Apenas pasaron algunos minutos del final del partido que dejó a River sin chances de ganar esta Superliga y por las dudas, el director técnico de Atlético Tucumán, Ricardo Zielinski, aclara que su equipo sólo vino a hacer su trabajo, sin importarle lo que le pasa al otro
“Nada que ver. Nosotros no le quitamos nada a nadie. La situación de los demás es la situación de los demás. Nosotros siempre salimos a ganar y no lo disfruto de manera especial. Nunca me fijo en el pasado. Queríamos ganar, pero el empate está bien. Nosotros priorizamos la Copa Libertadores porque tenemos un plantel corto, de 18 jugadores. Era importante para el grupo y para el club, por lo económico. Hicimos un esfuerzo muy grande y sabíamos que tendría un costo alto. Si les afecta a Boca o River, es lógico que nos haya afectado a nosotros”, aclara a la prensa, antes de volver a su perfil bajo.
Tanto, que anticipó a los periodistas que lo buscaron en la semana decisiva de la Superliga que no iba a hablar y que tampoco daría entrevistas largas hasta una semana después de la definición del torneo. Todo es tan vertiginoso en el fútbol, que en estas horas, Zielinski volvió a trascender por haberse interpuesto otra vez ante River, como cuando lo mandó al descenso por única vez en su historia en 2011, o como cuando lo eliminó de la Copa de la Superliga en 2019, y ya la semana próxima deberá visitar el Monumental con Atlético Tucumán por la primera fecha de la Copa de la Superliga. “Vamos a tener que jugar otra vez contra ellos, pero no creo que sea un partido similar y además, no sé si voy a poder contar con varios de estos jugadores porque terminaron con dolores y en la semana se tienen que hacer estudios”, indica, porque para el experimentado DT, lo que importa es lo que le sucede a su equipo.
Ricardo (el mismo nombre de su padre y que también le puso a uno de sus hijos, por tradición familiar) Zielinski nació en Lanús el 14 de octubre de 1959 y en su barrio siempre fue conocido como “pola”, como abreviatura de “polaco”, pero tras formar parte de distintos planteles de fútbol como volante de gran presencia y personalidad, su apodo fue mutando a “ruso”, acaso por unos mechones rubios que se fueron oscureciendo con el paso del tiempo.
Tras iniciarse en San Telmo en 1979, su primera transferencia a Argentino de Quilmes en 1981 fue a cambio de un colectivo viejo de la línea 148. Su tercer club fue Chacarita, que lo marcó porque en 1983 consiguió ascender a Primera y se pudo mantener en la máxima categoría, para pasar luego por Deportivo Mandiyú, Deportivo Laferrere, Ituzaingó y Colegiales. Tras su retiro, siguió ligado al fútbol como director técnico en una mayoría de equipos del ascenso como Ituzaingó, Deportivo Laferrere, Deportivo Morón, con el que descendió del Nacional B a la Primera B en 2000, Defensa y Justicia, All Boys, Juventud Antoniana de Salta, Témperley, El Porvenir, Ben Hur (con el que descendió del Nacional B al Argentino A en 2008), Chacarita (ascendió a Primera en 2009), Patronato de Entre Ríos, hasta lograr notoriedad cuando pudo hacerse cargo de Belgrano de Córdoba en el Nacional B en la temporada 2010/2011. No sólo pudo imponerse a River en la promoción, enviándolo al descenso sino que en la temporada siguiente realizó una gran campaña y logró la clasificación a la Copa Sudamericana de 2013 y repitió en 2015 luego de jugar la Liguilla Pre- Libertadores.
Zielinski pudo realizar en Belgrano lo que no consiguió en Chacarita porque en Primera no le fue bien y duró demasiado poco. Todo lo contrario que en el club cordobés del barrio Alberdi, en el que coincidió con la presidencia de Armando Pérez, quien años después sería interventor de la AFA, justo cuando él dejó el cargo en mayo de 2016, casi cinco años y medio después de iniciar su trabajo.
