Hoy se celebra el Día Nacional del Rally Argentino cuyo primer campeonato nacional fue en 1980. Hubo un prócer que fue clave para el desarrollo de esta disciplina automovilística: Jorge Raúl Recalde. Fue uno de los primeros compatriotas que probó suerte en el Campeonato Mundial de Rally (WRC por su sigla en inglés), el único americano en ganar una carrera y uno de los seis pilotos no europeos en haberlo logrado. Se cumplen 19 años de su fallecimiento que fue en su ley, corriendo. Pero detrás de sus hitos hay ricas historias que marcaron la vida de este gran campeón.
Nacido el 9 de agosto de 1951 en Mina Clavero, provincia de Córdoba –dónde si no cuando de rally se trata-, Recalde era muy talentoso arriba de un auto de carrera. Tenía varios apodos, el más conocido era “El Cóndor de Traslasierra”, o también “el Señor de los Rallies”. Desde muy chico le gustaron los coches y comenzó a manejar a los ocho años. Su padre Alberto lo llevaba a ver las carreras en ruta y empezó a correr en 1970. Su temporada consagratoria fue en 1974 cuando con un Ford debutó y ganó en el Turismo Carretera en Olavarría, fue campeón de la Clase C del Turismo Nacional a bordo de un Fiat 125 y venció en el Desafío de los Valientes (era un evento promocional de Fiat). También corrió en Sport Prototipos y en la Fórmula 1 Mecánica Argentina.
Las carreras en la montaña eran su especialidad y eso le permitió seguir destacándose en el TC a mediados de los años setenta. Por esa época el WRC estaba en auge y él fue uno de los precursores de la actividad en la región. Promovió el rally y participó en diferentes carreras en Perú, Chile, Bolivia y Brasil. Su primer éxito fuerte a nivel internacional fue a bordo de un Renault 12 con el que triunfó en la Clase B de la Vuelta a la América del Sur en 1978, una carrera de 28.592 kilómetros y 39 días (N. de la R: ni el Dakar más largo duró tanto). En 1980, en sus inicios en el Mundial, fue segundo en el Rally de Costa de Marfil con un Mercedes-Benz 500 SLC.
Se ganó un lugar en el certamen ecuménico y siguió siendo contratado por equipos oficiales. En Lancia fue un referente donde se destacó como probador. Aunque también con un Delta Integrale de la marca italiana tocó el cielo con las manos el 6 de agosto de 1988 cuando ganó el Rally de Argentina, fecha válida por el Campeonato del Mundo. Fue una fiesta delante de su gente. Un éxtasis para los cordobeses. Hasta hoy ningún otro volante del continente pudo emularlo. Desde la incorporación del Campeonato Mundial de Pilotos en 1977, Recalde es uno de los seis no europeos en conseguir un triunfo en la clasificación general junto a los keniatas Shekhar Mehta e Ian Duncan, el australiano George Fury, el japonés Kenjiro Shinozuka y el neozelandés Hayden Paddon.
Para conocer un poco más de su historia arriba y debajo de los autos, Infobae habló con su mujer, dos de sus seis hermanos y dos navegantes, quienes son los ojos de los corredores en esta especialidad.
“Éramos siete hermanos. Como nuestro papá falleció a los 47 años y Jorge era el tercero más grande, medio que se hizo cargo de nosotros. Era una persona buenísima. Muy familiero, le gustaban mucho los chicos y tenía un gran trato con sus sobrinos”, relata su hermana Alejandra, una de las personas responsables de la flamante Fundación Jorge Raúl Recalde, que buscará ayudar a escuelas locales. La entidad también tiene de forma provisoria su museo en la casa de Betty, mamá de los Recalde. Ese lugar es histórico ya que allí solían juntarse a comer los pilotos del WRC cuando venían a correr a Córdoba. Está en frente a la plaza céntrica de Mina Clavero y se puede visitar de forma libre y gratuita de lunes a lunes de 10:00 a 13:00 y de 19:00 a 22:00 horas. Allí hay trofeos y otros recuerdos del Cóndor. Dueños de algunos autos originales corridos por Recalde, prometieron prestarlos por un año cuando la muestra se mude a un edificio que se hará en unos terrenos que donó la municipalidad local en el ingreso a la ciudad.
