estrellas, veteranos y jóvenes. La lista es interminable y une a Barovero, Maidana, Mercado, Kranevitter, Funes Mori, Mammana o Alario hasta la joyita Exequiel Palacios. Cada uno ha seguido diferentes caminos profesionales, pero ninguno de ellos desde el lugar del mundo que fuere pronunció palabra alguna de recriminación o queja hacia Gallardo; antes bien todo lo contrario: gratitud.
Es agónico y emocionante el ejercicio de morir y renacer.
Gallardo ya lo ha hecho y lo volverá a hacer.
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