Para los hinchas “piratas”, es un ídolo absoluto y una de las personas más queridas y no sólo por resultados, sino por conducta. La prensa cordobesa destaca que, por ejemplo, le trajeron a Carlos Soto y a Julio Furch, lesionados, y al hondureño Jerry Bengtson, que había jugado el Mundial 2014 pero que apenas marcó un gol y apenas llegó a decir, con mucha calma y sin enojarse, “soy el DT con más paciencia del mundo”.
Acostumbrado a las limitaciones de los equipos del ascenso, suele conformarse con lo que hay y no hace reclamos de contrataciones caras. En Córdoba se lo suele considerar “un bicho raro” porque no se inmuta, no suele expresar emociones y por lo general es mesurado y callado. “Cuando llegó a Belgrano había muchas dudas porque empezó empatando 1-1 contra san Martín de San Juan por el Nacional B pero luego empezó a ganar partidos y llegó hasta la promoción ante River sin hacer nunca una declaración de más. Incluso, tras ascender en el Monumental hubo un gran festejo en el vestuario, pero él dijo que ya estuvo tranquilo cuando Juan Carlos Olave le atajó el penal a Mariano Pavone”, cuenta el periodista Federico Jelic, de “La Nueva Mañana” de Córdoba.
Ya en la ida, en Córdoba, cuando Belgrano le ganó a River 2-0 y algunos hinchas “millonarios” ingresaron al terreno de juego para amenazar a sus jugadores, Zielinski ensayó una mínima protesta, pero siempre con control emocional. “Lo que siempre rescaté de aquella experiencia es que nunca tuvimos la intención de ver al rival. Sólo queríamos ascender. Y esa final fue maravillosa: no teníamos nada que perder. Me acuerdo de eso, de entrar al vestuario y verles las caras a esos tipos que cuando yo llegué estaban desahuciados. Y que cuando terminó el partido, tenían una felicidad indescriptible. Eso es fútbol”, dijo en una entrevista.
En aquellos tiempos de Belgrano resultó muy importante su entonces ayudante de campo Rubén “Bicho” Flotta, un trotamundos que había jugado también en equipos del ascenso y que hacía de contacto más cercano con los jugadores, incluso de psicólogo si la situación lo ameritaba porque Zielinski siempre se aboca más a la táctica y a la estrategia, es un estudioso del fútbol y de los detalles de cada partido aunque nunca tuvo problemas con sus jugadores, si bien parece al comenzar un ciclo que es frío y distante.
Por lo general se suele apoyar en jugadores de experiencia, aunque en Córdoba se destaca que en su ciclo aparecieron Renzo Saravia, Emiliano Rigoni, Lucas Zelarrayán, y potenció al goleador Fernando “Cuqui” Márquez (ahora en Unión de Santa Fe), que era muy cuestionado pero que ingresaba en los segundos tiempos y funcionaba bien.
El ciclo de Belgrano se fue desgastando, algo que entendió el presidente Armando Pérez, quien en un mes se presenta a las elecciones para regresar al cargo, y quiere volver a contratarlo, algo que no parece fácil por su situación actual en Atlético Tucumán. Cuando vino a Córdoba con Atlético le dieron una plaqueta y se llevó una ovación del estadio, pero no tenía una buena relación con el presidente Jorge Franceschi, sucesor y pupilo de Pérez, y por eso todo fue más frío de lo esperado, tomó la plaqueta y se metió en el vestuario, sin una pizca de demagogia. “Yo no soy un salvador, las cosas se sustentan en los proyectos”, suele afirmar.
La gente lo valoró por su trabajo, porque siempre se supo poco de su vida privada (apenas que había comenzado a tomar clases de boxeo), aunque es capaz de quedarse horas sacándose fotos, y porque jamás criticó a un jugador, pese a que más de una vez tuvo que lidiar con algunos con problemas extra deportivos. Prefirió apoyarse en una base compuesta por el “Picante” Pereyra, el “Mudo” Franco Vázquez, con el defensor Claudio “Chiqui” Pérez y con el uruguayo Ribair Rodríguez y el arquero Juan Carlos Olave.