“Lo del automovilismo nació por su cuenta más allá de que mi viejo lo llevaba a ver las carreras en ruta. Empezó a correr en bicicleta en Villa Dolores y a los 19 años arrancó con los autos. Era muy apasionado y siempre fue muy profesional. Por ejemplo, cumplía firme con sus horarios y se cuidaba mucho en lo físico. Se hacía sus propios aparatos para entrenar. Agarraba latas de 20 litros de aceite, las llenaba de cemento, les ponía un fierro y los usaba como pesas”, agrega.
También recuerda una anécdota especial: “Él tenía un humor particular haciendo chistes, con mucha chispa. Desde chico fue así. Para un Día de la Madre le pidió a mi vieja que lo acompañara porque quería mostrarle lo que él le quería regalar. Ella nunca tenía tiempo porque era escribana y laburaba mucho. Resulta que fueron a un comercio que tenía en la vidriera un auto de juguete. Le dijo ‘eso te voy a regalar’ (risas). En realidad el regalo era para él”.
“Era muy amable. Hablaba poco, pero era muy concreto con lo que gustaba. Una persona distinta, justa en su palabra y en su apreciación. Tenía una visión muy real y muy certera. Se lo extraña mucho. Logró ser un figura y un referente”, afirma José María, quien se emociona al hablar de su hermano.
“Era muy familiero. Nuestra casa fue un lugar de encuentro. Amalgamó la familia a medida que fue sobresaliendo en lo deportivo. Con nuestros sobrinos tenía muy buena onda”, destaca.
“Hay un reconocimiento importante, pero acá en Córdoba. Lamentablemente no tuvo el apoyo económico que hubiese merecido. Era considerado uno de los diez mejores pilotos del mundo en su momento. Cuando corría para Lancia lo contrataban para poner a punto el auto. Era el mejor téster que tenían y cuando se corría el Safari de Kenia se iba por varias semanas a probar a África. Una vez en carrera, cuando a los pilotos les preguntaban qué gomas iban a poner, ellos preguntaban cuál era las que usaba Recalde”, asegura.
Más allá de las contrataciones de Lancia para ciertas carreras, Recalde no tuvo presupuesto necesario para poder correr un calendario completo del Mundial en donde les abrió puertas a los pilotos sudamericanos. Fue así que alternó su actividad internacional con la nacional y logró los títulos del Rally Argentino en la Clase 12 (1982), Clase 3 (1983 y 1985), Grupo A Clase 8 (1999 y 2000) y el Absoluto (2000). Según la estadística del libro “Pa’ Recalde” (2008), corrió un total de 305 carreras y obtuvo 71 victorias, sumando todas las competencias de rally y en pista.
Pero Jorge no estuvo solo en sus logros. En el rally el navegante es una figura clave. “Él era muy especial. Había tramos que corría de memoria es decir que no hacía la hoja de ruta (ensayo previo). Nos tratábamos con mucho respeto. Se adaptaba muy fácil a autos de gran potencia. Su experiencia en el TC en las carreras de montaña fue clave. No era bueno en el asfalto, pero sí en la tierra. Aprovechaba al máximo los caminos de ripio. Sabía improvisar mucho. En Europa era y es muy respetado”, asevera Jorge del Buono, quien fue su navegante hasta 1990.
“El Rally de Argentina de 1984 fue una carrera espectacular suya terminando tercero. Corrimos con un Audi Quattro que era muletto (auto suplente) que nos lo dieron para probarlo un día antes de correr. Resulta que ganamos la primera etapa y el equipo oficial dejó en claro que debían ganar sus pilotos principales. Por eso nos bajaron un poco el turbo del motor. De ahí en más el nombre de Jorge en el WRC no paró de crecer”, relata.
“En aquella carrera que ganamos en 1988, el italiano Miki Biasion (referente de Lancia) tuvo un problema eléctrico. Lo superamos en la clasificación general. Veníamos con cuatro o cinco minutos de ventaja y esperábamos la orden para dejarlo pasar. Biasion era el puntero del campeonato. Pero en Santa Rosa de Calamuchita lo recibieron con un pasacalle que decía ‘Miki Biasion y Tiziano Siviero campeones del mundo’ y otro con ‘Bienvenidos Jorge Recalde y Jorge del Buono’. Con esa demostración de cariño Biasion no pudo exigir que le cediéramos el triunfo”, cuenta sobre esa hazaña.
Aunque hay una historia que pinta bien lo que era Recalde como deportista. “En 1988 perdimos el título del Grupo N (por entonces la segunda divisional del WRC) porque no ganamos la última carrera. El auto que venció era un Mazda que tenía una paleta de ventilación de más. Estaba fuera de reglamento. Por ese motivo echaron a tres autos del Grupo A (categoría principal). El Director de la Carrera esperaba nuestra denuncia. Pero Jorge no hizo ningún reclamo y me dijo ‘no me gusta ganar carreras así’. Insisto, estaba en juego un Campeonato del Mundo”.