“Trato de hablar con los jugadores de cosas puntuales. Lo aprendí de Carlos Griguol. Trato de inculcarles que si pueden se compren un departamento o una casita y al menos, tengan un sustento cuando dejen la actividad. Porque vos no sabés qué te puede pasar: una lesión te corta la carrera y te frustra. Entonces, que el fútbol te dé por lo menos un hogar para tu familia. Que cuando se retiren no tengan que salir a manejar un remisse como pasa con un montón de muchachos en el ascenso. En definitiva, de eso se trata nuestro trabajo: tratar de ayudar al otro para que mañana transite por buenos lugares”, destacó en una entrevista con el diario Clarín.
Si algo aprendió de tantos años en el ascenso es que “a los jugadores no hay que volverlos locos con las charlas técnicas. Les hablo treinta minutos antes de viajar hacia la cancha y es sólo para refrescar algunos conceptos puntuales pero no me extiendo más allá de los 15 ó 20 minutos. La verdad es que no quiero que me pase como cuando yo fui jugador, que algunos entrenadores te hablaban tanto del rival que vos salías pensando que todos los partidos jugabas ante el Barcelona”.
Zielinski cree que tiene un fundamento para la comunicación con sus jugadores. “Lo que hago es tener las reglas claras y cuando tengo que decirle algo a un jugador, voy y se lo digo de manera frontal. No me interesa dar sermones y un montón de vueltas. Uno tiene que hablar poco y bien claro. Cuando algo es blanco o negro, se lo decís, y listo”.
Tras dejar el ciclo de Belgrano, por fin le apareció una gran vidriera, la de Racing de Avellaneda en la temporada 2016/17, pero no dejó huella, hasta que apareció la chance de Atlético Tucumán, ayudado por un importante dirigente que en sus primeros pasos como director técnico de San Telmo fue su preparador físico, Miguel Abbondándolo, en un cuerpo técnico que también integraba, como ayudante, Omar De Felippe.
En Atlético Tucumán, desde 2017, Zielinski pudo desarrollar otro gran ciclo, en el que fue finalista de la Copa Argentina de ese año (siendo justamente derrotado por River 2-1), llegó a los cuartos de final de la Copa Libertadores 2018, cuando fue eliminado por Gremio de Porto Alegre (de pasar a semifinales, otra vez habría enfrentado a los “millonarios”), eliminó a los de Marcelo Gallardo de la Copa de la Superliga 2019 al vencer 3-0 en su estadio José Fierro para caer 4-1 en el Monumental, y logró la clasificación para la Liguilla Pre-Libertadores 2020 en la que pasó dos fases y cayó por penales en la tercera y última ante el Deportivo Independiente de Medellín.
Así como le ocurrió en Córdoba, en Tucumán también se sorprendieron por el trabajo de Zielinski y cómo logra acomodarse a todo, pidiendo muy poco. La prensa local cuenta que cuando los dirigentes le comentaron que El “Pulga” Luis Miguel Rodríguez, ídolo local, tenía una oferta para irse a Colón, el DT prefirió que se fuera para no estar de mal ánimo en el plantel.
No le resultó fácil. Rodríguez no había tenido muchos minutos cuando Pablo Lavallén había dirigido al equipo, y había perdido la titularidad con Juan Manuel Azconzábal, pero cuando llegó Zielinski en 2017 le entregó las llaves del vestuario. De hecho, su primera charla fue con él y la prensa tucumana sostiene que le pudo sacar su mejor versión. Por el contrario, tampoco dudó en sacar a otro reconocido jugador como Leandro Díaz cuando necesitó hacerlo, y hasta lo llegó a dejar afuera del banco de suplentes cuando fue necesario, sin que hubiera un solo gesto de desaprobación por parte del jugador.
Los santafesinos le ofrecieron como parte de pago a Guillermo Ortiz, aceptó y lo mismo que con Leonardo Heredia. También dio el visto bueno para que emigrara a los “Sabaleros” el volante Rodrigo Aliendro, de muy buena producción. Los nuevos se adaptaron y generaron buenos rendimientos en Atlético Tucumán.