En tanto que Martín Christie lo navegó en los años noventa y ganaron el Rally de Argentina en 1995, una fecha que no fue válida para la categoría principal (autos con tracción integral) y los puntos corrieron para los coches de tracción simple. Sin embargo fue una victoria por un Mundial algo que no se logra todos los días. “El navegante no es ni más ni menos que la persona que toma las notas que dicta el piloto luego del reconocimiento de la ruta. La segunda pasada es para repasar y la tercera es para chequear. En carrera lo que uno tiene que hacer es en tiempo y forma lo que el piloto interpretó. Indicarle el camino correcto y para eso hay que tener un timming perfecto”, explica.
“Jorge tenía unas notas muy sencillas. Se basaba poniendo a la derecha o izquierda, un grado de peligrosidad y de esa forma básica armaba una hoja de ruta. No era de escribir mucho, igual eso es muy personal de cada corredor”, apunta.
“Como piloto tenía un convencimiento profesional muy grande. Lograba que todos en el equipo se ubiquen detrás de él. Su estilo de manejo era muy rápido, sobre todo en lo trabado y te daba una sensación de que siendo tan aguerrido podía doblar muy rápido. A su manera era muy efectivo. Llegaba, doblaba, frenaba, aceleraba y no fallaba”, subraya.
“Jorge fue piloto oficial de Mercedes, Nissan, Lancia, Audi, Toyota, Ford y Mitsubishi. Accedió a esos autos porque los dueños de los equipos sabían lo que él podía hacer con un coche oficial, que no se lo daban a cualquiera”, resalta.
También confiesa que “él tenía sus cábalas. Me hacía usar la misma hoja de notas todo el año y no la podía cambiar. Una vez estábamos corriendo el Rally de la Hermandad (se corre en la Argentina y Chile). Estábamos volviendo y se cruzó un zorro de derecha a izquierda. ‘Eso es mala suerte’, dijo. Hicimos 1.000 metros y empezó a temblar el auto. Se había congelado la nafta y se puso a arreglar el carburador…”.
“Fui amigo suyo antes de correr con él. Siempre tuvo gestos importantes hacia mí y hacia mi madre, en especial cuando falleció mi padre. Cada vez que él estaba cerca de casa pasaba y tomábamos un café. Corriéramos juntos o no. No había motivos para juntarnos y venía igual. Como los grandes amigos”, concluye.
Con Isabel Marcuard tuvo dos hijas, Martina (25 años) y Manuela (28). “Se lo recuerda serio, como medio corto, pero en la intimidad en la familia era muy alegre, muy amiguero y le encantaba hacer asados reunirse con sus seres queridos. También fue excelente padre y marido”, indica su mujer.
“Como mi familia veraneó siempre en Traslasierra nos conocimos allí. Jorge tenía la misma edad que mi hermana mayor y tuvimos trato desde muy jovencitos. Fue una larga relación como amigos y luego estuvimos juntos como pareja”, sostiene.
Recuerda una anécdota especial que deja en claro cuánto amaba Jorge a su familia: “Cuando corría en Europa una vez abandonó en el primer día de carrera por un problema mecánico. Tenía pasajes para volver cuando terminaba la carrera, pero por regresar antes de casa perdió ese pasaje y se pagó uno nuevo para estar lo más rápido en casa”.
“Son más los años de estar sin Jorge (19) que los que pasé con él (14). Su pérdida es como a todas las personas que les falta el compañero. No podés compartir con él los momentos importantes de la familia como el de nuestras hijas ya que ellas eran muy chicas cuando falleció”, culminó.
El 10 de marzo de 2001, durante la disputa del IX Rally de Villa Dolores, el lugar donde empezó a correr en bicicleta, el corazón de Jorge no aguantó y sufrió un infarto mientras empujaba su Ford Escort RS. Tenía solo 49 años. Su muerte conmovió al ambiente y al deporte nacional. La Ley 26.030 sancionada por el Congreso Nacional el 4 de mayo de 2005, declaró Capital Nacional del Rally a la ciudad de Mina Clavero. Además, se instituyó el 10 de marzo como Día Nacional del Rally Argentino. Esa actividad por la que Recalde dio todo, hasta su propia vida.
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