Rodeado de colaboradores como el analista de videos Emanuel Depaoli, que llegó a trabajar en la selección ecuatoriana, el preparador físico uruguayo Alfonso Meoni, y el ex entrenador de arqueros, Andrés Gemio, Zielinski siempre puede sorprender con algo, y convirtió al Atlético Tucumán en un equipo muy complicado, como lo pudo comprobar River en su fatídica visita del sábado.
“El Ruso” quiere ganar, porque perder, lo altera. “Vivimos de los resultados –afirma- y si no tenés resultados, lo pagás al quedar desocupado. Yo soy un malísimo perdedor. Yo le tengo miedo a perder porque sé que lo paso mal cuando pierdo. Me encierro en mi habitación, no salgo, no hago las cosas que me gustan hacer cuando nos va bien, no voy a comer un asado con mi familia. Lo sufro. Entonces, trato de hacer lo mejor para que al menos pueda tener un buen fin de semana”.
A Zielinski le molestan “las injusticias” y sabe que muchos lo señalan como un director técnico defensivo. “Si lo fuera, no tendría nada de malo –responde- pero no lo soy. Me gusta jugar bien, atacar. No soy necio. Defiendo, claro, no se me cae ningún anillo. Y no digo determinadas frases para que la gente piense que soy lírico. No lo soy. Creo que decir que soy defensivo es ridículo. Hemos logrado un montón de cosas que no las conseguís defendiendo, pero yo no vengo a Buenos Aires para que los equipos grandes me hagan cinco goles. Vengo a tratar desde mi lugar, desde la estrategia, de que mis jugadores puedan rendir más ante un rival más poderoso. Acá hay un discurso a partir de la abundancia, pero quisiera ver a muchos de los que hablan de la abundancia cómo se mueven cuando no la tienen. Algunos técnicos entienden muy bien el negocio. O tienen representantes que también interpretan muy bien el negocio. No es el camino que yo he elegido. Después, que cada uno se venda lo mejor que pueda. Las palabras en algún momento tienen que ser condescendientes con la realidad. Y muchas veces no lo son”
“A mí me gusta el rock y también el tango. Y también el folclore. En el fútbol pasa lo mismo: trato de sacar lo mejor de cada uno”, insiste, y sostiene que la pelea Bilardo-Menotti ha atrasado muchísimo al fútbol argentino. Y no crecemos, nos quedamos estancados en esa pelea tonta. No aportamos nada para adelante. Así ves que la Selección no tiene una identidad. Brasil la tiene, Uruguay la tiene, Argentina no”.
Siguiendo con los gustos musicales, dice que se inclina “especialmente por Charly García, Joaquín Sabina y esas cosas” aunque reconoce que desde que llegó a Córdoba para dirigir a Belgrano “escucho más de cuarteto que antes aunque confieso que Rodrigo me gustó siempre”.
Políticamente se define como “peronista de Perón” y asegura que un día ideal es comer “un buen asado, jugar un partido de truco y ver un partido de fútbol de buen nivel por la TV”.
Afirma con orgullo que cuando sus hijos jugaban en las divisiones inferiores y tenían que decidir entre seguir jugando o estudiar, hablé con ellos de estas cosas y hoy tengo la suerte de que los dos sean médicos. Hay una sola cosa, la más importante, que debía transmitirles: que ejerciten el intelecto -afirma-. Eso es lo que les va a permitir ser libres en la vida. Vos tenés que trabajar el intelecto, porque si no te llevan puesto, te dominan. Al futbolista y a cualquiera”. Su hijo Jair Ricardo, volante derecho hasta la cuarta de Lanús, además, llegó a integrar como rockero la banda “Cebra”, inspirada en la británica Oasis.
Los que lo conocen dicen que sólo una vez lo vieron llorar al “Ruso”. Fue cuando falleció su amigo, ex compañero como jugador en Chacarita, y ex DT, Héctor “Chulo” Rivoira. Zielinski prefiere siempre el perfil bajo, aunque ahora muchos lo tengan como la sombra negra de River.
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